las llaves del viento

 

calle Madrugada

 

calle madrugada, atrás de un bar,

donde se termina la nostalgia…

cae con frescura un sauce viejo

hasta tocar

los pasos que marcaron la distancia…

 

donde la locura a veces fue

punto de partida hasta tus ojos…

donde por mirarte en el silencio,

hasta llorar,

mis pasos se derrumban en los pozos…

 

y si tu mirada mella el filo de la luz,

cuántos cuentos rotos perderán su encanto…

(en la medianera que no salta ni un ladrón,

sólo la pasión se vuelve tango)…

 

y si no me mata cada embrujo de querer,

cuántos sueños bobos matarán tu encanto…

(en la podredumbre que no traga ni un malvón,

toda la razón se me vuelve espasmo)…

 

calle Tabaré, buzón de un bar,

donde se desnuda la poesía…

lame con dulzura la llovizna

hasta empapar

los trapos de tus hombros, la neblina…

 

donde la ternura a veces fue

punto de partida hasta tus ojos…

donde por mirarte en el silencio,

y por querer,

doy pasos que rompieron los cerrojos…

 

y si por quererte mella el filo la pasión,

cuántos muertos locos sobrarán mi espanto…

(en la podredumbre que no traga ni un malvón,

toda la razón se me vuelve escarnio)…

 

 

y si no me mata cada embrujo de querer,

cuántos sueños pobres quemarán su llanto…

(en la medianera que no salta ni un ladrón,

sólo la pasión se vuelve tango)…


la dulce herencia

 

poquitas cosas me quedan…

el olor de la mañana entre las plantas,

el misterio de una hoja

mal escrita o mal quemada en la vereda…

 

un par de cartas,

una que habla de amor,

otra que el amor recuerda entre silencios…

 

esos juegos que tenían las veredas,

el misterio de una hoja relamida,

la poesía de Manzi o de Pessoa…

la rebeldía de un pato entre las plumas de un cisne,

el pulso triste en un verso…

 

así te quiero…

con estas poquitas cosas…

 

el olor de las naranjas en la siesta,

el incendio de una prosa

mal querida o mal leía entre la histeria…

 

un par de cartas,

una que habla del Che,

otra que de amor recuerda sus desgracias…

 

esos mundos que desnudan las distancias,

el misterio de tu boca en carne viva,

la poesía de Manzi o de Neruda…

la rebeldía de un pato entre las plumas de un cisne,

el pulso triste en un verso…

 

así te quiero…

con estas poquitas cosas…


palomas y camisas

 

camisas blancas por las calles grises

que recuerdan miles de palomas claras

como un ramillete de canciones tristes

y libros queridos, y sueños del alma…

 

el tiempo pasa por los adoquines

que mantienen vivas las estrellas bajas

como un arañazo de secretos libres,

amores, corridas y versos sin calma…

 

después de la historia, después de medirnos

contra los andamios que mienten altura,

antes de caernos, antes de rendirnos,

lloramos, queremos, tragamos la lluvia…

 

así con la muerte, así con los hijos,

sobre tu regazo que explica la vida

antes de caernos y después del grito,

ladrando, queriendo, volviendo a la cita…

 

lunita turbia por las chapas viejas

que sostienen gotas de dulzor amargo,

nadie se pregunta por tus manos secas

sobre las veredas que siguen de largo…

 

carita linda, beso de jardines,

me mantiene vivo tu perfume manso,

como un arañazo de dolores libres,

palomas, camisas y duelos sin rastro…

 

después de la historia, después de sentirnos,

sobre los desgarros quedaste desnuda…

antes de caernos, antes de rendirnos,

me quedé temblando, tragando la lluvia…

 

así con la sangre, así con los ojos,

sobre tu regazo que explica mi herida

antes de pensarnos y después de locos,

ladrando, queriendo, volviendo a la vida…

 

camisas blancas por las calles grises

que recuerdan miles de palomas claras

como un ramillete de caras que viste,

amigos queridos y sueños del alma…

 


por una calle sin horas

 

los labios sucios de viento,

el beso ajado en un yuyo sin semilla,

un parloteo y… me fui

por donde la luna calla,

por lo de sabe más dios,

por una calle sin horas…

 

arrumbo el alma en la piel,

me arrimo al tiempo,

y sin aire me acurruco entre tus piernas

con el ahogo profundo del silencio

que se hundió al besar el río…

 

algunas muertes son buenas,

la del pescador besando a la sirena,

la del loco en las enaguas de la luna,

la de no morir apenas…

 

otras flores siembran las tumbas en vano…

 

muerdo la aridez amarga de la noche

y sólo queda tu aliento por mi boca,

sucia de tierra y llorar,

de beso inculto que arranca soledades

donde no crece una rosa…

 


cunita chica

 

piedritas de luz y agua

golpeaban el ventanal…

la noche entraba despacio

como queriendo jugar…

tu niña dormía sola

con su ropita de piel,

la luna la dibujaba

con su pincel…

 

queridos ojos de río,

fueguito de soledad…

el frío espera escondido

en la niñez de tu ajuar…

tu sueño se duerme sueño

en su cajita de luz,

la luna lo lleva seco

por su trasluz…

 

que duerma tu niña… duerma,

en su cunita de sol…

afuera cantan los pibes de la estación,

un tango que no parece

ni medio hermano de dios,

pero le cuenta las llagas al corazón…

 

que duerma tu niña… duerma,

en su cunita de luz…

el barrio y la luna cantan pensando en vos…

un tango que no se duerme,

un precio que no es de dios

pero le cuenta monedas a la ilusión…


el lado oscuro

 

duele en la boca,

en la quijada duele,

como rosa mal querida,

como racimo de piedras…

 

un beso

duele en la boca maldita

como canción de distancias,

como mordisco de lágrima…

un beso…

 

lo otro es poesía…

la cicatriz de la luna en las terrazas,

la inmediatez de la muerte en las veredas,

la ranura de la noche en tus enaguas…

sólo poesía…

 

y sólo un beso

sabe la degradación del hambre en el silencio,

el ácido de una lágrima en la boca,

la pasión de la distancia,

maldita,

como una rosa en las piedras,

y la ruta de tu aroma…

 

duele en la boca

y se enciende,

en la mirada se enciende

como estrella mal dormida,

como un poema de Lorca,

como el regreso infeliz

de una paloma…


una película argentina

 

repaso las rebeldías en mis manos,

apenas devuelvo el grito de mis hijos,

y son mis manos

de paso por el amor,

de amor tocando tantas estrellas…

 

apoyo mi hambre en los sueños

y olvido el genio…

apoyo el sueño en mi hambruna

y quiero tanto,

tanto que en un par de ojos se revela

como la sombra de un muerto,

como la piel de la amante,

como el silencio que escucha el alma

y vuela…

 

a veces creo que existo donde mudo las palabras,

donde repito, no sé, tu nombre, el viento,

donde me cuelgo del viento y soy gorriones

que apenas saben la luz de una mirada

y tu nombre…

 

y caigo de golpe al hueso,

a las viudas, a las lápidas,

al tiempo,

hasta el puesto de las flores mal regadas,

las que se mueren de amor

como en los diarios se mueren los extraños,

como otro día, otro pueblo…

 

repaso las rebeldías en mis manos,

y apenas tengo mi sangre sin destinos

y el demonio de mis sueños

de paso por el amor,

de amor viviendo

de a ratos…

 


en una noche sin luna

 

labios con flores de otoño,

viejas y dulces canciones

que se enredan de recuerdos

en la tela de tus ojos…

 

tristes poemas del viento

que regalan los amores

a la sombra y los deseos,

y a los borrachos cantores…

 

queriendo olvidar que mueren

como las flores de agosto,

igual que un grillo en la aguada,

igual que un cuento en el tiempo…

queriendo hasta ir muriendo

en la tela de tus ojos,

como robándole al miedo

la soledad de ser otro...

 

manos con flores de niños,

dulces y breves canciones

que se arrullan en los miedos

como lamiendo tus ojos…

 

bellos poemas del viento

que relatan la ternura

a los sordos y a los ciegos,

en una noche sin luna…

 

queriendo olvidar que mueren

como las lluvias de marzo,

igual que un beso en las cartas

o en la humedad de un pañuelo…

queriendo hasta ir muriendo

en la tela de tus ojos,

como robándole al miedo

la soledad de ser otro...


 

 

yo no decidí el olor de la neblina,

ni las piedras en los ojos,

ni el silencio de la noche en Puente Alsina…

sólo me quedé mirando la vereda

para seguirle los pasos

al chistido de la muerte por la quema…

 

los colirios nunca lavan la mirada…

todavía estoy queriendo esos lugares oscuros,

y junto piedras y bichos en las manos

para romperle los vidrios al olvido…

sólo de pura memoria…

 

sólo me quedé mirando las baldosas

para seguirte los pasos hasta siempre…

 

en el amor duele más la resistencia

que la muerte de los bueyes…

todavía estoy queriendo ese segundo de magia,

y junto flores y agua con las manos

para rozarle los párpados al tiempo…

 

los tiernos gestos del rastro de un suspiro

llevan la luz del poema hasta el silencio,

sólo para recordarse en un quejido

dulcísimo, manso, alma,

que no entregó sus rituales al destino…

 

sólo me quedé mirando las veredas

y la brisa le llevó mi par de sueños

adonde sea que muera una quimera…


calabaza

 

la ferocidad del diente de una bruja

carga la piel del jazmín en el zarpazo…

mirá esta luna, mi amor,

mirá mis manos,

llenas de arrugas que el agua vuelve ríos,

llenas de zanjas que le miedo vuelve hachazos…

 

si al final, hay que morir,

que sea viviendo…

 

la sedosidad del beso de una bruja

carga el yute de la hiel y el desamparo…

mirá esta luna, mi amor,

mirá tus manos,

llenas de flores y plantas que copulan,

llenas de besos y gritos destrozados…

 

si vivir no es sin querer,

que sea con sangre…

 

la profundidad del vientre de una bruja

tiene una mujer vibrando,

mirá esta luna, mi amor,

mirá mis manos,

llenas de besos y flores,

llenas de arrugas y charcos…


llamando al enemigo

 

un verso no alcanza

para sacudir la tierra en los zapatos,

ni un balazo purga el alma…

 

acá te espero,

entre la risa y el yugo,

junto a la flor y la llaga…


sed del diablo

 

descalzo y a pedazos por la calle,

un ángel negro…

desgracia pa’l que lo mira…

la carita redondeada de la luna

junto al perfil de los cuervos…

poca lluvia, miel del hambre,

sed del diablo…

 

moqueando la finitud de las respuestas,

a pedazos y descalzo por las calles,

el murmullo de la espera,

el sonido de una bala,

el susurro de tu boca por mi cuello,

un vidrio, como una daga,

un par de besos negociando la mañana

con el olor de la sangre entre las sábanas viejas…

 

tanto tengo, tanto valgo…

una promesa

a los pies de un ángel negro…


calle de espejos

 

calle de espejos,

ese pasillo…

donde la lluvia regala su cabello,

y en el concierto sedoso de tu espalda,

canta la brisa

besando tu pañuelo…

 

calle de ensueños,

esa sonrisa…

cuando la plebe desgrana sus secretos,

y en un revuelo mañoso de tus alas,

canta la lluvia

picando mi silencio…

 

como el amor

en las manos de los viejos,

como el dolor

en los ojos de una viuda,

canta la lluvia

y me duele contra el pecho,

tiembla un poema

y te besa la mirada…

 

como el amor

en los ojos de los niños,

como la fe

en las manos de los nuestros…

ruge el sabor

del más tierno sentimiento,

canta la brisa,

se suelta por tu pelo…

 

calle de ensueños,

esa sonrisa…

cuando la plebe desgrana sus secretos,

y en el concierto sedoso de mis llagas,

quema la brisa

mordiendo tu señuelo…

 

como el calor

en las lágrimas sin tiempo,

como el dolor

en los pechos de una viuda,

canta la lluvia

y me duele contra el viento,

tiembla un poema

y me corta la garganta…

 

como el amor

en las lunas de la villa,

como la fe

en las manos de los nuestros…

ruge ese dios

y el más puro sacrificio,

canta la vida

se suelta con tu vuelo…

 

 
 
 

herejía de zaguán

 

puede ser…

a veces duelen los ojos,

se estruja el pecho,

llora en silencio la nada…

 

esa sensación de nada,

la inmediatez de una idea,

la finitud de un poema,

la fragilidad del alma…

 

a veces muero…

puede ser que no me importe,

igual no creo…

 

las llagas queman la sangre

y arde el fuego…

de hereje nomás me quemo,

de necio enciendo mis llagas

para que besen mi sangre

sin remedio…

 

un pobre intento de excusas

mata al hombre…

serás lo que debas ser,

lo otro es perder el tiempo

entre cenizas mojadas

y explicaciones horribles…

 

dame un cardo pa’ quererte,

dame un balazo pa’l vuelo,

una ranura pa’ verte

con el viento…

 

no más te pido, ni un sueño…

 

a veces duelen los ojos,

se estruja el pecho,

llora en silencio la nada…

 

igual te quiero

y soy el mismo de siempre…

 
 

la murguita del Muñiz

 

un viejo cartel de olvidos chapeando esquinas,

un callejón sin salida atrás del Muñiz…

los locos se van callando la noche trampa

y atajan de alma en la cuna la cicatriz…

 

no es malo mirar la vida con piel de tuerto…

los pibes que andan pintando en el paredón

de locos se van vistiendo en el cementerio

y bailan con la murguita en el corazón…

 

arriba, mi amor, arriba, puliendo escarnios

entre los abecedarios de un mal mayor…

tu mano me calma el miedo y me en dulza el catre,

tus ojos rompen la luz de la decepción…

 

y arriba, mi amor, arriba, que el tiempo es buitre,

y cada pedazo de aire es una razón…

tu mano me arrastra el hambre hasta los sentidos,

tu boca canta en la lluvia por la pasión…

 

y arriba, mi amor, arriba, que pela el fuego

y cada ilusión nos deja un río de miel…

tu mano señala el resto de los infiernos,

tus ojos le dan al cielo una bendición…


la luna también

 

qué paso sucio,

qué piel gastada,

qué olor a humo en la voz…

tabaco dulce,

licor de lluvia,

mansos poemas de amor…

 

qué más nos queda,

qué luz marchita,

qué flor de yuyo en el bies

de la ternura,

perdón… la luna

marca el camino a tus pies…

 

y sin olvidos,

y sin discursos

vuelan las sombras a vos

como palomas que van siguiendo

aromas de una emoción…

 

pero sin precio

y sin recelo

cae la lluvia a tus pies

como los pasos que nunca mueren,

perdón… la luna también…

 

si me descuido,

si me desando,

si me desnudo en tu olor…

milagro turbio,

apasionado,

como poemas de amor…

 

qué más nos quema,

qué mala cita,

qué yuyo raro  en el bies

de tu vestido,

perdón… un lirio

marca el camino a tus pies…

 

y sin rezongos,

y sin excusas

vuelven las sombras a vos

como palomas que van corriendo

pedazos de una emoción…

 

pero con penas

y sin olvidos

cae la lluvia a tus pies

como los pasos que nunca mueren,

perdón… la luna también…


la rabia del perro viejo

 

remiendos, pájaros, lágrimas, susurros…

la hoja en blanco y… no sé… se escucha el tiempo

rumbeando por las persianas, como viento,

garabateándole el pulso a un inocente

entre castillos de baba…

 

pega de frente la historia y… calla el tiempo

igual que cantan sus garras…

 

a lo mejor te perdí en una mirada mezquina,

quizá no supiste ver que me mataba…

pero todavía vibro por la rabia

del perro viejo…

 

estoy vivo… salud mi cumpa, sin luna…

la hoja en blanco y…

…todavía canta el pueblo

en la misma soledad de los discursos

que entrega el alma en un beso,

como un remiendo del pulso,

antes que muera

la belleza de lo puro…


rodando por la sombra

 

pagando la emoción final,

no más que de chupao

sobre la mesa,

feliz en un revuelo de tristezas,

mirando al corazón

que lagrimeó…

 

de tanto ver si vos, si yo,

el clavo de un amor

como quimera,

desarma un remolino de certezas,

oyendo al corazón

que se quebró…

 

y entonces la razón besa al perdón

y el frasco de veneno es puro cuento…

de muerte ya se fueron mis silencios

cantando por la borra hasta el adiós…

 

y apenas, corazón, crece un verdín

y el trago de cicuta es todo nuestro…

tragando nuevos versos, viejos cielos,

rodando por la sombra hasta el candil…

 

negando la emoción final,

no más que de chupao

sobre la mesa,

tristísimo de nuevo de belleza,

mirando al corazón

que no murió…

 

de tanto ver si amor, si no,

el rezo de un clamor

puso destino

trabando un revoltijo de sentencias,

cubriendo al corazón

que enloqueció…

 

y entonces la razón besa al carmín

y el frasco de veneno es puro cuento…

de muerte ya volvieron mis fantasmas

cantando por la borra hasta el marfil…

 

y apenas, corazón, crece un adiós

y el trago de cicuta es todo dulce…

tragando nuevos versos, viejas luces,

rodando por la sombra hasta el perdón…


olor a rosas

 

una florcita de quema en la libreta,

mañanita fabriquera en el pañuelo

que seca a dios,

que apaña miedos de rosa…

 

olor a rosas y…

 

el viento

moja tu cara de nena en mi ventana

y quiebra el dolor del tiempo…

 

el fresco instante de ver tus ojos,

tus ojos que apenas vuelan,

tus ojos…

 

el fresco instante de ver tus ojos

de nuevo

pierde el encanto del sueño al dar el alma

para no dormirse viejo en la ventana

junto a tu cara de nena y la llovizna

que desbaratan al tiempo

en una hoja,

en la desnudez serena de una hoja…

 

olor a rosas,

dolor de lluvia en las ramas…


los grillos

 

el ritual de la sonrisa en el espejo…

un gesto afloja bisagras oxidadas,

y un parpadeo infeliz refleja el cielo…

 

me voy cuando los gorriones me levantan,

o cuando los perros ladran soledades en los techos,

o cuando la urgencia llama a una partera

hasta las piernas del alba…

 

y no hay lucero, mojones,

ni lechuzas en la puerta,

ni un tata dios en la flores…

 

me voy cuando los gorriones,

cuando los perros y el alma

regresan a tu silencio…

 

el embrujo de la luna por tu pelo,

un brillo que arropa lluvias relegadas

en el ajuar más querido de mis huesos…

 

me estoy sintiendo ni polvo… apenas beso…

 

y no hay regreso, ni calma

que pueda entender que hay flores

que enloquecen y descarnan

sus olores…

 

otra noche espera en llamas

a que se apaguen los grillos

cantando amores…


amatista

 

dibujo las fronteras de tu espalda,

con trazos de neblina y de gorrión…

el suelo que soñé,

la luna en el zanjón

y el único misterio de la vida…

 

levanto la ternura de tu cuello

con palas de llovizna y de malvón…

el viento que toqué,

la suma de uno y vos,

y el mágico revuelo de la cita…

 

y el vértigo pesado de mirar

tus ojos que revuelven de costado

la suma de uno y vos,

la piel de andar con vos,

lustrándoles los bronces a los años…

 

de pobre le pagué la muerte a dios

y le robé de lunfa tu milagro…

bendita confesión,

la piel de hablar con vos,

besándoles los brotes a tus manos…

 

dibujo las palomas de tu enagua

con hilos de tocarte y de morir…

el cielo que lloré,

la trova en el atril,

y el lánguido siseo de la lluvia…

 

debajo, la tersura de tu vuelo,

con alas de nodriza y meretriz…

el alma que quemé,

la piedra de agua y sol,

y el cántaro volviendo de la luna…

 

y el cálido despojo de mirar

tus ojos que remontan cielos largos…

la rima de uno y vos,

la piel de andar con vos,

lustrándoles los bronces a los años…

 

de viejo le cargué la muerte a dios

y le robé de loco tu milagro…

bendita confesión,

la piel de hablar con vos,

besándoles los brotes a tus manos…

 

 


de hacer y vivir (al compañero Néstor Kirchner)

 

lo escurre la soledad entre la ropa de siempre,

lo espera el cuero desnudo como al dolor que transpira,

lo piensa el gorrión del alma por los andamios del sueño,

lo siente el perro que ladra y se muerde las heridas…

 

lo duele el cuerpo, lo anda el paso,

lo abre el tul de la mirada y lo cierra en el aliento…

lo hablan las brujas,

lo oyen las viudas,

lo canta el llanto de un niño…

 

todo este necesitar del mismo abrigo,

toda esta felicidad innegociable

para la fatalidad de hacer y vivir con hambre,

de amar y morir por algo

que sigue el fuego en las calles de este pueblo

combatiendo siempre,

amando siempre,

latiendo…
con las manos en el fuego

 

ni regresando del frío,

ni despintando carteles…

…atravesando el olvido…

(ni muriendo)…

 

el inconsciente desgarro,

el silencio renegrido,

un mar de cardos…

…y el beso de la memoria…

 

el mundo es alto en los pies

que buscan lozas…

desde la arcilla se ven los ríos dulces,

las calles largas,

las culpas…

los años de las derrotas

y las victorias de a veces…

por donde vamos volando

con las manos en el fuego…

ni regresando del frío,

ni despintando carteles…

…atravesando el olvido,

siempre…


en vos

 

entre el desvelo y las páginas veladas…

a veces lágrima, a veces…

y otras solamente poesía…

 

palomas de quien sabe qué,

quizá otro cielo, quizá,

desnudo vuelo de íntimas miradas

siguiendo no sé qué lástima callada

o qué olvido desclavado de las manos,

quizá un suspiro, no sé…

como palparle los huesos a la calle

para sentirle la piel de lo que calla,

quizá tu sombra, tal vez…


la misma poesía

 

hermoso invento de poesía,

tus ojos…

el paño de lagrimear por dentro,

el trago azul de nostalgia,

el bien del tiempo…

 

acurrucado en la sombra

escucho…

el viento canta

el romanticismo inculto de la noche…

y el trago gris del deseo

escapa de la sonrisa…

 

hermoso intento el silencio…

parece otro,

pero es la misma poesía…


el último aleteo de tu blusa

 

a veces cuelgo el frío en una rama

y salgo a recordarte en la ciudad…

un ramo de tibieza a contramano

y el lánguido descuido de llorar…

 

en vano pierdo el tiempo en una rima

pelando la liturgia en el amor…

un verso sinvergüenza a ras del día

y el cándido suspiro del adiós…

 

si endulzo la canción

se pierde la razón

del índice quemado en tus pestañas,

marcando la emoción

del mágico esplendor

perdido al parpadear en la resaca…

 

ni enluto la pasión,

ni marco la estación

del último aleteo de tu blusa…

si endulzo la canción

me canta el corazón

rendido al picoteo de la lluvia…

 

a veces pierdo el tiempo en una gota

mirando a la ternura lagrimear…

desando la locura a ras del barro

y en tanto amor dormido quiero más…

 

en vano cuelgo el frío en una rama,

negando que me muero en el turbión…

un beso sinvergüenza atrás del labio

y el pésimo suspiro del adiós…

 

si enlazo la canción

se trepa la pasión

de un sol malabarista en tus pestañas,

marcando la ilusión

del rápido estupor

perdido al parpadear en la distancia…

 

ni juzgo la razón,

ni marco la estación

del último aleteo de tus ojos…

si endulzo la canción

me canta el corazón

rendido al mimoseo de tu voz…

 

 


susurros en la almohada

 

un bolero,

eso quisiera cantarte…

…y yo no canto,

pero me vuelo…

 

la noche…

(¿viste la luna en los techos?...

trae lluvia)…

 

están hinchados tu párpados

y el viento

le arranca flores al sueño

cuando vuela tu vestido…

 

y yo me vuelo,

pero respiro en tu cuello

y huele a flores…

 

me arranca el sueño del pecho

cuando vuela tu perfume

con el viento…

 

y yo quisiera cantarte,

pero caigo,

muerdo el raso de un susurro

y trago tierra

como las bestias de carga…

 

duermo inquieto…

están hinchados tus párpados

y el viento

le arranca yuyos al campo,

como un beso de tormentas,

como una garra de fuego

que acaricia y desmaraña

la locura del silencio…

 

apenas viento, querida…

apenas tiemblan las ramas…

así quisiera cantarte;

y yo no canto,

pero me vuelo…


a pedazos

 

entre algunos pibes muertos y otras sombras,

se me va muriendo el barrio,

se me abicha la modorra en una mesa

y el vino no paga arrullos desguazados…

 

el olvido huele a mierda… tantos años…

la belleza en el atril de la nostalgia

me devuelve esas canciones que creímos,

esas que hablaban de vos, de mí… pedazos…

 

la hambruna que no temí me rasca el cuero…

bendita seas, mi luna, amante dulce…

si Manzi roció tu piel con voz de lluvia,

si mi alma perdió la luz por alcanzarte…

y ahora vibra a pedazos… tantos años…

 

el silencio huele a niebla sobre el río,

como flores en las tumbas de los hijos

que florecen sin engaños, ni motivos…

 

por eso escribo, por eso, porque grito,

porque me duele la mano que te sabe,

porque todavía miro a mi enemigo

con los ojos de mi pueblo…

y ciego o mito,

tengo los mismos poemas

y las mismas necedades

de los que gritan conmigo…

 


descarno

 

nada que decir,

el pulso tiembla,

el beso cala su talle,

el tiempo arrastra los pasos

y la piel pesa en las manos

que tiemblan como malditas,

hijas de algo que no tienen,

que desnudaron sin ser,

que ya no encuentran…

 

se siembran algunos sueños…

lo demás es la locura

o, no sé, la inculta anchura del alma

que se arroja a la neblina,

que con el viento se enciende

y rechina con un trueno a mis espaldas,

pidiendo, no sé, nos años,

el milimétrico surco de una lágrima,

una estrella

hundiendo cielo en la carne,

levantando horas de espera

y polvos de historias secas

que ya no tienen consuelo,

porque no tienen remedio,

porque no quieren la calma,

la triste calma de un gesto sin memoria

que no podría decirte

absolutamente nada…


paloma venida al sur

 

paloma atada a la luz en una mirada,

llovizna dulce trepada en el corralón,

no digas que no sonrió la luna en tu cara

corriendo desde las vías a la ilusión…

 

de cada atajo a tu piel me queda un santo,

rezándome la balada en cada mojón…

no digas que no sangró la lluvia en tu llanto

mugrienta de las ternuras de un mal dolor…

 

y si te pido una vez que escribas tu nombre,

y si te pido otra vez que encarnes la luz…

paloma venida al sur,

mirada que no durmió,

bailando por las veredas la estación…

 

y si te subo después la luna en el pecho

y si te pido también que incendies mi cruz…

paloma de barro y tul,

carita que se sonrió

quemándole las tristezas al corazón…

 

paloma entrando a lo gris que moja las casas,

hechizo tierno clavado en un ventarrón…

no escuches la decepción tumba en tu cama

fastidios de yerba amarga de un mal perdón…

 

y si te pido otra vez que escribas mi nombre,

y si te pido también que incendies mi cruz…

paloma venida al sur,

mirada que se soltó,

bailando por las veredas de la estación…

 

y si te subo después la luna en el pecho

y si te pido otra vez que enfoques tu luz…

paloma de barro y tul,

carita que me sonrió

quemándole las tristezas corazón…


escrito en las paredes (la ortiga y el carmín)

 

pagadiós,

la esquina y el laurel…

se marchitó, se borroneó

el mimoseo de tus ojos…

 

nunca atrás,

ni a un paso de morir…

la confesión, la reflexión,

serán el precio del responso…

 

la pared,

la espuma y el clavel…

te recordó, te renombró

el regateo de dos besos…

 

nunca más,

ni a un paso de caer,

la confusión, la estupidez,

serán la fragua del silencio…

 

sin en un mar

de conjeturas te perdí,

sabiendo así la soledad

de no entender algunas cosas…

 

nunca más,

y nunca atrás, la ingenuidad,

tendrá el misterio de saber

la poesía de callar…

 

tatadiós,

la ortiga y el carmín…

se borroneó, se despintó

el rojo fuego por tus labios…

 

cielo gris,

ni a un gesto de llorar…

la soledad, la brevedad,

besan las palmas de tus manos…

 

la pared,

la esquina y el cartel…

te sacudió, te deslomó

el aleteo de los sueños…

 

nunca más,

ni a un paso de caer,

la confusión, la estupidez,

serán la fragua del silencio…

 

sin en un mar

de conjeturas te perdí,

sabiendo así que razón

no es entender algunas cosas…

 

nunca más,

y nunca atrás, la ingenuidad,

tendrá el misterio de saber

la poesía en la pared

que enfrenta al sol…


como una flor en la calle

 

…y te quedaste mirando el horizonte

esperando que los gorriones volvieran…

era una calle de luna, era una calle cualquiera,

eran los pibes corriendo por las vías…

eran como los gorriones…

 

y me dolían las manos,

y los ojos me dolían de peregrinar la sombra,

y la noche me calmaba…

 

eran tus flores,

pequeños gajos de luna en la imprudencia del viento,

eran tus manos abiertas

y me dolían las palmas,

como la lluvia en los cardos duele y mancha…

mancha lágrimas de amor en las espinas,

suelta palabras desnudas en la sangre…

 

y huele a humo,

a cicatriz en la cara,

a piel de amores mañosos,

a guitarras lagrimeando,

a jazmines en el patio,

a cosa bella…

 

huele a lluvia

como la tierra mojada,

como tu vientre embarrado de bravura,

como una flor en la calle…

 

huele a bruma,

eran los sueños corriendo por las vías…

era como la ternura…

a veces simple,

a veces pobre…


luciérnagas y cruces

 

enfoco…

un poeta en Puente Alsina

y el beso del Riachuelo en tu vestido…

después la luna…

después el viento…

 

de simple nomás lo creo…

un borracho entrando al puente

y el beso del Riachuelo en la llovizna…

después el viento,

después la niebla…

 

la historia

se hace entre versos y gritos…

hay quien escribe disculpas por vergüenza,

hay quien promete luciérnagas y cruces…

y hay quien cruzó por las vías sin linterna…

 

de linda nomás te quiero…

 

mi poesía

no tiene rampas de Borges

ni reliquias pa’ los cuervos…

 

de simple nomás te escribo

igual que toda mi vida…

 

un borracho entrando al puente,

allá en Pompeya,

y el sueño de la ternura en tu sonrisa

levantando la verdad de las baldosas,

renegando del adiós en las costillas…

donde nos duele la sangre,

donde la carne es arcilla…


entre la Bonavena y la Miravé (murguita quemera)

 

duerme la luna llena en el cementerio,

y la vida relata su dos de abril…

tantas flores perdí,

tantas veces bailé

entre la serenata y el tango gris…

 

luna, lunita floja de los villeros,

ni la suerte me saca tu olor a humo…

tantas noches amé,

tantas veces morí

entre la Bonavena y la Miravé…

 

si dios les da una purga a los males viejos,

el demonio les da una razón de ser…

vamos, que se va el tren,

vamos, que ya se fue…

queda la milagrita de la estación…

 

y si se va el dolor

no quiero despertar…

quiero morir cantándote esta canción…

 

pega la luna blanca sobre la Alcorta,

y la noche me cuenta su mal de amor…

cada vez que reí,

cada vez que lloré

entre los albañales y el tango gris…

 

quema, quemita linda de mis amores,

ni la parca me saca tu olor a gloria…

tantas noches lloré,

tantas veces caí,

entre la Bonavena y la Miravé…

 

si dios les da una purga a los cuervos viejos,

el demonio les da una razón de ser…

vamos, que se va el tren,

vamos que ya se va…

queda la milagrita de la estación…

 

y si se va el dolor

no quiero despertar…

quiero morir cantándote esta canción…


a pocas calles de tu mano

 

del viento huraño

que abre esquinas en tus ojos

no perdí ni un sólo abrojo,

ni esa forma de temblar…

 

si apenas brilla

la inconciencia de los otros

en la luz que nunca llega

a la orilla de llorar…

 

y un grito extraño

me remienda los destrozos,

el amor de un trago y… loco,

y esa risa del final…

 

que apenas corta

la imprudencia de los ojos

en la sombra que se pega

a la arcilla de mirar…

 

y en la lisura tempranera del suburbio

va la luna,

se ancla antes de morir y quiere más…

 

y a pocas calles

de tu mano, de tu talle,

la locura endulza el rumbo

y el cardinal…

 

del paso amargo

que abre esquinas en la noche

no perdí ni un sólo enroque,

ni esa rima de volar…

 

y se me arriman

los suicidas, los reproches,

y la luz que nunca llega

a la arruga de tocar…

 

y así te extraño,

me desnudo, me despojo,

el dolor de un tango y… poco,

esa lluvia de llorar

 

que apenas moja

la imprudencia de los ojos

en la sombra que se pega

a la arcilla de mirar…

 

y en la frescura pendenciera del suburbio

va la luna,

se ancla antes de querer y pide más…

 

y a pocas calles

de tu mano, de tu blusa,

la locura endulza el rumbo

y el cardinal…

 

 


el mal silencio

 

clavo de luna,

cuchilla vieja que se hunde por la espalda,

esquirla del velador de historias,

vidrio de punta…

querida, querida mía…

 

tajo de azúcar,

retazo inquieto del último suspiro,

zarpazo de miel y azahar que trae el hambre,

lija de lluvias…

querida, querida mía…

 

un perro lunfa

midió la tela del viento y soltó el grito…

ladran, querida… es la noche

que no se olvida del pueblo,

ni mete frío en las tripas de un finado…

 

algún infeliz cualquiera escupe al cielo,

yo le beso tus pupilas

a la noche, a la parca, a las rendijas del cielo,

porque no quiero otra luz que un par de estrellas

clavadas entre mis sienes, como fuego,

como resinas del alma…

 

clavo de luna en la cama

y piel de aromas…

quizá tu canción también resuma el tiempo…

 

un verso curda

pateó la glosa del vino y ladró en cueros…

llueve, querida… querida mía…

y te espero

donde nada se me olvida…

ni el mal silencio…


como un soneto gris

 

retrato de una piel en las pintadas,

al lado de un loquero y un cartel,

debajo del balcón de una piantada

que no soltó la soga en la pared…

 

me trajo aquel olor de las manzanas

y aquella poesía de Buñuel,

el parto de una luna enamorada

babeando madrugada en un pincel…

 

y el beso que robé,

robando por seguir,

no explica la llovizna en la solapa,

ni el tango que lloró

como una mano gris

después de lagrimearte las pestañas…

 

ni cuenta los demonios de tu enagua,

ni mata las canciones de este gil…

después de lagrimearte las pestañas,

el beso que lloré quiere vivir…

 

destrabo de un piolín entre tus dedos

las cuerdas de la viola y una flor…

bendita rebelión de los arpegios

que no saltó la zanja de un amor…

 

me trae aquel perfume de sonrisas

mezclado con Chanel y barrio sur,

el rastro de una luna de cenizas

marcando la neblina hasta tu luz…

 

y el beso que robé,

robando por seguir,

no explica la ternura en la resaca,

ni el tango que lloró

como un soneto gris

después de lagrimearte las pestañas…

 

ni cuenta los lunares de tu espalda,

ni mata las canciones de este gil…

después de lagrimearte las pestañas,

el beso que lloré quiere vivir…


Manzione

 

camino tu ciudad…

mil años, che,

entre los viejos faroles del Serventi

y la esquina del colegio…

 

de paso por la iglesia canta un ángel,

canta un tango sin final,

lo masca Homero,

lo sopla el viento,

como unos ojos prendidos de la lluvia…

 

oscura noche en Pompeya…

vaga el tiempo…

hermosa noche…

 

la poesía se acuesta con tu sueño

de nuevo…


dos

 

dos gorriones se refugian en la sombra de una esquina,

dos fantasmas se maquillan con los polvos de la niebla,

dos cirujas se despiojan la inmundicia con dos dedos,

dos latidos marcan tiempo, dos campanas llevan muertos

y una sola pesadilla…

 

cada gramo de poesía suma páginas al cuento,

cada rama sube al viento como cada avemaría…

cada rezo, cada piedra, cada lagrima en la orilla,

pega en los restos del sueño y conmueve a la distancia

como una gota en la arcilla…

 

dos palabras en silencio,

dos temblores que se tiemblan

cada vez, en cada verso…

 

cada lágrima en la orilla,

cada página en el cuento,

va dos veces, y es la misma…

 

la misma sombra en la esquina,

la misma forma de serlo…


posdata

 

poquitas cosas me quedan por decirte,

un pobre ingenio de traumas mal tenidos

que todavía subsisten,

y algunas cartas… no sé,

las que me quedan

en el secreto del alma insoportable

que quiere entender la luz,

que todavía me pide una respuesta en los huesos…

 

sólo poemas,

y algunas cosas que quedan sin olvido…

el olor de la mañana en tu vestido,

el oficio de la noche en tus ojeras,

el amor que no se pierde…

 

un mar de nieve…

nada… poquita cosa, mi vida,

sólo un verso

que se resume a sí mismo en el silencio

sin entender lo que siente…

 

 


de los pobres

 

cuánto de miel

en el oficio de robar la luz

a un cielo en cruz

que se durmió sobre la calle…

 

cuánto de vos,

cuánto de mí se va después, amor!..

a ras del sol

en la miseria de callarse…

 

de a ratos voy

como un insecto en el farol, sin dios…

de a ratos soy

apenas eso que tocaste…

 

un mar de fe…

cuánto de miel en la verdad… después

tocar, creer,

apenas eso que nos trae…

 

cuánto de vos,

cuánto de mí se va muriendo, amor!..

atrás del sol

en la miseria de callarse…


Anita del Riachuelo

 

río de luna mugrienta,

dame un beso en las mejillas

que estoy viejo,

pero vuelvo hasta tu orilla…

 

dame un cuero, una bisagra, una sirena,

algo que me lleve al fondo,

un mal momento,

una rama entre las patas, un ahogo,

una mirada bendita que me hunda

o una maldita jugada del destino…

 

el tiempo es dulce y me lleva,

el viento es blando…

trae perfumes de gloria,

ese vestido de novia…

 

el tiempo es dulce y me lleva…

 

dame un carro pa’ los bueyes,

una lluvia pa’ la espera,

una cuna pa’l cencerro…

 

río de luna mugrienta,

dame un hijo,

o una piedra pa’ los huesos,

que estoy viejo

pero vuelvo hasta tu orilla…


 

 

leñita vieja,

las casas del bañado,

allá en el sur de Pompeya…

 

acá en mis manos,

de látigos escondidos en la lluvia,

de lluvias atragantando cloacas,

de a veces luna…

 

te quiero,

leñita bruja,

tus manos

de páginas de algún libro,

de un extraño

que escribe cuentos…

 

te quiero

acá en mis manos,

de almácigos repetidos

y de poemas baratos

atragantando proclamas…

 

… y a veces lluvia

como se llueve en el barrio…


la yuyera

 

ramo de piel,

muda de ropa en la mirada…

dulce niña enamorada de las flores,

si supieras lo que duelen tus pestañas en el viento

o el abismo de tu espalda…

 

piel de amores,

caña con ruda en agosto…

dulce niña entreverada con mis huesos,

si supieras lo que mienten los espejos en la sombra

o la negrura del alma…

 

el mundo canta…

yo sólo escucho tus rezos en la brisa…

no me molesta ser sordo,

mientras pueda

soñarle un ramo a la piel

y un cuento al barro que crece

entre la lluvia y las flores…


y sólo un tango

 

descalza… y las huellas rojas en la calle,

hermosa… inalcanzable, copiosa, interminable…

 

y el oficio de un cualquiera echando chispas

para acariciar tu boca en los desagües,

como el que toca a la lluvia…

 

tu paso… hermosa…

late en mis sienes el eco de tus pasos

y es parecido al sonido de estar loco…:

una mágica zoncera,

esa ternura estrujándose en el pecho

hasta el ahogo,

hasta no saber volver a la mañana…

 

y ahí me duermo,

desnudo, sin más que un tango

para desplegar las alas…


con la misma piel

 

debajo de tu piel tiembla la bronca

del crudo banquinazo de pelear sin ver…

y un gesto de salud en las hamacas

parece remontarte más allá de ser…

 

mi amiga, tu pasión me da la sombra

al filo del infierno y de la desnudez…

y el raso de dormir con la neblina

me deja desnudarte con la misma piel…

 

que tiembla de dolor,

marcada de latir

en un desgarro envuelto de poesía

como la rebelión

que huele a ese jazmín

peleándole las broncas a la vida…

 

debajo de querer,

al lado de morir,

en el roñoso embriague de mi verso,

como la confesión

que huele a ese mal dios

negándole las mañas al silencio…

 

al lado de querer cruje tu mano

de puro corazón en un rincón sin luz…

y a esto de gritar por las veredas

se calla por caer como la Cruz del Sur…

 

mi amiga, tu niñez me da la cara

a nada, o casi nada, de perder la fe,

y el resto de mi vida se congela

en esa madrugada con la misma piel…

 

que tiembla de dolor,

marcada de latir

en un pesado vuelo de palomas

como la reflexión

que huele a ese partir

peleándole las ganas a las horas…

 

debajo de querer,

al lado de morir,

en el copioso ensueño de tus besos,

como la confesión

que huele a ese mal dios

negándole las mañas al amor…


para rezar con la noche

 

un perro blanco, manso, hermoso

subido a las terrazas de Pompeya

como el dios de los recuerdos

o el fantasma de una sombra…

 

mi sombra, tu capa, un sueño

sólo un perro mimoseando con la luna,

como mi hocico en tu blusa…

 

una quimera

que se sube por los techos para hablarte,

para rezar un segundo con la noche

antes de perder la suerte…

 

 

 


esas luces caídas en el río

 

algunas ropas de Silvio,

unos rocíos de otoño,

algunos pájaros sueltos

y el silencio…

las bolsas que le robé a las lloviznas

y me cuelgan de los ojos,

me denuncian

en la impúdica curtiembre de la luna

que ilumina las veredas…

 

eso y… nunca…

nunca dejar de pensarte

en la noche solitaria

o en la locura del día,

en la ternura del sueño,

ni en la cuna de la muerte…

mucho menos en la plaza,

mucho menos en la casa que se duele

como duelen las historias mal escritas

o la estupidez de aquellos que la olvidan…

 

…y quien quiera oír que oiga,

si se anima a la razón,

si se entiende con el alma en las tormentas

y la piel en los rosales…

 

cada estrella tiene un nombre, compañera…

hasta esas luces caídas en el río,

y sobre todo esas luces en el río,

que todavía nos buscan

para explicarnos su brillo por las calles,

donde las ropas de unos,

donde los pasos de otros

y el silencio

vuelven a sentirse vivos…


otro poema de Centella (los perros de la vida)

 

me gustan las veredas con olor a manzanilla,

la radio de un vecino, la luna en la cornisa…

la noche nivelando la locura en mi camisa,

la virgen por los techos y un paso más de vida…

 

y vos… y vos… y vos…

que apenas das ese misterio de llorar

en el atril del corazón

que lee enfermo otro poema de Julián…

 

me buscan las veredas por volver a la poesía,

la luz del pobrerío, tu luna en mi camisa…

después, que ni velando al finado en la sonrisa,

le cantan por los techos los perros de la vida…

 

y más… y vos… y más…

qué dulce baja la llovizna a la ciudad

en el mojón del corazón

que marca inquieto otro racimo de llorar…

 

me gustan las veredas con olor a manzanilla,

la parte de mi cuerpo que recuerda tu vendimia,

la bruja desvelada sacudiendo la poesía,

la miel del pobrerío y un tajo más de vida…

 

y vos… y vos… y vos…

que apenas das ese milagro de nacer

en la matriz del corazón

que late inquieta en el oficio de saber

todo el amor…

 


sin nombre

 

del lado de dormir mirando el tiempo,

queda la loza grabada sin disculpas,

el especiero agotado de las manos,

el dolor de despertar aunque no importe…

 

el grueso empaque del alma,

el tul querido, mojado, de tus ojos,

el destino pegajoso de mirarte,

queda del lado sereno de dormirme…

 

lo otro es pura razón,

vender las llagas,

puta razón de vivir aunque no quiera…

 

amo el olor infinito de las vías

que se llevan el amor a todos lados…

por eso amo a los trenes, a los viejos,

a las canciones cansadas de cantarse,

a los olvidos que aguantan todo el cuerpo,

a los ángeles que matan

más que a los demonios pobres…

 

porque es breve el exorcismo de los hombres,

pero el olvido es miseria, es apocarse

en la mismísima boca de la muerte,

sin un rezo que matar,

sin un amor que gritar…

sin nombre…


la inocencia y la viuda

 

el viento que robó

la voz de un pobre viejo…

ahogo de tabaco y vino gris,

negándole la rosa a un padrenuestro

debajo de la ochava y la nariz…

 

de pronto te miré,

la marca en el espejo…

despojo de silencio y seda azul

rozándole la prosa a un pobre verso

debajo de la blusa y el trasluz…

 

ni minga de llorar…

parece lagrimear

el tango en las rebabas de la espera,

y el viento que robó

la piel de un paño gris

frunció la cicatriz en la sesera…

 

de tajo y mal parao,

borracho y desde el sol,

pifiándole baldosas a la calle,

de pronto te miré,

la luna en un raspón

marcó una cicatriz en la ilusión…

 

de negro que canté

las rabias de mi pueblo…

ahogo de miseria y piel de abril,

cerrándole la calle a un fuego enfermo

quemado de la nuca a la raíz…

 

entonces te miré,

tu cara en el espejo…

volviendo del silencio hasta la luz,

besándole la roña a un pobre verso

escrito con las uñas en la cruz…

 

ni esto de llorar…

parece lagrimear

el tango en tu vestido de princesa,

y el viento le mojó

la piel de un paño gris

atado a la locura de la tierra…

 

de tajo y mal parao,

borracho y desde el sol,

pifiando las estrellas en tu talle,

de pronto te miré,

la luna en un raspón

marcó la cicatriz de esta canción…

 


tanto cielo

 

ramitas secas de un viento mal venido…

apenas revuelve el fuego y huele a quema…

 

bruja del alma…

huele a mi casa natal, a barrio lindo,

a dormirme con la niebla en la ventana…

 

esa tristeza

contiene el sabor del alma en un suspiro

colgado de los jazmines…

 

tanto cielo…

(tanto quise y tanto quiero…

tanto cielo

para una sola mirada que se cae

a orillas del Riachuelo)…

 

te sigo,

como el que no sabe andar sin sus pedazos,

como el que mira la orilla desde el tiempo…

 

bruja de mi alma, y… perdón…

que todo es mucho,

pero ni tanto pa’ andar dejando migas…

 

te quiero…

mi casa queda en la luz de tu mirada,

mi sombra en la soledad de la llovizna,

mi hijo en tu vientre y… no sé…

 

no sé si puedo…

 

algunas trampas son buenas

y me gustan…

me gusta perder el aire en un silencio,

o en un parpadeo dulce…

 

tanto cielo…

tanto quise,

tanto quiero…


pájaros

 

bendito cielo el demonio de tu cuerpo

que explica el amanecer con las bandadas…

 

los ciegos huelen la piel,

los bueyes tiran del carro como locos,

los grillos pican la noche,

el viento canta…

 

bendito orfebre el poeta de tu cuerpo

que entiende el amaneces con las bandadas…

 

los muertos bailan sin cruz,

los perros ladran rabiosos en los techos,

la luna besa tu vientre,

el viento canta…

 

bendito rastro el perfume de tu cuerpo

que extiende el amanecer a las bandadas…


pintando calles

 

del puente a la estación,

quemando versos de amor…

un lápiz y tu piel

tirando fuego al dragón…

se arrima el corazón

como la luna al papel…

pensando en vos,

latiendo en vos…

 

el pueblo en la pared

pintando un ¡viva Perón!...

el sueño de un luthier

pintarrajeando una flor…

se arrima el corazón

como una bruja al fogón,

pensando en vos,

muriendo en vos…

 

queriendo

del faro hasta el lagrimal

como del fósforo al pan

que aumenta el hambre…

sabiendo

que apenas sobrevivir

es como un sueño y… llorar,

no más de sangre…

 

del puente a la estación,

quemando versos de amor…

la luna y tu labial

mojando el aire…

 

queriendo

del hueso hasta el animal

como del barro a la cal

pintando calles…

sabiendo

que apenas sobrevivir

es como amar y partir

sin un adiós…

 

 


treinta mil sueños borrados

 

hoy espero al Mesías

y sé que no va a venir,

sé que es mentira creer en lo imposible,

se que me muero de ganas de ser libre

y eso es cosa de la gente…

 

el pueblo canta

esa canción que no existe…

el Che murió tragando barro en la escuelita

y yo espero todavía ese suspiro

como un manojo de pan,

como el propio padrenuestro,

como un beso en la mejilla…

y sangra el cielo

donde protesta la vida…

 

un trueno, sí, y…

corazón,

me parte el alma

una cunita sin sol,

treinta mil sueños borrados,

y este beso…

 

este beso que recuerda tu sonrisa

mientras espero al Mesías

sabiendo que no es Gardel,

ni un pobre croto

saltando sobre las vías…


los Salieris de Manzi

 

mojón del verso,

clavo en la esquina torcida,

hachazo simple en la espalda…

 

amor, caricia,

hachazo en el lagrimal…

mojón del beso,

querida…

 

ya nunca me verás, como me vieras…

mimoseando en la piojera del adiós…

 

Pompeya…

de cara al sur, tu piel de nena,

tu amor de grillo en la lluvia,

y la vereda mojada…

 

el tango es nuestro…

el tango, la sencillez de la mirada,

el mal silencio en las flores…

y ese viento…

 

dolor del alma en la piel

que guarda el grito del paria

y la tristeza del poeta…

 

amor, promesa…

hijos de hijos de Manzi,

lunas viejas…

 

de cara al sur, tu belleza,

la belleza de las calles,

la cintura de la espera

y este amor

en cada verso…

 


contando un sueño

 

algunas lluvias de más,

gotas de vino en el pan,

y el aparejo de un beso en un susurro

como queriendo volar,

atravesando el olor

de una mirada que va cortando el humo…

 

algunas chapas con miel

bajo un rocío dulzón

y el desperdicio mezquino del desvelo,

como queriendo llorar,

aprovechando el dolor

de una palabra que va contando un sueño…

 

despacio esquina la noche su murmullo

entre los brazos desnudos de la espera…

alguna copa de más,

besos con vino en la piel

y viejos poemas que sangran su concierto

cuando una luna de miel

suelta un rocío dulzón

que marca a fuego el carril de la razón…

 

algunas lluvias de más,

gotas de vino en el pan,

como queriendo volar,

contando un sueño…


sin testigos

 

de lluvia nomás,

de viejo es que ando doblado,

y de mirarme los pies en las veredas,

y de mirarte el ombligo…

 

a veces brillan los días,

a veces quiero ser tierra y que termine,

no es el cansancio, mujer, no es la tristeza,

es no querer más un día sin regreso…

 

y a veces quiero ser tierra y que termine

como el perfume termina sin la flor,

como la flor sin el viento,

como el viento sin camino

o el camino sin destino…

 

entonces vivo…

allá, donde ya no importa,

donde tus ojos, la luna y la sonrisa,

donde no importa el final,

allá, de a ratos…:

no más que lluvia cayendo,

no más que dormir llorando…

 

entonces vuelo

y vuelvo a tomar el agua de los charcos,

y a ser no menos que un sueño…


otra pintada

 

de la verdad, apenas, una marca en la solapa, a penas…

a lo mejor la aridez de una pregunta raspada,

o me cagó una plomada, o… la resaca…

 

ya sabés que a veces pierdo las palabras…

anocheciendo en la cuna de un milagro,

o de una verdad que apena,

que duele en la soledad mientras arrulla a otro hijo y…

 

canta… de cualquier pena…

 

…caigo al tango, pa’ no esquivar otro pozo,

pa’ no decirte que estreno madriguera

embarrado en esta luna de belleza y bajo fondo…

 

el barrio espera todavía tu locura…

venderle flores a dios,

robarle yuyos de amores a una bruja,

comprarle leche al rocío,

pintar la luna

con un poema de Manzi en el hocico,

o con un beso cualquiera…

 

otra pintada…

fuimos la esperanza que no llega, que no alcanza…

otra piantada...

fuiste en mi camisa golondrina…

otra quimera…

 

…caigo al tango, pa’ no esquivar otro pozo,

pa’ no decirte que estreno madriguera

en el fondo de tus ojos…

 

y estoy vivo

como si fuera a morir

de cualquier pena…


por vos

 

en otra circunstancia, el mismo patio de mi casa,

la misma geometría, el mismo olor a madrugada…

y un carro que se aleja traqueteando por las piedras,

la calle del verano, la luna por tus piernas…

 

a poco de mirarte, el mismo callo me encandila,

la misma simetría, el mismo ardor en la mirada…

y un viejo que se queja estirando las costillas,

reduce la osadía, relata la belleza…:

 

un verso, un mirador, un parpadeo en la neblina,

desnudan en tus ojos la verdad que se hace trizas

de un llanto de llorar, de un gesto lindo de querer,

la misma realidad en la liturgia de la piel…

 

y un perro, o San Perón, o un aleteo en la llovizna,

despiertan en mis manos la razón que te hace brisa

de un viento de volar, de un grito loco de gritar,

la misma realidad en la ternura de besar…

 

enfermo de preguntas, miro el patio de mi casa,

¿por dónde alzó la vista el muerto gris de la nostalgia?...

y un pibe lloriquea la lunita de tu tierra,

la leche del rosario, la sangre mis venas…

 

a tanto de quererte, el mismo fuego me empabila,

la misma llama roja, el mismo ardor en la mirada…

y un rezo arremetido por las lágrimas caídas

sacude la osamenta, te escribe una poesía…

 

un viejo, un amador, un regateo en la sonrisa,

desnudan en tus ojos la pasión que te hace mía,

de un llanto de llorar, de un gesto lindo de querer,

la misma realidad en la liturgia de la piel…

 

y un perro, o San Perón, o un minutero en la pulsera,

despiertan balaceras de razón que no te olvidan…

y un viento de volar, y un grito loco de gritar,

la misma realidad en la ternura de cantar

por vos…

 

 


cardos del viento

 

ni duelen las manos…

arranco espinas como rozando las cuerdas de la guitarra,

es esa mirada rústica del alma que pega cardos al viento…

…¿cómo podrían dolerme los arpegios?...

 

se oye en el sur,

en los galpones vacíos de Barracas,

en tu blusa y entre las casas del docke…

se oye en las chapas

y en tus suspiros se oye…

(¿cómo podría dolerme tu silencio?)…

 

la noche es grande, mi amor,

igual se pierde en un mínimo susurro de belleza,

como dormida en tu cuerpo…

 

a veces creo

que no hay más lunas…

a veces duermo bendecido por tus ojos…

 

igual se llueve,

igual se muere de piel en los cerrojos de cada augurio…

 

la noche es barro, mi amor,

y el cielo envuelve sus cúmulos plomizos

como el agua entre los párpados…

 

de nuevo,

de nuevo el temblor de un tren en la distancia…

rasga las ansias y duele…

mas, ni me toca las manos…

 

arranco espinas como rozando las cuerdas de la guitarra,

es esa mirada rústica del alma que pega cardos al viento…

 

¿cómo podrían dolerme los arpegios?...

¿cómo?, si estás volando

con la llovizna en los techos…


telarañas

 

tul…

pierdo, al caminar, la luz,

los pasos…

le pierdo el paso a la vida,

escucho un tango,

me cuelgo de la belleza de un tango…

y que me lleve en el tul de tu vestido,

como a un ahogado, en el mar,

hasta otra muerte…

que en la neblina me lleve

hasta la tierra…

 

endulzo un faso

y espero la soledad,

aspiro el humo y recuerdo cada trago,

cada pedazo de vida en un mal trago,

y cada beso en la frente…

 

dios, demonio, puta o quiebre…

como enredado en el tul de tu vestido

o entre tus huesos…

 

quemo otro faso y…

hay fiesta en el suburbio,

el coro del cementerio,

el lado puro del alma

entrando en cueros al barrio,

envuelto en tul…

 

dame un tango,

la última ronda quemada en lo sublime,

la última pieza al final del conventillo,

la única puerta a la luna…

 

un beso y… lluvia…

pierdo, al caminar, la luz,

los pasos,

le pierdo el paso a la vida,

escucho un tango…


ramo de luz

 

ramo de luz,

última estrella prendida a tu piel…

noviembre se va,

como el pájaro aquel

de la orilla al adiós,

sin quedarse en un ramo de luz…

 

puedo sentir

como si fueran tus labios también

de azúcar y sal,

todo el viento al volver

de tu encanto al atril

sin dormirse en tus labios después…

 

dulce el dolor de la boca al sangrar,

como un grito de amor,

la tersura de andar

recitando un querer

en la hoguera sin paz

del ayer

que abre un ramo de luz…

 

ramo de luz,

lágrima envuelta, prendida al farol…

desnuda te vi

como al lánguido riel

de una vía sin dios

que brillaba en un ramo de luz…

 

puedo querer

como si fuera tu boca otra vez

de azúcar y sal,

todo el beso al morir

en tu aliento a jazmín

que no pierde en tus labios la fe…

 

dulce el dolor de la boca al sangrar,

como un grito de amor,

la tersura de andar

recitando un querer

en la hoguera sin paz

del ayer

que abre un ramo de luz…

 

ramo de luz,

última estrella prendida a tu piel…

noviembre se va,

como el pájaro aquel

de la orilla al adiós,

sin quedarse en tu ramo de luz…


entre un suspiro infinito y mil pedazos

 

de hablar y hablarle al cuento por la espalda,

improvisando un recuento de lunares,

dulce intento de hacer patria por tu cuello

como un pájaro invisible, enamorado

de lagrimear y abrir las manos a la lluvia,

acariciando tu pelo, acariciando…

(lindo momento de amor para el desvelo,

como un terrible susurro en el desgarro)…

 

de hablar y hablarte sin tiempo a las mordidas,

intercambiando mordiscos y poemas,

puro alud del corazón sobre los huesos,

sólo el látigo del alma entre la manos

y desandar por sentir cada mirada

enamorada, invisible, enamorada…

 

largo silencio mojando la distancia

entre un suspiro infinito y mil pedazos…

que apenas pueden cargar la propia duda

de hablar y hablarte a tu sueño, sin descanso…

 
 
 

de pulso a labia

 

te diría que no sé,

que apenas llego a la orilla de la noche

con una seña encantada de tus ojos,

como escuchando a Vinicius en una gota de vino

o en el sonido lejano de la lluvia…

 

te diría que está bien,

que nunca entrego el destino de un latido

por una marca endiablada de mil truenos,

como bordeando el delirio en un roce de tu enagua,

como borracho y perdido en tu cintura…

 

pero ya ves, no hay renglón

para subir al cordón en una noche de viento

y pronunciar el amor, de pulso a labia

en el inmenso escalón del sentimiento…

 

y apenas llego a la orilla con un sueño,

una verdad entre tantas pesadillas

que todavía es tu cuerpo…

 
 
 

la otra historia

 

si sólo abrieras quimeras en los ojos,

si en tus manos la ternura fuera viento,

si resignaras palomas en tu vientre,

o si mintieran tus ojos…

 

si respirar o morir fuera lo mismo,

igual que hablar o callar,

lo mismo que una verdad entrecerrada

mientras los párpados rompen los cerrojos

a pura vena, a llanto puro,

perdiendo

la rebeldía de entrar a la tormenta

con el demonio en la carne

y la belleza en el polvo,

y un ángel para abrazar

mares de guerra…

 

si todo fuera mentira,

o peor, si fuera menos que amar,

o aún peor,

si fuera olvido…

entonces, no sé, querida,

entonces no habría nada,

ni un cencerro en la llovizna,

ni un asesino en el cuerpo de la muerte,

ni un suspiro en las cortinas,

ni un viejo en el lagrimal de la nostalgia…

nada… ni un verso,

ni una cicatriz curtiéndose en el pecho,

ni una historia que merezca ser contada…

 

y aunque así fuera,

aún habría, compañera,

otra mañana…

una vez más, y otra vez

la misma llaga en las piel

y el mismo olor del silencio en las veredas

buscando, otra vez, las huellas de los nuestros

en la tristísima herencia que pisamos

mientras besamos la tierra…

donde bailamos

alguna vez,

con los miedos…


como la lluvia en la boca

 

de la locura hasta el Borda,

como del docke hasta el puerto

o de tus manos al alba…

el sueño es largo,

la luna arrima su piel a las ventanas

y el rímel queda en los ojos

como la lluvia en la boca…

 

apenas una canción de madrugada…

 

de la pasión a la luz, y a la modorra,

como de la luz al cable de alumbrado

o de la sangre al cansancio…

el precio es hambre…

la noche ensucia los bordes de la cama

y estamos viejos de adiós

como una tumba con rosas…

 

apenas una canción de madrugada…

 

de la emoción a la fe, y a las memorias de andar,

como de la fe al recuerdo de los huesos

o de la emoción al rastro…

el cuerpo tiembla…

la piel desprecia el crujido de la nada

y anuncia embrujos de amor

como la miel en la boca…

 

llueve, querida…

apenas una canción de madrugada…


grasita de una canción de cuna

 

los dedos gruesos de un guitarrero viejo,

o la cuerda de una cajita de música…

 

me escribe un poema en el alma la garúa,

se me deshace la piel, me se hace lindo creer,

chispitas limpias de leña que se enciende…

 

dulces sueños…

no duermas con la tristeza,

sólo escuchale los sueños…

algunos cantan, mi amor,

son sólo grillos que juegan con el viento…

 

no duermas con la tristeza…

dulces sueños…

 

mañana empieza otra vez el mismo juego

y vas a ver… volveremos

como la sangre a la tierra

y los hilos de la música a los dedos…

 

dulces sueños…

no duermas con el olvido,

sólo contale tu cuento…


al compañero Néstor: presente

 

decime el gesto,

ése que quedó en el río,

el que se olvidó volar,

el de tus manos volviendo…

 

pajarito,

que apenas pude tocar

y en la necesidad de andar en cueros

se hizo mi hermano,

como los tantos perdidos,

como los hijos de nadie,

como el viento…

 

decime el sueño,

ése que quebró la herencia,

el que se entregó a volar,

el de tu pecho latiendo…

 

compañero,

que apenas puedo ladrar

y en la necesidad de andar ladrando

se me hizo perro

como los versos del pueblo,

como los muertos que cantan,

como el tiempo…

 


trinos

 

corrías de azul,

del tren al norte…

 

…el cuerpo entiende la sombra,

el día espera otro embrujo

y cada noche,

atrás de un ojo de buey,

la luna asoma

como lechuza divina,

como rendija del sueño…

 

azul corrías,

y eras la necesidad

de andar en cueros

por el mismísimo cuero de mi nombre,

como la vida gritando,

gritando como los muertos…

 

y desde el hambre

crecieron flores bonitas

que juzgan cada sentencia

como caricias de lija,

como sonrisa de púas en la boca

que extraña un beso…

 

y en labios pule el dolor

hasta hacer oro del barro

y barro el alma…

 

(…)

anoche buscaba un verso

entre las babas y el vino,

y sólo encontré tu nombre…

 

y vos cantabas,

pero no era la brisa,

era el secreto de un trino

que soltaba juicios

sobre la inmunda sordera del olvido

y la terrible estridencia de la nada

caída en la realidad de una moneda,

que no tiene cara, cruz,

ni resistencia…

 

apenas ladra, mujer,

y no es la rabia…

es el olvido del perro…

 


sangre y fuego

 

perreando el viento en la calle,

divino lujo el de hablarte junto al cuello

como el que murmura un sueño…

 

dulzura urgente en la boca,

mordiendo un cuento de brujas en el beso

como el que huele una rosa…

 

de a ratos se enciende el alma,

animalito empiojado de deseos,

pura llama… lastre y fuego…

 

a veces me duele el pecho,

quizá no importe la muerte sin mañana…

pura llama… barro y tiempo…

 

(…)

midiendo el paso en la calle,

oscuro adiós leporino de callarte

cada vez, en cada verso…

 

dulzura urgente en la boca,

mascando un beso de brujas en el beso

como el que muerde una rosa…

 

a veces me sueño muerto,

quizá no importe la vida sin mañana…

a veces me sueño nuevo…

 

de a ratos me canta el alma…

animalito mojado por tus besos,

pura savia… sangre y fuego…

 

 


en una noche de amor

 

lindita…

ruge el viento atrás del barrio

y huele a lluvia en la puerta…

novia larga, luna en celo,

penita hermosa…

 

cosita…

me arrimo al palco del tiempo

y te respiro…

la urgencia tiene un lugar en la mirada

y el sueño tiene un ajuar en la neblina…

 

te quiero…

 

poquita luna me roba la mañana

cuando descubro tus ojos

en las ramas de mis ojos

como flores…

sin olvidos que los cieguen,

sin dolores que los callen,

ni temores que los mientan…

 

otra voces

vienen a sembrar la idea de la música…

 

te quiero…

 

poquita luna me arranca las miserias

en una noche de amor

que no le teme a los dioses…

 

canta el alma y chilla el hueso…

las bisagras tienen esa ambigüedad de las promesas

que no recuerdan volver,

pero protestan la fe que las desgarra

en una noche cualquiera…


la última luz

 

con el día atrás,

buscando atrás,

bajo una lluvia de lamentos

que viene y va

con el espejo de tu cuerpo,

sin fin,

ni adónde ir…

 

como despertar,

buscando a dios

bajo una pila de papeles

que nunca dan

con el pellejo de la suerte

sin ser,

ni adormecer…

 

es la última luz,

el rastro inquieto en la quietud

de la mirada que hace sombra

en los destellos

del paso duro que rompió

la cruz del pecho

mirando el sur en una flor

que apenas siento

con la locura de vivir

tragando aliento…

 

es la única luz,

murmullo incierto en la estación

de tanta lágrima sin voz

a cuello abierto,

del verso crudo que secó

la miel del beso

mirando el sur

en una flor

de tu silencio…

 

con el día atrás,

besando atrás,

boca inundada de reliquias

que besa y va

con la niñez de la llovizna,

sin fin,

ni adónde ir…

 

como despertar,

tragando amor

entre unas matas solitarias

que sólo dan

ese misterio de la cama

sin fe,

ni atardecer…

 

es la última luz,

el rastro inquieto en la quietud

de la mirada que hace sombra

en los destellos

del paso duro que rompió

la cruz del pecho

mirando el sur en una flor

que apenas siento

con la cordura de morir

tragando aliento…

 

es la única luz,

murmullo incierto en la estación

de tanta lágrima sin voz

a cuello abierto

del verso crudo que secó

la miel del beso

mirando el sur

en una flor

de tu silencio…


ojos de perro empiojado

 

y a un par de palomas gruesas

espera el amanecer…

 

y atrás, temblando,

una carta que no vuela, ni regresa,

ni termina,

ni se queda en el portón de la memoria…

 

sólo espera,

como un fuego en el pasillo,

ojos de perro empiojado,

olor a lluvia,

destino…

 

con la greda de mirar…

ojos de barro,

perdiendo el color del tiempo

y la tristeza en el rastro

de alguna curda de más

u otra princesa…

 

apenas eso, el amor,

apenas eso que falta

en la belleza del alba…

 

y a un par de palomas gruesas

canta el día,

ya tan lejos de mirarte,

ya tan sucio entre mis manos,

como el viento

que no se sabe morir

en la otra orilla…


los ojos de la lechuza

 

soledad…

…y tus ojos queman filas de preguntas

en una misma bandada…

huele a ruda manoseada por el viento,

a presentimiento dulce de la tierra,

a yuyo simple, a beso imberbe,

a protesta

en la misma suavidad que acepta un tajo

como rastro, como suerte,

como sueño…

 

el inexplicable arrullo de un dios parco

viene a sentenciarme adioses que no entiendo…

bendito sea el desvelo de tu sangre,

bendito el vientre, querida amiga mía,

que no se duerme, ni duerme sus dolores…

 

en una cuna de pan revive el pueblo,

en un deseo sin miedo canta el alma…

 

el secreto

tiene el nombre del amor

y arrasa el alba

por donde van a volver los que se fueron

en los hijos, en los nietos, en las manos,

y en esos ojos que queman la distancia…


lucerito dormido

 

dos ramitas de canela,

chuza viva para el beso,

luna abierta en la entretela de la almohada…

 

de nochecita, un susurro a ras del cuello,

cuenta ese cuento que espanta a los fantasmas

nada más que pa’ dormir los lindos sueños…

 

de seca me arde la lengua…

el vino amarga

y los rocíos me empañan la mirada…

 

lucerito, nena linda, paz del miedo,

en una canción de cuna duerme el viejo,

mientras la noche te besa las pupilas,

nada más que pa’ dormir los lindos sueños,

esos cuentos que se cuentan en tu alma…


sortilegio

 

decía el día, decía,

cómo mojaba y pasaba

sin hacer bruma la luna

y entre las vías moría…

 

cantame el río, María,

soplame el alma embrujada,

entre los panes del hambre

y en las poesías malditas…

 

robame el sastre del traje,

pelame el cuerpo sin flecos,

que ni la vida es poesía,

ni la razón manda al pecho…

 

pateame el lastre del vuelo,

decime el nombre del pobre,

que ni la lluvia es pavura,

ni la pasión tiene un precio…

 

mal día el día, decían,

la viuda y la madrugada,

sin hacer bruma la luna

que entre las manos moría…

 

besame el cuello, tu cuello,

decime el alma embarrada,

sobre la fiebre del vientre

y las mañanas perdidas…

 

marcame el paso de nuevo,

robame el cuerpo en la calle,

que ni la vida es poesía,

ni la pasión muere lejos…

 

pateame el lastre del catre,

decime el rezo del beso,

que ni la lluvia es pavura

ni la razón manda al pecho…


en una hoja

 

las vías saben que la lluvia es un espejo,

y los pasos… cada paso que te lleva,

sabe que la realidad es una jaula…

 

detenerte en el umbral de las angustias

es como matar a un grillo con sordera…

si igual se siente el verano en la madera

y el viento vuelve a dormir sobre una rama…

 

ni enajenada, ni adiós, huele la tierra,

bendita de revolver los nichos viejos

entre desvelos guardados en el alma

como pañuelos mojados…

 

dulce gracia, voz de alondra,

piel de seda…

detenerte en las mazmorras de la espera

es como dilapidar años de historia…

si igual se siente el destino en la tristeza

y el viento vuelve a dormirse en una hoja…


luna en barro (mamita villera)

 

raspa el pan,

duele en la boca…

un refrán de viejos curdas

me recuerda la belleza

en una mesa vacía…

 

niña chica,

luna en barro,

amanecida ilusión

en los altares de un cuento mal escrito…

 

hoy te canto…

 

manca el tiempo esa inrazón

de ver a veces

la misma gota de sol

en tus pupilas…

 

nada brilla como el sueño de tus ojos,

pero duele

como un pedazo de pan en la pobreza,

como el castigo maldito de la muerte

con un jazmín en las cruces de los hijos…

 

y en los altares de un cuento mal escrito

hoy te canto…

 

madrecita sin perdón,

padre, hijo, punga y dios…

lo mismo digo…

 

un refrán de curda viejo me recuerda

esa carita de luna en las terrazas,

esa misma confesión

midiendo el día

pa’ no morirse de nuevo

en el mismo celofán

de los malditos…


el camino de los bueyes

 

si hasta parece perderse el viento calle abajo,

como las viejas carretas que no vuelven,

o las banderas de un pueblo que latía

en el mismo temporal de urgencias…

 

si hasta de la soledad parece nacer un grito,

como el esclavo que grita su locura

en la imposible ternura de nombrar su germen

bajo los nombres de siempre…

 

no es tan extraño entender que el alma es fuego,

ni tampoco es necesario hacer poesía…

la rebeldía es un lujo entre fantasmas

que no conocen la muerte…

 

si hasta parece perderse el viento

por una calle vacía,

como las viejas carretas que no vuelven,

o el corazón que quería…


paleando carbón

 

qué cosa, amor…

del puente viejo no volvió todo el rocío,

y el Riachuelo se quemó con el olvido

de un dulce encierro de palomas en la voz…

 

qué triste, amor,

paso a tu la dado y la distancia pone frío,

y en la belleza de la luz duerme un baldío

de un ramo nuevo de jazmines sin perdón…

 

por qué sufrir?,

si nada espesa la locura en el renglón

de un tango gris…

 

qué cosa, amor,

del puente viejo no volvió la piel del niño

que fue feliz…

 

qué cosa, amor…

amablemente me pidió la vida un sueño

y entre desvelos me robó lo poco cierto

de un magro entierro de cicutas del dolor…

 

qué cosa, amor…

trago otro trago y la ginebra rompe el viento,

y la belleza de tu luz duerme el aliento

de un beso libre de sonrisas sin adiós…

 

por qué sufrir?,

si nada espera la ternura en la pensión

de un tango gris…

 

qué cosa, amor,

del puente viejo no volvió la piel del niño

que fue feliz

mirando al sol…


Por siempre

 

"Yo no quise ni quiero nada para mí.

Mi gloria es y será siempre el escudo de Perón y la bandera de mi pueblo.

Y aunque deje en el camino jirones de mi vida,

yo sé que ustedes recogerán mi nombre

y lo llevarán como bandera a la victoria"

(simplemente Eva)

 

 

nada quiero para mí…

a veces morimos lejos de los sueños,

y a veces vivimos nada…

 

el resguardo de llorar, porque nos sirve,

el remiendo de callar, porque es la boca

la rama que corta el beso y pierde flores

como el que pierde el silencio ante la muerte…

 

si pudiera regresar, sería lluvia,

sólo para no volver a repetirme…

 

y tus ojos, y tus manos, y tu ropa,

cenizas de mi ilusión,

negros en cueros,

refregándose las patas como perros

en la fuente de una historia

que escribieron los pobritos

los grasitas…

 

pero te cuento el poema,

te cuento que sos la reina

de una casita de luz,

de una camisa de tierra

que vuela alto, paloma,

como bandera,

y se va

como fuego a la victoria…

 

nada quiero para mí,

sólo este sueño…

 

si alguien sabe qué escribir,

que escriba tu nombre,

Eva,

luna bonita,

versos de tierra…

 

paloma, como bandera

de un amor que no se entrega

ni en la muerte,

ni en la gloria solitaria de ser huella

donde los otros fallaron,

donde nadie más regresa

hasta los huesos,

hasta ser polvo en los huesos

de una idea…

 

nada quiero para mí…

algunos viven tan lejos de los sueños,

y algunos somos la siembra…


pequeñas gotas de azúcar

 

me desanda el empellón de la memoria,

me desenvaina la risa en una carta…

 

pequeñas líneas de luz rozan la cuna

como mariposas dueñas la brisa…

 

casi llega la mañana y… duele arriba…

pequeñas gotas de azúcar queman sueños

como chispas del brocal de mil silencios,

como lágrimas del cuerpo que sonríe…

 

me desnuda la desgracia de las calles

y me abunda la caricia del deseo…

 

pequeñas uñas de amor rozan tu pelo

como los rasguños tibios de la fiebre…

somos la plebe, la urgencia, el terciopelo

remendándose en el viento como el alma

que abraza enferma su engendro…

                        

casi llega la mañana y… marca abajo…

pequeñas gotas de azúcar mienten miedos

como gotas del jazmín que da su aroma

a las lágrimas del tiempo…


barniz opaco

 

estamos lejos de abril,

encarcelando un malvón

sobre un tendido

de pasos viejos que un dios

mandó al olvido,

con el permiso de un juez…

 

y vamos dentro de un gris

descubrimiento de amor

sin más sonido

que aquel suspiro que fue

faldón de alivios

sin el remiendo del bien…

 

y si ya nunca volvió

la primavera de un cuento

sin milagros,

acaso nada precisen los pedazos

de un pensamiento sin luz…

 

y si da igual ser farol

de la quimera de un lujo

mal pagado,

acaso nada precise tu regazo,

pero le invento la luz

al corazón…

 

miramos lejos la fe,

enternecido el papel

sobre un descuido,

de manos blancas que un mal

tiñó de frío

con el horror de no ser…

 

y vamos dentro de un gris,

barniz opaco de agror

demás vertido,

que ayer sostuvo también

un pobre alivio

sin la osadía del bien…

 

y si ya nunca volvió

la primavera de un cuento

sin milagros,

acaso nada precisen los pedazos

de un pensamiento sin luz…

 

y si da igual ser farol

de la quimera de un lujo

mal pagado,

acaso nada precise tu regazo,

pero estoy vivo

y no muere el corazón…


la pasión de un croto

 

para cuando vuelvan los gorriones

toda tu ferocidad ya se habrá ido

y dormirá por las ramas de mis brazos

como lunares sencillos de hojas nuevas…

 

y la liturgia de un beso, un beso apenas,

arrancará la sonrisa de la brisa

que se desprende del cuerpo, como arena,

polvo de la realidad de mil sentidos

remitidos a la urgencia de las venas,

como la necesidad,

como un suspiro…

 

la idea,

cuando vuelvan los gorriones,

será tierra,

aferrada a la pasión de la locura…

y será bella,

o al menos será un lugar

para creerte…


cunitas robadas

 

con los días,

con las noches,

cada vestigio de luz,

cada susurro,

vuelve a encender la memoria…

 

grita tierra…

no como el pobre infeliz que andaba lejos,

sino como el empellón de la belleza…

 

la línea flaca de un pájaro en la niebla,

la flecha exacta del hambre contra el pecho,

el amor de despertar,

la piel del fuego marcando lozas…

 

con los días,

con las noches,

con las horas,

como música del alma,

como boca del deseo,

como poema en el barro

estremeciendo al silencio que te nombra

entre los hijos perdidos

y las cunitas robadas,

y las pesadillas sordas…

 

huele a siembra y mala sangre,

yuyo dulce, luna hermosa…

quien te ama no se duerme,

quien te duerme no se enloza

con los días,

con las noches,

con las horas,

ni con el perdón de nadie…


animal de tango

 

no me acostumbro al silencio de las canciones dormidas…

luna gruesa de suspiros que se atoran en la jaula

como un manojo de hojas sobre las alcantarillas…

 

paso fuego, quemo el faso, miro al cielo…

sangra orilla en la emoción…

no hay más que esto, un desgarro

abrazado a la neblina de tus ojos

que lloran sobre las vías, marcando

esas lunas que me faltan en Pompeya…

 

animalito enjaulado en la belleza

de un par de piernas muy largas…

cruza el tango la ilusión

y rompe el tul del aliento en un suspiro…

 

de nuevo huelo el perfume de la lluvia

en el rimel desteñido de tus ojos

que ríen sobre los techos…

van, se orillan sobre el cuento del amor,

sangran la lluvia sobre las ramas que tiemblan…

 

todo el cielo quema el fardo de la sombra

que se acurruca a tu pecho y… huele a gloria…

 

de nuevo siento el perfume de la lluvia…

 

no me acostumbro a la luna,

ni a la sombra…


el último padrenuestro

 

residuos de la tormenta bajan al barrio,

el último latigazo cortó la calle,

y se venía golpeando todas las puertas

llamando a lunas sin piel y a descamisados…

 

bien digo, lunas sin piel y los guerrileros,

ni mucho menos adiós le sobró al diablo…

ya se sabía que el pueblo no da riquezas

vendiendo azúcar de hiel en los escenarios…

 

matando la rebeldía de los obreros

y el único padrenuestro del proletario,

se mata también la fe del amor adentro,

que va ladrando en las glosas y en los andamios...

 

como si fuera verdad morir de viejo

en una cuna de odio y yuyo amargo…

 

por eso cantan los pibes, por eso quiero,

besar la luna plomiza de los bañados…

como si fuera real morir de viejo

vistiendo la realidad en dos harapos…

 

purgando la membresía de los idiotas

y el último latigazo de los otarios,

se mata también la fobia de los que matan,

de los que cubren los pozos con piedra y barro…

 

como si fuera verdad morir de viejo

en una cuna de odio y yuyo amargo…

residuos de la tormenta buscan besos

que el último padrenuestro hundió en los labios…


lo mismo que una libélula

 

pinta el viajero

una parada de cuervos,

una esquina

y otra esquina con jazmines…

 

pasa el tiempo…

traza el fuego,

entrecortado de aliento,

otra esquina,

y una urgencia de violines…

 

canta el día,

se levanta la cintura de la fragua,

pega el alma contra el yunque…

ladra un perro…

 

igual se llueve en el docke…

y una palabra de amor

siempre es poesía,

aunque nos maten al dios,

aunque nos quemen las manos

sin vergüenza…

 

pasa el beso,

canta el día,

traza el fuego

lo mismo que una libélula…

 

o un gesto,

empobrecido de adiós,

enaltecido de sangre

entre las tumbas…

queriendo

lo mismo que la verdad,

queriendo un hijo,

una cama,

un vaso de agua

donde se envicia el dolor

y el miedo canta…

 

y canta el día

como la flor en la rama,

como el viento,

como el alma,

como nunca…

 

y una palabra de amor

siempre es poesía

en los vivos

y en los muertos…

 

 


 

 

arrastraría los morros por tu boca

su fuera barro…

idolatría de amor?... tal vez…

no importa…

 

me pegaría a tus ojos si pudiera,

si la mañana no entrara como un frío

por la enredadera dulce de las venas

que trepa por las paredes mojadas

sin olvidar sus raíces en la tierra…

 

arrastraría los labios por tu boca

si no me fuera volver a oler los cardos

igual que las madreselvas…


el yunque del alquimista

 

me fija el cuero a la ropa,

me empluma el pecho de sapos…

apunta viejas vidalas contra el alma,

canta a veces,

luego duele…

 

te extraño…

la ingenuidad de querer los ojos buenos,

dos lagrimitas de miel,

dos piedras de oro,

puede volverme a llorar lo que lloraba

cuando empezaba a creer el polvo apenas,

como si fuera la siembra y el regreso,

como si cada conjuro fuera un juego

que mata a ratos

y a ratos duele en la cama,

quemando leña…

 

pero son huesos,

la delicada herrería de un poema,

la interminable locura del misterio

que ni sabe por qué sí,

o porqué es oro

sin dios

en un suspiro fecundo

que se queda

llenando de aire el infierno

más profundo…

 

apenas tengo

las lágrimas de un rosal

y un mar de orujos

que no dan flores,

ni lágrimas,

ni sueños…


 

 

cenizas…

y apenas voy dormido

por la cintura del fuego…

 

es brisa… se huele

lo mismo que una ilusión,

apenas sueño

que me desclava las vigas

del silencio

con una dulce canción

que me acaricia despacio

y sin remedio

en la locura del alma

que se aviva

como ceniza en el viento…


las dulces moras de octubre

 

las dulces brisas de octubre

le prenden fuego a tu pelo

y sueltan con tus enaguas

la trampa de tu perfume…

 

de poco sirve el consuelo,

las dulces brisas del alma

no dejan piel sin su lumbre

entre las manos y el suelo…

 

arriba el cielo nos llama

como ensillando la histeria

en una cuna de amores

que saben más de la cuenta…

 

ensucia el viento mis ojos,

como entibiando la niebla

en una noche sin tregua

que no precisa despojos…

 

las dulces moras de octubre

le mojan sangre a tus labios

y dejan como plegarias

un verso rojo que tuve…

 

de nada sirve un poema,

las dulces flores del pecho

desgarran cada palabra

entre la piel y la tierra…

 

arriba el fuego nos calma

como besando la historia

en una trapa de flores

que huelen tan sólo a guerra…

 

ensucia el viento mis ojos,

como entibiando tristezas

en una noche sin tregua

que va muriendo de a poco…

otra canción para callar

 

si rompí la voz

del desengaño que robó

tus tibios besos

en un turbión de insensatez

no más que ingenuo,

perdiendo el paño de la vida

y el dolor…

 

si besé tu luz

en el espejo de morir

después de viejo,

con un despojo de razón,

no más que un loco

perdiendo el paso en otro vaso

y el rubor…

 

si después sentí

toda la lluvia en la nariz

y tu perfume

como la arruga de la historia…

y nunca tuve

otra canción para callar,

para mentir…

 

si no sé seguir

como un gorrión puede seguir

o lo presume

sobre lo inculto de la idea…

y nunca pude,

nunca,

saber sobrevivir

para morir…

 

si doblé la luz

de la ceguera que perdió

dos ojos buenos

en un renglón de estupidez,

ni más que un verso,

ladrando el llanto de la lluvia

y el amor…

 

si soñé tu voz

en la sordera del cantor

que canta rengo

con el ahogo de la flor,

no más que un muerto

gritando el alma en la garganta

y el furor…

 

si después sentí

toda la lluvia en la nariz

y tu perfume

como la arruga de la historia…

y nunca tuve

otra canción para callar,

para mentir…

 

si no sé seguir

como un gorrión puede seguir

o lo presume

sobre lo inculto de la idea…

y nunca pude,

nunca,

saber sobrevivir

para morir…


con la cruz al sur

 

a simple vista

las calles se van perdiendo

y el tiempo se va durmiendo…

 

atrás, la vías,

llevan vagones de carga

armados de hierro y luna

como peones que bajan

hasta la niebla

para alzar bolsas del río…

 

piedra y lluvia…

parte el alma,

el cuero aguanta,

y a simple vista las calles

se van haciendo mañanas…

 

hay un pozo de secretos

donde arrumbé la mirada…

 

es una noche sin grillos…

sólo raspa la ternura

como una bruja infinita…

y a simple vista es el viento…

 

y a pocas calles de casa

el tiempo

se va durmiendo sin nanas…


 

 

pienso en la vida del Che,

en la mirada de Evita,

en las palabras de Néstor…

 

huelo su muerte en la tierra que camino

y en el beso de mis hijos,

en sus ropas con fantasmas,

en tus flecos…

 

madrecitas de la siembra mal querida,

hay lunas, como hay un dios,

que miran todo…

 

en cada hueco de vida hay un espejo

que no muestra las reliquias,

apenas la claridad de la mirada,

a veces sola,

a veces tierna,

a veces loca…

 

pienso en los ojos del Che,

y amo tus ojos

igual que amo a la tierra…


hojas

 

pensamientos insensatos van desnudos por el patio,

corazones, serafines, bichos, vidrios de punta, jazmines,

y algunos versos de amor,

y algunos son el amor sin más milagro…

 

el pensamiento del viejo, por ejemplo, entre destajos,

increpándole alma a dios, saboreando otra derrota,

de esas que marcan el lomo y te lustran la sonrisa,

de esas derrotas de barrio que no se entrega a morirse,

pero se muere despacio…

 

se oye el viento… sangra el parto de una nube,

cae el cielo como lágrimas de barro,

subo al puente y no soy pájaro…

 

me quedo mirando lejos,

pensando en la lealtad de los harapos,

en los zarpazos del tiempo y los gorriones de paso

que todavía son libres…

 

pensamientos insensatos van desnudos por el patio,

corazones, serafines, bichos, vidrios de punta, jazmines,

y algunos versos de amor,

y algunos son el amor sin más milagro,

pensando en vos,

temblándome entre las manos…


dulceando al tiempo

 

me reparto entre dos manos…:

una precisa el olvido,

la otra marca los pasos…

 

huele a viejo la verdad,

inmunda luna de miel

en la vereda, dulceando,

dueña de la soledad…

 

me doy de a ratos al viento,

pero me quedo dormido

entre tus piernas,

acurrucado en las horas de la espera

que no conoce destinos, ni finales…

tan sólo arropa racimos

que se sangran

besando al tiempo…

 

y si vuelvo,

a la poesía, al amor,

a los milagros…

si vuelvo a la realidad

de una bandada

no será cosa de andar,

sino tu vuelo,

que envejece en la verdad

buscando estrellas

con la misma levedad de la mirada

que apenas sueña,

entre tus piernas, durmiendo,

como las horas de espera,

como racimos que sangran…


por las cornisas

 

masca alquitrán,

pierde el sentido del beso…

muerde el beso…

 

sube música a una flor,

roza en sus labios los pétalos,

los come…

 

lastra el cuerpo a una emoción,

y tiembla tango en los huesos…

 

es princesa,

aunque parece un malvón,

carita sucia de amor,

cordón de ausencias…

 

el río

sigue oliendo a soledad,

como mi cama,

y las cornisas del barrio…

 

estremecido,

el mendigo masca barro,

pierde el sentido el beso

y se hace tango

en los huesos…

 

sólo el rastro

para acompañar la noche

hasta tu puerta…

 

luna abierta,

princesita,

soledad en la llovizna…

ni el río

sigue al viento esa verdad,

como mi cama

por las cornisas…


puerta de hierro

 

paños dulces,

la llovizna en la ventana…

amores dulces…

la mirada en la distancia,

tu silencio…

 

un beso, un trueno…

la caricia de las masas,

el enjambre de tu cuerpo…

miel y arañas

tejiendo telas de miel

con el silencio…

 

y las ganas

de volver a repetir

la misma llaga

pintando el mismo tapiz…:

¡somos la rabia!!!… y…

 

ya sé…

no hay más que un sueño en la piel

como bandera de escuela de frontera

o dulce paño,

o paño dulce…

 

y querer que sea cierto

donde nos duele querer,

donde los hijos son hijos,

no milagros…

 

y otro beso

viene a quererme decir

lo que no puedo,

pero me animo a sentir…:

tu vientre, un trueno…

 

si abajo duele morir

y arriba mata saber

lo que perdimos…

 

te quiero…


las borras dulces

 

cañita seca,

arde en la boca y no sé…

si tiene azúcar la tierra

y la palabra de un ángel que se duerme

mirando el cielo…

 

angelito,

luna buena…

 

a veces duele la piel,

y a veces cuesta entender

que un alma vuela…

 

angelito que se duerme en la tristeza

y se despierta en el viento,

allá… te veo,

enamorado de un canto de sirenas…

 

llevame un beso, llevame

todo el rezo

hasta donde puedas ir,

ni más me queda,

ni más me importa…

 

cañita seca,

me arde la boca y ya sé

que tiene azúcar la tierra…

 


en la mismísima luna que te abriga

 

dos palabras, tres…

lo mismo da para un sueño,

amanecerse desnudo en los bañados

o dormirse imperdonable en la tristeza…

 

la impagable juventud de tu sonrisa

me marca el pecho…

 

a veces creo que fui tanto como eso,

una flor en la pared llena de hongos,

el verdín en la pared que escribió el pueblo…

 

en la mismísima luna que te llama

clavo un verso…

dios, María, padre santo,

cementerio…

en la mismísima luna que te abriga

dejo el alma…

 

dos palabras, tres… no importa…

lo mismo da para un sueño,

amanecerse sin ropa entre tus brazos

o dormirse inalcanzable entre los muertos…


de una palabra

 

verás mi llanto y mi grillo,

los verás en la simpleza de la noche

apenas vivos,

estremecidos de herencia en un silbido lejano…

 

apenas tiempo, mi amor…

apenas viento en las manos,

desenredando miserias mal guardadas

donde se guardan los libros…

 

patria o mierda…

la poesía es un hada que pasea

por callejones inmundos…

 

pero no importa, no alcanza…

verás mi llanto y mi grillo

en la vereda desnuda de las horas…

los verás en la simpleza de la lluvia,

apenas vivos…

 

de una palabra, una luz, de una zoncera,

se nace el hijo…

como de la realidad que parte el alma

y engendra pasos, destinos…

 

apenas viento, mi amor,

apenas tiempo en las manos,

desembarrando los besos mal guardados

donde se embarran los nichos…

 

luna o tierra…

la poesía es un muerto que regresa

por callejones divinos…

 

pero se vive y se pasa…

verás mi llanto en un libro

y un grillo sobre los nichos, saltando,

con esa misma locura

que parece

la alegría de llegar

a alguna parte…

 

de niños soñamos hadas,

de grandes plantamos nidos…


peluche

 

ojitos buenos,

jazmín de octubre,

malvón del viento,

pedazos de mi coherencia…

 

tus pasos,

de dos en dos,

de ayer a siempre…

peluche…

 

tus ojos queman mi histeria

de ayer a nunca,

de dos balazos

sobre la herrumbre

y el asco…

 

ni supe

por qué la noche es mi cama,

ni por qué huele a llovizna

la mañana…

 

tus ojos,

piedritas limpias,

dolor del alma…

tus ojos

llevan mis luces

a la mañana…


de cara al cielo

 

dibuja turbia en la pared

la rebelión de un nubarrón

que se ha secado entre tus ojos…

olor a clavo y a papel

de la razón que no escribió

y se hace carta en los despojos…

 

malgasta el viento su piolín

en una casa o un chapón,

como en la cresta de tus hombros…

de cara al cielo se blanqueó

el despilfarro de un amor

que se hace labia entre los otros…

 

y avisa el cuerpo la salud

que traga borras de la fe

desmantelada entre responsos…

cayó la luna entre tus pies,

y el paredón, y el almacén,

ya no están vivos ni en tus ojos…

 

del claro al pálido cincel

que hunde huellas en la piel

mimetizada entre distancias

cantó la lluvia hasta correr

y el tatadiós, y el dimequién

ya no harán ruido ni en los toldos…

 

madruga lenta en la quietud

de la pasión, de una pasión,

que no se aquieta en sus renuncias,

un sol clavado en la pared,

la rebelión de un nubarrón

que se hace llama en los destrozos…

 

maldigo al vino que tragué

en la pasión del corazón

emborrachado de tus besos…

de cara al cielo lo soñé

y descarnado de un no sé

se me hizo vino entre los morros…

 

y avisa el cuerpo la salud

que traga borras de la fe

desmantelada entre responsos…

cayó la luna entre tus pies,

y el paredón, y el almacén,

ya no están vivos ni en tus ojos…

 

del claro al pálido cincel

que hunde huellas en la piel

mimetizada entre distancias

cantó la lluvia hasta correr

y el tatadiós, y el dimequién

ya no harán ruido ni en los toldos…


de costado

 

barrió mis ojos de paso,

como el viento,

como un sueño de costado en la vereda

o la mano de una niña en la ventana empañada…

 

voló… y el tiempo, despacio,

cerró las bocas del hambre en un suspiro

solamente para olerla…

 

cuando puedo

saco los moros del suelo y busco aire

como puedo… y cuando alcanza

respiro el vuelo final de la belleza,

ese que me quema el pecho…

 

compañera,

piel de música en las muecas

de mis huesos…

mojó tus ojos la lluvia,

como el barro,

como el beso en un costado de la cama

o el zarpazo de la luna en tu vestido mojado…

 

tembló… y el cuerpo, cansado,

abrió la boca con hambre en un suspiro.,

solamente para hablarte…

 

cuando puedo

saco los moros del suelo y busco aire

como puedo… y cuando alcanza

respiro el vuelo liviano de tu blusa,

ese que me ablanda el cuerpo…

 

compañera,

piel de lágrima en la boca

y en los huesos…

tocó tus labios la lluvia,

como el barro,

como un croto en un costado de las vías

o el zarpazo de la vida en tu vestido mojado…


hablar de vos

 

simple,

como harina entre los dedos,

como el beso de los hijos,

como morirse de viejo…

como las plantas del patio,

como la suma del resto,

uno y uno, y uno y…

 

simple,

como vasija de barro,

como barro, como llama,

como arcilla, como fuego…

como las ganas del hambre,

como las flores del campo,

una y una, y una y…

 

simple,

como amar, como ser tiernos…

como querer olvidar

o recordar hasta el nombre

cuando nos desnuda un sueño…

 

como la harina,

como la arcilla en un beso,

así de simple es un verso,

como querer caminar

o estarse quieto…


añil

 

con los callos de un rosal

que prendió junto a una cruz,

y el zarpazo de la vida en las entrañas,

medio loco de morir

en el juego de caer

con el último rocío en la solapa…

 

con las manos en la luz

y el espanto en la nariz,

que a destajo levantó la piel del diario,

medio tuerto de llorar,

medio en curda de tragar,

la resaca de un anís con gusto a flor…

 

y si después, pobre dios,

puso la estrella en los vitrales de una iglesia…

andá a saber quién murió,

con el amor, con el añil, con el dolor!....

 

después me fui, y tu canción,

mudó de versos en las bocas de tormenta,

andá a querer darle voz

con el sabor, con el jazmín, con la tristeza…

 

pocos rezos y un ajuar…

qué sé yo dónde al final

dio un portazo la sonrisa hablando nada…

cara sucia de llorar,

en las lluvias de querer,

por el último racimo en la mañana…

 

con los labios en la hiel

y el alcohol en el dulzor

que al soñar desamparó la fe del hueso,

casi cuerdo de mirar,

medio loco de trepar

por la luna de un país que espera al sol…

 

y si después, dulce amor,

cruzó la esquina en los finales de una historia…

andá a saber quién sangró,

con el perdón, con el añil, con el dolor!...

 

después me fui, y tu canción,

mudó de vientos en las calles de Pompeya,

andá a querer darle voz

con el jazmín, con el sabor, con la belleza…

 


canción de la lluvia

 

color de calles que cantan,

aunque con silencio a veces…

 

largas tardes,

rumor de luces que cruzan,

aunque sin el viento a veces…

 

dulces noches,

sabor a boca de frutas,

aunque con lágrimas tristes…

 

linda lluvia…

las distancias

lavan los ojos de siempre…

 

(…)

canción de calles pintadas,

sólo pinta el pueblo… siempre…

 

tardes vagas,

punzón de sueños que hablan,

como canta el pueblo… siempre…

 

noches blandas…

dolor de fruta en la boca

como duele un beso blando…

 

linda lluvia…

la ternura

siempre vuelve al pueblo

en llanto…


danza del diablo

 

me decías que al final de los conceptos sangra el alma…

…cuando se rompe el cristal, se ven los ojos quebrados

y todo lo demás se ve como se siente…

la luna del lagrimal y la risa del diablo…

 

apenas pude entender un par de pasos sin rumbo…

lo demás es idiotez o pura historia,

pedazos de la intuición que se hizo cúmulo,

barro…

 

decime un beso,

contame el cuento de nuevo, compañera…

porque al final de los sueños baila el alma

con la risa del horrible y la ternura de un niño

en el mismo desconsuelo…

 

y para entonces te vi,

ya te juré mi razón, mi rebeldía y mi amor,

y hasta el secreto que duerme mi locura

como una partitura del deseo…

 

sin embargo, pasa el tiempo

como un liviano aleteo en la mirada

que va barriendo misterios…

 

decime un beso, decime,

contame el cuento de nuevo, compañera,

porque al final de los sueños baila el alma

esperando que sea cierto…


tu sueño de un poema en el oído

(el sueño de un diecisiete de octubre)

 

 

deslizo en el pincel la dulce casa,

manojos de un antojo de poemas

que vienen a rezar junto a la puerta…

…la ruda no secó, ni se hizo grasa…

 

recuerdo en el olor del patio dulce,

la luna desgajando las macetas…

un grillo en el zaguán rimando apenas

el sueño de un diecisiete de octubre…

 

de noche y a escondidas muerdo el velo

de un rastro enamorado de la urgencia…

(ya nunca, nunca más, junto a la puerta,

descuido la ironía del silencio)…

 

rendido y de rodillas nunca anduve,

ni a paso demorado por el miedo…

ni nunca, nunca, amor, rumbo a la quema,

olvido la hermosura de ese sueño…

 

(…)

y pinto sin pincel tu boca mansa,

pimpollo de un tesoro de poemas

que vienen a temblar como acuarelas…

…la vida no quebró, ni se hizo flaca…

 

y pinto en la pasión, de nuevo pinto,

el grito desahogando la tristeza…

te pido en la canción que canto apenas

tu sueño de un poema en el oído…

 

de noche y a escondidas muerdo el lazo

de un viento, un arañazo, de un secreto,

ya nunca, nunca más, junto a la versos,

descuido la ternura del desgarro…

 

rendido y de rodillas nunca anduve,

ni a paso demorado por el tiempo…

me corren, siempre, amor, rumbo a la puerta,

tu paso, la locura y ese sueño…


 

guerras y perdones

 

tengo raspones para entender las caricias

en todas partes del cuerpo,

y bendiciones del tiempo para hablar con la ternura

hasta en las manos heladas…

 

de vos a mí,

del duelo absurdo de una cama hasta las venas,

del oficio a la razón y de la greda al poema,

tengo guerras y perdones que se siembran

en todas partes del cuerpo

y hasta con manos cerradas

que sienten dentro del alma dos capullos sin corteza,

y el dolor de una mordaza de indigencia

que calla al amanecer,

calla al morirse la tarde,

y por la noche se duerme,

y al amanecer calla de nuevo,

pues nunca alcanza escribir mayor poema

que el látigo de tu vuelo…


encanto de la luna y el diablo

 

tiene mucho de quererte

este susurro…

deslizo a tientas los dedos por las hojas,

temblando la boca, lento,

como un tango resbalando en terciopelo,

un perro ciego, oliendo nomás la noche

en un vestido lágrimas y voces

que tiene mucho del viento…

 

y este encanto

tiene tanto de quererte…

 

atizo rápido el gesto de la muerte por mi espalda

como si fuera tu mano,

como si fuera a escurrirme entre tus brazos

hasta quemar sangre y leña,

hasta los huesos,

en una forma segura de quedarme

donde todo es polvo y rastro,

como el barro,

que tiene tanto de cielo…

 

y este pulso

tiene tanto de quererte…

este susurro,

este encanto de la luna y el diablo,

este poema de amor

atravesado de vigas y satines,

que se planta como yuyo entre los pasos

pero salta por los techos

sin buscar más que un susurro,

tu susurro, este encanto,

que tiene tanto de bello…


dos bueyes

 

ni hablar de pan,

ni de razón en la piel,

ni de querer o morir,

ni de tristeza...

 

dos palabras, como un dios,

como un poema de amor,

dos solas perlas,

dos cuentas solas…:

te quiero…

todo lo demás es verso…


donde cantan las sirenas

 

que Onetti venga a explicar la sudestada,
sé que la tiene en los dedos…

como el negro del farol,

o los bichos dando vueltas al farol…

 

renglón de infierno,

el que no quiere escribir la luz del día…

 

que Borges venga a explicar la rebeldía

mientras el Ché besa en Cuba

y se repite en Bolivia…

 

y Onetti le escribe cartas a la historia

en una calle infeliz de la memoria

entre Colonia y el río,

y explica la sudestada

donde cantan las sirenas

sin olvido…


la mesa de los pobres

 

de hilo grueso,

esa lana de tu ropa,

linda trova pa’ empezar la primavera…

de hilo grueso y… linda trova,

el perfume de llorar la luna quieta

entre tus ojos de bruja…

 

tiembla inquieta la derrota

donde las manos se duelen,

compañera,

donde duele

el espejismo del pan

con la mirada del pobre y…

 

primavera…

de hilo grueso y de bailar

con la belleza

junto al fuego y la verdad,

que no se queja,

pero no paga el entierro…

 

de otros versos cuento el viento

como pasos en la tierra

mientras sigo

el olor de la verdad

que no se queja,

ni menos paga el silencio...

 

de hilo grueso,

compañera,

tu deseo,

que rompe males del alma

hasta en las venas…

riendo donde se duele

el espejismo del pan,

la primavera…


flores de casa

 

murmullos bajo la almohada…

un dios me explica la fe,

un perro me lame el alma enamorada

y un mal sueño me despierta sin consuelo

llorando el mismo dulzor que trae el alba…

 

hasta el viento huele el vaho de las tumbas…

una madrecita hermosa,

encantada de recuerdos,

lleva flores como cartas sin respuesta…

flores de casa que no terminan el vuelo

en su mortaja de estrellas y…

 

te quiero, sí… tus manos…

tu blusa, sí, tus enaguas,

y esa tierrita en tu vientre,

como aura que entiende al hambre

y que no entiende la muerte…

 

un perro me ladra adentro del alma

como queriendo romper los mil espejos del tiempo…

 

luna vieja y enredada entre los palos del puente,

donde se duermen las brujas y las penas,

la piel sin vuelto de feria,

la sonrisa…

tu sonrisa en la mañana…

 

luna vieja, compañera de mi alma

que se enciende en los aullidos de la quema

soñando un cielo oxidado…

tal vez pueda desenredarte el cabello,

aunque no creo…

la niebla es lana de vidrio en estos días

y el pueblo llama a Perón,

pero los ojos se duermen en la espera…

 

algunos dirán que el viejo está borracho,

otros vaciarán el vaso de un suspiro…

 

murmullos bajo la almohada…

un dios me explica la fe,

y un perro me lame el alma enamorada,

mientras los cuervos caminan por el pueblo

como hadas…


 

 

salto, runfla, paredón…

después un tango,

un mojón en tu vestido

pa’ que no pierda el amor,

pa’ que no muera

ni muy lejos, ni muy joven,

ni muy triste…

ni muy viejo…

 

en el color de la noche

todo es dulce…

hasta la hiel del dolor

que duele dulce

como un beso desgarrado

que se queda lagrimeando

en las mejillas…

 

me pierdo,

pero siempre vuelvo a casa,

como el eco,

como el curda, como el viento

que no olvida

ni se escapa…


eternamente

 

tu luz marrón…

esos ojos que no duermen ni se queman,

esos que alumbran lo cierto…

 

se está quemando mi vela,

pero la noche ilumina…

será que dios en tus manos,

será que dios…

aunque sabés,

poco creo en esos santos…

 

salvo que sean tus manos,

salvo que besen la tierra

con su sangre,

como las flores que se abren,

como los ríos que corren,

como tus manos…

 

entonces tal vez, no sé,

tal vez lo crea…

 

contame un cuento, mamá,

que ya estoy viejo

y todavía no duermo…


en la tersura del viento

 

se quemaron los arpegios de la noche,

subieron brasas al cielo, como bichos,

carbones sin renegar de las estrellas,

ni esquivarle los renglones al silencio…

 

ni una mirada me dio la luna boba

mimoseando con la angustia de las bestias

acá abajo, donde las pisadas cuelgan

como cruz sin remendón que arrastra el cuerpo…

 

y en la penumbra te vi, bailando lejos,

bruja loca, cascabel del rastro enfermo

que resuena en los confines de mi pecho

como campana de agua,

como llovizna en los techos,

sin cordura,

ni una mínima razón para tenerla…

bailando en la soledad

y en la tersura del viento…


para escribir tu canción

 

para escribir tu canción no tengo flores,

ni el paradero de un verso que comprenda

cuánto pesan las sonrisas en la sombra,

sino cuánto, cuánto llevan…

 

para escribir tu canción no tengo rastros,

ni el escondrijo de un viento que revele

cómo nace la conciencia de lo puro,

sino cómo, cómo vuela…

 

para escribir tu canción no tengo arrullos,

ni avemarías rebeldes,

ni disculpas por la urgencia…

sólo una cuántas monedas que se gastan,

monedas de chocolate…

sólo unas cuántas palabras que se mezclan

buscando un poco de vos en mi ignorancia,

y rebuscando en las calles, las paredes…

volveremos… una y otra vez… seremos

los que no bajan la frente…

 

para escribir tu canción no tengo casa,

ni el hervidero de un cuento que refute

cuánto duelen las distancias en las manos,

sólo cuánto, cuán pesan…

 

para escribir tu canción no hay atajos,

ni el hermoseo de un trueno que me silbe

cómo narra la sentencia de lo bello,

sólo cómo, cómo vuela…

 

para escribir tu canción no tengo arados,

ni ángel de lluvia, ni bueyes,

ni cultura por la idea…

sólo unas cuantas monedas que se pierden,

monedas que paga nadie…

sólo unas cuentas impagas que se llevan

gastando un poco de más por lo imperfecto

y reclamando en los ojos, en las manos…

volveremos… una y otra vez, querida,

como los amores buenos…


memorias de un descamisado

 

rengueando sin querer,

midiendo la vejez

atrás del humo de un cigarro

marrón…

la lluvia en la nariz,

el barro del hollín

atravesando como un cardo

la voz…

 

peleando sin poder,

perdiendo por querer,

alguna vez como llorando

simplón…

la chapa era la luz,

la luna del trasluz,

atravesada como un duelo

si vos…

 

contando otra ilusión,

se matan mil, se lleva un dios,

hasta la excusa de negar lo que fue

la fragua del amor,

golpeando miel, sobando miel,

en una esquina sin renuncia, ni adiós…

 

callando otra emoción,

y treinta mil, y más que un dios,

hasta la espina que sostiene la fe,

se paga sin saber

lo mismo ayer que la pensión,

en una espera que renuncia al amor…

 

me llamo tu color,

me pinta tu niñez

me sobran sombras que sacuden

la piel…

la lluvia en el olor,

el barro del verdín

amanerado como un bicho

sin sol…

 

llamando sin llamar,

queriendo por querer,

alguna vez como tirando

de mí…

rengueando sin saber,

midiendo la vejez

atrás del humo de un cigarro

sin fin…

 

contando otra ilusión,

se matan mil, se lleva un dios,

hasta la excusa de negar lo que fue…

se vive con amor,

mascando miel, dragando miel,

en una esquina sin renuncia ni adiós…

 

callando otra emoción,

y treinta mil, y más que un dios,

hasta la espina que sostiene la fe,

se paga sin poder

lo mismo ayer que la pensión,

en una espera que no pide perdón…


una paloma perdida

 

viene tormenta…

aunque tal vez sólo sea una mirada perdida,

un sortilegio de monjas en cuaresma,

una mujer dando a luz,

o una paloma encantada…

 

dulce tierra, mi dulce tierra, mis llagas…

el borrador de mi muerte no tiene una sola tacha,

huele a tu aliento,

carga fardos y bandadas…  el mismo vagón de carga

que se aleja por Pompeya…

 

chillan bueyes…

duele el pecho, tira el alma…

 

cuando lloro

(y a veces lloro en la muerte y en la vida),

tu mano roza mi frente como un verso

que me explica mil destinos

sin saberlos...

y me duerme en la neblina…

 

dulce tierra, mi dulce amor, luna encinta…

me duele hasta tu sonrisa en la rivera

amamantando a los negros de los charcos

con esa miel de quimeras ancestrales,

las que me endulzan la boca cuando lloro

y me inundan el cansancio cuando un ángel

sale a remendar las vías…

 

viene tormenta…

aunque tal vez sólo sea una proclama,

un sortilegio de monjas en cuaresma,

una mujer dando a luz,

o una paloma perdida…


aullidos

 

rocío chico,

garúa en tus manos,

jazmines en tu vestido…

 

un carro de horas,

horma del fieltro

mojado…

 

rocío pesado,

jirones de tu vestido,

tiempo en los ojos

mojados…

 

tu hijo llora,

pero llora chiquitito,

pidiendo teta,

como el perro pide luna

y la tierra pide luna

lagrimeando…

igual que un beso,

igual que un suspiro largo

en el silencio,

llamando…


dos lunas

 

y sin querer encontré

entre los diarios de ayer

dos flores secas…

y apenas pude entender

el mismo olor en la piel

y en la tristeza…

 

tan suave como rozar

entre los labios el pan

y la locura…

tan duro como forzar

el mismo beso en la paz

y en la bravura…

 

pues sin querer encontré

entre las manos de ayer

dos lunas muertas…

y apenas pude querer

el mismo sueño en la piel

y en la pobreza…

 

tan tierno como morder

entre los labios el bien

y la tortura…

tan simple como beber

el mismo beso en la hiel

y en la ternura…


Requiescat in pace

 

de a poquito voy, mi reina,

de a poquito, desnudando,

lo que queda,

entre rescoldos de tripas

y cimbronazos de carne renegrida

que apenas viste este traje…

 

lustra el lomo la belleza de la luna,

lustra el cuero que desnuda

de a poquito lo que queda

por entregarle al destino,

como una copa de vino

que va saciando las penas

sin olvido, sin camorra,

sólo el vicio de la sangre…

 

y mi linaje me impide

decir adiós sin un llanto,

por eso escribo estos cardos

entre florcitas de versos

que van robando el perfume

a los dolores del alma

escritos como un descarne

para labios de los muertos

y lunas de los amantes…

 

tanto quiero y tanto puedo…

 

de a poquito voy, mi reina,

a zarpazos, a saltitos,

a poemas…


para la que pinta lunas

 

un renglón,

otra mañana, otra carta…

 

a veces vuelo,

a veces escribo y vuelo…

 

a veces canta tu calma

en los murmullos del día…

 

a veces canta tu calma

desperdiciando un revuelo

de palomas,

como si fuera tan clara la palabra…

 

entonces quiero,

y un renglón, una mañana,

otra carta,

se le atreven a tu pelo,

y…

 

dios me lleve,

porque hasta el diablo se pierde

en la belleza

de tanta lluvia

y tanta miel en la hambruna

de la sangre

que apenas sabe subirse

a un renglón, a otra mañana,

a tu blusa…

 

un farol,

otra llamada…

la lluvia…

 

y tu vestido de novia

bailando con el silencio…


el mismo olor a flores

 

recuerdo en el café la paz de un viejo,

sentado bajo el cuadro de Gardel,

pitando sin final, como en un cuento,

husmeando en el tabaco su otra piel…

 

recuerdo en el café la luz de un foco,

clavada bajo un arco de luthier,

limando sin perdón, como el silencio,

un tango en el sobaco de otra hiel…

 

despacio, corazón, no me hagas caso,

la noche y el carmín huelen a flor,

y en un perdón de miel,

como en la extremaunción,

escriben los demonios del amor…

 

despacio, corazón, no me hagas esto,

la lluvia y el dolor tienen su nombre,

la misma poesía,

el mismo olor a flores,

que marcan el camino noche a noche…

 

remiendo en el papel un verso ajado,

la prosa sin sentido de querer,

mordiendo sin morder, como esos perros,

ladrando en la terraza su alma fiel…

 

remiendo en el papel un mal presagio,

la luna desatando su corsé,

sabiendo sin saber, como esas brujas,

qué tanto en la miseria se hace bien…

 

despacio, corazón, no me hagas caso,

la noche y el carmín huelen a flor,

y en un perdón de miel,

como en la extremaunción,

escriben los demonios del amor…

 

despacio, corazón, no me hagas esto,

la lluvia y el dolor tienen su nombre,

la misma poesía,

el mismo olor a flores,

que marcan el camino de regreso…


ni algunas gotas de lluvia

 

no se los lleva la lluvia…

 

el mal de ojos,

el desagrado de un curda,

el beso del anarquista,

el paso en falso,

el susurro…

el sueño roto…

 

ni los descuidos del alma…

 

no se los lleva la lluvia

a los hermanos,

a las mujeres vendidas,

a los cachorros robados,

ni a las flores,

ni a los zurdos,

ni a los versos del poeta…

 

no se los lleva la lluvia,

ni el mal olvido los lleva…

 

todos quedan en las manos,

en los ojos,

en el vientre de una niña,

en el hambre de los otros…

 

y todos somos los otros,

y lo demás es la muerte

que ni la vida se lleva,

ni algunas gotas de lluvia…

 


entre los fierros del puente

 

un lugar,

amiga mía, un discurso,

un tajo en el lagrimal,

la voz de Eva…

 

un lunar,

amada mía, un desgarro,

un pozo en la soledad,

la piel con greda…

 

los años…

sabés, las calles,

el engaño de la luna,

el sol de pie,

la muerte cerca…

 

querida,

amiga mía… los pasos,

descarrilando en el puente,

como un curda

nace y muere en Puente Alsina,

aunque los años…

 

sabés… amada mía,

el ensamble de tu blusa

en la cornisa,

el descarne del dolor

en los andamios,

y no poder caminar

y aún hacerlo…

 

un lugar,

amiga mía, un discurso,

un tajo en el lagrimal,

la voz de Eva…

 

el encanto de estar vivo

y el espanto de entender

que el cielo corta la piel

sin dar milagros,

ni alivios…

 


Pompeya’s dream

(pa’ la gilada concheta)

 

de cara al puente,

los mismos ojos de siempre,

ojos lejanos

abovedando el regreso de los pájaros

y el viento

en el perfil infinito de una sombra

cosida al vientre,

sin hilo y sin remendón,

sólo agarrada del vientre de un deseo

como el silencio amoroso

colgado de las sirenas…

 

te veo…

vestida de amor y niebla por los bajos,

por los andamios del docke, susurrando

los mismos versos de siempre…

 

tu recuerdo

pesa más que el alambique de la luna

calentando yuyo y piedras

como sopa, como beso, como trazo

que destila ese licor de la nostalgia…

 

…es sangre pura,

costuras de tajo y brazo,

seda flaca y arrugada en las enaguas,

sangre oscura

y mal aliento de dios, y…

 

no recuerdo…

perdón, ese beso amargo,

ese desgarro… perdón,

el beso amargo

que desbarranca un sabor como de tierra

y duerme el labio… lo duerme

vestido de baba y guerra

al pie del puerto

llorando…

llorando…


cartas mojadas

 

luz… y apenas vos,

la dulce luz de tanta miel

anochecida en las manos

como una estrella maldita…

 

y tan después

sobre el dolor de los pies,

siguiendo al sol, ni tanto a vos…

 

qué dulce fe,

y apenas luz en la piel

donde la luna,

donde la lluvia en la calle

y en las vías,

alejando la estación,

como una estrella

de la madrugada azul

que no persigna en sus santos

ni en su huida…

 

despecho,

aunque callado en las manos,

como agua…

crudeza,

ardiendo en la realidad

como los ojos…

 

te quiero…

de nuevo luz,

y la calle es una sombra

que señala…

 

tu cuerpo…

y tan después

el perfume de tu cuerpo

sacudiendo la idiotez de la nostalgia

en unos cuadernos viejos…

 


los dulces poemas

 

en dos orillas…

Montevideo y la piel

buscando arcillas…

 

(perfumes del río aquel)…

de más nombrarte

entre la arruga y la cal…

 

pensión de historias,

el tango

amanecido en la voz,

como un ahogo de pájaros…

 

y luego…

 

luego no sé,

tu confesión de un amor,

el peronismo en mi piel,

y esos silencios

que roban la luz del alba…

 

carita linda, desgracia,

…cuánto viento!...

adormeciste el papel en tus mejillas

y sólo tengo un poema

que no es bueno,

ni se arrima a ser lo bueno,

pero se anima a nombrarte

sin parodias,

ni testigos…

 

sólo el río

y la dulzura del aire…

 

en dos costillas…

San Telmo y la piel…

te extraño…

 

(perfumes del día aquel)…

pluma de barro… querida…

…y tantos sueños

que se filtran en la niebla de los cuentos,

purgando historias de pan

que no merecen

morir entre trapos viejos…

como el tiempo que se fue

limando un verso perdido…


en el morral del cartero

 

de cara al viento, mirando…

…quizá no importe…

 

acaricia mi ensueño

el suave murmullo de…

perdón… me pega el tiempo,

el romanticismo, el cuore,

la nostalgia,

y algunas perlas sagradas…

quizá el vino,

o la tristeza,

o la esperanza…

 

ya ves,

bajo al mundo y sigo vivo,

de cara al viento, mirando…

…quizá no importe…

 

y el destino todavía tiene cartas

en el morral del cartero…


hasta tus ojos

 

con las palomas del día

y los hachazos del viento en la ventana…

caía la soledad en los canteros

dibujando enredaderas desteñidas

entre la puerta y la zanja…

 

poco ruido en las veredas…

el parloteo de un viejo con un perro,

el murmullo de las bocas de tormenta,

el griterío del barrio entre unos puesto de feria…

 

y tu alma, que me habla adentro,

con las palomas del hambre

y los hachazos del tiempo…

 

huele a mimbre la mirada…

delgada, tristona, seca,

huele a bendición sin calma

y a pimpollos desteñidos en tu falda,

esperando que se enreden por tu cuerpo

como hijos nuestros…

 

mirada que trae silencios,

capullos que encierran llamas

como una puesta de sol,

como una piedra en el río,

como el viento en la ventana…

 

y las palomas

siempre se llevan los días

hasta donde ya no importa

nada…


lo que la vida une

 

recién lo entiendo…

no es la llovizna,

es el beso…

no es el dolor,

es el hambre…

no es la distancia,

es el tiempo…

 

recién lo entiendo,

tu vientre amasando pan,

mi amor eterno,

el histrionismo de un sueño

sin coraza…

tu pecho besando el mar,

mi olor a pueblo…

 

el precio no es la verdad,

sino el destino… mañana…

 

recién lo entiendo

en los ojos de tu niño

y en el pulso de mi cuerpo…

 

no era la lluvia,

era el beso…

no era la rama,

era el nido,

era el tiempo…


sin flor

 

me quedo a pagar la cuenta…

cerrá la mesa,

te espero

donde se rompe el sedal,

donde se desangra un dedo de locura,

donde se bebe la lluvia…

igual de cierto,

lo mismo que una mentira mal guardada

entre las ropas de siempre…

 

se me mezclan la poesía y la memoria…

recuerdo que te escribí,

escribo porque estoy vivo…

…y los sueños…

 

canto truco y pago sueños,

me quedo a contar la historia

como el borracho del pueblo

que nunca se va de putas

y se enamora del alba…

 

falta y resto…

ya ni un cuatro

pa’ remendar el dolor,

pero me juego este rezo…

 

luna gruesa,

poesía de galpones olvidados…

el mismo trazo de sol que quema el cuero

cierra tus manos…

 

te quiero;

se me cruzan la memoria y la poesía

como si fueran tu cuerpo,

igual de dulce,

igual de hondo el amor,

igual de cierto…


milonguera

 

no sé tu vanidad, ni tu mentira…

no sé tus ganas de escuchar mi estupidez,

mis propias y vanas pruebas de salón,

o mis disculpas…

 

a dos pasos de la cama calla el tiempo

y hablan los ojos…

 

de aquel soberbio doblez de la mirada

no quedan ni las virutas del último parpadeo,

ni las estrellas chispeando maquillaje…

 

apenas dos gotas de agua,

y un deseo

que no explica, que no calma,

que no entrega los faroles a la niebla…

sólo se queda alumbrando la distancia

entre el abismo de un grito

y la tristeza de un rezo,

como si fuera a saltarte por el cuello

para no morirse adentro del ahogo…

 

pero… todo,

todo nunca es todo,

y nunca alcanza…

 

yo no sé tu vanidad, ni tu simpleza,

ni sé tus ganas de aguantarme la idiotez

de verte bailar liviana,

como una hoja ajena

y tan del alma…


bailando en el cementerio

 

migas de pan en las manos,

rastros tiernos de la seda que rasgamos…

las caricias, la locura, la belleza…

ni un camino pa’ volver…

 

la tristeza de morir en cada espasmo,

el horror de masticar con la ternura

la muerte de un sueño largo, que desnuda

cada infierno, cada olvido,

cada destrazo del poema en tinta oscura

que coagula como sangre

en la lisura demente de una carta…

 

borroneado el corazón,

de rojo vivo, escanciado,

como una gota de vino

en la cruz de una medalla…

 

nadie espera hasta el final de la copa…

 

luna vieja,

cubrime el pozo de tierra

que pa’ ropa tengo al viento

y pa’ volver, ni un camino,

sólo unas huellas despiertas

bailando en el cementerio…

 


dueños del cielo

 

con un susurro en la ropa de dormirme,

con un desvelo y hasta con un mal desvelo

en la desnudez inmensa de la noche,

traigo tu olor a mi piel,

bandera hermosa,

memoria de tantas vidas,

marca en la frente y… perdón…

grito de guerra…

 

sólo un suspiro atorado en la distancia

como el oxígeno flaco de la niebla

cuando el río trae lluvia y huele a flores…

 

luna en las sienes… ya ves,

grito de guerra,

como la boina del Che…

 

memoria de tantas muertes

apalabrando a los perros de las venas

que quieren volver a ser

dueños del cielo

en una noche cualquiera…


como una loca perdida (bailarina)

 

en un tazón de ginebra,

sopa hirviendo,

igual que un beso de bruja…

veo el resto de mi vida

mal contada,

igual que un tango a destiempo…

 

duele el paso,

pifia el alma,

queriendo explicar la fe con los gorriones…

 

amanezco sin saber

por dónde llegaba el sueño a la belleza…

y aún recuerdo que volabas

como pluma…

 

a dos pasos de la cama muere el tiempo,

pifia el dolor,

baila el alma,

como una loca perdida,

igual que lluvia en las chapas…


 

 

algún retrato de luz

junto a la idea mezquina del espejo…

y en la chicana del sol

la faca fría y mellada de lo inmenso…

 

de falso en cruz cayó el amor

entre los pliegues de una manta mal tendida…

sin vos,

y adormecido de vos

punteó el destajo en la guitarra que grita…

 

bendito ramo de luz,

dulce en la sombra desnuda del silencio…

y en un fantasma sin piel

la casa cruje y desanda, verso a verso…

 

mirado un tren perderse al sur

por la llovizna de una rampa desteñida…

por ser

y atormentado de ver

desde el harapo a la sentencia maldita…

 

divino trapo de flor,

suave en las manos deshechas por tu cuerpo…

y en la chicana del sol

la casa cruje y rechina, hueso a hueso…

 


treinta mil pájaros

 

la falsa seguridad de unas paredes y un techo…

igual te alcanza la muerte,

igual la vida te lleva en sus caprichos

manoseando la niñez de la barriada

en una copa de vino,

o en un vuelto mal pagado…

 

ojos finos, pasos fuertes…

mil olvidos no van a robarme el alma

aunque me cueste los dientes la mordida,

aunque me mate la rabia en su despecho

junto a las madres, los hijos y los perros… y…

 

de nuevo el pan a la mesa

y los recuerdos

acariciándole el lomo a este destino…

 

si vuelvo a querer dormir, serán tus manos

como canciones de cuna de los pájaros

en vuelo…


los hijos de un sueño

 

tierra cocida,

se te hincha el vientre y…

paloma, madrecita,

todos los versos son barro…

 

le hinco el diente a la tristeza…

puro verso…

sabe dulce la memoria de tus manos

en la melaza que excitan mis recuerdos…

 

qué hermosa melancolía… tu belleza…

qué exquisita melodía… tu suspiro…

 

donde un limón pone ácido a un gusano,

tu aliento moja las flores con pasiones

que van cociendo la tierra…

 

igual que una idea incendia a los mediocres

y besa la humanidad de los humildes…

 

que hermosa canción de amor… tu rebeldía…

que lindo gesto… la luna en tu pollera,

explicándole a la historia

que la tierra

siempre será de sus hijos…


Manzi a las doce

 

destino de gorrión,

un muro incierto…

el tango, el paredón,

Manzi a las doce y…

campanas

desmadrando misceláneas

en la esquina del buzón…

 

la cruz del tiempo, el amor…

 

(y atrás las vías…

y otras bandadas)…

 

ni un remiendo en la ilusión…

la parca husmeando el bolsillo

de otro lunfa,

el cofre de un mal dolor,

el lado oscuro en la cama,

el diario absurdo,

la salida de una fábrica vacía,

toda la vida y…

 

perdón

por estos sueños

que parecen pesadillas,

pero huelen a malvón,

son sólo eso…

la mirada en la cornisa,

tu sonrisa y una flor…


dormida sobre las cartas

 

en tu rosario tenés

hojas de seda

y virutas de canela

que nunca pierden después

del mismo rezo de amor

la misma tierra…

 

entre los diarios, ayer,

rojas las manos

y temblando de tristeza

por lo que suelen saber

del mismo cuento y al fin

la misma ciencia…

 

y recostados, los dos,

sobre las cartas de un tiempo

enamorado

del sol…

y otros rezagos de luz

que se quedaron tendidos

en los pasos

de una ilusión…

 

como fantasmas, los dos,

como abrazados a un fuego

despechado,

de amor…

y algunos rasgos de piel

se nos treparon mordidos

por los labios…

 

tu paso lento, sabés…

vuelan las hojas

y sacuden las veredas

que nunca van a perder

del mismo verso de amor

la misma guerra…

 

en un suspiro también

vuelas las hojas

y susurran las estrellas

por lo que suelen querer,

el mismo cielo, y al fin

la misma tierra…

 

y recostados, los dos,

sobre las cartas de un tiempo

enamorado

del sol…

y otros rezagos de luz

que se quedaron tendidos

en los pasos

de una ilusión…

 

como fantasmas, los dos,

como abrazados a un fuego

despechado,

de amor…

y algunos rasgos de piel

se nos treparon mordidos

por los labios…

 
 
 

Crespo 3491

 

viejo y pobre el empedrado de mi calle…

la luna, boba, desarma sus resortes como perlas,

piedritas buenas perdiéndose en las grietas,

amontonando inocencias y jazmines

en las bocas de tormenta…

sin embargo, como lo quieras mirar,

es una calle cualquiera,

desprendida en los desagües, sin reflejos,

desprevenida en el fondo de las cruces,

contra el río…

 

así se nace,

así se muere…

hijo de tal,

padre de aquel…

lo otro es cuento…

 

de mi calle y de mi casa tengo un sueño…:

despertar con la emoción de haber vivido

y dormir con la pasión

de haber nacido quemero…

 
 
 

las llaves del viento

 

nunca en la zurda, siempre en la yeta…

apenas luna en la brújula del pecho y…

otra curda, como pañuelo de dios,

viene a secarme los ojos…

 

es un sueño, corazón… es tu carita de novia,

la llovizna salpicando en la terraza,

el espejismo del alma enamorada…

 

grillo inquieto entre las plantas,

huelle a lluvia…

 

abrí la cama, señora…

todas las palabras mienten

y un poema cruza el alba

para soltar la tormenta…

 

entonces pienso,

y no me importa pensar…

abrí la cama, princesa…

 

entonces siento en los huesos la ternura,

la burguesía del cuero en la mordaza,

la rebeldía del hambre en la comedia,

la rúbrica del zaguán en la memoria

y el desconsuelo de Judas en las cruces

que saludan las palomas,

que las palabras recuerdan…

 

y en las luces,

allá, lejos de la puerta,

me anda un sueño,

perrito rengo mirando la mañana

y esperando al cerrajero de la lluvia

que nunca cierra la puerta

ni da las llaves del viento…


tus ojos solos

 

vuelve la serenidad de la nostalgia…

alguien canta en la vereda de la sombra

y duerme el viento,

beso animal que suaviza las distancias,

lastra el tiempo a ese perfume de tu cuello

y vaga… vuela… brisa inquieta,

vuela como un talismán que quiebra el alma,

colibrí picando flores sin tristeza

que, sin embargo, se lloran

en silencio…


las marcas

 

desteñidos en papeles viejos,

algunos nombres de tantos

y otras flores

que se animaron al rastro de una idea…

 

y en la ropa usada, tan usada, descosida,

a veces trapo de sol, a veces luna y bandera,

en la ropa tan gastada de llevarte,

algunas flores sangradas

y otros nombres

se me pegaron al pecho como marcas del amor,

como dibujos del alma desteñida…

 

esquivando la flojera y la partida,

con el alma traslucida en la camisa,

con la piel enamorada de las huellas,

vivo soñado y queriendo todavía,

como cuando éramos libres por ser nuestros…

esos manojos de luz,

nuestras miradas llevando los ladridos

y la fe de la jauría,

nuestros ojos, nuestras manos,

nuestros muertos,

murmurando una canción sin desengaños

desde la simple costura de los huesos

hasta los ojos en llamas…

nuestras manos, nuestros brazos, nuestra herencia,

y esos manojos de luz

llevando el tiempo…

 

en una esquina sin nombre aún late el cuerpo,

nuestro capullo, querida, que no muere,

que se abre con ternura en la tristeza

y con hambre en la locura…

gritando en la voz callada,

en la ropa usada,

en la liturgia del ángel que abre el Borda,

o las puertas de la Esma

y las mentidas cerradas…


tonteras

 

“supervivencia de guachos”, decía el viejo,

mascando un palito seco y viendo el río…

se iba la vida y… nada más se iba,

un poco porque el descanso es un engaño,

otro poco porque sí…

y el resto porque es misterio…

 

a puro vino, la noche,

amansa penas que queman

y libera infinidades de tonteras

que, quién te dice, igual vuelen

más allá de las plomadas de la historia,

acurrucando las alas temblorosas

en un zaguán sin turbiones,

sólo estrellas en la frente

y alrededor tu perfume…

 

quizá sólo sea el viento,

quizá el viejo no me habla desde entonces,

quizá imaginé tu pelo y tu vestido

como cuando nos miramos a los ojos

y nada más fue la vida…


el otro

 

de un lado y otro del viento

la ruda se quema igual,

me avisa un cuervo,

me enlabia el alma…

 

y a rastras cruza un sereno

pitando el alba…

y ni la noche se cayó entre las basuras,

ni se acabó la ternura de tus manos…

 

pero habla el tiempo

como estigma en las muñecas de los santos

que no tocaron la tierra…

 

apenas muertos, mis versos,

coagulan la vieja cita

de los gendarmes parados

en una pila de ropa ensangrentada

como si fueran jardines sin milagro,

como si fuéramos menos que sus botas…

 

el entrelabio murmura un par de cosas…

(volveré y seré millones)…

la poesía robada a la sonrisa

explota como un capullo de esperanza

que no se queda en el miedo…

 

atrás te veo…

después… en todo te quiero…

de un lado y otro del viento, compañera,

enamorando a las luces de la calle

con una pintada inmensa…:

“volveremos”,

como la lluvia a los sauces

o la verdad a los ojos de las bestias,

porque no hay muerte en la piel,

ni laberinto más largo que el deseo

de ser el otro…


antes de doblar la esquina

 

si igual se muere, mi amor,

si igual se vive…

apenas desluce el día sus lloviznas

como tus ojos mojados, insistiendo,

con esas ganas de ser jazmines

sobre el horror de olvidar la ortiga…

 

y… quiero… es bello…

se me quemaron los pasos,

se me achicaron las venas en un beso

y huele a savia el regreso…

 

mas, no creas que volver es olvidar,

ni me digas que los muertos están vivos…

 

me aplasta el amanecer,

quizá sea bueno empezar, no sé, creer de nuevo,

pero no esperes que vuelva a negociar mis pasos…

 

si igual se vive, mi amor,

si igual se muere…

 

apenas desnuda el miedo sus letrinas

y yo prefiero ser sangre en un pañuelo

o soledad en los ojos que se mueren

antes de doblar la esquina…


mariposa

 

cómo ablandar este infierno?...

huele a lluvia la madera

y la lluvia huele a barro,

y el barro huele a tristeza…

 

cómo entibiar estas manos?...

duele inmunda la belleza

y lo inmundo es el olvido,

y el barro duele y recuerda…

 

el cuerpo duele en la cama

como el olor de la lluvia,

como la lluvia en las ramas…

 

en una noche cualquiera,

o ahora quizá, llorando,

la vida extiende sus alas

en un charco…

 

mariposa…

 

cómo olvidar este infierno?...

entre labios y cicutas,

si la lluvia huele a sexo

y tu pecho es esta luna…

 

cómo explicar los fracasos?...

entre nunca y para siempre

se van pudriendo mis dientes

como piedras en la tumba…

 

el alma duele en las manos

como el dolor de la angustia,

como un niño en tu regazo…

 

en una noche cualquiera,

o ahora quizá, llorando,

la vida extiende sus alas…

y te quiero,

 

y anda un verso, mariposa,

por tu rastro...


una piba de Pompeya

 

María,

quién quieras ser,

o quién seas…

quién hayas sido…

 

chiquita,

quién me haya amado

o quién seas…

quién hayas dado…

 

no olvides

que estamos viejos,

que cambió el siglo,

que hay otro tango…

 

está bien,

no importa tanto…

que si las canas,

o los ojos,

o el ombligo…

no importa tanto…

 

pero no quieras tener

otros vestidos...

María,

que ya tuviste

aquellos trapos

y se caían

como agua

por mis manos…


igual que le viento

 

cuántas veces fuiste de costado

por la orilla trastornada de la noche…

una almohada apolillada contra el sueño

y el mismo trago de vino en la garganta…

 

murmullos de una resaca,

palos con clavos de punta en la memoria,

acertijos oxidados en las manos

y tu mirada de loca en el espejo…

 

pura gloria y gloria pura…

el derrotero del alma al pie del alba

y una orgía de recuerdos en los ojos

como imaginando el sol sobre tus hombros…

 

…y yo imagino mi suerte en esas tierras

que tiemblan por un dedo del deseo,

donde no quedan palabras entendibles

ni poesías que puedan explicarlas…

 

apenas luna, mi amor,

sólo el misterio

de enloquecer sin regreso y sin desgracias

en el olor de tu pecho… y…

 

casi nunca, pocas veces, casi nunca

duermo como duerme un yuyo,

suelto de gracia y desnudo contra el viento…

igual me pasa la vida a flor de labios

y me sacude la lluvia…

 

igual te quiero

y se me pasa la vida

y canta el gallo…

 

joder, que no me despierto

de bronca sigo dormido…

 

y todo es lejos…:

el amanecer, los ojos, las ventanas,

el desperdicio de piel en la distancia,

la flor que parece ayer…

 

y el pan del día,

que sabe a barro

de una costilla quebrada,

como un pájaro caído…

igual que el viento en las ramas…


sueñito brujo

 

me voy dormido a tus ojos

peleando el sueño con hambre,

con miedo a perder la piel,

con fe de sangre…

me voy dormido a tus sueños

peleándole a Lucifer

clavel del aire…

 

tal vez descuido mis pasos

robándole ecos al ángel,

desnudo al morder, tal vez,

con dientes viejos…

también dormido en tus ojos,

queriéndole acariciar

la miel al catre…

 

y al menos llora un cencerro

en la locura del viento

que viene pidiendo calma

donde se gritan las penas,

donde se encarna una espina

entre tus piernas, sangrando

tierra y vejez,

hijos buenos,

o malcriados proféticos

y estambres

que escriben versos…

 

ya estoy perdido en la noche

buscando el pozo del cielo

sabiendo que al fin, después

también hay tiempo…

me voy perdido a tus ojos,

negreándole lucidez

al tronco seco…

 

tal vez olvido mi nombre

pagándole uvas al vino,

borracho al quererte ver

con ojos tiernos…

tal vez maldito de sombras,

queriéndole renegar

la luz al fuego…

 

y al menos llora un cencerro

en la locura del viento

que viene pidiendo calma

donde se gritan las penas,

donde se encarna una espina

entre tus piernas, pidiendo

tierra y vejez,

hijos buenos,

o malcriados proféticos

y estambres

que escriben versos…


antes de que muera Homero

 

(…) Pompeya y más allá la inundación…

orgía larga,

la llovizna en la solapa

y este tango…

no hay más que eso,

un beso al pie del zaguán,

un barrilete en los cables de alumbrado,

una carta que se pierde…

 

y un perro cuidando nada

en una obra…

 

y tu melena de novia en el recuerdo…

…atrás la sombra, tu sombra,

como cualquier soledad,

atrás, pidiendo

lo que no pueden los huesos,

lo que florece en el alma…:

una quimera…

 

sur… trago dulce… ya regreso…

tal vez me obligo,

no sé,

igual te quiero,

refregándome los ojos en la noche

como quien quiere negar

lo que ya sabe…

 

que atrás la sombra es tu magia,

como cualquier soledad que te recuerda…

 

tal vez me obligo,

tal vez…

si igual te llevo,

como la luna en la noche lleva un río,

como la necesidad lleva desgracia…

 

sin embargo, ya lo ves,

no hay mal que pueda rompernos las mejillas…

 

y otro tango

viene a reclamarme labia…

 

hay más poemas,

como hay días sin saber

entre hoy y nunca,

desde la noche hasta al alba…

poesía…

 

y atrás tu sombra,

como cualquier soledad,

atrás, mintiendo

lo que no pueden los huesos,

lo que florece en el alma

antes de que muera Homero,

antes que la luna caiga…


 

 

primavera,

no me importa tu canción

y estoy desnudo…

 

y en el último panteón de la vereda

te espero…


bichos de primavera

 

manitas rojas, tus manos

de uva chinche…

penitas viejas, tus besos

de agua dulce…

 

de labio bueno,

de besos que soy tus labios

sonriendo…

 

de labio bueno

hasta donde no hay razón,

hasta los huesos,

donde florecen los años

y florece la ternura…

 

lucecita,

mil gracias a ese dulzor

que arde en mis venas…

 

si un grillo

se enamora de la piel

de una libélula…

 

la vida

es tan sencilla, mi amor,

es tan sin precio

que vale lo que el ardor

en las pupilas…

 

te quiero…

y apenas me falta un grito

pa’l alivio

de los dolores pasados…


entre Troilo y Sebastián

 

tu voz me lleva a la lluvia…

canta el río y nadie canta,

sólo duerme la llovizna en las ventanas

mientras tu voz se hace lanza

que clava la inmediatez en un suspiro…

 

y ya ni el aire me alcanza

pa’ estar vivo

donde sólo vive el alma…

 

escucho a Bach y a Pichuco,

un gorrión se envuelve en llamas

y un ángel es un ciruja

que no conoce sus sueños,

que mordisquea sus alas

llenas de pulgas y viento…

 

tu voz me lleva a la lluvia,

canta el río y nadie canta…

sólo duerme la garúa entre las ramas

mientras la fe y la locura

desconocen tu secreto…

 

y ya ni el aire me alcanza

pa’ estar vivo

donde se vive en silencio…

 


treinta mil balas de flores

 

grasita pobre, tus piojos,

negrito inmundo, tus ojos…

 

ramita tierna, tus flores,

pobrito negro, tus soles…

 

camita linda, tu llanto,

tierrita blanda, tu vientre...

 

negrito fiero, tus hijos,

grasita pobre, tu rastro…

 

la luna, el cuerpo, la idea,

la necesidad, la luna, la tristeza…

 

ramita dulce, tus flores,

camita tierna, el regazo

de los amores… y el rastro

de los dolores… el llanto

de la belleza… tus ocres,

tus sílabas, tus respuestas,

tus acordes

en un arpegio de atrás,

en una purga del mal,

en mil perdones

que nunca van a olvidar

treinta mil balas de flores…

 

primavera,

grasita pobre, tu germen,

ramita tierna, tu brote…


en el río y Erezcano

 

para los males del pecho, la ternura…

para la urgencia del alma sólo hay fuego…

 

vos, la inocencia, la agrura del silencio,

el desencanto de un beso desgarrado

que no llegó a serafín, ni a padrenuestro…

 

calle abajo,

en el río y Erezcano

canta un cuervo…

me afanaron la pelota

como quien roba una idea,

nadie más que dios volaba

por el barro…

igual no importa…

 

el viento era humo de quema

y las historias mojaban los canteros

como el roció a tu blusa…

 

me pudrieron las respuestas,

un capullo a medio abrir

que se hizo sombra en tu vientre…

 

muerte linda, compañera,

la del hambre,

la de morir por el beso de una estrella…

 

las quinielas, el asombro, los diamantes,

o una ramita de luna en tus pestañas…

 

muerte linda, corazón,

la de tus ojos…

lo otro es cosa viajera,

como el viento, calle abajo,

en Centenera y las vías,

sin regreso…

 

todo el tiempo que recuerdo

es un manojo de historias que se embarran

entre Pompeya y la quema,

sin milagro

ni ruegos que las sostengan…

 


twist

 

rompió la historia,

se fue sin desperdiciar media sonrisa,

apenas queriendo más…

 

igual que un perro,

jugando a morder la luna

en tu vestido de novia…


el olor de los naranjos

 

tengo una foto de Eva y una corbata del viejo…

con eso vivo,

con eso intento entender la luz del día,

las palabras de Cortázar,

el planterío del patio

y el olor de los naranjos…

tu sonrisa…

 

nunca alcanza la nostalgia pa’ otro verso

más que la lluvia en la calle…

del recuerdo de mi amor

tengo un consuelo de paria sin destino

que vuelve al sur por encaje,

por derecho,

y porque duele en el alma tanta vida

arrimada a los espejos,

como caras del amor,

que fueron hijos,

que fueron padres…

 

y eran gorriones

pagándole el precio al sol

por ir en cueros…

eran amores dispuestos a ser sangre…

 

tengo una foto del viejo y las palabras de Eva…

de eso vivo,

con eso intento entender la luz del día

y la pureza del aire…


de ojos tan dulces

 

tu carta triste,

tu sombra en las arrugas de mi almohada,

tu piel de novia en las luces de la cuadra,

y en el tul la mariposa de tu vientre…

 

trueno manso…

la tormenta en la ventana

y morir, morir, morir…

dormir…

 

te quiero…

 

mañana serán tus ojos

como las calles mojadas,

lindo final del invierno…:

quemar las ramas resecas

y saludar a los muertos con retoños

de ojos tan dulces…

 

no espero calmar la piel…

no quiero…

todos los charcos son agua

y en cada paso recuerdo

mi destino…


oración del sueño

 

…y al final del día,

una lágrima conmueve los pedazos

de todo lo que no fuimos…

 

animal,

hombre y mujer,

pielcita buena…

 

a palos o a golpe de alma se hace el fuego…

 

duele en las manos

igual que endulza la vida…

 

…y al final del día,

un colirio desmenuza los fantasmas

de todo lo que lloramos…

 

corazón,

hombre y mujer,

leñita en llamas…

 

a besos o a ramas secas se hace el fuego…

 

quema en las manos

igual que endulza la vida…

 

…y al final del día

un suspiro nos levanta los pedazos

de todo lo que quisimos…


la luna de los muertos

 

ni un ojo más…

picotea la desgracia un cuervo viejo

y ya estoy tuerto de andar mirando al cielo

cuando llueven realidades en la quema…

 

salta un grillo,

ladra un perro,

chapotean en el barro las estrellas

y tu carita de novia es una trampa en la seda,

un balazo en la canción,

un poema de Vinicius,

una música encantada de sirenas…

 

cuando muera,

espero que sea en tus manos…

 

otra tierra es para ciegos

y yo estoy tuerto nomás,

pidiendo al sol un milagro,

o la luna de los muertos …

 


entre palomas y cuervos

 

poquita luz para un santo…

apenas esa esperanza que flota

dulce en la necesidad,

liviana

como una hoja que cae en la vereda…

 

y el hambre espera,

espiando por las rendijas del deseo,

empiojándole la calma al pensamiento

que ya no encuentra palabras…

 

volveremos…

diosa vieja… poesía…

atrincherada en la ausencia de milagro,

tu poca excusa

se acurruca con la sombra…

 

de los hermanos partidos,

de los amantes callados,

de los regazos dormidos,

volveremos…

con un recuerdo endiablado

que no concilia sus penas con el tiempo

y grita hondo, en el pecho,

pidiendo un rastro de amores…

 

la imposible realidad de un mal de ojos

quiere cambiar hiel por vida…

no me faltes, vieja diosa, poesía…

no me faltes justo ahora,

cuando las manos nos duelen

y los gorilas escupen en las flores

que sangraron cada herida…

 

poquita piel para el salto,

y que me importa!...

no soy paloma, ni cuervo…

 

que me arrope la llovizna…

que la llovizna me arrope

y cante el gallo

antes que el fusil decida…


los poemas sin olvido

 

se apagaron los faroles de la cuadra y…

cuántos rezos sin rezarse todavía!,

una espátula de insomnio arranca llantos

de las paredes lloradas por el tiempo,

donde se hundieron los pasos de los viejos

y se pintaron poemas sin olvido…

 

a lo mejor sólo un nombre,

una promesa quizá,

un labio enfermo de savia que florece

solamente al escribirse como en barro…:

serás lo que debas ser, o serás mierda,

viruta de la razón, un polvo flaco,

o complacencia, tal vez, para los otros…

 

y entre lo pobre, ya ves, sólo hay pobreza…

si es un diamante perdido la belleza,

seguiré mascando yuyos de la calle

hasta romperme el mordisco en una piedra

que no me deje olvidar por qué estoy vivo,

por qué me sangra la boca,

por que el último farol siempre es la luna,

por qué te quiero,

por qué me llora la lluvia,

por qué me quedé sin dientes,

pero nunca,

nunca me quedé sin rabia…

 

…esa cuna, esa calle

y una estrella

son toda la realidad que no se pierde…

y aún aúlla, atrás del viento, el mismo perro

que recita las dulzuras de este pueblo…

 

(cuántos rezos sin rezarse todavía,

cuánta lluvia que se llora en el silencio)…


mimoseando

 

las manos rojas,

los ojos negros,

la piel gastada…

…y los labios, como pañuelos,

mojados, lentos, pesados,

los labios,

como pájaros de encierro

en un beso de papel,

en una carta de amor,

en una trampa del viento…

 

las manos tibias,

los ojos buenos,

la piel con alma…

…y los sueños, como mojones,

parados, duros, inquietos,

los sueños,

como soldados de infierno

en un resto de niñez,

en una laja de sol,

en una luna de fuego…

 

la manos rojas, mi amor,

los ojos lentos de flores que se cierran…

 

la noche duerme su cuento,

casi vieja,

casi tonteando la miel

en la tristeza

de aquella canción de cuna…

 

mimoseando

las manos rojas,

los ojos negros,

la piel gastada…

…y los labios, como pañuelos,

mojados, lentos, pesados,

los labios,

como pájaros de encierro

en un beso de papel,

en una carta de amor,

en una trampa del viento…

 


tango en el aire

 

para nadie,

para un resto de simpleza en el silencio,

para escuchar tus latidos en la almohada,

para entender la tristeza,

para abrazar la belleza,

para hablarte…

 

un desengaño de voz… un eco lejos, pasando,

como el vestido liviano de la luna

que cae y se hace rocío…

 

ni en las manos,

ni en las calles…

una música de ángeles sin reino

que todavía le catan a sus bueyes,

o a su martirio…

 

otra noche

y para nadie,

ni en mis manos,

ni en el talle de mi muerte,

ni en los siglos de los siglos…

 

sólo un tango,

algo mañoso de luz,

perdiendo encastre,

entre las luces del sur

y las paredes del Borda,

echando lastre

para dormir en tu piel,

ni tan pesado,

ni tan del aire…


un sueño

 

de fiero atrás,

el mal desquite de un sueño

a contrapierna, cantando

como esas noches pesadas que retumban lejos,

por los hilos de alumbrado

y las bisagras gastadas…

 

mil violines,

y un recuerdo trasnochando la ternura,

cirujiando por las bocas de tormenta

el verso extraño del último silencio…

 

y traga lluvia

el perdón,

de pobre atrás,

traga vino en un fervor a contratripa

que viene quemando el cielo con tus ojos,

así como mi emoción quema las velas

en el barro de tus ojos,

lagrimeando

de dulce nomás

un sueño…


para los días de octubre

 

había una música,

un perro,

una llovizna de octubre,

un palo amargo…

había que cada vez

que se moría un misterio,

otro nacía,

la verdad en la pared

y la esperanza en el viento…

 

había que alguna vez

había un pueblo

que se lavaba los ojos

con el día…

 

tenía una brújula,

un centro…

una camisa muy blanca,

un pie en la sombra…

había que, por vivir,

se nos soltaba el deseo…

era la vida,

la ilusión de no saber

y la confianza de hacerlo…

 

había que alguna vez

había un pueblo

que se lavaba los ojos

con el día…

 

tenía una carta,

un cencerro,

y había una casa…

 

había que alguna vez

había un pueblo…

pero sólo quedan cartas

mal escritas

para los días de octubre

que sostienen

tantas vigas…


una balada de Silvio

 

para la piel sin perdón,

un quitapenas…

para la piel sin amor,

una balada de Silvio…

para el cuerpo del dolor,

otra manzana,

para las manos que tiemblan,

un suspiro…

y otro beso para el alma…

 

para querer sin medir,

tus ojos, nena,

para querer sin perder,

una palabra de Borges…

para el juicio del amor,

otra puntada,

para las manos que queman,

un incendio…

y otra chispa para el alma…

 

no hay remedios, ni colirios,

mejor que ciegue la luz

y cante el río…

todo como deba ser,

la muerte, el frío,

la necesidad, la calma,

el dulce hijo,

el hijo dulce,

las canas…

 

para querer sin mentir,

tus ojos, nena,

para la piel sin amor,

una balada de Silvio…

para el precio del amor,

el amor mismo,

para las manos que tiemblan,

un suspiro…

y otro beso para el alma,

compañera…


con la divina certeza de estar mudo

 

de una en dos

las sonrisas se cayeron en el agua…

chispeaba apenas,

llovía sobre la frente apenas…

 

de lana no eran las patas del perro,

pero corría y ladraba como un bruto

desesperado de luz, atrás del alma…

 

de una en dos

las sonrisas se cayeron…

 

llovía la madrugada

y era un sueño

agarrado de las patas de la cama

como el deseo del pobre,

queriendo morir de amor,

queriendo morir de vos

antes que paria…

 

ni blanca, ni soledad,

ni luna en celo,

ni susurro, ni cencerro…

la noche clavó los dientes en el cuello

de un pájaro sin verdad que arrepentirle a las manos…

 

una casita de dos

y un poema de Galeano para verse

con la liviana grandeza de estar vivos…

si igual se muere después,

mejor desnudo que envuelto en telarañas…

 

ni tibia, ni realidad,

ni amor en vuelo,

ni aullido, ni chisperos…

 

la niña trabó sus ojos en los míos

como la simple verdad que se desnuda en las manos…

 

mejor desnudo que envuelto en telarañas,

si igual se muere de amor

con la divina certeza de estar mudo

en un infierno de espejos…


viejo peroncho

 

decía un viejo,

decía cosas sin forma…

decía que somos buenos

y se mordía las manos

mirando morir la tarde…

 

contaba el cuento

de la mañana temprana,

contaba palomas quietas

y se reía despacio

pitándole fuego al aire…

 

”que soldados de Perón,

que la dulzura del alma,

que las lágrimas del pueblo”

 

decía un viejo, decía

cosas sin forma, ni talle,

que le encendían los ojos

y llenaban el pecho…

 

alguna vez lo escuché,

pensando lejos, pensando,

que las palabras del Che,

que la ternura del beso,

que las bravura del alma…

 

decía el viejo, decía,

puro dios…

y me habla el cuerpo

en cada luna de guerra

y en la dulzura del aire…


cosas del alma

 

mil noches y una más…

la reliquia de llorar

sonriendo adentro,

esas suturas del alma,

esos chillidos de fieros desoldados…

crujidos largos y…

bello… bello suspiro

el del tiempo en las persianas

relamiendo las bisagras sin respeto,

como la mano de Judas por las flores

o el oxígeno quemando madrugadas

en el vestidito azul de la tristeza…

 

te quiero

como hace cartas que escribo,

como hace noches que el viento

huele a tu boca…

 

si espero, me come el miedo,

si salgo, me abraza el frío…

de nuevo

vuelvo a meditar las sombras de mi cama

y la idiotez del silencio

como hace cartas que escribo,

como hace noches que el viento

besa mi ropa…

 

son mil noches y una más,

pero no es cuento…

la resaca va mojándome los ojos

y tu vestidito azul es una rama en la lluvia,

es un embrujo del tiempo

que no soporta morirse en esta trampa…

 

si espero, me mata el hambre,

si salgo, me caza el fiero…

 

te quiero,

como hace noches que escapo del demonio,

como hace miles de cartas que regreso

a la tumba de un amor

sin paz, ni asombro…

 


romance el del rocío y los sapos

 

lindo romance el del farol y los bichos…

fumando un palo me quedo trasnochando,

mirando dormir la luna en los bañados,

mientras se me escapa un rezo a san cualquiera…

 

lindo bagaje el de la luna en el barro…

pifiando el paso me inclino de borracho,

hablando de vos al viento y rezongando

como mimoseando un beso a la tristeza…

 

lindo perfume el jazmín,

no hay más que esto…

ni el misterio de una noche de tormenta

rompe la fragilidad de tu mirada,

que llega

desde los fondos del tiempo,

como un canto…

 

lindo romance el del rocío y los sapos,

lindo bagaje el de tu blusa en la niebla…

 

ni el misterio de una lágrima reseca

tiene la cruda verdad de tu sonrisa

que vaga

como la luz en las velas,

desde el llanto…


piel del seibo

 

practicando la ilusión

contra las puertas del sur,

dejando correr la angustia

por el cuerpo

como canciones paganas…

 

despertando la pasión

desde la sombra del tul

que sabe doler de adentro

por las manos,

como palomas gastadas…

 

mi látigo es la razón,

contando tajos de ráfagas…

y fuego…

mientras se aclara la luz

como el farol de un tren viejo

contra las puertas del sur…

 

y allá los cuerpos,

arrancados de las calles

como poetas fantasmas,

tan hermosos

que cantamos y dolemos

en los palos de una cruz

que huele a sangre

y florece sin remedio,

porque no tiene derrota,

porque no olvida sus clavos

ni desclava del silencio

su plegaria de alma rota…

verde hoja,

piel del seibo…

 

recordando la emoción

me subo al viento

contra las puertas del sur

pidiendo a gritos

un hijo…

 

esa luna en la verdad de la belleza

que hizo poeta a un guerrero

e hizo barro mil deseos…

el de tu olor en la piel,

el de tu surco en la fe,

el de los sueños…

 

y apenas grito en la luz,

como un espejo

que se encandila nomás

en su negrura…

 

recordando la emoción

me subo al viento

contra las puertas del sur

pidiendo a gritos

mis restos…


memorias de un montonero

 

olvidé decir que no te olvido,

que las petacas y el faso son la ropa

con las que visto mi urgencia,

y nunca… nunca te olvido…

 

el escenario final es sólo tierra…

la poesía es al menos un milagro

y la mañana es un pozo sin respuestas…

 

la boca es dulce y promete abrir los ríos

como las venas abiertas de Galeano…

la boca es dulce y promete otro suspiro

sobre la rusticidad de la tristeza

que sólo espera y… no sé,

 

el trazo es viejo,

la bala durmió en la piel,

somos inmundos, negritos descamisados,

somos un mundo que crece,

lo que odian los que llegan a ser jueces…

 

y apenas puedo juzgar

lo que no he sido…

una mirada de pan,

un mal silencio

gritando un dolor de panza

y un mal sueño,

lo que llaman pesadilla…

 

igual no hay vuelto…

 

y olvidé decir, después, que no te olvido,

que la resaca y el genio enamorado,

y el mal genio,

son las ropas con que visto…

que no me arrulla la paz,

que espero vientre

donde sólo hay tierra yerma,

y quiero guerra

donde sólo hay egoísmo…


para dormir a los vagos

 

callito viejo en los dedos,

una llamita del humo del tabaco

quemando apenas los dedos…

 

luna vaga,

pielcita llena de luz en el brasero

chispeando lenta, cantando…

 

canciones lindas,

nanitas para dormir…

 

cómo es de linda tu risa,

temblando como un tapiz

que teje el viento…

 

mamita,

cunita mansa, mi reina,

callecita del silencio...

 

puliendo el dedo de sal

contra la lluvia,

te veo,

limpiando el vidrio del alma,

con un dedo,

acariciando a tus hijos...

 

y es noche negra,

y es vida...

 

luna vaga,

pielcita llena de luz en el brasero

chispeando lenta, cantando…

 

canciones lindas,

nanitas para dormir

a los vagos...

 


leyendo a Pigna

 

de a ratos se que no hay tiempo,

ni lugar que nos permita ser más dulces,

que la mirada es un pájaro que escapa

con el silencio profundo de los ojos,

quién sabe a dónde o por qué!...

 

si no es tan lejos la vida,

si está en las manos, doliendo…

el agua, el fuego,

la pelusa de un amor desafilado,

la viruta de un dolor muy repetido

las confesiones absurdas,

el consuelo…

 

de a ratos sé que no vivo,

creo que apuntalo el alma

con margaritas y balas

en una calle del sur, leyendo a Pigna,

a Discépolo, no sé… quizá a mi viejo

que escribe versos de sombra en las paredes

levantando la verdad de las veredas

como un viento que le levanta tu vestido

y vuela… vuela… vuela…

sin olvido…


gorilas en la feria

 

algunos pájaros negros,

algunas brisas marrones,

algunos pasos inquietos…

 

en primavera, las flores,

no precisan anunciarse…

el viento trae niñez

y la belleza es un cúmulo de barro,

esa desnudez de pétalo sangrando

desde el corazón confuso de la tierra

que destroza en la pasión

cualquier excusa del tiempo,

cualquier miedo,

cualquier feria de pavadas…

 

y algunos pájaros negros,

y algunos viejos traidores

no alcanzan a ver el sueño,

ni llegan a ser bandada…


vestidos y fantasmas

 

reliquias de una mirada…:

la huella lenta del cuerpo atrás del vuelo,

la línea azul desteñida de tu pelo,

la erudición de los ojos que te sueñan

sin más piedad que el reflejo de la luna

sobre las calles mojadas…

 

santo y seña… corazón,

no alcanza el alma

para pagar la mordaza de un misterio,

o apaciguar a la bestia de las llagas

que arde adentro de la piel,

sin otro incienso que un trazo de la luna

sobre la leña quemada…

 

y late lento,

como el aire en los postigos, corazón…

beso de ahogo,

romance de enagua y sol

en la partitura blanca del zorzal

que no se entera de tu mirada en la luz,

ni de la ropa gastada en la tristeza,

y espera ver, corazón, su simple seda

cubriendo otra vez tu cuerpo…


mirando el suelo

 

cómo bajar a los pies?...

las manos gritan,

los ojos piden,

la frente se hunde en la niebla

y el alma flota en los ojos,

en las manos, en la frente…

 

viejas derrotas se me hacen largas, querida…

unas no importan,

otras reclaman su lija en el perfume de un sueño…

y una caricia revive esas palomas

subidas a la cornisas de tus hombros,

preguntándome por qué?...

 

cómo bajar a los pies?...

la luna asoma,

tu engendro llora,

mi cuerpo se abre llorando

y el alma tiembla en la luna,

en tu engendro y en mi cuerpo…

 

nuevas distancias se me hacen largas, mi vida…

unas son pocas,

otras son toda la promiscuidad de las partidas…

y una caricia revive cada muerte,

la del hambre, la del Che, la de tu vientre,

preguntándome por qué?...

 

si el cielo olvida a la flor…

cómo bajar a los pies?...

cómo levantar los ojos sin recelo

a la estupidez de un mundo que se duerme

olvidándose a los muertos

en la fragua de la vida?…

 

pobre vida…

y aunque duela consentirlo,

y aunque me muerda los dedos,

pobre vida…

apaciguar la ilusión,

venderle el alma a un perdón

que no recuerda…

 

algunas noches recuerdo que estoy vivo,

y entonces quiero decirte que te quiero,

que amo bajar a tus pies,

besarte el alma

mirando el suelo…


la judía

 

desnudo,

atrás de un corral de piel y engrudo

que el ventarrón hizo escombros de simplezas

como esas matas resecas de ramajes brutos,

y sin embargo tan bellos… puros yuyos,

mestizos de una verdad a medias buena,

tenidos como salvajes o basura…

…sólo son brotes desnudos

aguantándose la historia en la corteza

como una novia vestida con harapos,

pero tan enamorada…

tan desnuda

en la hermosa soledad de la tristeza

que no entregó sus mendrugos al olvido,

ni a un grito desesperado…

chilla un niño,

canta el gallo,

salta un grillo en la ventana y…

…caigo al cuerpo,

como si hubiese caído a tu milagro

iluminado con velas y racimos

de la misma soledad que te desnuda

cada noche,

en cada poema,

imposible de tocar,

impreciso de decir

cuánto te quiero…


libro en llamas

 

ni tú, ni yes, ni trampas…

negro inmundo, pata sucia, libro en llamas…

peronista en los andamios de tu cama,

perro faldero a tus pies…

 

ni tan poeta…

 

puedo decir que te quiero sin decirlo,

no preciso revocar mis ansiedades

ni evocar a al excelencia en cada verso…

como el hueso que se aguanta la tormenta

y sigue siendo esqueleto de un deseo

al fin de la realidad que inventa el alma

cuando no sabe inventarse más trincheras…

 

hablo en negro, busco el río, beso el drama,

cuelgo el sentido de un sueño en la mirada

y a lo mejor te lloré, y sale lluvia…

 

amanecido y… perdón, apenas duermo,

no me resigno al desliz de un paso flojo…

 

entre el infierno y la tierra no hay mojones,

sólo hay que saber mirar por dónde se anda…

igual me atrevo si hay que ir,

igual, si es con vos, no espero,

ni que se seque la ruda,

ni que se apague el brasero…

 

amanecido y… perdón, sin fantasías,

ni dobleces que descuiden la ternura,

puedo decir que te quiero sin decirlo,

puedo escribir la tersura de tu boca

en un poema del viento,

que es el viento,

y que baja a los infiernos con memoria,

y siempre vuelve a la tierra sin olvido

como las cosas del tiempo…


y ser viento

 

…y por no querer callar

es que me quedo en silencio,

recordando…

la profecía del pan,

el hijo nuestro,

los palos de la baraja,

alguna lluvia,

tus manos…

tus manos que hablan

temblando,

como flores en el viento…

 

y así se pasa la noche,

cada noche,

otra noche respirando

el perfume de una historia

mal contada,

explicada por villanos,

carcomida de secretos,

enterrada entre los pasos

como las huellas de un ángel

pisoteado

por las mimas consecuencias

de andar bajo,

por las calles,

caminando…

 

…y por no poder dormir

es que me quedo dormido,

recordando

la hermosura de querer

sin más que eso…:

dormir, soñar

y ser viento…


por las veredas del sur

 

por las barracas del sur,

cortando tela en la luz

de un cielo negro…

tango enredado en la piel,

anestesiado al querer

seguir corriendo…

 

y a dónde vas, corazón,

ensimismado y sin voz,

como un sereno de lunas…

que ni a la sombra, ni al sol,

descansa el cuero un tirón…

y arrastra lluvia…

 

por las veredas del sur,

babeando vino en la luz

de un sueño ciego…

tanto que amarra la fe

emputecida al querer

seguir creyendo…

 

y a dónde vas a morir

enloquecido y sin cruz

cuando un te quiero te marca…

que ni a las manos, ni a dios,

le das de nuevo el perdón…

y atrás no hay nada…

 

por las barandas del sur,

quemando vela en la luz

de un mal desvelo…

tango mordido en el bies,

enloquecido al beber

la miel, los huesos…

 

y a dónde vas, corazón,

encabronado y sin voz,

como un reguero de culpas…

que ni a la sombra, ni al sol,

descansa el cuero un tirón…

y arrastra lluvia…

 

 


la luz y el barro

 

cáscaras de alguna luna habrán quedado

junto a la ropa mojada y las caricias

que se fueron escurriendo barrio adentro,

donde la hoja y la piel, la flor y el verso…

 

donde la luna y las lágrimas borraron

el desengaño insufrible del deseo…

cáscaras de viejas lluvias van secando

ese sonido sedoso de la risa,

donde la boca y la miel, la luz y el barro…

 

me desespera el perfume del otoño…

todavía huele a savia y a madera

como el agua en las ventanas, lagrimeando,

o la mirada perdida en el silencio…

 

donde ni la soledad conoce el frasco,

ni el veneno viene en labios y poemas…

me desesperan las lágrimas, tu encanto,

ese sonido rabioso del relámpago,

donde la cama y la piel, donde la tierra…

 

donde el vacío y tus manos,

donde tu cuerpo es la historia sin misterio

y la urgencia sin destino, ni equipaje…

 

cáscaras de viejas lluvias van quebrando

la terquedad del amor…

y el tul del viento, que apenas canta,

trae canciones de cuna,

tribunas largas me trae,

y amaneceres borrados en los ojos,

como cegueras absurdas,

como sencillos cerrojos del silencio

en la mirada perdida…

 

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