los malditos

 
 

los malditos

 

unos ramitos de verde y grapa dura,

que alcanzan para pensar, pero… me sueño,

y la verdad lame el cuero como hambrienta,

no quiere limpiar la piel… quiere comerla…

 

atrás te dije de mí

quizá más que el nombre propio y mis testigos…

 

y en el mojón de mi puerta hundí el recuerdo

que despreciaron los años…

apenas un par de cuentos mal contados

y la belleza infinita de la luna,

dueña de la soledad de mil rosarios

regalados pa’ los muertos del deseo…

 

igual me sueño, pero…

no alcanza para pensar,

siempre los pájaros yendo a cualquier parte

y la mejilla rosada de la madrugada inquieta

que va perdiendo el sabor de la locura

en una nube de vino mal servido,

que igualmente endulza y marca a los malditos

con su beso entre las sienes…

 

marco el fierro,

cruz mellada que no corta pan ni fiebre…

le pido a nadie… (y quien puede?)…

le pido a nadie tus ojos en la puerta

como si fueran mi casa antes del tiempo…

 

atrás te dije mí…

en estas manos

todavía duerme un sueño,

como un niño

que se tiró de la hamaca a las estrellas

para conocer el suelo o el destino…

 

y son lo mismo…

 

 

la herencia del rocío

 

tus manos gruesas doblando el barro,

pájaros pechando el viento en la tormenta,

aleteando en los bañados, como estrellas que cayeron

y levantan tempestades con un sueño…

 

tierna cintura de arado, adobe fresco… tu vientre…

me vale un cuento de amor esta mañana

y sus quejas…

que la espalda está torcida,

que las piernas se acalambran,

que la vida se hace inmensa y pesa, y carga…

 

si el labio llora en la arruga del poema,

si el labio esculpe un desgarro en el olvido

sin pensar por qué se mueren los jazmines…

sólo levanta su muerte sobre el miedo

y repite la ternura de su trino

en un par de soledades que lo tiñen…

 

dulce aroma, piel de novia,

luz de luna en la ventana que se duerme,

fleco mojado en la herencia del rocío…

 

en mis brazos quedan nieblas enredadas

como sudor del amor, como tu olor a llovizna,

y sin embargo no hay diosa más macabra

que la mentira tratando de ser buena

o la verdad intentando ser humana…

 

paso y quiero… pierdo y sigo…

la zurda pierde la apuesta

y la necedad se abraza a otro alarido

que se olvidó de quién eras…

 

y en tus manos

sólo la idiotez del barro aguanta el peso…

habrá que saber dolerse hasta ser tierra

o madrugarle la bala a la desgracia

para no morirse de hambre en la caricia

que se olvidó de la urgencia…

 

hasta florecer las tumbas

 

volvía… y tus ojos me volvieron…

desde el amanecer hasta la madrugada no hay un alma que me tenga,

ni un pájaro que dibuje mis ojeras con un grito…

desde la estupidez a Puente Alsina no hay una calle posible,

ni una bandera que a arrope tu vestido

(más me hacés falta, y más quiero)…

 

dios me resguarde y me olvide…

avemaría purísima y mis sombras,

ese sereno dormido entre las vías

como el vigía guardando la distancia,

y esa luna que despierta a los fantasmas

(más florece y más me asola)…

 

el tiempo avanza sobre la pobreza dulce de la casa,

y un hombre no es más que un gesto en su deseo,

tratando de hablarle al viento, aunque no pueda,

pero igual le habla al viento…

pan de labio, luz, escuela…

mi poema no me alcanza pa’ decirte,

pero al menos me desvela…

 

un hombre nuevo decían!... sólo un hombre

que apenas puede ignorar su propia suerte…

(dios me resguarde y me olvide pa’ ignorarme,

si igual no creo en los dioses que se olvidan

de razonar con los jueces)…

 

algunas noches morí sobre las cruces,

otras mañanas crecí mordiendo un beso,

y pensando en la niñez,

y hundiendo el alma en la piel,

sacudiendo un fémur viejo hasta florecer las tumbas…

huesos duros… cuánta tierra!...

 

tu legado,

madre buena, padre alado, vieja bruja, viejo malo,

tu legado es esta luna en la verbena

que viene a decirme el nombre de mis hijos

en madrugadas y abismos que amanecen

antes que el amor se entienda…

(más te quiero y más florece entre mis manos tu nombre,

y más me quema)…

 

en una estrella

quedan dormidos mis santos y mis guerras,

que no soportan milagros, pero esperan

la inmediatez del misterio

y la ternura el barro…

y una guerra pa’ pertenecerle al ramo en la amargura

como las flores que arropan su dulzura

sobre los limbos del campo…

 

perros

 

si al menos tus manos recordaran la insensatez de haber sido jóvenes,

pájaros más que hojas duras, punto ciego del asombro más que olvido,

puentes entre una verdad y un sueño… y no ráfagas de historias…

 

la flor que huele a animal caliente y lanza su piel al viento

puede dolerte hasta el alma si te clava las espinas en la carne…

se enciende como tu vientre y reclama como un perro hambriento,

perfumándose de pétalos livianos y desgarrando por dentro cada grito…

pero, quién sabe, mejor dolerse que hundirse la soledad en los huesos,

morder el barro, mi amor…

(¡qué dulce precio perder por haber querido!)...

 

las noches que no dormí, las sombras que no maté,

los incontables motivos de esperarte…

dormir sin esperar nada, matar sin vivir la muerte,

contar juicios y sentencias impecables

que no sabrían que hacer con la pregunta del polvo…

 

si al menos tus manos fueran la distancia antes que el frío del tiempo,

el miedo antes que el desgano,

o hasta el mismísimo infierno antes que un cielo sin luna…

 

la esperanza es como un perro ciego, un vientre loco de hambre,

que todavía sostiene en sus narices el perfume de las flores,

y el deseo… y al aullido de la sangre…

 

si igual se espera…

loco y sin luna, envuelto en brumas, fiel o arruinado,

igual se espera encontrar de nuevo el mundo

o ese último mojón de los caminos

que nos duerme de costado…

 

quizá no importe…

lo que no puede morir no merece ser condena,

y si no sabe vivir, condenado o no, se espera,

con el silencio en los ojos, y con la lluvia en los morros,

babeando rabia y amor sobre la piel de la tierra…

 

 

 

apocalipsis

 

cenizas secas sobre la camisa usada…

imberbes!... se oye ese canto

en la misma soledad que rompe un trueno…

pero todavía huele a tierra el hambre,

y la verdad huele a tierra

y el hambre huele a mi ropa…

 

a veces ando desnudo,

no por querer, ni de pobre ando desnudo,

sólo me faltan las ropas y la excusa

de pertenecer a un cuento…

 

adiós con babas y mocos,

duele en el alma la ruta de los pájaros…

un grillo llama a los muertos en la noche,

y una palabra, una sola, puede recordarme el alma…

lo que duele y sonríe en piel de barro…

 

atrás es viejo,

el ansia, la necesidad, la cruz de fierro en un techo,

o la mañana besando las persianas…

 

todo es viejo…

salvo esa carta perdida,

ese milagro de andar corriendo en cueros

sin entender la corrida…

 

escupo al cielo… te quiero…

soy el hijo de una historia desvelada

y el padre de una mañana sin tiempo…

hermano de un falso curda que se miente,

amigo del algún demonio de frontera,

y amante de dulces fraguas…

 

es hoy la historia…

ayer se llenó de flores en la tumba,

mañana será otro día…

pero la misma emoción moja mis ojos

cuando te pienso…

(escupo al cielo y te quiero)…

 

y a veces ando desnudo,

no por querer, ni de pobre ando desnudo,

sólo me sobra equipaje para el vuelo

que desbarrancó su fe en un solo salto

como un pájaro que va hacia un mismo rumbo,

desde la cuna al infierno…


de miel y cal

 

había una vez esa luna…

ponía rocío en los yuyos y en los ojos de cualquiera,

y padrenuestros dormidos en las calles, como charcos,

viento en tu ropa y desvelo en las pasiones más largas,

fantasmas en los recuerdos

y andrajos de miel y cal en la piel de los poetas…

 

ella bailaba mojada sobre la histeria y la usura,

ella volaba desnuda como la ilusión del pueblo,

se enredaba entre las flores y en los cables de alumbrado,

se ahorcaba con las veletas, se emborrachaba en las vías

como un ciruja buscando la oración de su secreto

o el dulce rastro de lluvia que convierte el oro en barro

nuevamente…

 

y vos, tus ojos,

nuevamente la verdad, la sombra, el eco y el rastro

de una lágrima que sabe levedades y locuras,

la ternura del desgarro y la apropiación del cielo…

así, por muchos que fueron,

todavía somos bellos y, a veces, un poco libres…

 

queda una luna que sangra como deseo en el vientre

y conoce la dulzura de caminar sobre el río,

mirando al fondo, en su lecho, tantas historias dormidas,

dándole la espalda al tiempo, que no conoce cornisas,

como uno, que camina, siempre mirando a esa luna

esperando una mañana más sencilla…


cosita… (nana)

 

shhh… hay unos grillos dormidos en el patio

y algunas cuentas de dios que nadie paga…

igual se cantan…

 

la nostalgia, mi chiquita... la nostalgia,

una flor dulce que embarra las pupilas

con un “te quiero”

y se estanca en la garganta...

 

manzanilla, yuyo hermoso, piel del beso…

apenas puedo medir un paso corto

entre un pie y la luna vieja de Pompeya…

 

yuyito lindo de lágrima y rocío,

como el sendero que marcan las miradas

cuando se alejan, mi niña,

cuando manchan…

 

será mi estrago de amor,

será un poema dormido con los grillos,

para que sueñes, mi niña,

para que sueñes

igual que el viento en las chapas desclavadas,

mejor que mi deserción de la tristeza,

que apenas alcanza a ver tanta belleza

en una lágrima…

 

es tiempo… es luna, mi niña,

es tiempo…

y esta canción en cuclillas sobre un pozo

que no me huele a agua dulce…

pero alcanza para escribirte un poema…

 
 
 

sangre y tierra

 

el sol marcado en la frente con un corte,

tajo hervido en las enaguas de una estrella

que secó al cuero en la fragua… puro fuego…

luna oxidada en el puente antes de tiempo

como si fuera a morir la sudestada

aunque no muera el herrero…

 

(una chispa)…

 

la noche espera en tus manos…

duerme un duende en el misterio de tu boca…

la noche espera en tus labios,

y es tu cuerpo,

como el dolor de la leche alimentando

los años que no recuerdo…

 

y huelo a puente,

a río podrido, a muleta de la fe, a labio viejo,

a luna fría en la fragua…

 

quiero llegar con mi hambruna hasta la quema

y levantar la mirada con tus ojos

como bandera de guerra, compañera,

como delicia del llanto…

 

en una carta maté al olvido,

con tu nombre maté al miedo de perderte

y como un bicho mordiendo sangre y tierra

me niego a perder mi nido…

 

se abre un capullo y es patria…

algo crece en los verdines de mi tumba,

flores que siempre soñé,

como esa luna lavada por la lluvia

que repite su silencio entre las dudas

de tantas casas sin nombre…

 

y aún te quiero

con la misma soledad

que enmudeció al escribir la última carta…

el mismo sueño

que no pudo terminarse y se abre patria,

se abre como un capullo en la ignorancia

 

de tantas cosas perdidas…

 

 

entre el grillo y el trueno

 

de una palabra puede descolgarse un grito…

después se entiende el secreto…

 

el entredicho animal que enfrenta al trueno y al grillo

no es más que un sueño salvaje…

pura tierra entre las manos y el obraje de las sobras,

luna mansa en el encaje, lápiz en el lagrimal,

barro en las venas…

te quiero…

 

de la fábula del sapo y la princesa sólo tengo el beso dulce…

(la señorita está loca, el sapo es feo,

y todo tiene sentido)…

 

…y en la entripada bendita de una noche canta el viento…

 

divina luz de ignorar lo que me falta…

tanta ansiedad me encandila

y una lágrima me lleva sin preguntas

hasta donde me habla el nombre de tus hijos,

aunque no vea los pasos por la niebla,

aunque la sombra sea breve,

como un relámpago viejo…

 

y canta el viento

abrazándose a la lluvia

como el rezo entre los santos dormidos…

 

sólo un sueño,

y quien pueda oír que oiga…

 

el raso es tierno,

pero endurece la argucia de soñar

y ser un sobreviviente

entre los muertos del alma…

 

un paso seco,

otro para imaginar,

otro pa’l vuelto…

y uno más para el camino…

 

al fin del verso,

sólo quedan la poesía y los harapos

que llegaron a ser eco…

 

barcos negros

 

algunas veces no importa el tiempo, sino el hambre…

 

duro en un árbol, tierno en un yuyo, dulce en tu boca,

la misma genialidad de un pan casero

o un bote cruzando el río entre Pompeya y Alsina…

 

ahí te espero,

si es que comprendiste el sueño y la conciencia…

apenas eso… el milagro de dormir sin pesadillas

y la pequeña sortija de una calesita rara

que es la misma de tu esquina…

 

le debo más a ese dios en quien no creo

que a la inmunda complacencia del olvido…

si dos pesos son dos pesos, y un pan viejo pa’l perdido,

si entre la genialidad y el pan casero

hay sólo un sueño,

el de querer ser astilla en la madera,

el de amar la misma estrella en el brasero…

 

y ahí me quemo…

 

vos verás si el dios es santo o la mortaja es acero…

(cada quién tiene su encargo en este yugo)…

 

yo elijo besar mi infierno,

ya que mi cielo es quimera…

yo elijo adorar tu rezo y mi tristeza,

no de triste, ni de idólatra…

yo creo…

lo demás lo explica otro…

un cualquiera…

 

tengo una sola virtud, si aún la tengo…

la de morir sin negar lo que me mata,

que es como vivir sabiendo quién me vive…

 

entre Pompeya y Alsina hay más que un río,

hay una luna muriéndose sin glosa,

y tantos sueños perdidos…

 

salto el charco,

muerdo el jazmín desolado en mi solapa,

te doy un poema…

es un juego…

 

toda la vida florece entre las manos…

y el que denuncia el dolor no es un mal hijo,

sólo es un hijo perdido...

otro milagro…

 

igual que el hambre

 

alguna noche andarás sobre las vías

queriendo volverte al alma la ternura y… no…

una arruga entre las manos

o la llovizna en el pasto

serán toda la aventura del deseo…

 

huele a óxido el sobaco de la luna,

y sí… te quiero…

pero el amor no es un cuento de hadas lindas,

ni soy un príncipe… es más,

no hay más que esto…

 

quizá te sirva el olor de mi camisa

como yo imagino lluvias y jazmines en tu blusa…

(te preguntaste por qué me huele a brisa?)…

 

la verdad lame el oficio con desprecio,

me duele el alma y te quiero,

pero la genialidad es pura vista,

un punto en el horizonte… y vos, estrella,

y vos… (estrella?)…

 

nada mas bello que el surco de tus manos,

nada más dulce que el surco de un arado

abriendo la tierra dura…

…y si es poema?...

 

cada rasgo de tu cuerpo me anda en pena

queriendo mostrarme el cielo…

y no me importa,

sólo beso ese lunar de luna llena

donde los miedos son grillos

y se entregan

igual que al hambre

a la tierra…

 

farol de cuentos dormidos

 

la seda blanda de tu risa inquieta,

los pasos en la estación,

la luz mojada en el puente

y esa luna…

farol de cuentos dormidos en el pecho…

 

(capullo rojo, tu boca blanda)…

 

perdido entre la verdad de dos esquinas

no sé si rezarle a dios o a la mismísima muerte…

igual se pagan los sueños con la moneda del alma,

igual es bueno saber lo que uno quiere…

(mojón del vuelo, tu vientre)…

 

si perder es algo más de lo que nos pasa a veces,

como el amor, como el cuerpo en un segundo,

como un hijo…

 

(en un sola canción sentí el olvido… y llorabas)…

 

y a quién le importa el color de la tristeza!...

es dulce y llama

tanto a gorriones marrones como a tus ojos verdosos,

o la negrura de mi alma entreverada en quererte…

 

igual se paga la suerte de un instante,

lo mismo que los errores de mil vidas…

(en una mano de pan besé a mi muerte,

en la otra cantó tu sueño)…

 

el día me clava en la frente un sol de viejos…

estoy trabando mi excusa en una idea del peso

de tantos años vividos…

 

y aún te quiero

y en un beso no hay más tierra que los pasos de buscarte,

y la ignorancia es terrible para el hambre

en la misma realidad que explica el tiempo,

como si fuera posible amar lo mismo

que se escapó de las manos, como el viento,

sin más precio que el dolor,

sin otro dios que el infierno que va creciendo en la cama,

eternamente…

y era dulce,

y era tu cuerpo…

 

puerta de hierro

 

el desbarro, el desgarro, el silencio…

olvido la muerte flaca de mis manos… olvido,

pero es mentira… y la mentira es peor que la ignorancia,

y la ignorancia es apenas un alivio

para la pobre quimera de los que se creen justos…

 

huele a fruta la mañana

y huele a barrio mojado por la lluvia,

a tu vestido de novia, a mi solapa negreada,

a tus hijos sin dormir y a mi insomnio en una mula,

a paz absurda… hule a yuyo en el zaguán,

a ruda., y a barrio pobre…

a mis manos…

 

las entrelíneas del cuento envuelven historias viejas,

y la entretela del alma escupe penas al viento…

 

…vuelan palomas

como profecía atada a la entrelengua del rezo,

que sólo sabe besar, que apenas puede creer,

que ignora a dios y te mira…

porque te imita, paloma…

 

el barrio pobre despierta, compañera…

y siempre la luna moja sus enaguas

en el amanecer liviano que hace cantar a las chapas

con una llovizna dulce…

 

paz que me quiebra las venas…

 

y el sol engaña… no es copla,

apenas es una llama que se apaga

cuando el viento sopla fuerte en sudestada

y el río huele a malvón y a barro crudo…

 

te quiero y no importa nada,

ni la madeja soberbia del destino,

ni la necesidad macabra de los vicios,

y ni siquiera el mendrugo de estar vivo…

 

sólo el misterio del barro en un manojo de abismo

que es un alma apenas libre

en esta tierra de buitres y poemas

que se alimentan matándose…

 

el herrero

no es más fuerte que el halcón,

ni el halcón ve más redonda la tierra que el herrero…

 

en la decepción te encuentro, compañera,

y te amo mucho más entre mis vueltos

no por perder el envión de haber creído,

sino por ganar la fragua de haber muerto

en el perdón tu olvido…

 

dolor del alma

 

un tata dios arrugado entre los yuyos,

el triste ensueño de un poema en la mirada de un viejo,

y aquella belleza larga en la nostalgia… el deseo,

que brilla ardiendo en la paz de la ternura

como la necesidad muerde la tierra del paria…

 

diez dedos vagos y vivos, arrugados

como el espejismo humilde de los años

que quieren verlos livianos en la brisa…

colibrí, dolor del alma, joven prisa del milagro…

te quiero como hace años, pero estoy viejo

y no me animo a explicarle a mis entrañas

que deben decirle el tiempo a las caricias…

 

tus manos duelen de sal, aunque son dulces…

(se entiende el miedo y la miel?)...

la luna avisa su vientre sobre el río

y la madrugada ensucia mi camisa

con el olor de tus labios…

 

piel de lluvia, mano limpia

que desbarata el verdín de las paredes mojadas de mis labios

y el fragor de tu sonrisa…

 

en una mueca de agosto sube el frío del invierno que no muere,

y todavía le falta arar mi espalda para morirse de frío

o revivir lo más tibio de un suspiro

que quema la soledad de otra plegaria lanzada al mundo imberbe,

al labio triste, al barrio dulce…

 

en tu cuerpo

mueren mis alas,

y acaso todavía viven en el viento de tus ganas

que no conocen la muerte, ni el olvido

tanto como sus llagas conocen la inmunda suerte de un viejo,

un tata dios arrugado entre los yuyos,

o el triste ensueño de un poema en tu mirada de cielo,

que apenas puede mentir el nombre del alma

sin condenar a sus jueces…

 

tan breve

 

puedo acostumbrarme al lánguido murmullo de las gotas en el patio,

puedo soñar que lo simple es aún más bello por no medir su misterio…:

la luna en un charco de agua que mimosea a los grillos

o sobre las chapas vieja que le dan techo a una cuna,

la misma cuna crujiendo por un llanto chiquitito

que se desnuda en tus ojos,

y afuera el viento y la lluvia sacudiéndose en las chapas…

 

así, tan breve, es el mundo entre mis manos,

y en un soplo se deshace, así tan vago y sereno

que, igualmente, rompe todas las paredes con una pequeña risa…

y esa canción en tus ojos lastimándole alma al miedo,

despintándole la boca al grito de un dolor largo

que se cuelga del carmín cansado y mustio de un gesto que no se entrega,

ni desespera la fe tras la ilusión que se afina en la mirada,

ni arriesga el cuero a la suerte… pero lo apuesta en un beso…

 

toda esa verdad callada de la noche late en lo oscuro…

 

puedo acostumbrarme al látigo impreciso de la muerte

que a veces marca un camino sin preguntas… pero no quiero…

sigo escuchando el crujido de una cuna en la música del viento

y algo como tu latido en cada gota que cae sobre un charco

y pide vida,

y espera un sueño…

 

luna del docke

 

el manto azul del dios viejo en un cielo de jazmín y padrenuestros gastados,

grito ronco de los perros que aún aúllan enamorados del viento…

 

beso la dulce mejilla de la niebla a los pies de Puente Alsina… beso

la rebeldía del amanecer mojado en tu vestido de novia

y en las ramas que te acarician el alma…

 

(en dos palabras se escapa la poesía,

pa’ quién la quiera rimar y hacer un tango… me importa poco…

pa’ quién la quiera arrimar a la emoción, hay otra vida)…

 

entre espejismo y espejo hay diferencia…

me moja la madrugada cuando tu mano me moja,

también me miran tus ojos cuando la luna me enfoca,

pero no sé si estoy loco o si me invento una luna

en una noche quemada sobre el pecho…

 

atrás soy eco,

atrás me sirvo del rastro pa’ vestirme,

pero otro paso me deja a cuero limpio

y hay que seguir caminando…

 

ahí la luna me centra sobre el docke

como mirada de amor que no regresa a la fe sin su buen ángel

(te acordás?... aquella luna inventada con tu rimel

en una cáscara de ojo que lloraba

la rebeldía del tiempo en mis ojeras)…

 

aún me animo a llorar,

y por si sale poesía, aún me arrimo a la historia

en dos palabras…: te quiero

(lo otro no importa)…

 

el sueño tiene una lápida y un nombre escrito,

y eso es un sueño,

lo que no cambia el espejo, ni un buen ángel,

maldición de siete vidas y un hermoso parpadeo

que se acaba en la ternura de morirse

donde se muere el misterio…

 

 

Babel

 

cada vez más cerca de la belleza

y cada vez más viejo…

el dulce canto del viento en la mirada,

grueso de pan, labio grueso,

y tu mirada…

el pulso ancho de vino, vino dulce,

y el recuerdo…

 

(amor de siempre…

en el mismísimo plato de la cena,

pero… dónde nos perdimos?)...

 

canta el tiempo

como un condenado que abre las ventanas de una torre

y piensa… quiere saltar hasta el cuerpo,

hasta el destino…

 

ni adiós, ni cielo…

mi mano no quiere un sol de piel serena,

sino un manojo de barro que lo queme

como la luna en tu frente, así desnuda,

o la gubia del misterio,

o la rabia de los perros del bañado,

o la estrella entre las sienes del guerrero

que quiere encender la vida entre las ramas

para dormir en tu vientre la belleza…

…y aquella canción de cuna…

 

amor… tus huellas,

tu bendición da a mis lágrimas, mis rezos

todo lo que arrulla el alma

entre la lluvia y el miedo…

 

y canta el tiempo,

amor de siempre…

no sé… no sé si puedo…

en el mismísimo ramo de mi jardín

o en mi nicho,

o en mi lecho…

 

igual son flores…

 

y cada vez soy más viejo,

y cada vez me delata la impureza

la cercanía brutal de lo más simple…

y te quiero…

 

igual se vive…

 

tu dulce canto, o el viento en la mirada,

grueso de pan, labio grueso,

el pulso ancho de vino, vino dulce…

pero dónde nos perdimos?...

en una luz que cegó tantos motivos,

en una uña del alma mal comida,

o en un beso sin regreso…

 

y apenas puedo morir

peleándole hambre a la piel

 

que aúlla su sueño…

 

 

tierra de invierno

 

la pálida propuesta de otra noche…: un sueño…

la tímida repuesta de la sangre…: nada…

 

poco queda de la piel en la ignorancia del nombre,

pero la brisa recuerda la palabra que sepultaron los juegos

debajo de la niñez, quieta en la cama, sonriendo,

como la necesidad de andar mojando los labios,

como la prisa de un pobre cuando llueve

o la de un pibe corriendo hasta la plaza

cuando le escapó al sobaco del encierro…

 

a veces quiero… y a veces puedo,

pero por lo general ando mordiendo distancias,

buscando lo que soñé… no otro milagro…

(el milagro es despertar antes que el miedo

y confesarse los miedos con la vida)…

 

a veces puedo reír… y a veces quiero morir,

pero es mi sueño,

en una misma verdad, clavado al alma,

pudiendo un tiempo…

 

y solamente se da entre los que quieren

con una misma ilusión,

la única tierra…

un sueño, o nada,

la tierra que aguanta esperas…

madre de la soledad, hija del beso,

novia del hambre,

una llama,

la que conoce el amor,

la que se aguanta las guerras

y la pálida propuesta de otro sueño,

y la tímida respuesta de la sangre

en una lluvia de invierno…


cuentos de lunas y perros

(un diecisiete de octubre)

 

y la realidad se va como la luna en las vías,

mirando y mirando nada…

 

un perro ladra, estoy vivo

y la realidad se va con un suspiro amarrete,

pretendiendo reclamarte, en el descuido, una muerte

que nunca llegó a las manos…

 

y ahí me juego…

pongo la piel y el misterio en esa carta

que se parece a vivir, pero quién sabe si puede!...

 

un carro viejo,

traqueteando la distancia de los pasos…

abrepuertas, paredón, olor a barro…

 

no se fueron con dulzura mis hermanos,

se fueron gritando un sueño, dulcemente,

como el labio que recuerda la belleza

en la juventud de un beso que era lágrima y… se quiebra

atragantado de nieblas y lloviznas,

queriendo toser el alma en una esquina cualquiera…

 

y ahora vivimos

creyendo en la estupidez de la gloria de estar vivos

sin otra razón que un cuento de hadas buenas y ratones,

que te dan zapatos nuevos y un vestidito de novia

cuando no ya no queda nadie, ni un fulano,

ni un sueñito pa’ desmentirte la angustia…

 

y ahí me juego hasta el rastro,

el nombre propio, el deseo…

 

no me olvides…

 

si igual te quiero,

aunque duela, compañera,

aunque no importe estar vivo

ni conocer la medida de tus pies,

ni amarte en la desnudez de tus olvidos…

 

(ya no hay un cuento, mi amor… sólo es la vida,

pero hay que saber vivir hasta estar muerto)…

 

un diecisiete de octubre tuve un sueño,

después nací entre tus brazos… y era cierto,

tanto como la mentira del silencio

que se escuda en la inocencia… y no hubo un cuento,

ni princesas que encontrar, ni pies calientes,

pero me roba la historia y me hace tuyo

en un instinto mayor que mil tormentos…

que mil promesas…

 

si nací para vivir,

si no hay más manos que un par de alas que tiemblan,

ni hay más alas que las manos que se atreven

a la cal como a la miel… o a tanta espera,

en una esquina cualquiera, hablando el alma

contra el coraje de un cuento mal contado

que todavía se cuenta…

y es una marca en la frente, compañera…

no me olvides...


olor del alma

 

con el último alarido de la noche

el barrio hundió tu ternura en sus racimos…

olores viejos del alma, los mismos dulces del pecho,

aquellas gotas dormidas, lagrimeando en las veredas,

avivando el viejo sueño…

las mismas voces que cantan

y el largo tirón del cuero…

 

y entre las sombras mil huellas…

uno y uno, dos, millones,

vos, tus ojos, las canciones,

mi amor pintando tu nombre

por un amor y una estrella,

alimentando el misterio de caminar por la historia

como una trova viajera que va perfumando el tiempo,

así, como los jazmines entre las manos del pueblo,

entre los labios del viento…

 

arrullo lindo… esta lluvia,

ganas de reír chiquito en un abrazo desnudo

y llorar hasta los huesos por la emoción de un murmullo

que viene cantando lejos…

 

agüita mansa en las calles que salpica la memoria

lagrimeando desde el cielo aquellas ropas mojadas

que son banderas de amores,

olor del alma en la lluvia,

los mismos sueños del pecho,

las mismas flores que besan

por un amor y una estrella

el mismo grito de amores,

la misma patria en los pobres

y esta lucha,

y esta herencia con raspones,

camisas blancas, mojadas,

y tu vestido de flores

como bandera de guerra

por un cuerpo

y tantos nombres…


años y lluvias

 

en el recuerdo liviano de los ojos veo un cielo sobre el puente,

un vago corriendo al diablo por las vías de Pompeya,

hojas voladas de un diario, un perro solo

y la luna en la cornisa de una casa que hoy no existe,

pero regresa en la piel, como el calor de tu cuerpo,

más allá de la belleza, del sexo, de la simpleza,

gobernando una ternura que apenas duerme si duermo,

y mientras duermo te sueña…

 

años y lluvias,

parca requisa del alma olfateando los rincones

donde una flor es el precio de estar vivo,

y algunos dulces raspones me sacudieron las alas…

 

el hambre vuela, señora,

como tu voz, compañera, vuela entre rezos y estrofas

que descubren el silencio

clavado bajo la luna sedosa de Puente Alsina…

(años y flores mordiendo el mismo empedrado seco,

como el amor,

como el tiempo)…

 

entre mis ojos conservo algunos brillos mojados,

los mismos que guardo adentro… tierra y pluma, luz y paso,

empobrecido dolor que ya me sabe a milagro

como el tesoro de haber dejado parte del cuerpo

en un rincón de tu abrazo,

o en un puñetazo ciego contra el viento…

 

y es que el amor se hizo extraño

y el destino un dios sin rezo,

gobernando una ternura que apenas duerme si duermo,

y mientras duermo es tu rastro…

allá en Pompeya

 

igual que la luna bruja de tu pecho

donde un gorrión se deshizo entre la niebla

y se hizo tango,

y fue nunca

hasta entender el silencio…


la sonrisa de María Eva

 

fue cuando llovió durante diez días seguidos…

fue cuando el mundo olía a tierra

y tus manos a veredas con jazmines deshojados

que no pude sostener con tanto viento,

ni con el amor de mi alma…

(E. Golub… cuando la tierra era herejía)

 

 

la pequeña rebeldía de nombrarte mientras la noche se calla…

un luto manso, infeliz, casi sublime, que vuela como el deseo,

herencia suave del nombre recostado en el lugar donde es tierra

como si fuera a nacer de nuevo al viento, y apenas grita su parto…

 

y canta…

 

con el remedio en el alma me desplomo como un bicho sin las patas…

prefiero quemar la fe en una entripada que se enciende entre los huesos…

no sirvo para dormir y nada más, ni para negar la niebla como un ciego,

llevo la rabia del perro entre los labios que muerden cuando te besan…

 

es como llover mil años y mil años extrañar la lluvia nueva,

la luna en el lagrimal, la Cruz del Sur en la frente, y ese sueño…:

vos, tus ojos…

 

renuevo el cuero quemado con las palabras del pueblo como un manto…

fue cuando llovió mil siglos y la gente iba a la plaza y se sentía la fiebre,

y se cantaba tu canto…

 

entonces había un pincel y yo pintaba,

y una piedra… y vos tallabas mi sentencia,

y yo te amaba…

había un nombre, eras vos, y una palabra eran todas las palabras

y una forma de vivir para ser libres…

 

ahora quizá te encuentre por las veredas mojadas de ese sueño imperdonable,

y todavía te busco en los ajuares invencibles de mis muertos,

porque no hay muerte…

 

una mínima sonrisa de los años puede sostener el plomo de los pasos,

la pequeña rebeldía de nombrarte mientras la noche se calla,

la infinita recompensa de escucharte mientras la vida hace ruido

y no es poema el desgarro,

sino un tibio, largo, simple y amor dulce de tu sonrisa en mi boca

como la garúa que moja las veredas y los años…


atrás del arca

 

atrás del sol,

atrás de tus ojos flacos y sombreados por los árboles,

los juegos… gorriones volviendo al mundo con un sueño…

 

atrás del alma que se empecinó en creer sobre las tumbas,

la piel que quiso querer sobre los cardos y el frío…

 

atrás del hambre, mi amor, con alma y lluvia,

y con un vuelto mojando las mejillas,

pequeña usura de un beso, amor de tocar la vida,

el bien, tus manos…

 

ahí se arrima mi verso a los colores del viento,

viejo suicida, loco viejo, nene pobre

que se enamoró del día,

de vos, del día,

y sostiene sus ventanas sobre el techo…

 

adiós del miedo, mi vida,

azul de un cielo… atrás del arca…

barracas tristes de un cuento que se cuenta

como si fuera un lugar, pero es un mundo…

 

y ahí se arrima mi labio a la sentencia del vino,

fruta o puñal, beso o mojón de la noche solitaria...

y una estrella apunta al muerto con su lágrima…

 

te quiero,

y en un destiempo, o en una bala de plata, o un te quiero,

se borra toda virtud con tantas llagas…

 

te quiero…

y atrás del mármol,

como atrás del sol,

un sueño

hace pedazos la arritmia de la suerte

y marca el surco que se escribió con la sangre…

 

vida o muerte, patria o mierda, luz…

tus manos…

 

y que me lleve el destino,

aunque nadie más contemple ese camino,

aunque no importe el motivo, ni el secreto…

 

si ahí se enuncia mi lagrima y mi brote

en una carta

o en el silencio que espera

callar a tiempo

el grito que nace el alma,

como si fuera un perdón por la mañana,

o un dulce beso…


sólo la luna y la calle

 

...y si en tus manos quedaran los paisajes sin remedio de mis manos,

como hojas viejas mojándose en la lluvia, sin una muerte certera,

algunas gotas de más, esas veredas dormidas,

aquel temblor de mis dedos…

 

y si callara el amor y la única oración del corazón fuese un latido

replegándose en la piel del pueblo viejo de mi alma, como un muerto,

uno que aún quiere y canta, pero duele

(y si el dolor fuese un beso en las mejillas)…

 

el paso lento, señora…

atrás la espera del tiempo que enfermó de hambre a mis ojos

hasta robarles la fe, como a los ojos vidriosos de un borracho,

como dos piedras que pesan en el pecho toda la ilusión perdida…

 

es más que viento en la cara… es el arañazo frío de un fantasma

que trae el dulce perfume de las noches y los barrios, y los hijos,

y las canciones que alargan la poesía en un murmullo sin dueño…

 

sólo la luna y la calle,

y la sombra de tus pasos sobre una alfombra de huellas

despertando la ternura de mil años, de mil vidas,

y ese grito… dios!... tus manos,

y los bordes imprecisos de mis manos

que sólo tiemblan, querida, como alas sin altura,

buscando llegar al cielo, o a tu aliento, o al infierno,

o a una esquina

que esconda la sudestada en tu vestido

y te desnude, paloma…

y en un descuido me lleve…


realidad y sueño

 

…y aunque las cosas pasaron y los años fueron horas en un sueño,

todavía se me estruja entre los labios la rajadura dulcísima de un beso…

 

el juicio de la verdad es pura histeria ladrándole a la ilusión de ser humanos,

nada se tiene, nada se escapa, nada se olvida, ni mucho menos se muere,

salvo, claro, que haya un dios que juzgue el precio de vivir siendo un esclavo

que por querer ser verdad pierda el sentido de ser apenas hombre…

 

te quiero, y mis manos hablan, aunque no entiendas…

no hay rebeldías absurdas en el desprecio de un guante,

ni en darle un golpe a la mesa…

todo amor tiene un dolor y una locura en el alma,

y hasta una llaga sublime…

nada se duerme en su gloria, ni mucho menos despierta entre sus muertos,

salvo, claro, que uno se crea infinito, puro, bueno,

y nada tenga sentido entre las manos mugrientas de los hombres,

sólo su rabia y su juicio…

 

mis manos hablan…

te quiero y no sé escribir lo que ellas hablan,

sólo recuerdo un lugar en las caricias

donde encontré unas palomas y unas cartas

que se hicieron poesía…

 

y en el perdón del fragor, y en el fragor del amor, y en el amor de las manos,

apenas puedo entender lo que tus manos me dicen,

pero lo sueño, aunque las cosas que pasan limiten mis pesadillas a tu boca,

aunque el dolor de mi boca sea tocarte

con la injusticia del alma que le escapa a la verdad por tener alas

y se rebela al misterio del silencio

susurrando entre tu pelo el viejo vicio

de ser realidad y sueño…


igual que la luna rana

 

dios… una luz… igual la noche se afina a la distancia,

y huele a aceite la niebla, a cable viejo, a humedad, a cuero, a vía,

a tren que se aleja… a vos…

 

mi pobre hombría se cree perro guardián de esta obra,

y ladra al morder la lluvia…

y otra sombra

viene a predecir los pasos de un extraño,

entrando en el corralón, sin fe, ni labio,

un cualquiera, otro ladrón…

otro gato en la cornisa…

 

apenas tengo una vela que se quema

y una vereda que muere en la otra esquina,

allá en los charcos, atrás del miedo del alma,

donde otros duermen desnudos en la lluvia,

y con la lluvia se visten las penitas…:

nacimos pobres, ladramos por lo que amamos…

vivimos algo, queremos, morimos viejos…

 

y un tango apenas puede mentir lo que siente,

y un verso encarna al plural del alma,

y nunca puede,

ni quiere enroñar la musa con el fango…

 

todo es mentira, mi amor, o todo es verdad a medias

según salga culo o cara… todo es juego,

el espejo es un fantasma con espalda,

y atrás la noche es oscura…

una moneda

o cualquier calle que corras…

 

y siempre llueve en Pompeya,

y nunca es hada la luna,

ni siquiera es Cenicienta…

es bruja y mata…

sólo un sueño que no alcanza a dar las telas del traje,

apenitas una rana…

o tu blusa

lagriméandole a la brisa ese perfume de flores,

ese canto de sirenas,

ese vestido de novia que termina en el Riachuelo,

igual que la luna rana

o el duende de mi cornisa…

 

atrás te espero…

allá en los charcos del sur, atrás del miedo,

donde la razón es flaca

y la brisa es una hamaca sin cadenas

para llegar hasta el viento…

 

ni dios nos salva…

y pa’ qué, si no le creo las mañas!...

 

huele a jazmín esta carta

y ya no tengo más letra para el cuento,

ni ganas de andar robando un cuento al tiempo…

el alma es barro,

y el barro es alma…


a pocas calles

 

y otra vez las viejas campanadas de la iglesia quemándole hollín al tiempo,

labio negro que se cerró en la neblina como un capullo maldito de ternura,

muerto detrás de la voz que dejó el aliento seco de tanto gritar un nombre…

murmullos buenos que a veces devuelve el viento hasta la piel,

como propia la sonrisa…

 

nunca dejaré escapar aquella música,

esos resuellos que me limpian las boqueras y destraban un silbido,

ni aquellos destellos dulces que cruzan la calle, al fondo,

como un carro de relámpagos, tirado a piel, a deseo, a sangre, a fuego,

estirándose en el cuero de la noche como la sombra de un vago entre las vías…

 

tal vez te amo como si fuera posible darle una vuelta al espejo… y eso es todo…

el inventario perplejo de mis manos guarda temblores perdidos

y no tengo otro remedio que buscarlos… ni son míos los consuelos,

ni tuyos tantos recuerdos que pesan como una deuda impagable,

que queda vieja en los ojos y hace que duelan los sueños…

 

querida… a pocas calles de andar se arrastra la misma luna que en mil años,

la confesión es un mojón necesario y tan humana que asusta…

siempre me quedó barata la salida de ignorar lo que me tiembla en las manos…

tal vez te amo como si fuera imposible ser más que esto… y eso es todo,

todo lo que puedo hacer con tu sonrisa,

a tantas calles de andar y en cada paso…


destino

 

pateando piedras y saltando zanjas,

un sueño viejo mordiéndole el perdón a la estampita

y ni un santo pa’ explicar lo que se siente esta noche…

(lágrima infeliz, borracho dulce de flores de zaguán

y versos de alcantarilla)…

 

la magia simple del barrio pobre que no suma amor y olvido,

apenas puede nombrar, con su silencio, los nombres

de un lado y otro del alma,

mientras la noche se duerme, allá en los techos,

que no eligieron la luna,

pero la aguantan, la empardan…

 

adiós… salud… bienvenida…

 

…y canta un gallo

igual que reza una monja o llora un niño…

igual que me roza el tiempo las mejillas

y destroza mis solapas al roce de flores grises…

 

eran jazmines…

 

huele a tu boca el misterio del silencio,

igual que la lluvia tibia en mis solapas…

…y esa carta sin retorno huele a muerte…

 

en el recuerdo del yunque vibra el beso

que el herrero hizo destino…

la herencia canta, mi amor,

y es una música larga que nos lleva

hasta el final de la calle… es un suspiro

que entiende la inmediatez de la belleza,

pero sostiene su cuerpo sobre el yunque

para que el hierro golpee con más fuerza,

una y otra vez, moldeando el barro,

y en cada golpe recuerde que es la vida…

no es cosa de andar negándose a los muertos,

sino de darse a la savia…

 

largas batallas se resumen en un beso,

en una carta

que regresa hasta las manos tras la fragua,

o hasta los labios

después de un golpe seco

que, como la sequedad, muere en las babas de un sueño,

como el olor de un cualquiera,

borracho dulce de flores

y tristezas que ríe el alma

encendida, enamorada,

como una bruja quemándose en su cuento,

o la locura del cuerpo perdido en la madrugada,

sin vos, sin pellejos lánguidos, ni sábanas,

sólo un manojo perdido

antes que el sol rompa el cielo y el embrujo,

antes que el hierro se rompa tras la fragua

y el hambre ya no dé tregua,

ni por vivir la ilusión,

ni por matarla…


agua bendita

 

una última palabra…: el viento…

la repentina sonrisa de la sombra entre los árboles,

piedra que rompe los vidrios y se escapa,

como la mano de dios…

(nadie es perfecto…

y quien quiera oír que oiga,

si se anima)…

 

si pudiera desnudar un rezo,

si desnudarte pudiera…

un par de pasos al menos,

o tus ojos…

si las palabras llegaran a la sangre

como la paz a los muertos

o el hambre a los que guardamos la memoria!…

 

es tuyo el cardo que se abre como rosa,

igual que el perdón cayéndote en la frente

como un latigazo viejo…

es tuyo el hijo

y mi sombra besa las hojas que caen de los árboles,

y el viento no es tan sólo una palabra…

es viento y tiempo…

 

otro infierno pretende mojar tu frente…

agua bendita…

es sólo lluvia, querida… no te entregues,

es otra noche de perros,

y otro día…

 

rompe un trueno, sangra un grillo…: es viento…

(si pudiera desnudar un rezo,

si desnudarte pudiera!)…

 

es tuyo el hijo que se abre como un fruto,

igual que la luna aguada sobre el río…

llora, llora…

 

(atrás del fuego

queda la paja mojada de una idea

que no se quiere quemar

atrás del fuego,

y espera

la última chispa)…

 
 
 
 

piedras de luz

 

los chasquidos ordinarios de las gotas rotas

y el silencio entrecortándote un suspiro,

viejo, gris, empobrecido… el silencio de las horas

que quedaron suspendidas sobre un sueño mal ahogado

como el beso que se anuda en la garganta

y pesa…

 

allá el mundo, atragantado en el hambre de esperar,

y acá el precio de ese mundo, entre flores y navajas…

todavía me lo llevo contra los ojos mojados

como si fuera empañándose la brisa en la mirada,

con el calor de un recuerdo y con la lluvia…

y duele…

 

duele la marca del juicio entre las sienes,

el hacha del corazón marcando angustias,

quebrando el palo reseco de la ansiedad recostada en la tristeza

como un pedazo de fe que chapotea en el barro de la urgencia

y pide…

 

tira de la soledad como un borracho que arrastra alma y cuero,

mata la serenidad de un pensamiento mezquino

que quiere volverme un muerto,

besa el abismo lloroso de la frente que se quema con la luna

y espera herencia en la piel, como un martillo golpeando la palabra,

y llueve…

 

llueve…

…y nada importa,

sólo escuchar el silencio entrecortado en las gotas

que alguna vez fueron música en tu pecho

y ahora son piedras de luz golpeando mi alma

que espera…

 

 

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