beso dulce
a vos también se te vino el cielo encima…
(cuántas veces fueron flores!)...
el olor de la verdad es tan preciso,
una mirada, un vaivén sobre la hamaca,
la luna pegada al puente…
o el mismísimo silbido de la muerte en la ventana,
hablando de historias viejas que te arrugaron la manos…
beso dulce, la ferocidad de un sueño,
beso dulce que desgarra las entrañas
y planta flores para sostener el cielo…
el recuerdo de un amor
tocando el cuerpo invisible de un fantasma
que vuelve a bailar el mismo valsecito
que vos bailabas
soñando un mundo…
y el tiempo, y la suavidad de un sueño,
beso dulce…
se me hacen lluvia las manos
y se me duermen los miedos en los charcos
como si la soledad fuera un recuerdo
tocando un cuerpo invisible
que todavía respiro…
si a vos también se te vino el cielo encima,
si a mí también se me hizo carne el viento
que rozaba tus pestañas…
y acá mismo creo que toco tus ojos
con las manos arrugadas de acariciar las esquinas,
con los pasos detenidos ante la luna en un charco
como si fuera verdad haber vivido…
y el olor de la verdad es tan extraño,
huele a pasión sin olvido…
la miel y el pan
los codos raspando el cuero contra el tiempo,
los ojos rompiendo el cielo con la sombra,
los pies corriendo, mordiendo pa’ adelante,
y la sonrisa en la frente, como un sueño…
y el miedo atrás, y todo el viento… paloma…
una palabra de pan, eso te pido…
ni una mordaza de hiel puede callarla,
aunque sostenga el espanto sobre un rezo,
aunque se ría de vos, de mí… de todos…
ni una mortaja de barro puede hablarla
como tu boca de miel, de pan… cantando
lo poco que hay por cantar… un rezo, un grito,
las lágrimas de un suspiro,
lo que cabe en un suspiro y atrás del viento, paloma,
y contra el miedo, rezando,
confesando una verdad que no se entiende,
como si fuera verdad volverse loco,
como si mordiera el miedo tu sonrisa,
como si la miel y el pan fueran mis huesos
tratando de amanecer en plena lluvia,
intentando despertar en un desierto
que no es la noche, que no es la sombra,
sino el olvido …
recuerdo…
escucho la lluvia vieja en los tinglados,
recuerdo haber sido pobre entre unas chapas,
vuelvo a amar ese rosario entre tus manos…
creo que no cambió el mundo
ni son distintas tus manos,
escucho la lluvia dulce en las terrazas,
besando la inmediatez de esta distancia…
algo bueno debe haber entre mis babas,
al menos la decisión de besarte,
aunque me lleve la muerte hasta encontrarte,
aunque me traiga un desgarro hasta perderte,
aunque ya no tenga nada, ni la suerte,
ni las llagas…
cal y azúcar
un remolino en los ojos,
sombra vieja que revuelca sus pedazos en la historia…
un gorrión manso en tus ojos,
y las paredes pintadas con el amor y la sangre…
viudas de cal, piel de azúcar, compañera…
calles largas que se asoman a tu puerta como el día…
y se oyen pasos…
vuelvo en la misma canción a hablar de las sombras viejas,
de tus hijos y la miel purgando el alma,
de tus ojos y la luna entre las ramas,
mientras el viento sacude hojas y gotas,
almas y sueños,
como pedazos de historia interminable…
muerdo azúcar, trago aliento… compañera…
sobre el temblor de la voz, muerdo el deseo,
bajo la ropa y la cal, escribo un verso,
ya sin resguardos… y me pierdo por sentirte…
esta calle debe oír tu dulce aullido,
este silencio se llena de memoria
en un reparo del viento y de la lluvia,
como un perrito faldero
callejeando sin sentido…
y sin tus manos corriendo a los fantasmas,
y sin tu nombre ladrándole al olvido…
sólo tiempo,
sólo las uñas rasgando cal y azúcar…
vuelvo en la misma canción a hilar tu sombra
pensando que te dibujo con mis ojos en tu espalda,
aunque no haya más que huellas en la calle
por donde se asoma el día…
flores que miran la tierra
cuando se callan los árboles y el viento,
cuando no importa dormir o caminar por las horas,
ese instante de querer sin saber cuánto,
ese beso de no verte,
este siseo de historias en el cuerpo,
vibrando como bichos flacos en un farol que no muere,
una luna sin memoria, que aunque se empañe no muere,
sólo se queda clavaba en la ventana
como un hecho del amor irremediable,
como un suspiro furioso de la suerte
que no alcanza para iluminar la noche…
cuando aquello, cuando esto,
cuando tus ojos se empañan de mirar la tierra
cuando se me cae el mundo…
cuando se callan los árboles y el viento,
y ni siquiera la piel cubre el despojo
del perfume imperdonable que se duerme
sobre un silencio perfecto… tu sonrisa…
casi olvido, pero no,
sólo el olor de las cosas que no mueren
aunque ya no abracen lluvias, ni alaridos…
huesos apenas, mostrándole hambre al camino
como flores que se asoman a orillas de la neblina
sin misterios… flores que miran la tierra,
almas que arropan la ausencia
en un pequeño secreto, tan de nadie,
dulces flores sin embargo,
y tan humildes
que dan ganas de dormirse
oliendo su suavidad y su tristeza…
desprecio de la razón
corridas por el lado oscuro de la calle,
susurros de no esperar que llegue el tiempo y muerda el alma,
tu voz rasgando chiquito el terciopelo mojado de la noche,
un beso en el ventanal que se dibujó en tus ojos largos
y la madrugada hundiéndose en los fondos, en las vías…
belleza de realidad pegada al calor lejano de tus manos,
desprecio de la razón, enfermándose de amor y de locura
en el mínimo temblor de no saber morir llorando,
en la incertidumbre hambrienta de tocar tus sueños
como si tocara el filo de una bandera de guerra
o una flor hecha de fuego, sangrándose de ternura…
todo el misterio durmió entre los desagües como la lluvia caída,
la delicada virtud de tu sonrisa rompió el tronco de mi pecho…
(cada noche se oye igual de irrepetible y huele a las mismas flores,
toda la magia clavó en el hambre tu nombre y soñó tu sueño)…
en las posdatas del poema se me queda ese murmullo,
que no pesa en los bolsillos, que es como arena en las manos,
que me hace llorar a veces
con el mínimo temblor de querer morir llorando
y perderme en los desagües como una lluvia maldita
que desprecia la razón y la locura…
……………
le quedará un bandoneón al viento?...
algunas calles esconden su belleza en los umbrales
y uno se sienta a mirar cómo es la noche…
un entredicho nomás con la inocencia,
es un perfume o el rastro de una historia
acariciándole el lomo a un perro viejo?...
salpicadas de ilusión, las manos,
como mojadas de lluvia o lagrimitas perdidas,
acarician la silueta de un aroma
y todavía sostienen la coherencia
de no ver más que la noche…
pero aúllan las persianas
y entre las ramas se arrullan mil rosarios
que no se pueden rezar despierto…
mi barrio canta…
le quedará un bandoneón al viento?...
las estrellas van dejando un polvo gris en los techos
y algunas calles esconden su tristeza
en el beso perfumado del rocío
que me devuelve tus ojos…
carmín de niebla
cuántas veces repetiré el mismo sueño!...
la niebla cortando calles
como si todo acabara en una nube de polvo…
más allá de las palabras y los pasos,
de la luna borroneada en una esquina del barrio,
de los olores mojando tu vereda,
el mismo dulzor de entonces arruga cartas perdidas
y el mismo dolor del alma sostiene el tiempo en las manos
como si fuera a dormirse para siempre
y en ese sueño guardara el mundo…
tantas veces repetiré el mismo sueño!...
caricias sin lastimar rozan tristes el contorno de tu boca,
parece sangre en mis dedos, pero es tu boca,
el mismo dolor del alma,
el mismo dulzor de tu alma…
y desde entonces,
la realidad se me hizo algo impreciso
que no podría explicarle a mis sentidos,
ni a la necesidad bruta del pecho
que escribe cartas
y se me muere en las manos
como el tiempo,
pero aún es niebla…
irreal
rezagos de una mordaza…
el miedo de alguna vez trabar el pecho,
soltar el grito escondido…
quizá tus manos me expliquen el desgarro
como simples campanadas, o… no sé...
como un susurro...
el tiempo corre en las calles solitarias,
vos escuchás mil canciones en silencio…
me apura el tiempo,
no por cuervo, ni por lluvia en la ventana,
ni por hoja en la vereda…
ni por viejo…
por tus ojos,
por esperar la salud de mis deseos
y por desear el remedio de mi enfermedad eterna…
nada bueno…
sólo la necesidad de abrir el pecho
y trabarlo en la contradicción del alma
que suspira
como los pájaros,
libre…
cuánta mañana en el hueco de las manos,
cuánta noche sobre el lomo, hirviendo hierros del hambre,
como en la fragua ojerosa de un herrero viejo y loco
que no recuerda a las flores…
cuánto olvido para un cuento…
¿y cuánta muerte pueden resistir las manos
en un hueco donde sólo cabe el alma?...
el hierro de mi pasión pide ser fuego
en el filo de la astucia de la vida
que quiere explicar lo poco que no entiende…
y sobre el yunque moldea las palabras,
como en la fragua ojerosa de un herrero viejo y loco
esas palabras quemadas y sentidas
de algo que quiero decir en un poema,
y no alcanza… y es como la realidad,
se ve y no alcanza a ser vida…
terciopelo
en el pequeño respiro de mi arritmia, este poema…
casita de yuyo y cal, olor a tierra, a canela,
y el olvido de olvidar por qué se llueve la luna…
una camita sin dios, ni sortilegio… sólo tu pecho,
como el liviano trajín de una libélula
empecinando al farol con su belleza…
y se hace fuego… y se quema… terciopelo…
tu naricita de fruta, mi alma servida de cardos,
y este poema,
que se revuelca en la miel y también en las espinas…
si aún hay tiempo voy a besarte las alas,
si aún hay tiempo, compañera…
algunas cosas se caen de las manos y se vuelan,
otras quedan en el barro y se queman
como el liviano trajín de una libélula
empecinando a la vida con tus ojos…
no me duermo, no te duermas, compañera…
el remedio de un dolor no es más que un cuero
quemándose con la tierra…
leña y lechuza
corazón, bicho salvaje, carne de fuego,
venite simple otra vez,
como las tardes de otoño,
como la necesidad venite
temblando y bueno
sobre las pobres costumbres de una vida,
guerreando lindo, moqueando el frío,
queriendo…
que me hace falta entender por qué se duele,
por qué se vive…
liviano para caminar, venite arriero,
denso para merodear, como lechuza,
pesado para perder, venite leña,
que necesito creer lo que no tengo,
que necesito tener eso que creo,
el labio y el lagrimal,
ojitos dulces…
y quiero,
como la necesidad quiere a su herrero,
como la ferocidad quiere a su rabia,
como la ternura quiere a su misterio…
venite lindo nomás,
así simplito,
bicho salvaje,
temblando y bueno…
una flor de pan
es la misma rebeldía del dolor besado,
la simplísima alegría del amor tocado,
la irremediable verdad del beso amado…
ni en la ínfima distancia del perdón me inclino,
puedo rogar, pero ya no hablar en vano…
el delicado dulzor de tus mejillas lo impide,
la dignidad de sentir digno un perfume
me impide
creer las pobres bellezas del engaño
que se sostiene mintiendo la belleza…
abro el alma… me abre el pecho la tristeza,
una flor muere de pan sobre la mesa
y un niño llora en tus piernas… dulce cuenco,
que me parte la virtud en dos…
ni alcanza mi piel a tanto,
apenas vuela,
como la locura vuela en el deseo,
creyendo que está al llegar,
queriendo una flor de pan
sobre tus piernas…
te quiero,
y es la misma rebeldía del dolor besado,
la simplísima alegría del amor tocado,
la irremediable verdad del beso amado,
y el tiempo de haber vivido…
hasta el viento sabe pronunciar tu nombre,
y un suspiro levanta polvo en la calle
como si fuera verdad que el alma corre,
como si hubiera lugar para estar vivo…
como la bruja del alma
si regresara aquel pájaro entre las ramas del viento,
el suspiro que me soltaron las ramas…
si la aparición discreta de tu piel me regresara,
aquel pájaro, esa flor… y el olor triste del río en mi camisa…
crecí junto un puente viejo,
el mundo hablaba en las calles empedradas,
en los jardines sin lujo, en las persianas abiertas,
en las noches estrelladas…
si la resaca y la flor fueran la misma canción sobre la almohada,
el dulce aroma del río que se te mojó en la blusa…
nací en un barrio sin llaves,
en un beso de malvones y rocío…
pago por hambre el amor y por amor vengo hambriento,
oliendo cada rincón por donde anduve temblando,
bicho flojo, perro fiero… me rasca el lomo la luna
y una maldición sin fin me empulga el alma
que arde como condenada entre los huesos,
queriendo quemar las velas en el puerto
donde tu blusa y el río, donde la luna y el agua,
donde el embrujo…
me vuelvo al puente en silencio…
algunas veces descreo de los ecos,
me llevan algunas veces y… no importa,
algunas veces tus pasos me regresan,
pero son sólo el sonido de la historia,
una canción en la almohada, un aleteo llovido,
un padrenuestro sin gloria ni recuerdo…
vuelvo sin llaves… sin cosas…
apenas unas palabras que me van quemando el pecho
como la bruja del alma, como el olor de tu blusa,
o la tristeza del río que me endulza
cuando te respiro y tiemblo…
en la sombra de las manos
quebrado el tul de la noche,
los fantasmas parlotean en la cama
y el viento se desnuda en las cornisas…
la libertad de sentir es un deseo que engaña,
se vuelve con la mirada hasta la sombra
y baila en las hojas secas, como un duende
que parece respirar, pero rechina,
que parece parlotear, pero susurra
con la poesía…
destino o pobre verdad,
querer me alcanza…
se desgarra la emoción como un dolor en el pecho,
el pensamiento del alma es sangre pura
y la muerte se confiesa con los hijos de los sueños…
sube el vaso y barre el miedo,
pierdo el pulso y vuela un pájaro sin luna,
rompe la lluvia el asfalto y…
Buenos Aires… vuelve un tango…
quebrado el tul de la noche
como un trapo,
como mi ropa de ayer o tu vestido de novia,
como las manos mojadas
abrazando un árbol viejo…
verdad de pobres, destino mío…
querer me alcanza…
el olvido es un reposo de la piel
que no me importa…
me abrazo al viento, grito el infierno, camino,
trepo a los techos,
muerdo el dolor de tus manos en la lluvia,
beso a los pájaros que abren la mañana
sin otra noción del tiempo…
vuelve un tango por las callecitas viejas…
pero nada vuelve,
sólo la triste palabra de un poema
que ya está escrito en la fe,
pero no alcanza,
porque se acaba en la sombra de mis manos
como el silencio…
de barro y luna
tu mano, mi mano, esquinas…
destellos de la razón,
tu boca roja, locura…
una parada de flores en Pompeya,
el decimal de la piel,
susurro apenas… tu risa…
y esa confianza sin dios atrás de un rezo
que repite la oración de los latidos
con la desconfianza dulce de los besos
que no dejan de morder la tierra, el agua...
lo tierno de florecerse en la mirada,
imaginando los críos con tus ojos,
carita linda, corazoncito de leche,
pielcita de barro y luna…
tu risa se duerme lejos,
arrullando las esquinas
como una canción de cuna…
lo que no le importa al tiempo
en un descuido perdí huellas y miradas…
rastros de hojas mal caídas en la calle,
restos de hambre mal comida entre mis manos
y esta inmunda sensación del mal olvido
que va empañando los gestos…
sobre la fachada blanca de mi casa,
un recuerdo demorado y un aullido
me devuelven la sedosidad del tiempo
acariciando ventanas y baldosas
con la misma aparición de un sueño…
lento, pesado, indiscreto,
y grosero en el dolor de andar descalzo,
el penumbroso ritual de los secretos
cerró la boca del alma,
anudó un viento en la piel
y se hizo eterno… pero tan simple
como una lágrima quieta en una carta
que hasta en el dolor de andar en cueros
sigue mojando los pasos,
releyendo cada poema… pero tan dulce
como una gota de miel entre los labios
murmurando viejos besos entre flores,
un aullido y un recuerdo demorado
sobre las mismas palabras…
y el silencio, frotando la encarnación,
reanudando cada poema… y tan triste
como un trueno relamiendo el barrio oscuro,
retumbando en la estación de madrugada
que no le importa ni al viento,
ni a las vías que no siguen el estruendo,
ni a la luna que se pierde
mintiéndole piel y savia a las terrazas,
como la sombra de un beso…
entonces quiero y… la lluvia en los desagües,
calle dormida, puta de un paria cualquiera,
me arropa tierna y… no sé, entonces quiero
lo que no le importa al tiempo,
tu voz que me habla en murmullos,
tu voz que anda entre mis huesos
como historia de un poema…
como si fuera la lluvia
…y de repente la noche es una seda arrugándose en las calles…
parece rocío, parece como que los ojos se hacen agua
y en una esquina cualquiera se desdibuja el milagro del deseo,
besando la soledad como la luna en la frente de un ciruja,
midiendo el tiempo como el gris calesitero de los parias
que va a negarte otra vuelta, que va a dejarte llorando…
…y de repente la noche es una seda arrugándose en la cama…
parece rocío, parece como que la piel es agua y… llueve…
la mano toca una hoja que se deshace de tierna entre las manos
y llueve como la luna en la espalda del Riachuelo,
como las campanas viejas de la iglesia llueven en el empedrado…
mi barrio de viento y chapas, mi espera en el barrio quieto,
donde la noche durmió sobre una cama arrugándose de seda,
como las calles que nunca se terminan… espejismos
siguiendo el olor lejano de la lluvia, o tu vientre,
o la negrura del tiempo
que no me alcanza,
que no me aferra el dolor,
pero me tiene buscando la sortija
para pegarle otra vuelta a este misterio de amarte…
calesita…
pocas rosas le dan aire a este epitafio…
prefiero un malvón rompiéndose de barro en los canteros
por llegar a la mañana…
…y de repente la noche es una seda arrugándose en los brazos…
parece rocío, parece agua…
pero es tan sólo una lágrima en los ojos,
una sola,
como si fuera la lluvia…
encanto
las últimas gotas estallaron en el suelo…
la luna quedó lamiendo la humedad vieja del barrio
que se escurría despacio por las hojas,
como durmiéndose, como sonrisa de pobres,
como perrito enroscado entre unos trapos…
después tu cara mojada espiando mi alma,
después desmenuzarme las cosas del silencio
en el murmullo lejano los pájaros
o de las alcantarillas…
dolor del cuerpo, perdón del viento,
los pasos que nunca llegan,
librando ausencias de vos por la vereda de enfrente,
jugando a espiarme el alma,
despedazándome un sueño que pronto vuelve a crujir
cuando una gota perdida tiembla en un charco
y espero…
después la canción del tiempo,
después, perrito mojado, la mañana rompe el miedo,
pero también el encanto
de haber traído a mis huesos tu demencia,
esa sonrisa de pobres que anda desnuda en las flores
besando la soledad en el rincón más sublime de la cama,
aquel costado sin paz al lado mío
que va muriendo…
........................
una calle sin cornisas en tus ojos,
sólo el viento, sólo el cielo y la memoria…
un dios chistándole el vuelto a la mirada
que cruza sombra y dolor como bandada perdida
buscando el amanecer antes de tiempo…
me duele el rastro y… ya ves… me vuelo,
con un olor a jazmines, con un hilo de tu pelo,
con la ceremonia dulce de una lágrima me vuelo,
pidiendo el puñal de luz a ese silencio
que se detuvo en tu frente… y vuelvo al mundo
en un manojo de fríos y temblores
como si fuera la muerte… pero no,
me arropa el viento… sólo el cielo y la memoria,
el rastro azul de tus ojos que son tierra
donde nada más hay hambre…
mi mano hambrienta,
tus ojos buenos…
la serenidad pesada de la noche te hizo luna
donde no hay más que aire y cielo
sin memoria, sin mañana,
sólo el viento
que acaricia las ventanas con un cuento
de jazmines y gorriones…
ni el infierno puede robarme este amor entre tus ojos…
una calle sin cornisas,
sólo viento, sólo besar tu mirada
que se duerme
junto a la luna, en el río,
lentamente,
hasta perderse en la niebla, inalcanzable,
como un ave sin mañana
el primer tango de Homero
por esas veredas viejas,
calle Erezcano, no sé, no importa,
al sur del mundo,
pifiándole a la emoción un dios de palo
y enroscándome en el cuello tu sonrisa,
piedrita de agua, diamante arisco, llovizna…
una boca de hojas tiernas,
palabras que no diré, pero te dije
robándole un tango a Manzi,
casi un sueño
por esas veredas viejas de Pompeya,
atragantándome el alma con suspiros,
mirando las vías quietas deshacerse
donde la sombra se traga las distancias…
y atrás el puente, el Riachuelo,
la boca negra del tiempo,
la zanja entre dos esquinas,
y una estrella, una,
como en la frente del Che,
como en tu vestido blanco la primera vez,
el primer tango de Homero…
el barrio rompe la lluvia en tu sonrisa,
enroscándome en el cuello una mordida
del hambre,
y qué importa cuándo!...
descalzo y rengo, desnudo y tanto, me quedo
mirando el tiempo en falsete sobre un cuadro
que sólo tiene tus ojos dibujados
en el cielo…
chiquita
cunita tibia, tus manos con la ilusión del rocío…
huele a las cosas que nunca serán viejas,
a remediar el dolor, a estar desnudo en el río…
quiero decir la verdad cuando me callo,
quiero y me faltan tus manos para ser cierto,
como en una maldición de lluvia y viento
me falta un techo,
o como en la soledad me falta un mundo…
un cigarro para fumar el silencio,
pasos largos para escapar del olvido…
tus ojos buenos y claros me andan pisando la sombra,
exigiéndome razón en la locura
y más locura en la altura de la noche…
te amo y no puedo esconderlo,
pero tampoco mostrarlo a la tristeza,
porque lo triste se asoma por la ausencia
y espía la realidad, y me va midiendo el pulso,
hasta saberme las lágrimas…
y entonces caigo,
y aunque no importa caer, me sobra el paso,
y aunque no importa perder, me pierdo el alma
y ya muy poco me queda…
cunita tibia, tus manos…
el resto de la emoción es puro cuento…
quiero decir la verdad cuando me callo,
quiero y me faltan tus manos para ser cierto,
como en una bendición de mil estrellas
me falta el cielo desnudo de tus ojos,
o como en la inmensidad me falta el eco chiquito de tu risa,
rompiendo el tiempo despacio,
matando el miedo…
como si fuera la lluvia
…y de repente la noche es una seda arrugándose en las calles…
parece rocío, parece como que los ojos se hacen agua
y en una esquina cualquiera se desdibuja el milagro del deseo,
besando la soledad como la luna en la frente de un ciruja,
midiendo el tiempo como el gris calesitero de los parias
que va a negarte otra vuelta, que va a dejarte llorando…
…y de repente la noche es una seda arrugándose en la cama…
parece rocío, parece como que la piel es agua y… llueve…
la mano toca una hoja que se deshace de tierna entre las manos
y llueve como la luna en la espalda del Riachuelo,
como las campanas viejas de la iglesia llueven en el empedrado…
mi barrio de viento y chapas, mi espera en el barrio quieto,
donde la noche durmió sobre una cama arrugándose de seda,
como las calles que nunca se terminan… espejismos
siguiendo el olor lejano de la lluvia, o tu vientre,
o la negrura del tiempo
que no me alcanza,
que no me aferra el dolor,
pero me tiene buscando la sortija
para pegarle otra vuelta a este misterio de amarte…
calesita…
pocas rosas le dan aire a este epitafio…
prefiero un malvón rompiéndose de barro en los canteros
por llegar a la mañana…
…y de repente la noche es una seda arrugándose en los brazos…
parece rocío, parece agua…
pero es tan sólo una lágrima en los ojos,
una sola,
como si fuera la lluvia…
ángeles de soledad
un liviano parpadeo,
la luna cae…
el rocío en tus mejillas,
dos espejos…
la luna cae,
parte las vías,
retumba bajo los techos,
besa las calles y miente
que se la puede beber,
que se la puede tocar…
y tus mejillas
ángeles de soledad,
seda de luz,
dos espejos
desnudando lo imposible de la magia,
lo terrible del amor,
la belleza de llegar a aquella esquina
descalzo, loco, perdido,
mientras la luna retumba en los bañados,
parte las sombras,
muerde los miedos con hambre…
y un liviano parpadeo
arropa al mundo en tus ojos…
dos espejos
que me devuelven la piel con la mirada,
como si fuera real vivir de nuevo
luego de que cayera la luna,
luego de que rompiera el reflejo…
en un poema
desgracia eterna, sonrisa dulce…
perdí el olvido en una calle empedrada
que moría antes de cruzar las vías…
barrio viejo, luz de lata, luna pobre,
donde ya no queda nada, ni las ganas,
ni dios parece mirar que el tiempo ocurre…
los vicios de una ciudad me echan del rumbo,
voy por donde no sé quién nombró una esquina,
pero se llama Pompeya…
tu vestido y mi dolor valen lo mismo,
una curtiembre callada, un corralón sin milagro,
este poema,
que apenas dice un olvido que no tengo,
una furia que acaricia las distancias
como si fuera la lluvia…
y entre las ramas de un árbol viejo
se cuelga un paño de lágrimas sin luna…
sonrisa dulce, desgracia eterna, tus ojos,
seda de la soledad, prisión del alma…
otro tango vendrá a robarte los pasos,
porque, ya sabés, el tiempo
roba todo lo que puede,
y ha podido desnudarnos hasta el miedo…
aunque… me callo…
que el tiempo diga
cuántos nombres puede usar la misma esquina
para llamar a sus vivos y a sus muertos
con la justeza del alma que abre el pecho
en una calle cualquiera,
en cualquier rima,
en un poema…
dulces palomas mojadas
tus manos,
rústicas de acariciar el frío
y… dulces, palomas mojadas,
suavizándose en un pan,
en una huella del tiempo,
en una carta de amor… tus manos,
quizá nunca comprendieron el olvido,
ni en el misterio que envuelve la ternura,
ni en la necesidad que apaña la tristeza…
si no hay nada que entender,
si un pobre no tiene olvido,
ni el dolor tiene conciencia de las horas…
sólo un suspiro me basta para volver a la tierra,
y tus manos, que son brisa de caricias,
me huelen a tantas lluvias,
como la madrugada mojada de guardar tu aroma…
y atrás del tiempo
ni el temblor tiene conciencia de haber sido hoja,
yuyo bueno, labio blando, gajo tierno…
y la piel no tiene olvido
ni en el misterio de lo que no se recuerda…
sólo un suspiro y…
dulces palomas mojadas
buscan mi pecho
desentrañando el sentido de haber sido
alguna vez un buen hombre…
pibita
…mil lunas quizá, no sé… y tu mirada...
un tango y un remolcador de sueños
estirando la humedad de un beso
sobre los labios que apenas hablan…
mi barriada se subleva a tu silencio,
saca tambores de murga hasta que el alba
vuelve a dormirse en mis huesos…
y más allá la resaca,
y los bañados perdidos de mi alma,
que en un descuido se tragó lluvias y viento
como una alcantarilla en plena calle,
ahogándose por querer ver la mañana…
aún hay pasos taconeando las veredas,
todavía te recuerdo cuando… nada…
mil lunas che, y tu mirada
relamiéndose la miel en tus ojeras
para mostrarme los ojos de una nena
que se ríe en una hamaca y vuela… hada…
barrilete… pajarito, hojita tierna,
que el invierno hizo más fuerte, aunque…
tus ojos…
si vieras en mí tus ojos,
que contienen el relámpago y la calma…
si vieras en mí tus ojos…
todavía se me quiebran en el alma,
se me hacen agua en las manos
que son como calles viejas
sosteniendo los baldíos de la historia
sólo para ver tus flores…
…en la hamaca ríe y vuela tu mirada…
pajarito, luna… llama…
la repentina viudez de tu silencio
me lleva a mirar el cielo desde abajo
como un charco que sólo tiene tu pecho
para no morir de espaldas…
aquella niña que llora en la ventana
bajo un retazo marrón de viento
vuelven tus pasos…
oigo el chasquido sereno que va embarrando el silencio
y el alarido final del tiempo, aullando inútil
en el rumor sin niñez de las veredas mojadas
que se enlozan como escondiendo un secreto…
(aquella niña que llora en la ventana,
ese ramo de jazmines en el pelo)…
tu aparición muerde mi alma,
dulce sueño…
quizá la hambruna haga hermoso este espejismo,
o el dolor de las paredes
que ya no sueñan la piel de una enredadera,
apenas dejan que el viento se las lleve…
un polvo suelto,
bajo un retazo marrón
que viste de calle en calle cada esquina
como explicándole a un duende
que hay tangos que nunca mueren,
pero tampoco florecen más allá de tu cintura,
y duelen de barro adentro,
y de eso mismo es que tiemblan…
dejo un rezo en el jazmín…
quizá no lo escuche nadie,
ni el sereno de los curdas que anda pifiando otro trago,
ni el divino de las vías que se olvidó de la gente…
dejo un rezo en el jazmín y sueño…
cosas del alma…
después veré si lo entiendo
o si un manojo es ternura
siempre y aunque duela adentro
de barro nomás, de cierto...
que ni un padrenuestro lava,
ni una maldición conforma,
ni el amanecer rescata…
sólo viento, sólo barro,
bajo un retazo marrón
de tu vestidito blanco…
antes del miedo a morir
dulce brisa… agüita fresca que enrosca las bandadas
como un aventón de lluvia atrapa hilos de olores en la tarde
y trae humedad al barrio… flores lindas de otras casas,
sensaciones pasajeras que… no importa… si un jazmín me alcanza,
sin con tu voz siento el viento… dulce brisa de los años
impregnando de ternura la roña de mi camisa
solamente para hacerme bueno, para hacerme hombre
con un simple olor a lluvia…
duele el tiempo en los recuerdos,
se me va hinchando en el bocio como agua que no explota,
como pájaro enjaulado en la memoria
que pide seguir volando…
y espero que vuele y trague mi honda herencia
antes de llevarse lejos mi destino,
antes de verme sin dios y sin camisa,
antes del miedo a morir… que me arda el cuero
y taje la decepción de mis misterios,
que rebane la ternura de mi espalda bajo una noche estrellada,
tu espalda, con tus lunares, con tus miedos
y el misterio de tus hombros…
me habla el tiempo
y ya no importa si duele…
es una música suave como la brisa entre las ramas de un sauce,
dulce brisa… agüita fresca
que me acaricia los ojos en la tierra,
buscando un mundo que huele a lluvia…
si con un jazmín me alcanza para entender mi destino,
uno que suba su aroma a mi camisa
hasta sacarme la roña del camino…
cartas
el beso de la posdata,
viruta en el lagrimal,
un raspón en la mirada…
tiempo quieto que se aguanta la tristeza
como un carro que espera a cruzar las vías
mientras la luna lo frena atrás del viento…
y se queda
hechizado de emoción
entre fantasmas,
queriendo quién sabe qué!,
soñando lo que no sueña,
callando la decepción
como la luna
que espera a cruzar las vías
mientras la noche se alarga…
y el rastro viejo de un duende
o un ciruja…
el beso de la posdata
deja olor a soledad en las veredas,
que se mezcla en el rocío y da un embrujo
como de flores mojadas en el barrio
y suspiros entre versos…
dulce tango
que le escapa a las estrellas y a los ruidos,
sólo tiembla y tiembla solo
en cualquier puerta,
no en una puerta cualquiera…
como un niño
que se escondió en un zaguán
a verle el sexo a su novia…
dulce tango
escapado del amor
y de él esclavo,
como los sueños…
en otro cuento
hay un poema que no leí,
ni leeré jamás…
un sueño que no olvidé,
pero nunca fue recuerdo…
la historia avanza
como un beso incomprensible
o una realidad concreta…
a veces muero,
aunque es a veces… palabras…
la impredecible emoción de verte,
la impronunciable pasión de un poema
que no se puede escribir,
que es la locura
puesta en la ropa de siempre…
en otro cuento
regreso al barrio…
en otra historia…
y es un beso irrenunciable
que se me hace incomprensible,
pues recuerdo
lo que nunca fue recuerdo
y no es olvido…
el temblor final de un verso
revuelvo el cajón más viejo del ropero…
algunas cartas, algunas novias, algunos cuervos…
poco oxígeno que le abra el pecho al alma…
algunos muertos que sumaron mis descuidos,
vienen a decirme el nombre de mis padres…
algunas sombras que hilaron mi esperanza
son los nombres de mis hijos
y aún me cantan serenatas que no entiendo…
luna azul, labio marrón, piel de agua y tierra…
el delicado susurro del deseo apenas se anima a esto,
tu mejilla, tu mirada… un sueño huérfano,
un nudo de amor y lluvia en la garganta
que no encontraron los cuervos, ni el destino,
y que todavía canta cosas dulces,
serenatas que no entiendo y me seducen
al primer golpe de aire… es un ahogo…
un desahogo señor, que es un ahogo,
que traba flores y tiempo en la garganta
como ramas en las bocas de tormenta,
por donde se calla el pueblo y grita ahogado
el primer golpe de amor
y el temblor final de un verso…
ya… no importa…
las reliquias de un silencio son bandadas
que parten en dos al cielo…
descubro el amanecer lejos del cuerpo que añora la mañana
y pienso que aún es posible…
que lo sublime es el rastro y no el ingenio,
que una semilla es un pan,
que una palabra un poema,
y dos un mundo
renacido desde el polvo
y por el polvo hecho siembra…
un búho y un rengo
la noche levanta espejos de la calle,
piedritas de plomo azul o simples gotas de lluvia…
y en la mismísima esquina de mi infierno cae la luna
como el deseo feroz de una ventisca
que espera tocar tu cara…
me arropa el miedo a dormirme,
rebusco en la madrugada un paso cierto
que se acerque hasta tus ojos, como un búho
soplándole el polvo al resto de las sombras
sobre la niebla amarilla de una lámpara
hamacada por la brisa,
lentamente… si habla el pulso…
y nada importa,
y nada es tan real como el rocío
que impregna el aire con tu vestido mojado
y rompe la sedosidad del viento
con un retazo de lino y madreselvas
parecido a tu cintura…
miento un trago y voy de rengo para mentir la flojera,
sobre mi frete abre el búho su plumaje misterioso,
y sueña… y vuela… y sueño…
la calle me da sus charcos como espejos de la noche,
cristales de piel marrón o simples gotas de lluvia
que en la esquina de mi infierno traen la luna
a mis manos…
y el silencio encantador del barrio viejo
me revela tu poesía…
belleza de sudestadas
por ahí, quieto en un yuyo mojado,
por ahí, bien digo, en una calle del barrio,
tu tango, mi tango, el viento deshojado de las ramas,
como un susurro de dios temblando el frío,
como un manojo de amor midiendo el salto…
belleza de sudestadas, tu mirada,
mientras el viento levanta maldiciones
sobre las cruces, las vías, las esquinas…
mientras el río revienta en las barandas
y rompe en la sedosidad de un trueno
con una lluvia cualquiera
que abre mares por el docke
y bendiciones difíciles pa’l tango…
el cuore pide, y es la tormenta…
se muere de amor mirando el puerto,
se muere viendo que atrás se cae el techo
y adelante las sirenas te seducen
inventándote un arrullo sin nostalgia
que quiere comerte el alma hasta los huesos…
belleza de sudestadas, tu mirada,
de la que ya no hay regreso
y ni quisiera volverme vivo…
que el río me lleve
hasta la ferocidad de su nostalgia
y me arrulle con la seda de tus ojos
en una lluvia cualquiera
atrás del mundo,
bajo los techos caídos,
en una calle del barrio…
una madrugada azul
como un carro traqueteando lluvias
voy llegando, aunque no sé si voy cayendo…
calle arriba hay un reparo,
el viento es suave,
pero la piedra resbala y no hay remedio…
el cuore pide, el cuerpo aguanta, la piel tira,
la tristeza hace lo suyo con los huesos
y la nostalgia abre grietas en los pasos
como carros traqueteando lluvias…
noche arriba veo las luces,
pero el empedrado tira para abajo
y el sur me abraza, me envuelve, me seduce,
me traba en sus piernas dulces y mojadas,
me tiene en su cardinal, como tu pecho…
mis pasos vuelven a andar sobre las grietas
de una madrugada azul que parte el alma
como un carro traqueteando lluvias…
y otro esfuerzo puede desgarrarme el cuero
como un trapo que se pudre de humedad, de viejo,
o de inservible nomás se va secando
mientras la llovizna huele a flores frescas
y el amor habla de cosas imposibles
que se hacen agua en los ojos…
una estrella, una…
y al fin lo demás es cielo
que se hace piedra en los pasos
resbalando
por la calle que no se asoma a la luna
ni espera que se le encienda una vela..
si al final el resto es cielo
y hay una estrella
de nadie…
un jazmín y un padrenuestro
quisiera dormir las hojas en mis manos,
sentir que caen las hojas en mis manos,
creer la tierra que tuve entre las manos…
tu rebeldía de luz entre las ramas
hace más bello mi intento…
pájaro en la soledad feroz del alba,
rompiendo el frío a aletazos, a patadas,
a certezas que la necedad apaña con ternura…
clavo el tiempo en un jarrón
con un manojo de flores
y espero que el tiempo explique las flojeras…
y una delicada espátula de aromas
va desgarrando, despacio, los vacíos,
donde el aire no dejaba ni un jazmín,
ni un padrenuestro…
respiro…
no pretendo despertar con otro sueño,
ni levantarme sin ganas…
tu rebeldía de brisa en la ventana
hace más dulce mi intento…
colirios para el alma
ramita en el lagrimal,
a veces duele y gotea,
a veces canta…
perdí la fe en una esquina,
y en la otra perdí el regreso…
pero no importa, camino,
a veces miro las huellas,
a veces sigo…
un manojo de perfumes,
trago el viento…
se me metió entre los párpados un tiento,
ramita en el lagrimal…
a veces canta y se duerme,
a veces llora…
no hay colirios para el alma…
si puedo voy a buscarte,
si no puedo ya sabés,
en una esquina me quedo,
en la otra no entiendo el mundo…
si ves al pibe que fui
decile gracias
por haberte conocido
y por haberte soñado…
como un niño
en unas pocas palabras hay un cuento…
no hacen falta más que un sueño y dos edades,
antes y después… lo demás lo hace la historia…
cerrar los ojos con brea pa’l olvido
o con la humedad copiosa de una lágrima…
saberse de un lado u otro… o darse vuelta…
para la razón da igual,
la piel mezquina un dolor y el alma calla…
es casi como mentir haber vivido,
es casi como ignorar haber soñado…
la necesidad mordió el pan en mi mesa,
la ambigüedad, la amabilidad, la fe,
el amor, la realidad, la histeria, el tiempo,
la complicidad, el miedo, la tristeza…
la necesidad comió pan de mi mesa
y entre mi sangre y tu vientre mordió el hambre…
para el corazón da igual,
la piel endulza un dolor y el alma canta…
es casi como empezar a vivir,
como aprender cada paso… como un niño…
en unas pocas palabras hay un cuento,
así de simple es la vida…
sólo hay que saber contar lo que se quiere…
en el destino salvaje de este instante
el impiadoso animal de mis ojeras se disculpa…
ya no sueña
ni con la humedad sedosa de una lágrima,
ni con mortajas de brea…
hay otro día
y en unas pocas palabras se hace inmenso…
demasiado pulcro,
imperdonablemente quieto,
y es casi como ignorar haber vivido,
es casi como mentir haber soñado
sin aprender a vivir a cada paso,
como un niño…
palomas de tela
respiro hollín y besos de llovizna…
el pueblo largo del alma aúlla el duelo
bajo una luna de sombras que se pierde sin un mito,
bordeando la soledad de las veredas del barrio,
como oliéndole el dolor al tiempo…
tras tu vestido,
como tantas noches fui a mirar palomas,
corriéndole el paño al sueño…
me lleva el viento
desparramando aserrín entre mis ojos
que ya no quieren mirar las calles
corriendo tras tu vestido…
como tantas otras noches
me fui muriendo despacio...
y los pájaros me llevan la emoción de verte
hasta el silencio profundo de las cosas
que no comienzan, ni acaban, ni se tienen…
sólo existen en la contrariedad del tiempo…
pulso y zarpazo
…y el mundo llueve, paloma,
penachito de dulzor,
agüita por tus mejillas…
y quiero beberme el mundo…
por dónde viene a dolernos tanta herencia?...
por los caseríos mansos con sus techos en la lluvia?,
por las hojas que se atoran en las bocas de tormenta?,
por los árboles caídos, por las horas sin regreso?,
por los pasos?...
por los hijos y los viejos?...
la noche arrulla, paloma,
nanita aguada en tu canto,
mundo que bebo…
y entre tanta confesión muerdo tu nombre
con la devoción del agua por la tierra dulce,
con el gusto de morder un yuyo tierno,
como el que encuentra poesía en un secreto,
en una carta,
verso que me hizo ignorante…
la calles cantan, paloma,
corazoncito de pan y miel,
pulso y zarpazo del hambre
sobre mi pobre destino…
por dónde vendrá a aflorarnos esta historia?...
por los caseríos del barrio, por las manos?,
por los hijos?... por los árboles?...
apenas puedo saltar sobre los charcos,
si apenas quiero saltarlos…
y tu aleteo, paloma, me desnuda
como si fuera a dejarme
sin un techo pa’ cubrirme de la lluvia…
bajo una luna maldita
ay, mi corazón… quién nunca amó no merece ser amado
(insensatez – Vinicius de Moraes)
tu canción… un susurro en el silencio…
bendita luz que arropa calles descuidadas,
los harapos de mi piel son besos viejos
que de mañosos nomás se hacen caricia
como imaginando el vuelo de tu blusa…
linda bandera pa’ andar dejando el miedo
en una calle cualquiera, bajo una luna maldita
que me recuerda el destino de los sueños
impregnándome de vino y pesadillas
que se ven como el amor…: bellas bandadas,
impredecibles señales de una historia
que se rompe en su misterio…
pasa el tiempo y nada pasa sin ser cierto…
lo que se queda en las manos es un mundo
que de ternura nomás se me hace arruga
como dibujando el rastro de la vida,
la línea que se hace larga… y las gitanas,
que repiten el castigo… sólo un ruego,
un tembloroso dolor al dar la mano,
un penumbroso candor al dar el alma
al mismo embrujo de ayer… una bandera,
como imaginando el vuelo de tu blusa…
y no hay más guerras,
aunque hay que morir luchando…
(es sólo el precio de haber amado)…
si en esta cama me enfrento a mi fantasma,
si en estas calles me encuentro con mis muertos,
si en esta historia me pianta la tristeza,
una moneda de pan, una bala en el revólver,
una copa en el bar viejo… calle Loria,
un beso para el embrujo…
y tu mirada…
si en tu mirada me enfrento a mi fantasma,
si en tu silencio me encuentro con mi cama,
si en cada verso me pierdo sin remedio…
…y no hay más guerras,
aunque hay que vivir luchando
en cada intento de luz
sobre la sombra
que nos suaviza los ojos y el desprecio
de todo lo que perdimos…
en estas mismas pestañas caen soles y lloviznas,
como plumazos de historias que reviven…
un diminuto suspiro en la ventana
vale más que mil inviernos… pero… vale?...
se desgarra de aletearme el viento,
queda susurrando un cuento de otros años
como si pudieras verme…
el brazo quieto en tus hombros,
el pecho inquieto en tu pulso,
y el día inmenso…
si te pudiera decir que tengo un sueño,
si me pudieras contar ese susurro…
entre tus bellas pestañas caen lloviznas y soles,
flores que van decantando en tus mejillas…
y el viento me habla de ellas
como pájaros que cruzan por mis ojos…
para no morir de pena
tarde para ginebra,
temprano para quemarse los sesos…
la noche estropea sus bordes contra el viento,
rozando andamios y calles sin destino…
demasiado hermoso el panorama…:
tu sonrisa
como un barco en pleno océano,
viajando sin cardinales, ni espejos…
sólo pájaros pelando las distancias
con una simple nostalgia de estar quietos…
tu sonrisa…
después hablame de ser,
después explicame el juego y la conciencia…
no importa el precio,
ahora te hablo del hambre que subleva,
de la respiración buscando aire,
de ser hombre, de ser bicho, de ser carne…
tal vez algún libro enseñe a andar sin tiempo,
no sé… apenas comprendo mis palabras
en una frase sin fragua… apenas fuego
queriendo moldear la sangre…
el día duele, paloma… el cuero tira
como tiento que la lluvia va estirando
y el sol reseca…
el día duele, paloma,
y huele a tierra,
no por la tierra que supo endurecerse
sino por el agua que hizo piel un gajo,
durmiéndose antes de ir con la inconciencia…
después hablamos de amor,
después explicame cuánto del amor hay en rendirse…
no creo…
ahora te hablo del sueño de los pobres
y de la respiración buscando flores
para no morir de pena…
quisiera despertarte con un beso,
pero la calle está larga hasta tu casa
y quizá el viento se robe los temblores
del labio que apoya tierno en otro labio
como una luna en el río que refleja
la tersura de su fuego…
habrá otro día, otra luna, otro milagro…
hoy el amanecer desluce el tiempo
y mi tiempo arma en la noche atrás su rasgo…
y quisiera despertarte con un beso
como si fuera este día, este milagro…
para quererte
dame un suspiro…
el resto del tiempo es mundo
que quizá no caminé,
y ni siquiera sabré si he caminado…
tal vez no importe…
dame una gota…
el resto del mundo es tiempo
que se resume en un gesto,
como una lágrima tibia en la mejilla
quemando el miedo…
se abre la noche…
hay tambores en el río,
vuelan palabras como presagios de lluvia…
y llueve…
(son palomas,
son del viento)…
dame un secreto
que estoy volviendo a creer,
pero me olvido
que a veces el mundo es tiempo
y pierdo calles
por donde se me va el tiempo a hilar bandadas
para estar vivo…
y tu mundo
quiebra la poca verdad de mi frescura…
el deseo…
estoy volviendo
y ni sé cuándo me fui,
pero recuerdo
que a veces el tiempo es mundo
y clavo el nombre
en el misterio florido de tu nombre
para quererte…
dame un suspiro,
dame una lágrima vieja de tus ojos...
el amor es una huella en la distancia
que hunde el surco en la memoria,
sin testigos…
y cada noche viene a mostrarme tus ojos
como si no los supiera…
páginas vencidas
del día nublado al labio tierno,
del paso inquieto a la mesura…
una mano sobre el pecho,
la otra temblando en la almohada,
percibiendo en su temblor, tal vez, un sueño
que reposa en tu cabello
como el rocío en las flores…
horas, páginas vencidas
que no repiten la fe… sólo el instinto…
buscar el fuego en la piel que sube al tiempo
callada, como la lluvia
que sin el viento no habla,
o la piel
que sin vos no siente…
y un retazo de verdad me miente urgencia
sobre la misma ingenuidad del miedo…
y la mentira me abraza a otro acertijo
bajo la argucia pueril de una mañana…
no importa…
del día nublado al labio tierno hay un gesto,
apenas eso, tu boca…
de la locura al amor hay un instante
que no reconoce paz, ni adiós, ni muerte…
una mano sobre el pecho,
la otra quieta en la almohada,
esperando el vuelo absurdo de la vida
que se duerme sin dormir
con la dulzura aferrándose a la luna
como tus ojos mojados…
cuando el viento trae lluvia
carita dulce… y un sueño que rompe el alba…
las ganas de despertar antes que el cielo se caiga
sobre los pocos rebrotes de un invierno oscuro,
retoños que hablan de amores y deseos…
flores del sueño, carita dulce…
arañitas tus pestañas, pegadas a la ilusión del día,
y un farol abriendo el suave terciopelo de la niebla
como si fuera llovizna, pero es tiempo,
vida que pesa en los ojos y se estira
esperando la mañana…
quisiera ser inocente y creer que hay otro día…
que las persianas me dejan ver la calle como un cuento,
que estoy escribiendo un cuento en tu sonrisa…
quizá lo intente… quizá lo olvides…
tanta telaraña vieja en los estantes…
pero es tiempo,
nada más que tiempo…
como si fuera llovizna en la mirada,
me caminan arañitas por los ojos…
un parpadeo tal vez…
y tus pestañas son ramas de los sauces
o arañitas caminando por mis ojos,
besando el río…
toda la verdad que tengo es un susurro
que se me queda escondido entre las manos,
temblando cuando el viento trae lluvia…
amor… milagro…
besos que nunca entendí por qué se cierran…
quisiera verte bailar
como a los pájaros dueños de la brisa…
quisiera…
quizá lo intente…