desde donde estamos solos

 

desde donde estamos solos

 

si la pequeña canción de tu mano hiciera el viento esta noche,

si la delicada, suave y tibia melodía de tu mano me tocara,

rozando las lejanías más oscuras del sur viejo,

los techos empobrecidos de Pompeya, el tiempo roto,

la piel del alma…

 

el viento es llover de a ratos, desnudo, de madrugada,

tu mano es llorar mil sueños viendo veredas mojadas que se pierden,

oler el río, oler tu pelo y perderme en las veredas,

siguiendo lento el murmullo que desborda en los desagües,

como un camino de gotas que detienen el silencio en un segundo

y luego cantan…

 

si la canción de tus ojos se llevara toda la poesía esta noche,

si la dulce, loca y fresca melodía de tus ojos me tocara,

desmenuzando el misterio de la ausencia sobre los barrios dormidos,

sobre el olvido mirándonos sin cara, sobre los lazos del miedo,

sobre la muerte…

 

la poesía es morir de a ratos, temblando, sin otra vida,

tus ojos son lluvia a veces, como mil sueños viendo veredas mojadas,

oler el río, oler tu pelo

 

y perderme…

 

 

Sudaca

 

y te olvidarás, quizá, del nombre,

de la piel, del engañoso siseo de los grillos,

del hambre quieto en la ausencia…

 

pero nunca olvidarás los ojos,

la mirada en una lágrima de guerra

o en un susurro de amor…

una mirada de pan entre las ropas del miedo…

 

y te quedarás quizá sin esos brillos,

sin el sumiso alarido del perdón austero,

sin el perdón, sin los rezos…

 

pero nunca olvidarás los ojos,

la mirada en una mágica sentencia,

o en un beso sin olvido…

una mirada de sol entre las sombras del miedo…

 

entonces será verdad el dulce canto,

el canto dulce que quiebra tu palabra

mariposa, gorrioncito, alma, rosa

mujer de mi pueblo… nido… mariposa…

 

entonces será verdad cada desgarro,

y hasta la pobre mentira de la muerte

será verdad en el llanto…

 

y te olvidarás, quizá, del nombre amado,

más no olvidarás la piel,

ni el dulce arado del alma,

ni el olvido…

 

entonces será verdad cada poema,

cada palabra de amor,

cada sequía en la siembra,

y cada idea…

 

y te olvidarás, quizá, de haber corrido,

pero no de haber amado…

y te olvidarás, quizá, de haber llorado,

pero no de haber nacido…

 

como entre el barrio y el río

 

hay una caja de música entre las manos del viento,

hay un cascabel de lata que resuena en el suburbio,

y hay una luna de plomo en la ventana…

 

me gusta esa sensación de cuna vieja

que va hamacando los pasos barrio adentro,

ese misterio de chapas oxidadas

que parecen desmenuzarse en la noche,

piel de estrellas que se va durmiendo lejos,

mansamente,

mientras, en una avenida, el tiempo corta su magia,

pero más allá, del otro lado, el silencio llega al río…

 

hoy te siento como cuando no entendí qué me pasaba…

será el siseo del hambre en las persianas,

será que te quiero viva y pierdo el tiempo en poemas,

será que entre vos y yo, como entre el barrio y el río,

la luz desguaza a los ángeles y desarma las bandadas,

y un perro sigue ladrando al dios fulero

que cicatrizó la ausencia entre los ojos…

 

te quiero… será que vivo y te quiero

y no me quiero dormir sin tu mirada…

 

puro barro

 

toco el violín de tu pecho…

algunas lágrimas besan tu cintura

y estás cantando…

 

ese destino que pesa como lluvia

sobre mis manos mojadas,

se me embarra en las ojeras,

puro barro, dulce luna…

 

en el oficio de amarte empujo el carro,

tiran los bueyes…

es algo que un par de lágrimas sostiene,

tu sonrisa en el misterio de la noche,

el embrujo de un farol limpiando el polvo

en un camino de cardos…

 

palpo la luz de tu pecho,

muerdo un fardo de palomas que aletean

sobre mi frente de niebla,

sobre mi pueblo de guachos y promesas,

sobre mi sueño y tu vientre…

 

dulce luna, puro barro…

 

algunas lágrimas besan tu cintura

y estás durmiendo…

subo al dolor que no sé

y siento el rastro…:

pequeña huella, vibrante, diminuta,

florcita en el cardinal…

 

con vos me duermo…

(toco tu serenidad y me hago trueno

para que me oigas)…

 

los colores del arcoiris

 

cómo empezar a escribirte?,

cómo seguir escribiendo?...

estoy peleándole al muerto de mi alma

esas flores que dejaron… ni sé quiénes,

unos pibes que jugaban en la puerta,

que perdieron unos brillos,

como agüitas en un pozo,

y se quedaron dormidos en el cuento

de un arcoiris barato…

 

(avemaría purísima y…

…y que no me falte el nombre)…

 

me persigno ante la cruz de tu sonrisa

aunque no le creo al santo más que al gesto,

por eso digo… te quiero…

 

en un suspiro de gracia abrazo al tiempo,

siento que vuelo soñándote, mi sueño,

mariposa a contraluz, caricia, luna,

chiquita mía…

 

si a poco de despertar ya estoy cubierto de barro,

si camino por un mundo que no entiendo,

si todavía estoy vivo…

 

cómo volver a escribirte?,

como seguir escribiendo

luego de mirarte el alma hasta sentirla

como un mojón de mi vuelo?...

 

apenas se abren mis manos sin dolerme,

apenas… y lo demás es tocarte…

por eso digo: te quiero…

 

en un suspiro de amor me abrazo al viento,

al hambre de caminar a contraluz del deseo,

y veo tus manos… chiquita, mariposa,

perdonándole la fe a los que sólo creyeron

sin sentir la piel y el yerro de dormirse

alguna noche sin miedo…

 

ya… no importa…

mañana llega mañana…

ahora estoy loco de vos y de tu cuerpo…

 

falta envido

 

una parada de pájaros cansados sobre el techo…

se duerme el barrio en la holgura de la noche;

pasan las horas, livianas como suspiro de duendes…

(la inmediatez de olvidar un polvo viejo me está arruinando el recuerdo)…

 

…a veces miro hacia el sur y el veo el puente, la iglesia,

a veces cierro los ojos…

 

¿por qué angustias tengo que limarme el verso en cada tango?...

(a veces cierro los ojos y siento venirse el viento,

a veces callo)…

 

toda la contradicción de mi palabra es un verso

que no se escribe;

medianera de la luz, pulso del cuero quemado por mil truenos,

miel del mismísimo ayuno de aguas dulces,

tormenta… lágrimas sobre tu pelo…

 

si de aquellos que no fui,

si de los hijos mojados en mis manos,

si de aquellos que se fueron madrugando ausencias,

si de tus manos, amor… si de tus manos, al menos,

fuera tierra!…

 

el espejismo es un pájaro sin eco que desaparece rápido en la noche…

pero aún se encienden tus ojos, aunque lejos,

y a veces muero…

 

el regocijo del pan es pa’ otros pobres diablos,

yo masco un sueño de pan en tu alambique de bruja,

y me emborracho de amor hasta no tener palabras…

y la luna!... poco dios sabe esta luna

que se desnuda en el barrio…

 

(mi última poesía será un rastro imposible de dragar

como el óxido en las vías,

como una gota de vino en el borde de la cama,

o el barro en un tango oscuro que no acaba,

que sólo quiso ser luna y poesía)…

 

 

 

pibita del barrio lejos

 

me trago el humo, me guardo la flojera, me muerdo el alma…

el destierro de mirar la noche larga y que no sea tu pecho,

el desgarro de cruzar vías y calles, y que no sea…

 

bendita hasta la misma ignorancia de dormirse ingenua,

esta mirada cerrada entre párpados de chapa y humo negro,

indolencia del cansancio que aún te sueña…

 

bendita sea tu sombra

sobre la cruz deformada de mi almohada,

que grita sorda el doblez de una tibieza

embarrada de silencio

en el rincón de tu nombre…

 

un tren que cruza… madrugada,

se hace destino Pompeya entre mis pasos,

y tus ojos se hacen luna en mi ceguera…

 

quizá no pueda volver… y a quién le importa volver?...

sólo quiero estar llegando a tu cintura

con un destino en las manos

y una parada en tu luna,

para mis huellas…

para mis pasos…

 

de lejos

 

no eran las viejas palabras, ni las palabras nuevas,

no eran los ojos pegados al rocío, ni el reflejo de una estrella,

ni la melancolía, ni el sueño,

ni la canción del otoño entrando de nuevo en cada calle del barrio,

ni algo que fuera a dormirse lentamente,

y ni siquiera algo que fuera a morir al despertarse…

 

quizá sólo el pobre sueño de un vago mirando llover la luna

y la soledad inmensa de la noche dulce, dulce… tu mirada…

y aunque me muerda las patas como un perro loco

nada duele, ni las pulgas, ni la hambruna… sólo huellas,

que no podría contar, ni mucho menos oler entre los yuyos…

 

pero me guardo este verso donde se rompe el olvido,

donde no importa callar o andar gritando tu nombre

y mucho menos importa si alguien más dice mi nombre

ahora, esta noche,

o nunca…

 

por los pasillos serenos del suburbio viene aleteando una sombra,

será un ángel, será un cuervo,

una parvada de cuervos improvisando su canto,

o unos ángeles borrachos, o el croto de la estación

desnudándose hasta el cuero para cantarle a la luna

mientras llueve…

 

quién sabe!...

 

sólo guardo la dulzura larga y sola de tus ojos,

y este verso,

que no es olvido…

 

dulce y hiel

 

oigo caminar al viento por la puerta de mi casa,

es como un viejo cansado que va arrastrando los pasos,

como ese perro en mi sangre que va muriendo de rabia,

y que no quiere curarse…

y que no quiere morirse, pero no quiere curarse…

 

sigo creyendo en mis manos y en las vigas de mi espalda,

en ese beso de historias y ese amor de rondas largas

con el pañuelo en la frente, con la caricia y las uñas,

con el cuerpo, con las ganas…

 

sólo muerdo las palabras como pedazos de flores,

pedacitos de canción, pielcita, miel, terciopelo…

y una vez tras otra nada… dulce y hiel,

igual que el pan que se seca… igual tus labios…

igual que el beso dormido en la oscuridad del alma…

 

sobre las crestas sin luz del caserío anda el viento…

pero en la calle es un rastro de poemas,

viene arrastrándome el cuero como a luna en la vereda,

viene tragándose el frío de la ausencia

y las grietas del silencio…

 

apenas siento ese beso de la paz sobre mis ojos,

pero algo me despierta y siempre quiero,

pero algo me sostiene en la tormenta,

quizá los brazos del viento…

 

o esos pasos

arañando las persianas con deseo

a punto de lagrimear sobre las calles

o en el borde de la cama,

o en las manos

que se hacen pozos de un sueño…

 

un llanto lento

(canción de cuna - vidala)

 

una ramadita tibia,

un canto lento,

ramita de luna quieta

en la ventana... y un grillo

cantando lentito el ritmo de la brisa,

parpadeando y lloriqueando, niña,

que se me duerme, mi niña,

que se abraza en el sueñito y se me duerme

con dos gotitas de luz en las mejillas

y una ramita de yuyos en las manos,

oliendo lindo,

oliendo el sueño del campo,

y se me abraza,

y se me duerme, mi niña,

una ramadita tibia,

un llanto lento…

 

pajarraco

 

como los viejos rincones de la espera,

el cielo aclara despacio y se hace largo,

tanto que va encandilando a la tristeza

con el fantasma florido de un olvido

que jamás quema las cartas en la mesa…

 

el espejismo es tu voz, llamando lejos,

y de lejos recordando un verso dulce

que me anda cortando el labio con su historia

de pajarito en las llamas del silencio

mientras el amanecer quema tu rano de novia…

 

me ayuna el miedo, me sobra hasta en la memoria,

la última aparición entre las sombras

era un pajarraco envuelto en piel de fuego…

 

como en la desolación de un rastro ciego

muerdo el perfume aferrado a una limosna

entre mis manos sin luz… ceniza y cieno…

 

en el pañuelo de un sueño mal dormido

 

y cuántas veces más será tu paso?…

el viento trae del puerto olor a lluvia

hechizando hasta a las casas

con un aire remolón de tango sucio

que nunca deja la zanja…

 

…y el sur me viene,

como me viene la imagen de un dios fiero

tirando rudo del carro hasta moquearse las ganas

en el pañuelo de un sueño mal dormido…

 

y así me duele el otoño en Buenos Aires…

el viento trae del puerto una distancia

que nos bendice inmigrantes o nos maldice viajeros

en la misma sudestada,

desde el último desgarro de las calles

que se rompen en el barro de la costa

como acabando sin fe… poquita cosa…

hasta el temblor de las manos que se abren…

 

pero cuántas veces más será tu paso?...

anudado en un mordisco de hambre y tierra,

todo el amor se resume a estar despierto

y que me lleve la muerte o me voltee una curda

mientras miro a las estrellas,

mientras rezo a tu cintura,

mientras me trago la luna,

mientras miro a las estrellas…

 

suave y cruda,

la mágica Cruz del Sur de desenvaina

y me hunde hasta las tripas su silencio

como un relámpago mudo que destraba

todo el dolor de la lluvia…

 

shhh… canta el tiempo,

(entre mi boca y tu cuello hay una riestra de ajos

que me está dejando seco)…

otro intento

destrabará más ternura entre mis huesos

y hasta quizá una canción que me florezca

con una lágrima seca

en la flacura del pecho…

 

la loca y los grillos

 

la vieron cruzar las vías a la altura de Pompeya,

llevaba un vestido blanco y la luna a contraviento,

un par de sueños escritos en las manos

y las uñas mal comidas,

los ojos grandes y tiernos… iba descalza… se iba…

 

así, quizá, como el viento de los crotos

rompiendo el tul de la sombra,

como el amor de los pobres desayunando rocíos,

o la piel de los hambrientos estirándose hasta el alma…

se iba, así volando…

y así, quizá, caminando entre los grillos,

la madrugada envolvió su delicada silueta

sin arrancarle las flores a su vientre,

sin robarle primavera, ni regalarle un milagro…

 

y para qué ser más buenos, si apenas somos un rastro?...

si la belleza se hunde en el olvido que se le enredó a otro tiempo,

si la locura es más bella que el recuerdo!...

 

a ella la vieron comiéndose sus ojos en un charco de agua sucia,

o era que tenía sed?, o se moría de ciega?, o estaba loca?...

(unas flores no son yuyito en la boca, ni yerba mala, ni buena…

son sólo flores, quizá los besos perdidos, quizá nada)…

 

hoy los grillos se me subieron al techo

y no callan… me hablan de ella

que iba de vestido blanco y luna abierta en el pecho,

acariciando de lejos el recuerdo

de la locura más bella,

de la dulzura más ancha,

y la ternura más cierta…

 

antes del último aullido

 

sus manos de cal y orujo,

viejas, lánguidas, queridas,

raspando el índice obtuso por las paredes del barrio,

buscando a quién olvidar, a quién callar… otro cuento,

y el laberinto de dios perdiendo un par de secretos

a manos de un mal recuerdo y una jura de cicutas

que no se le creen a nadie,

por más cruz y virgencita que alguien se lleve a la boca,

por más amor que se muerda en cada rezo…

 

paso y quiero…

olor a fruta en el aire y en la mesa,

mientras se empulga la cama y se resecan los huesos…

y afuera la horrible rasca con su paciencia los techos

como llamando a los viejos, o a los amantes perdidos,

o a algún pobre desgraciado que haya olvidado las llaves,

o, simplemente, el camino…

 

…esperando que el tren pase, pero no pasa,

y me quedo,

lagrimeando la flojera y maldiciendo a la suerte,

como si uno fuera suerte,

como si hubiese un maldito en el fondo de la copa…

 

paso y quiero…

llora un ángel,

o un infeliz son olvido,

o un perro muerto de hambre…

y ella escucha, pasa y ríe,

mimoseando con los gatos

y cantando con los curdas,

sin saber quién puede más,

sin importarle quién quiere,

jugando a dormir un sueño

antes del último aullido…

 

la piel desnuda

 

otra madrugada duerme como duermen los faroles, calle adentro,

impregnada de suspiros como poemas que nacen y que mueren,

sin revisar el oficio, ni perdonar la certeza de las horas,

acostándose en el sueño de un malquiera o en las esquinas sin luna…

 

nunca supe regresar… quise quedarme en tus ojos,

quise dormirte, suspiro, entre mis venas calladas y callosas,

mirar el cielo sin miedo a estar de espaldas contra el fondo de mi cuerpo,

besar la lluvia en tu boca…

 

quise temblar con tus dedos en el viento

y quebrarme como un puñado de ramas en tu vientre…

y así… las calles, la sombra del silencio, los gritos en un baldío,

la ternura de abrazar las confesiones y el eco

en una misma ilusión… como duermen los faroles, calle adentro,

buscando un hilo de piel por las cornisas desnudas,

saltando al pulso liviano de los pájaros…

 

y un tango

agarrado de la noche y de tu blusa mojada

aún quiere hacerme llorar, como allá lejos, subido a tu alma

una y otras vez subiéndome a tus ojos…

 

nuca supe regresar, ya ves…

y el viento vuelve a temblar en mis manos,

vuelve a quebrarme en la tierra, aún de espaldas,

contra el fondo de mi cuerpo…

 

canción de un amor

 

mi corazón y tus manos, compañera…

otra vez daría el polvo a este destino

y el corazón a tus manos,

creyendo en la rebeldía de una rosa

que se levanta en el viento

como bandera de guerra,

como escuela de frontera,

como canción de un amor,

un amor grande y posible,

un amor bueno…

 

la geometría amorosa de tus ojos en la noche

dibuja hilachas de luna en mis silencios…

no hay mucho más para ver,

la piel y el hambre,

la fe y las culpas del hambre,

y el misterio de la piel cubriendo un alma invisible

como canción de un amor que no olvida a nuestros muertos,

una canción de un amor entre los nuestros,

el olor de un amor bueno en la cama y en las calles…

 

si te pudiera explicar las palabras que me faltan,

esa luz que me hace falta para llegar a tus ojos,

que la siento en cada verso que le escapa a la cordura,

y en la locura callada que me queda para darte…

 

todavía sin razón, y apenas vuela al desastre,

sobre los viejos andamios oxidados de una patria

todavía sin piedad y si dormirse, mi patria,

como tus manos hermosas,

todavía sin romper la cruz del tiempo,

sin olvidarlo, querida, y sin querer olvidarlo,

como si fuera morirse andar perdido,

como si fuera caerse al mismo pozo,

o si estuvieran malditas mis plegarias…

 

por eso digo, por eso, que al fin te quiero

sin una necesidad más que quererte,

como canción de un amor,

un amor grande y posible,

un amor bueno…

 

luna del puente

 

bendita madriguera de tus ojos,

luna de niebla detrás de Puente Alsina

con ese sueño de tul cayendo como llovizna

sobre la poca verdad de un gil cualquiera

que apenas huele el rocío…

 

la boca se hincha, animal de piel morada,

guardando un beso que corta como daga

el aliento del silencio… y chilla,

animal de voz cortada,

como el viento en las persianas,

sin respuesta,

sólo afinando el chillido… almita buena,

perra hincándole el colmillo a la tristeza,

luna del puente y… salud!... beso que embriaga,

la boca roja… animal de vida inculta,

susurro atrás de la almohada…

 

busco el sueño

y calle abajo no sé ni el dios que tengo…

apenas puedo mirar y veo tus ojos…

bendita luna de cal en la negrura del tiempo…

 

vuelvo a soltar un poema sobre el río

como quien tira las cartas en la mesa…

si hay que morir, que sea apostando el pellejo,

si hay que vivir, que sea muriendo de ganas,

que la razones me sobren,

que la locura me apañe…

que tus ojos no me dejen en la sombra

y que la fe no me falle en el misterio

de correr tras esa luna,

una vez, y otra... y otra…

 

las mañanas de marzo

 

con los nudillos pelados por el frío, o por la bronca

(da igual morirse de hambre que de frío)…

el dulce arrullo del viento en las persianas de marzo

trae lluvia,

y salpicando las flores, y salpicando las calles,

y moviendo los faroles como acariciando a un duende,

y acariciando a las flores, y olvidando…

la triste necesidad de un viejo amargo

muere en la piel de un jazmín que apenas vuela,

con los pétalos quemados por el frío,

con los nudillos pelados por la espera…

 

(si pudiera ser un bicho, sería perro,

para espantar a los cuervos…

aunque no sólo se ladra, compañera,

a veces también se muerde

y hay que saber no enfermarse)…

 

cierta ausencia de razón

me ayuda mucho para tenerme en mis tripas,

cierta falta de piedad me da tristeza en las manos…

 

siempre quise… siempre…

lo que tengo y lo que no,

lo que me falta y me sobra…

da lo mismo hambre que frío,

amor que sueño…

 

(si pudiera ser mejor, sería perro,

para espantar a los cuervos…

porque no sólo se muerde, compañera,

a veces también se corre barrio adentro

y la noche es un pañuelo de la luna,

y uno puede enamorarse)…

 

con las manos en el pecho

siento el frío de las mañanas de marzo…

el dulce arrullo del viento,

el tiempo largo

y la canción de esperarte con la lluvia,

aunque tan sólo amanezca…

 

puntal y ternura

 

para joder a los cuervos y a las pulgas,

el olor de los jazmines y la música del viento…

barrio lindo, mi pueblada

de libélulas y grillos,

de  corralones y perros…

 

una ruda en la ventana, atrás del vidrio…

Buenos Aires, piel de niña, amor de viuda,

silueta en el cardinal largo del tiempo,

amor ahogado en un beso, piel de luna,

ternura nunca perdida, y nunca hallada,

con la orfandad del suburbio en sudestada

y la pasión de un puntal en cada arrullo…

 

para joder al dolor y a los vasallos del miedo,

una mirada… la tuya…

una mirada chiquita, pedigüeña,

una florcita en la rama… y luego un trueno…

 

en la ignorancia divina de mis manos

sé tu sueño…

(sé que besabas mis manos con la lluvia,

sé que dormías mis miedos en tu blusa,

sé de mí ese amor bueno)…

 

poco le queda a mi calle pa’ ser polvo,

grapa, óxido, curtiembre, umbral dormido…

en el corral, con la bosta y con el vino,

se enciende un verso… una chispa de mi gente…

 

(ni un revoltijo en las tripas podría traer tanta fiebre,

como mirarte a los ojos esta noche)…

 

el pulso tiembla y… ya ves, es la poesía,

que mueve el cuero en las venas por quererte

y me anda endiablando el día entre los huesos,

por eso me tiembla el pulso, y hasta el labio,

que se me muere de sed, pero te grita,

con lo que queda de sed y de desgarro…

 

en un susurro

 

oigo el roce de tu sombra,

suspiro apenas,

murmullo de agua volviendo lentamente al río…

 

una danza entre el olor de la lluvia y la sensación del viento

atravesando las voces de la calle, el frío,

el viejo puente de hojas y silencios,

y el cuerpo todo,

como un pequeño crujido de bisagras

justo en el medio del pecho… y llama,

y duele, y cruje, y siempre…

 

suspiro apenas,

una mirada que roza cada cosa que tocamos,

cada gesto,

cada arruga de las sábanas… y el tiempo,

y el miedo a perderlo todo en un susurro,

suspiro apenas…

 

te huelo

desde la cárcel absurda de estar solo

hasta la ruta indecisa de los gorriones de siempre,

siempre aleteando en las ramas como siempre,

siempre volviendo a perderse barrio adentro,

donde la noche me arropa con sus sombras

y oigo el roce de tu sombra por mi sueño,

justo en el medio del pecho

besando apenas el aire…

 

ojos de barro

 

el roce del amor,

el beso de la muerte…

bruja!...

(negrita linda… mi bruja,

ojos de barro)…

 

el disparo de una paloma en la frente

y perdonar a gritos el milagro

mientras se me quema el alma en el infierno!...

hermoso sueño!…

 

te vi masticando el pasto de mis venas…

sueño chiquito, lindo de barro, querencia…

ojitos buenos… me duelen…

 

y el milagro de querer… embrujo dulce,

paloma linda, alas verdes, ojos ciegos,

un hachazo en cuero limpio al corazón,

un dulce embrujo, un desgarro,

un tibio beso en la frente sin distancias

y el roce oscuro de un cuervo entre las sienes…

como el roce del amor, como el beso de la muerte…

(andan buscando mis pasos esas chuzas,

andan queriendo comerme… pero escapo)…

 

hermoso sueño, tu canto,

hermoso hasta la profundidad de esta tristeza

nacida en la inmolación de una plegaria…

te quiero…

te quiero…

 

pero no alcanza el mojón a señalar una estrella,

una al menos, la más baja, la más simple… la que sea…

una piedra…

 

y el viento arrastra nostalgias

con la misma propiedad que arrastra tierra,

y así mis manos se gastan,

hueso, arena, plomo, lágrima, resaca…

 

me queda un tiento

pa’ atarme al aire…

y el río pa’ irme de veras…

 

en una sola canción cabe este poema…

todo lo demás es ruido

sólo viento, sólo espera…

 

flores que vuelan

 

el mismo silencio agudo entre faroles…

mi barrio era un grillo feo, y aún me canta,

no sé por qué estoy perdido, si hay un poema,

un tango, una medianera, un viejo loco que habla

y ese olor de los jazmines que uno sabe…

 

vos…

una estrella sobre el techo…

fe de azúcar

y unos zapatos podridos en la puerta,

en el borde de la cama, que es la puerta

del que se aferra a la vida…

 

habrá quién piense en las pascuas como un sueño,

yo sólo pienso en mi infancia

y es mentira…

 

tus besos llenan de lluvia y miel mis precarias comisuras,

mis intentos de Babel,

mi hueso triste que quiere ser bandera…

flores que vuelan… polvo en las manos,

un recuerdo en la quijada y… luna nueva…

(tan fácil se hace?... no creo)…

 

estoy viejo,

pero más sólo que viejo,

y estoy loco…

pero más vivo que loco…

 

el viento trae

fantasías de dormirse en mi ventana,

pero yo sigo despierto…

 

y el mismo silencio agudo en los faroles

viene a tocarme la cara

con la noche

que es siempre nuestra

y no alcanza

a ser de todos…

 

 

canción de la luna dulce

 

cosita linda… cencerro…

a media altura del bien, a medio paso de ser,

tu luz me alumbra lo medio que me falta…

 

quise gritar esa piel,

pero era viento y… no sé… se me hace trino…

si nunca supe cantar!... y este amor lindo

viene a mojarme los labios…

 

atrás mis pasos de barro muerden alas

que esperan hacerse lluvia…

 

cosita linda, susurro, calorcito…

tu flor en el arenal de mi demencia

huele a racimo, a piel de otoño, a luz…

 

me obligo a mirar la noche

sólo pa’ mirar tu ombligo… luna dulce…

 

cosita linda, secreto…

la poesía desgarra esta estampida

que muere viento

en tu risa…

 

si de la verdad se nace la belleza,

y si de la realidad se nace el alma,

habrá un camino

que entre verdades y chuzas,

que entre humanidad y tientos,

traiga lluvia

para los árboles secos,

 

para las noches sin luna…

 

poquita luna

 

el dardo en el cardinal que marca el pecho,

la Cruz del Sur…

medianoche, compañera…

 

cruje en la piel, pero es dulce, es un recuerdo

amotinado en el miedo de dormirse,

empecinado en la argucia de una estrella…

la mismísima sustancia de querer,

el mismo viento…

…y respiro…

           

entre mi casa y la luz hay mil esquinas clavadas con la historia

(me falta aquella que se abre con la sombra)…

algunas hablan de niños,

otras gritan su ternura como amores destrozados

que quieren cantar y gritan… como el viento…

 

huelo y respiro

la mismísima paciencia de la miel pendiendo el alma entre bichos,

el mismo ayuno del hambre entre las flores vencidas,

o la luna en la ventana,

o tu boca, compañera,

tu luna llena de sueños…

 

guardo el rumor de los grillos

y esta sombra es una esquina que me mata,

y una puñalada larga es esa trova

que levanta la poesía del silencio,

como rosa

que se levanta del polvo…

(algunas veces no sé dónde me duermo,

y ni siquiera me importa)…

 

tengo en mis manos la suma de mis dedos,

poquita luna

pechada de hambre en las flores…

poca cosa,

ración de muerto en un campo de palomas

y siseos…

 

disculpa…

hablo mal, mi bien… de ti, de vos, de vos, de ti…

mi ángel… es lluvia…

 

es esta pobre intención de ser belleza…

 

disculpame la amargura de los ojos

en la ilusión del poema…

y en las manos,

acomplejadas por pobres y plebeyas,

pues sólo quieren ser manos, y se quiebran

sabiendo que son tristeza…

 

apenas viento

 

dos… tres palomas perdidas…

igual se duerme el poema en el mensaje del viento

y no hay pájaro que narre las distancias,

sólo los ojos que miran y se duermen,

como la voz o los pájaros… volando…

 

apenas viento, sólo un suspiro,

como un mínimo susurro atrás del cuello,

mordisco oscuro de muerte o temblor que arruga al alma

mimoseando la emoción de un arañazo en la espalda,

o un cuchillo…

 

patria o mierda!... no me animo,

hay tanto marrón besando el paño blanco

y tanta lluvia mojando las ventanas,

tanta tierra por querer,

y tanto olvido!...

 

mis manos duelen de ser, pero son flacas…

atrás me trae la historia un pulso vivo,

una noción de memoria, un barro nuestro,

un hijo tibio en la piel, pidiendo luna,

un padrenuestro de lágrimas seguras,

un exorcismo en la fe,

como la lluvia en la frente,

como un beso!...

 

dos… tres palomas perdidas…

igual se duerme el poema en el mensaje del viento,

llamando al sueño que lo sedujo,

pidiendo el alma que lo hizo rico,

con una sola virtud… la de ser vida

a pesar de todo…

 

 

tiro del moño que ata tu cintura…

vuelo…

la timidez de la niebla

arando un surco en la tierra,

es similar a besarte…

 

tiemblo en tu pulso,

en tu pulso vivo y tiemblo,

y me habla el mundo

como al pasto, o a los grillos,

o a la pobre mariposa

que va aleteando el camino

seco de sol, y por él vivo, esperando

las luz bajando en el río…

 

bajo, siento, caigo… quiero…

dulce embrujo

que va a robarme el dolor

en un susurro,

en un deseo,

en el mínimo suspiro de la noche

que grita ahogada en un verso deshojado,

pidiendo el hilo sedoso de tu moño

y el flanco de tu cintura

en esta noche perdida del destino,

en este espejo de sal que se derrite

sin entender la agonía

ni el retoño…

 

sin ensayo

 

…y qué importa si no sé cómo se dice tu nombre?...

dibujo algunas palabras, ensayo algunos poemas,

pierdo un suspiro en el viento y…

 

hay silencios que sostienen la mirada

como columnas de hierro sosteniendo un puente…

muerdo, caigo, sigo… quiero…

 

el acertijo es terrible,

si no destrabo el misterio de tus ojos

quizá idealice tus pasos y desperdicie otro verso

en un paredón cualquiera, sin repuesta,

sólo pintando palabras para nadie…

 

y es flaco el miedo… sí… es un muerto,

una parvada de cuervos picoteando los deseos,

un muerto sin paz que vuelve por la hambruna

eso es el miedo,

el lagrimal flaco y pobre que se vence…

dulce llanto…

 

quizá escribiste mil cartas en tus sueños,

quizá olvidaste el silencio que retumba

como tu paso en el viento y en la noche,

como una gota de lluvia…

 

dormido en la soledad de una plegaria

estoy ciego,

ni sé mi rezo, ni mi costado, mi sé mi tumba…

sólo me quedan las manos para hablarte,

y qué importa si no sé cómo se dice tu nombre?...

 

hay un poema callado que murmura

cada temblor de tu cuerpo

como una gota de lluvia…

 

dos pesos

 

el vuelto de un mal domingo en dos monedas

y los bolsillos gastados… puro espejo…

 

poca cosa,

la aventura de una idea que se quemó en el malvón,

como los sueños larguísimos de un perro en la llovizna

(huele a rosas, pero es yuyo… y es hermoso)…

 

vago, ciego, lindo, loco… medianoche,

así te quiero…

la luna rompiendo el hambre en la mollera del pobre

y un verso en el lagrimal aguando el tiempo despacio…

 

(…)

 

el viento curó el dolor de la miseria

con el olor de las calles desveladas de rocío y…

siempre… siempre un perfume dulzón en las solapas

jugando a cortarme el cuello o a bendecir el adiós,

o a acariciarme en el cuello un mimo manso,

deshilachado, gastado… amor sin restos

que puede más que una idea,

aunque no tenga monedas ni pa’l vuelto…

 

mi vicio durmió en tu boca,

con el vino y con la gloria del deseo

que amó mi sed y mi alma…

 

otra cosa es la vedad, que no se entiende,

y a veces tampoco importa…

 

 

amor dormido

 

un descuido, un pulso bajo, un paso apenas…

el encanto de las cosas ordinarias puede traslucirte el alma,

y entonces ya no hay palomas para esconder el silencio,

ni palabras para decir el poema…

 

la necesidad violenta de los huesos aferrados a la carne,

la zurda echada a la urbe como un rezo irrenunciable

y el látigo del amor cortándole el cuero al hambre y a los sueños…

 

y entonces vuela…

(la realidad, la emoción, la luna llena,

la lluvia que hace cosquillas al barrio antes del alba)…

 

estoy quieto en el mojón que señaló la distancia entre el destino y un pueblo,

estoy mordiéndole el ajo al animal desgraciado del deseo,

acariciándole el lomo al fantasma irracional de la neblina,

amándote en la neblina y… y en la neblina muriendo,

con el aliento mojado de las flores que crecen en calles viejas

agarradas de sus yuyos, como perros que se agarran de sus pulgas

pa’ no irse…

 

y así me quedo,

y me voy de todos modos, pero me quedo,

maldito en la humanidad de una mañana llovida,

bendito en la cruz marrón de una esquina trasnochada,

borracho y niño, mamón y austero, dormido,

como el olor del otoño en las veredas

caído de una ventana y nunca luna,

sólo lluvia… la emoción, la realidad de un fantasma

que vuelve a besar tu pelo…

 

 

bonita luna de pan

 

me pesan tus ojos…

el delicado reflejo de la luna en las ojeras,

calle marrón, piel de bruja condenando a la llovizna,

y un viento absurdo robándole el alma a un perro…

 

tal vez no le importe a nadie este silencio,

pero quería decirte…

el patio huele a malvón y la noche trae agua…

lleva y trae soledades sin sentido

y otras cosas sin destino,

pero asusta comprender que estamos vivos y…

 

canta…

el labio, el verso, el dolor,

la piel, la arritmia que canta

como un látigo en el pecho,

como un relámpago loco, enfurecido…

 

mi niña… bonita luna de pan,

y el barro pesando plomo en mis ojeras

como si quisiera hundirse en la mirada

hasta ser tierra…

 

otro día viene a mojarnos la ropa…

me inclino en tu lagrimal,

beso el olvido de un sueño,

me persigno…

 

no creo en nada, pero quería decirte…

las flores también sostienen el silencio

y la casa huele dulce,

y estoy loco como un perro loco,

como un viejo feo

que mira el brillo de un ángel en los vidrios

y sostiene la distancia con el alma…

el delicado reflejo de la luna en tu mirada,

bonita bruja de pan,

piel de inocencia,

que se duerme en un rincón de este silencio

cantando

como la brisa…

 

entre cardo y piedra

 

bajito, temblando, inquieto entre cardo y piedra,

con el beso del rocío y la oración de las chusmas,

rumor que espanta al olvido sin milagro, sin consuelo,

apenas sacude el rastro con olor ruda amarga,

perfumando no sé qué… la piel del tiempo quizá,

la espera…

 

y en un zanjón de la fe sangra espacio,

parece cantar bajito a los extraños

una canción sin estrella…

 

miel que cae

desde las gotas más dulces de los ojos

y es flor entre cardo y piedra,

retobándose al dormir sin paz, ni tregua,

como rebeldía del alma enamorada,

como mujer enredando el terciopelo,

como un animal de sangre, como un beso

entre el rocío y la usura de las calles

que van quedando mojadas

y calladas,

y dormidas con sus juegos y sus guerras,

colmadas de hijos y flores, y de huellas

que siempre van a algún lado…

 

mientras se me va la luna

 

…y de repente el silencio es una nube que se desarma en los techos,

una fogata de angustias y fronteras en el cardinal de un tango,

sobrando al aire hacia el sur, como un espejo del alma,

la sensación de mirarte calle al fondo mientras se me va la luna

en un suspiro, al costado de la cama… y es silencio,

o tu blusa deslizándose hasta el suelo, lentamente…

 

y ya no quedan palabras en el cuerpo para razonar un verso,

ni un mínimo arrullo de ángeles que calmen las rebeldías,

sólo el dulce testimonio de una carta que se escribe con la sangre

y no se puede mentir… tibieza urgente en la carne, pura huella

que transita la demolición profunda de las horas en un rezo…

 

y tanto… y quiero… aunque no puedo entender,

y no me importa entender lo que ignoramos,

sólo mirarte dormir mientras se me va la luna por tu espalda,

cantando un nuevo silencio que no calla,

que se nos dice en el juego de una rama con el viento

o en una sombra rozándonos la cama…

 

 

 

se oye tango,

huele a llovizna sin casa,

a eso que huelen las calles,

las cornisas,

las estaciones vacías…

 

el remolino de un pie luego del otro,

y el vino…

huele a humedad mi solapa,

a tierra seca y a vino,

a eso que huelen los libros olvidados,

a trapo arrugado,

a mano con tierra seca,

a destino…

 

pero si vuelvo a pensar,

pero si vuelvo a decirlo…

… vos…

se oye tan bello…

el rocío en las veredas,

el jazmín besando a un yuyo,

el viento besando al pueblo,

el río ancho y dulcísimo,

y el puerto…

 

se oye tango,

me abre el pecho

y huele a correr descalzos

por los charcos,

a una parada de flores,

a madrugadas mojadas,

a eso que huelen tus manos…

 

ceniza y miel

 

una chispa del volcán,

espina del labio urgente que hizo fuego

y se incendió como un pájaro en la tarde

volviendo al río,

de cara al sol…

 

tantos años y… ya ves, me tiembla el pulso,

no para tocarte el alma, ni para marcar la huella,

ni para decir te quiero…

cosas de viejo,

viejo con fuego en la boca,

licor de ceniza y miel en el aliento

que apenas puede tragar la historia…

 

me duele más la emoción que cada herida marcada como hierro,

y es tan dulce confesar tus ojos a mi sombra,

oscurecerme sin miedo pa’ que alumbres…

cosa bella…

 

el día trae mil páginas dormidas

que en un instante serán campos de fuego

para clavar la poesía hasta los huesos,

perdida… enrarecida mi sombra,

lagrimita

que salta como una chispa

y sin el miedo a la muerte vuelve a un verso,

canta y muere

sin querer más que la vida…

 

del río a la Quema

 

me abraza el tiempo

entre las casas calladas de la Quema

y la madrugada mansa que se arrastra por los techos

como una nube de pájaros dormidos…

 

y tus ojos,

y el misterio que hace más clara tu frente

y más nítidos tus ojos,

desde quién sabe qué amores contenidos

en el cuaderno arrugado de una niña

hasta las hojas salvajes de un poema…

 

si me arropa tu color, siento que vuelo,

aguándome en el perfume del yuyerío mojado,

como en la paz de tu piel bajo el rocío…

 

y vuelvo al puente…

(el pobrerío marrón de mi alma larga

ama a este puente y ama a esas vías

por donde el viento llevó su tren de carga)…

 

mi barrio huele a rocío,

a tu pecho, a yuyos blandos,

y a esperarte desde siempre…

a dormirme con tu sombra y despertar con tus ojos

como si fueran dos pájaros tus ojos

yendo del río a la quema,

y una nube de gorriones el tul dulce de tu sombra

yendo de la quema al río…

 

y si me arropa tu aroma, siento el viento hasta los huesos,

la delicada parodia de las flores y el silencio

montada en la suavidad de tu presencia

y escrita en la soledad de cada verso…

 

los fondos del cementerio

 

el oficio de tus manos en la tierra,

en las arrugas mal puestas de mi cuello,

en la ramita de hiedra que trepa por los rincones…

(la casa sigue despierta en cada sombra)…

 

me olvido de casi todo lo que uno puede olvidar,

pero recuerdo aún más lo que me queda…

tu mirada en la caricia de la noche,

el cuero duro, reseco, ablandándose a caricias,

la constancia de la luna en Puente Alsina,

la claridad de una estrella entre tus ojos…

 

soy viejo, tanto como mi ropa más nueva,

soy tuyo, tanto como la verdad que aparta el miedo…

 

(una mortaja de luz cierra el camino a los cuervos en mi barrio,

una poesía de sombras siembra un tango para decir que te quiero)…

 

vuelan mil almas detrás del viento absurdo de un gesto,

me barre el costado zurdo esta tristeza,

me olvido y aún más recuerdo,

cada pedazo de barrio, cada suspiro en la noche,

cada idea del silencio que se te duerme en la boca…

 

si me alumbrara un amor como testigo

podría dejar mi piel en tu silencio

culpable de mi destino…

y más, tu puerta,

escondida en un farol que alumbra poco,

podría marcar mi angustia y mi ceguera

como animal del amor, en el camino,

rabioso de aire y espera…

 

me queda un pueblo enredándose en mis manos,

y mil deseos…

la necesidad de ser, un pueblo, un mundo,

que quiere tomar tus manos…

 

los fondos del cementerio arrullan lunas bonitas

que, sin embargo, se mueren sin desquite…

si me cortara la cara tu mirada!,

si la navaja feroz de tu recuerdo me levantara la piel de una sonrisa!...

si tu caricia bajara hasta mis huesos…

 

te quiero… quizá lo entiendas…

 

si me alumbrara el amor en esta tumba

podría decirlo sin miedo,

sin permisos, sin palabras, sin excusas…

piel de otoño

 

y se me vienen perdiendo las pisadas bajo unas hojas sin nombre…

mi pena se vuelve perra callejera

y se relame las patas en el barro del suburbio

empecinando un dulzor en el hocico mojado

que apenas sabe un recuerdo…

(la luna y un perro rengo la hacen larga,

cada vez más húmeda y más larga

en otra esquina)…

 

y entonces siento la piel de los fantasmas,

y guardo en mi propia piel el delicado temblor de aquellas manos

que alguna vez fueron lluvia…

 

sólo conozco un recuerdo, y es la vida,

hurgando en la soledad de los cajones vacíos

y los poemas callados…

piel de otoño,

viejas risas que desgarran el terciopelo del tiempo

con su finitud de rosa,

con su sentencia maldita de silencio

desde todas las distancias…

 

y entonces siento tus manos en mis propias manos

y tu piel en la piel desesperada que me abraza

como hojas secas, sin nombre, que ocultan huellas sencillas

en una calle perdida de la noche,

 

donde tu olor se hizo poema…

 

 

olvido de andar

 

vuelve, despacio, la lluvia sobre las casas…

ya estamos lejos y viejos para el salto,

pero en la serenidad de la distancia y los años canta el viento

como un violinista que abre las ventanas en los barrios

para que escuches llover, para que escuche tu arrullo,

para estar loco…

 

y sólo es viento con la lluvia,

o soledad con amor, o amor con viento…

pequeña necesidad de andar queriendo,

inmensa contrariedad de creer en algo… vos…

olvido de andar muriendo y dar el salto

aunque se aplaque el dolor para mentir resistencia,

aunque no duela jamás lo que dolió aquella siesta

en la que estuvimos solos y perdidos,

pensando sin esperar,

esperando que algo pase…

 

…y otra noche viene a cubrirnos

con su destino de piel imperdonable

y su nostalgia de río sin verbena…

 

sólo lo dulce… y lo dulce

apenas tocando el agua

como una gota cayendo sin remedio,

como una lágrima que arde en la mirada (vos…),

pero es hermosa…

 

te quiero como al dolor de nunca verte,

como quiero a mi memoria en una carta que grita,

aunque grite otras historias,

aunque rece como un pobre que abre el alma,

como te quiero en la lluvia que no alcanza

a lastimar mi razón, ni a destilar mi pasión,

ni a hacerme puro…

 

sólo una lágrima alcanza,

y estoy viejo, y estoy lejos,

y estoy loco…


puente viejo

 

un mal olvido,

por donde trepa la sangre a la conciencia,

por donde se duele el nombre y la posdata,

y hasta la sombra se duele en la sonrisa…

 

el viejo puente…

te quiero como a esta luna,

mi patria larga, mi barrio dulce,

dulce belleza, mi luna,

que se duerme en el silencio del poema

como si no hiciera falta…

 

y el perfume de las cosas ordinarias,

la ropa secada al sol, carro de palos,

y el rezo de otros… y el viento

acariciando la inútil sensatez de las distancias,

como hablando letanías con las brujas…

 

si te quiero,

si igual… pa’ qué?!...

si igual la miel y la razzia te despluman

como a un pajarraco viejo

en las manos de la lluvia,

que es dulce, es barrio y es luna,

pero también es mujer…

 

a dios le pido que vuelva a esos rincones que olvido,

y que se olvide también de mis tristezas…

es hora de andar queriendo, compañera,

es hora de no entregarle ni esto al miedo,

ni a la suerte de un santito,

ni a la oración de las viejas,

ni al corralón de la muerte…

 

me anda rengueando el amor,

me anda de rengo en las flores y en las piedras…

…y una palabra podría hacerse viento

acariciando mi historia…

 


la piel de la madrugada

 

se terminó tu reloj antes de la medianoche

y todavía te falta entender la madrugada…

…la luna arrastra su cola de ilusión sobre los techos,

borracha en la ineptitud de las distancias,

loca en la serenidad del barrio quieto,

linda y hambrienta en la angustia de los parias…

 

y me habla un muerto

con la ternura de un verso entre malvones

y la humedad del rocío…

canta y me habla,

explicándome los sueños de un extraño

que había sido mi viejo,

que podría haber sido mi hijo,

que es solo un hombre,

un fantasma entre las calles…

 

…y huele a río…

huele a curtiembre,

a poema en el olvido,

a perro flaco…

huele a mis manos perdiendo el viento,

como si juntas pudiesen aferrarse al viento,

pero no pueden… y a eso huele,

a mañana…

 

en la contrariedad del tango que ama y muere

crece la flor del suburbio, que ama y vive,

sin saber por que la muerte ama y elige

a las pasiones más bellas…

 

canta y me habla un aljibe

que se atragantó de lluvia y de tristeza…

a veces suelta el ahogo de quererte,

a veces escupe pájaros al viento…

 

…huele a mis manos perdidas,

huele a tu cuello…


perdón de sueños

 

dormido en el remendón de la mirada,

un grillo rengo se rasca melodías

como música arañada desde el alma...

 

callo de pobres, perdón de sueños…

renglón escrito en el cuero con las uñas,

huella marcada en la tierra con los dientes…

luna blanca despreciando el chaperío

como a un espejo de barro, un charco quieto

entre las sombras sin luna de Pompeya

que tienen la soledad y la belleza

en una misma intuición… en el destino…

 

y un pobre tuerto, sin página de luz, sin tino,

le enciende una vela al grillo con las ganas

en una chispa de fe, en un deseo de amor,

en una estrella…

 

te quiero hasta donde llega mi alma desguazada,

hasta donde sé mirar sin esconderme,

hasta donde sé decir sin desdecirme,

hasta donde hambrea llagas mi poema…

y me acompaña

la misma luna guachera del baldío,

la que les quema la frente a los linyeras,

la que te escribe este verso…

 

el labio tierno

se quedó en la poesía de las flores…

muerdo unos yuyos amargos pero… es dulce

el labio duro que arrastra otras ternuras,

quizá el encanto sedoso de la lluvia

en un callejón sin sueño…


algunas gotas de lluvia

 

algunas gotas de lluvia son muy claras…

el arsenal de los sueños restregándose los ojos,

que cae limpio, sereno, en las veredas,

besando con suavidad todas las calles del barrio…

 

mundo dulce, la paloma de tu pulso, la llovizna,

mezclándose con la historia en un secreto

que apenas tiene este día para verse…

 

la repentina virtud de una bandada

que huele a beso en las hojas, a racimo tierno,

a tierra…

 

por donde vaya mi voz irá mi pena

sabiéndose miel y lluvia con tus ojos…

 

alguna vez aprendí que no hay belleza

similar a tu mirada…


un tango en la tormenta

 

el silencio pedigüeño de las calles que se pierden hacia el sur

moliendo un sueño sin lustre de modales ordinarios,

queriendo un viento sin rumbo en los zaguanes

y perdonándome el verso que se desluce en la sombra del rocío…

 

te quiero… aún huele a tierra tu carta,

la del adiós, la de siempre, la de nunca…

 

cuánta ternura en la ausencia de milagro sobre los techos del barrio,

cuánta herencia!...

si hubo un demonio saltando entre los charcos, fue en Pompeya,

si hubo una mujer hermosa, fue llorando

por donde no tuve más que amor y herencia…

cuánta vida…

 

enredado entre el dolor y la sonrisa,

el tiempo sabe decirme estas canciones sin nombre,

estos olvidos del alma de la gente,

este secreto que nos brilla en las esquinas…

pura luna

destiñéndose en el barro, con la lluvia…

 

cuánta urgencia

que sin embargo no ve, de pobre y ciega, su casa,

pero se abraza a la suerte de un cualquiera,

queriendo saber de más vida que muerte…

y aún huele a savia, a madera, a tierra dulce,

como el olvido en la flor, como la boca en la flor,

como el aullido de un perro en la neblina que moja las terrazas,

como mi ropa mojada de tristeza…

 

es otro día… pero es el mismo…

la raja de la humedad en los vidrios empañados

y tu aliento

quemando un tango sin brillo

que se colgó de la luna en la tormenta…

 
 
 

los silencios de la quema

 

suspiros…

el barrio levanta el alma sobre el sueño

y la madrugada ensucia su vestido

con ese olor a llovizna, a amor, a lágrima,

a hijo viejo…

 

tu ojos…

sabés que atravieso el tiempo por mirarte,

que mi ventana está escrita en una carta maldita,

en un sueño irremediable…

y el barrio levanta el alma en un suspiro

con ese olor a tu boca…

 

estrella, puerto…

las sirenas me contaron una historia

que quise creer real y…

 

cuánta magia!...

 

morir de amor en el Río de La Plata,

vivir mimoseando un tango

entre Pompeya y la Quema,

como entre el cielo y tu cuello…

la Cruz del Sur dibujando una mirada

en el borde de tu cuello…

 

suspiros…

la noche se lleva el tiempo hasta sus barros

y en los suburbios de un beso te desnudo

para la soledad hermosa de mis brazos

 

que se quedaron sin cuerpo…

 

......

ni un asomo de razón para mirarte…

tibia locura que abre alas en las manos,

que aunque devotas de un dios, no tienen tierra,

ni son pájaros volando hasta tus manos,

sólo locura y sentir la seda mansa en el viento,

y ni un rasgo de coherencia…

 

sólo viento

perfumando la distancia con quimeras

y la fe inculta del alma que no entiende,

pide, salta, tira del carro del pecho, aúlla, canta,

sin saber cantar, sin ser un perro,

pero con rabia y con sueños de poeta

en un rincón de tus manos

que son alas

para mis manos dormidas, desquiciadas,

enloquecidas de verte entre las ramas

como un pájaro sin dueño…


años de ausencia

 

por inteligencia a veces,

por justicia, o por demencia…

las cosas se van rompiendo entre las manos,

simplemente porque sí,

porque no hay tierra que quepa en una palma,

porque los hijos de un hombre no necesitan ser cuervos

para azuzar el milagro de un deseo,

sobre todo si ese hombre es hombre bueno…

porque los hijos del alma o de cualquier mujer buena,

no necesitan mostrar ningún linaje…

 

un par de ojos alcanzan para mostrar el secreto,

aunque la arritmia y la fe reclamen llamas…

y aunque no alcance,

aunque se olviden los sueños…

 

la repentina virtud de una mañana soleada es poca cosa…

cualquier nube rompe el drama de la rosa,

se lloran años de ausencia…

 

por eso amo el silencio de la noche,

porque hasta una lechuza es bella bajo una luna mojada,

porque la verdad no crece pura y limpia sobre un huerto de manzanas,

sino en la contrariedad de una pregunta lanzada al tiempo…

 

te quiero… no hay más respuestas…

 

mi libertad de gorrión y mi prisión de poeta apenas cantan dos versos…

te quiero… porque no olvido los sueños,

porque no sueño un olvido,

porque en mis manos cabe una palma de barro

aunque no quepa la idea de olvidar las penas…

simplemente porque no,

porque estoy hecho de lluvias y sonrisas

por más que sólo una lágrima me quede…

 

y en el oscuro racimo del dolor, soy libre,

gorrión que canta los versos de su tierra…


como paloma de barro

 

una paloma de barro,

el beso dulce del hambre en las ojeras…

y la mañana en los morros, como baba vieja,

como amor de loco,

apenas la realidad en la ventana…

 

es fácil medir el lastre de los ojos…:

de la niebla a los barriales,

de la mirada al despojo…

 

el alma no mide ni esto,

ni un mínimo de esplendor,

ni un paso de ego…

sólo la arritmia y el óxido del pecho,

el temblor en las entrañas y el deseo,

la niebla de un parpadeo

y una lágrima rompiéndonos los ojos…

 

sube al viento mi nariz de pobre…

exploro la repentina sustancia de tu blusa

adornada de jazmines y de olvidos…

 

cuánto cielo!...

 

poco a poco pierdo el habla,

la poesía se duerme en los responsos del tiempo

y una palabra no sirve de bandada

ni alcanza a decir te quiero…

 

sube al viento tu perfume

y ya no vuelo…

quizá me quede callado en la belleza del tiempo,

y una paloma de barro me recuerde

que el tiempo vuela,

que lo otro es sombra que se va poniendo vieja

bajo una cruz de jazmines sin olvidos,

como la siesta

levantándole la frente a la distancia

en una tarde cualquiera…


la luna y la sombra

 

rompí el espejo en la puerta de tu casa…

la luna y la sombra exacta son lo mismo,

una parodia del alma en el renglón de escribirte…

 

dios me salve de creer… no creo en dioses…

aunque, no sé, algo madruga a las deudas,

el oficio de ciruja en las basuras,

el deslumbre de un farol en las veredas,

la piel suave del vestido que te endiosa

o el olor de los jazmines en tu cuello

 

(no lo sé… será la escena de pecho junto a un pozo,

será el beso del amor en la mirada,

será el olvido del hambre)…

 

la madrugada recuesta su canción de barrio al fondo

y se oyen grillos,

como cuando recordar era ser libres…

 

rompí el espejo, pa’ no ver fiera mi cara en el reflejo,

pa’ no morirme de pena…

 

si igual te quiero,

si igual la luna y la sombra son lo mismo…:

un farol que alumbra nada...

y que en la nada se seca lentamente

como un suspiro perdido…


melancolía

 

un poema rancio en el olvido del tiempo,

agua en los ojos… fue dulce, fue hermosura…

las entretelas del alma apenas cubren el pecho,

quedaron viejas y estrechas, con olor a vida usada,

con lugares que se secan y desgarran

como un suspiro perdido en la tristeza,

sólo el eco… y fue pasión, y fue ternura…

 

estoy loco de locura hasta los huesos

porque la luna se clava en la ventana

y me llueve,

como cuando llueve adiós en Puente Alsina,

como cuando sangra un tango en los barriales

y se oye el tren, a lo lejos, escapando

de un lugar al que regresa más cansado,

más sereno…

 

un fulano, que viene andando al cordón,

despacha una seca dura en la garganta

y gangosea un perdón en la vereda

que no se entiende… y no le alcanza…

el filo raspa la holgura de una pena

que se deshace en hilachas de horas viejas

cortando el miedo, que igual no corta a nadie…

sólo una trampa… y fue lágrima, fue lluvia,

tierra en las manos, amor, pasión, ternura,

y aquellas cosas que apenas se recuerdan

en un poema quemado en el olvido

y en una noche cualquiera…


todo su cielo

 

el bandoneón inventado por un viento de otras calles

abreviando las persianas con una tristeza vaga…

tibia holgura de la lluvia sobre los techos de chapa,

cirujeando una emoción a las miserias del tiempo…

tango…

historias del fondo grueso de los barrios pobres,

olor a borras besadas con desgracia y dulzuras del rocío,

recuerdos de una estación entre las nieblas sedosas de la espera…

…y tu mirada… así amanezco…

 

la cacería infinita del destino y el deseo,

y las veredas mojadas,

traen esa soledad que se recita mil veces en un nombre,

la boca aguada de rezos que se lloran

y la invisible mordida del amor rabioso

que deja a la sangre enferma de morirse nunca,

y nunca muere…

 

a veces canta,

pero prefiero pensar que son las calles y el viento,

prefiero creer que mi alma duerme…

 

si te pudiera tocar con la razón infeliz que arde en mis manos,

quemaría la tersura de la piel que te recuerdo…

prefiero rozar la ausencia con la ternura imposible,

prefiero creer que mi alma duerme

y que la rabia me saca del silencio

nada más que para escuchar la lluvia entre los techos de chapa,

dejando en un callejón todo su cielo perdido…


verso y plebe

 

tu realidad de palomas en la ventana soleada,

la mía de lluvia triste en el marrón desteñido de gorriones…

así se ve Buenos Aires,

una espada entre la pared y vos… quiero seguirte,

besar el fondo plomizo de tus ojeras rajadas por la noche,

palpar el tul borroneado de humedad que cubre tu pecho incierto…

 

igual no escapo del viento,

igual el viento me envuelve con la cruda sudestada de un diluvio

que entra a los barrios

mojándonos los ojos y las casas,

que puede quebrarme el cuero o acariciarme las llagas

con un siseo piadoso de esa luna,

la tuya, tu luna,

que muere en la soledad y entre tus piernas se sangra

una vez más… otro intento y…

 

…otra lluvia,

levantando la ternura entre las flores maltrechas

por ella misma,

y por eso despreciando la ternura que se hunde

entre las manos que fueron polvo, tierra,

la repentina sustancia de un deseo

a medio hacerse razón, a media historia…

te quiero…

 

si en los bolsillos del cuerpo poco me queda de vida,

en los raspones del alma hay pura guerra,

aunque… despacio… las flores caen, los sueños mueren…

 

una palabra de amor podría decirte esta historia,

podría escribirse en la firma del silencio

que envejece las paredes de Pompeya…

pero el destino, animal obtuso, horrible,

jamás deja de nombrarte y…

 

…verso y plebe,

calle arbolada y zaguán perdido... siempre,

siempre se tiene un camino,

animal robusto y tímido que late

en el temblor de las huellas,

sin consuelo, sin olvido…


brujas y estrellas

 

…y estabas dulce…

ojitos de cenizal, boquita roja…

 

mi corazón, puro barro hecho amorío,

la indescifrable canción de andar queriendo

entre la lluvia y las noches sin olvido…

 

empobrecido animal, por vos, latiendo,

mi corazón, puro trino,

apenas corriendo el juicio de las manos

que tienen más y más quieren, y…

 

moría…

y estabas dulce…

 

no quedan largas angustias en mis pasos,

pero me quedo callado ante las flores,

o ante un capullo, por mínimo, entre yuyos,

que poco sabe de andar mostrando ausencias…

 

anochecido de vos, viejo y borracho,

mi corazón… puro abismo…

y en una calle cualquiera sueña glorias

pensando que, no se sabe, a veces pasa,

puede que muera una bruja y caiga un árbol,

o a lo mejor una estrella…

quién te dice!...

 

y en el sereno farol crezca una luna

como si fuera una flor… capullo apenas,

luna tal vez de un susurros,

quemando el amanecer como alma ciega

que se detiene en mis ojos para verte…


alivio de la nostalgia

 

el oficio montonero de levantarles la piel a las lloronas,

alivio de la nostalgia, hurgar la pena dulcísima del tiempo,

caerse en el lagrimal de un tango hablado en las gotas del rocío,

como cayendo en tus ojos, manso río, río de nieblas

que desnudan la sedosidad furiosa de la lluvia…

 

tiemblo…

tu ungüento espesa la herida que descansa en cicatriz sobre mi pecho…

tiemblo,

y la palabra es amor,

y el viento es una caricia que se mezcla con los árboles

y tiemblo,

pueblito viejo, olor a río, andar del tiempo… mirada larga…

 

cualquier mañana estaré saltando charcos de barro por tu puerta,

pensando en la soledad de cada paso,

revolcándome en el barro como un bicho…

(el viento trae un rumor de cartas bellas

que nunca pude escribir, que nunca pude leer…

sólo se saben, como la muerte)…

 

quizá me canse el disfraz de falso poeta,

quizá deba confesar que escribo el rezo que me murmura tu alma

como un cuento de la vida en las ventanas, lloviendo…

alivio de la nostalgia, hurgar la pena dulcísima del tiempo,

caerse en el lagrimal de un tango hablado en las gotas de la lluvia,

como entrando por tus ojos a mi oficio

de montonero y poeta…


ternura

 

la lluvia en el cardinal sagrado de la vida…

el mío es el sur… por eso llueve y es puro,

porque es un mundo de barro,

porque cuando se respira huele a vereda mojada,

porque un jazmín no es solamente un capullo,

también es sangre y susurro, beso y muerte,

mujer dormida en el raso del rocío,

caricia en el terciopelo del delirio,

o lagañita en el sueño,

o amor sin juicio…

 

colgado del lagrimal,

el triste lucero aguado de alma y vino,

presenta armas…:

se vive por la mismísima luna que se muere…

lo otro es mentira, lo otro no importa…

 

una mortaja de fe no sirve de eco,

una reliquia de páginas e historias

no sirve ni esto pa’ ser... ni esto!...

 

se vive por una estrella,

se muere por un destino… lo otro es holgura,

aunque se mida en flaquezas, aunque sobre,

es sólo ausencia de sueños…

 

ni siquiera la locura me sostiene…

(hay una calle de barro que me queda

por delante de las calles)…

 

el sur es mío,

porque es un mundo de barro

y es el reino de mis hadas y mis brujas,

donde nació mi oración, donde murió mi belleza,

donde te hiciste mi tango a media pierna,

para dejarme rengueando en el secreto

de todas las poesías…

 

lo otro es holgura,

no tengo olvido…

ni se me pierden los pasos que perdimos,

ni se me olvida el dolor de la ternura…

 


en una lágrima pura

 

no pensar, no remediar, no olvidar nada…

el tiempo tiene un relato diminuto

donde tus ojos se cierran y son mundo,

tierra pura, pura lágrima fondeada por la historia,

un dulce instante de luz que enciende el grito,

apenas eso…

 

tu risa recorre mi hambre

como la brisa una calle,

o la mirada una sombra,

como un beso que recorre el preludio del aliento

hasta llegar a la boca y…

 

todo nace o todo muere, no lo sé,

cambia el concepto

de lo que un día ocurrió y después fue barro, ceniza,

cuna tibia o soledad,

pura lágrima del alma, tierra pura

en un desgarro de amor,

apenas eso…

 

tu risa recorre mi hambre

como la lluvia los techos,

los fondos del cementerio o una clínica de locos,

o un nacimiento con luna…

 

…o el desastre de mis manos que no recuerdan tus ojos,

sólo los tienen dormidos en una lágrima pura,

y se les quema el pellejo con el alma, o con tu risa

que recorre mi silencio… 

 
 

 

quemando rimas

 

desde la rama a la sombra, apenas una mariposa seca,

una gota mal llorada o mal llovida, o mal tenida en la boca,

el vuelo desatinado de un deseo

incendiándose en su ínfima verdad de sueño inútil,

aunque… no sé… quedó algo dulce en el beso,

me quedó el beso…

 

después los días, las noches,

mil razones para explicar lo imposible,

y el verano en las resinas de las sábanas usadas

como barro de uno solo…

 

toda la sensualidad de tu mirada quedó rozando mi cuerpo

como el viento que se duerme entre las ramas

de un árbol viejo y sin frutos…

 

y aunque fuera mariposa, era tormenta,

y aunque una gota de miel rompa mi boca maldita

dejó algo dulce en el beso,

algo amoroso y fatal como la luna muriéndose en el puerto,

como el temblor en los labios de un hambriento

que ya ni espera morirse…

me quedó el beso,

aunque… no sé…

(el animal del amor es un cachorro que juega con las flores)…

 

quizá sea hermoso,

quizá te amé y fue un instante,

y fuera hermoso…

quizá no tengo más que eso para estar vivo

y te amo porque no hay otro mundo…

 

pero voló, mariposa y fresca histeria,

ternura de soledad y amor sin largas partidas…

voló sin ruinas entre mis huesos comidos por el frío

(el silencio de tus ojos es la inmensa suavidad de mi silencio)…

 

quedó algo turbio en mis versos,

una palabra sin muerte,

un escondite de lágrimas y risas…

me quedó el beso

entre lo triste y lo dulce

quemando rimas pobladas de secretos

 

que hablan bajito y no esconden nada…

 

..........

viejas carretas que desnudan la pobreza del asfalto,

dulces canciones que susurran el rumor de los rebeldes,

tristes palabras que recuerdan la alegría de estar vivos,

largas historias que se sacuden el polvo con un gesto…

 

así despierto y… no sé… no entiendo el dolor del alma

justamente donde el alma es fruto y luz, donde te quiero…

 

conozco la calle vieja y la resolana inculta del deseo,

sé que me duelen las manos cuando aprieto la dulzura del silencio

y lloro… como si fuera a dormir por siempre, lloro,

queriendo esta realidad, amando el dolor del hambre,

soñando al besar tus ojos,

como un bicho revoloteando en la luna…

 

un triste beso de muerte…

el fuego absurdo del alma contra el tiempo…

 

una palabra de amor destraba el miedo

frente a una calle dormida…

 

ciudad de ciegos

 

veo los pájaros tuertos sobre una rama oxidada

bajo una luna maldita y una canción sin recuerdo…

y, sin remedio…

la canción sólo arengaba su trova bajo la luna

y se rompía en la rama, medio triste y amorosa…

medio callada y sedosa iba durmiendo

entre unos pájaros viejos que soñaban una historia

apenas simple y gloriosa, años de viento y tormenta

sobre las calles pesadas de una ciudad sin remedio

y sin recuerdo…

 

el largo aullido del hambre, la piel dura de la rabia

y una canción en el aire, como el viento y la tormenta,

como el sueño de una historia mal contada en los papeles,

gritada en mansos suspiros, enfurecida en los besos,

medio dulce y amorosa, medio gastada y gritona,

todo un vuelo y nunca olvido, arrastrando un mal recuerdo

y el remedio inútil, flaco, de ocultar llagas con rosas,

de quebrar lo que era tronco a fuerza de hachar raíces,

perfumando tumba a tumba la desgracia con silencio,

explicando lo podrido con otra canción, sin pueblo

y un par de cuentos baratos que jamás serán historia

ni en una rama oxidada, ni bajo una luna llena,

ni en esta ciudad de ciegos…

 

el mismo rincón callado

 

domingo sucio,

algunas palabras vejas se derrumban en la mesa

restregando ciegamente el tiempo…

 

algunos ruidos me aturden,

un pajarraco en las sienes, una bisagra oxidada,

un arañazo en los vidrios

que anuncia con tristeza la llovizna…

 

y un tango revuelve un cajón del pecho,

saca las cartas dormidas,

destila versos aguados entre la roña del vino

y las borras del deseo,

me canta, pero no entiendo…

 

vuelvo a escuchar tu sonrisa desde los fondos del barrio,

algunos ruidos me sedan sin motivo,

un trino largo que lleva la tormenta hasta otra calle,

una puerta que se hamaca con las lamidas del viento,

y un suspiro en la ventana trae ese olor de la flores,

esa sensación lejana de ternura que la llovizna hace dulce…

 

y quieta, en un rincón del amor,

el mismo rincón callado que le susurra a la vida,

la tímida nitidez de la belleza moja sus labios

como si fuera a besarme con silencios,

despreocupada de angustia, hija de un sueño sin dueño,

injustamente vencida por las horas

y escondida entre las sombras, siempre quieta

en un rincón del amor

que guardó el mundo en un beso…

 

la esquina de la luna

 

…y a poco de caer el sol, sólo las sombras se mueven…

el oficio de hacedor de sueños largos quedó en la piel de un herrero,

quizá dormido en el yunque, o en las manos quieto, como un callo,

purgando con el cansancio la necedad de querer forjar la herencia…

 

la luz más clara quemó mis ojos… era la luna sin niebla…

apenas con el remedio de un suspiro, pero hermosa… dulce hoja,

renacida entre la fragua de almas hirviendo su genio en la dureza,

renacida en la llovizna como una flor del silencio,

remedio apenas del alma desvelada… dulce hoja, luna humilde…

 

entre mis manos y vos no hay largas penas,

sino sueños que se hicieron vagos…

remiendo sobre un fogón, chispa de estrellas…

te quiero como yéndome en las calles barrio adentro,

hasta donde nadie sabe que es mi casa,

ni vos, que escondés en tu hambre la tormenta de otro día…

 

y cae la lluvia despacio, como el silencio en las flores…

 

otro amanecer desgarra la mirada de los parias por las vías de Pompeya,

pero el viento huele igual a yuyo y río… tu boca…

 

…y a poco de amanecer nada ha cambiado en el vuelto del olvido,

sólo tus ojos, que todavía me asombran con su fuego,

y mi alma, que vuelve a posar el lomo sobre el yunque

para que cante el herrero su canción más cruda,

la más triste, la más dura,

la del tiempo…

 

 

locura

 

(si me rompiera las manos contra el frío terraplén del tiempo,

si al menos fueran secretos destrozándose la piel contra las vías vencidas,

si me tocara el silencio con su orgullo de canción inagotable,

si me rompiera las manos contra el frío)…

 

la lluvia y la soledad bailan un tango de lágrimas cerradas,

bailan hermosas… románticas, caprichosas, como besándose adentro,

y yo imagino la luz de tu mirada perdida, paloma turbia,

imagino que se me apaga la luna y veo tus ojos…

 

el resto es por intuición… siento un perfume, resigno alma, me persigno…

la lluvia y la soledad bailan un tango de seda… nena linda…

y la palabra del cuerpo me pide decir un verso que se quema

(imagino que se me cierra la noche y que soy fuego)…

 

pero si hundiera las manos hasta el frío irremediable de la tierra,

si escribiera las promesas con un gesto que denunciara mi muerte,

si pudiera recordar el hielo puro del hambre en la mirada

y dejar que destrozara mi destino en la ceguera…

 

a veces creo que cada sombra en la calle es una trampa divina,

que la mismísima luna se me apaga para secar tu sonrisa…

pero se rompen mis manos en la niebla impredecible… y hasta el viento

 

es una casa de tactos y susurros que me encierra…

 

 

corralón de luna

 

jamás me fui de mi historia…

el mojón duro en el pan viejo del tiempo,

como un lunar en tu boca,

precipicio, bruja hermosa,

la Cruz del Sur en los techos de Pompeya,

una libélula… o un triste diablo perdido…

 

calle adentro abrí las manos como fuegos que se abren,

calle atrás dejé el silencio levantando mil tormentas,

o un suspiro… un beso apenas,

y apenas puedo entender el largo orgullo de un sueño

que no se anima a perder, ni a repatriarse…

 

estoy vivo

justamente en el lugar que quiero…

pero no alcanza, porque no importa,

porque estoy vivo

pero no quiero…

 

el último corralón de mi vereda se hizo luna,

y todo el barro fue seda en tu vestido…

 

calle adentro dejé el nombre en cada grieta,

calle atrás  tragué la lluvia…

una libélula… o un grito de amor ahogado

alrededor de un farol que se hizo niebla…

 

te quiero

justamente en el lugar que vivo…

pero no alcanza, porque no importa,

porque hay un sueño

que se hizo niebla

como la luna…

 

memorias del barrio

 

por qué tanta rareza sobre el brillo de la luna?...

la piel sigue siendo piel y el sueño un cuento de hadas,

los durmientes son madera entre las vías,

el silencio es un potrero de poemas…

 

amo ese barro,

la lluvia en el cardinal

y el gallo quieto en el techo, fijo al sur,

oxidado, sí, no importa…

si igual señala a mi barrio…

allá, por donde andaba el duende de un poeta

que no se cansó de amar, ni de jugarse el pellejo…

 

dios te guarde, Homero… aunque no le creo al lunfa…

ya no hay muchos… dios te guarde…

si viera Discepolín que hoy es lo mismo que ayer,

si tus palabras rompieran las calles por las que hablaron,

más de un gil entendería que es mejor ir a la feria,

que en las vidrieras se ve pura vergüenza,

y que no vale la pena un sueño pago,

al menos no vale más que la pobreza

ni arrastrarse entre los charcos,

esos charcos que nos dieron luna y niebla,

esos espejos de amor y de misterio

que nos hicieron llorar, mirando a ella,

que es más hermosa que el sol… pero es recuerdo…

 

canción de la luna en el río

 

le falta un violín al viento…

quizá el rumor de tu risa entre las flores de marzo,

queridísima ilusión que ablanda el tiempo en los muros,

canción de azúcar que se me duerme en la boca

como un beso sin olvido ni recuerdo…

 

solía escribirte esas cosas que le escuchaba a la lluvia,

perdón… mi nombre fue apenas algo demorado en la tristeza,

perdón… todavía hundo las manos en el barro

y los ojos en la niebla de tu vestido mojado,

esperando que… no sé… que el viento calle,

que la lluvia no me mienta más poemas,

que la soledad del último rincón borre tus huellas

y la madrugada extienda su silencio hasta mis ojos…

 

atrás me raspa la luna con su resaca de piedras,

parece decir adiós con una canción de cuna,

parece querer dormirme entre tus piernas…

pero se ablanda en la ausencia como un suspiro infinito

y endurece en la razón, me raspa el lomo con piedras,

me llena el pecho de amor y rebeldía,

lanza desgarros sin gritos,

como su ahogo sedoso sobre la tela del río,

o la niebla de tu vestido mojado,

o mis ojos que lloraron

sin recuerdos, sin olvidos…

 

 

 

lechuzas blancas

 

el delicado orgullo de tus ojos quiebra el día…

una tristeza que hace pesada la angustia de la lluvia,

algo que es dulce y marrón,

pero se pone nublado, caprichoso,

como el gusto de la miel

en una boquita pálida, cerrada…

 

besos de ogro, piel de lechuza… te quiero…

 

cuanto más negra la noche, más luminosa la luna,

cuanto más triste la vida, más milagrosa tu alma,

aunque me mate en un gesto inesperado,

aunque no te importe nada más que un beso,

y por eso,

y es justamente por eso que vale un sueño,

y todos los sueños largos que me abrazan…

 

queda un desgarro de luz sobre mi almohada…

cuento con él para el día que comienza…

 

 

viejo lindo

 

el sacudón a las seis,

viejo poeta del barro, laburante,

viejo lindo…

 

mientras tus ojos esperan despejarse

los míos apenas cierran su quimera

bajo una luna agarrada de los cables de alumbrado…

 

beso al tiempo, muerdo al tiempo…

y vos, cantando

como un gorrión en la rama,

pero mucho más que eso,

un hombre bueno

que está azuzando la fragua

para afilar versos nuevos

o una estrella

que ablande el pan de los pobres…

 

paso la noche pensando,

paso perdiendo la noche…

mientras despunta en el barrio una promesa

yo apenas vuelvo a mi hueco

y vos cantando, viejo lindo…

 

tu poema

es lo que nunca escribí,

es una siembra

sobre una tierra muy noble,

sobre una cama muy tibia,

sobre las manos de un hombre…

 

y así despierto…

el sacudón de las seis

como un disparo en las sienes

y el olor a pan tostado

que se quema

en mis rezagos…

 

azul

 

mañana saldré a gastar esas palabras que nadie escucha…

hoy me quedo con tus ojos entre un par de versos dulces

para olvidar por un rato el desenlace mediocre de los sueños

y creer, quizá perdido, quizá viejo, que estoy vivo…

 

no me vale despertar con menos cuerpo que anoche,

ni recibir otro día para pagar baratito el pulso inquieto…

pero se vive y jamás se vive poco, aunque sea pobre,

aunque el supuesto acertijo de la muerte se haya delatado al verte…

 

azul de rabia, o de frío, o de locura... igual que el azul del cielo,

pero nunca me dio igual la savia pura que el tedio...

tengo dos brazos, dos piernas y algo que vibra en las venas,

y aunque se vive, y jamás se vive poco, quizá no alcance…

 

por eso el beso en la boca lastimada, por eso la boca en el beso crudo…

la soberanía inculta de la piel sobre el destino agarrado a lo posible…

por eso el beso en la inmunda consecuencia

y la consecuencia sucia en la mirada,

porque me falta piedad para perderte y me sobra realidad para quererlo,

porque la muerte es un soplo de simpleza… y que la vida me valga…

 

el último remendón será tu nombre infinito en mi garganta,

la flor que rompe el ahogo antes de… no sé, antes del grito…

mañana saldré a gastar esas palabras que nadie escucha…

hoy me quedo con tus ojos entre un par de versos dulces

para olvidar por un rato el desenlace mediocre de los sueños

y que sea patria el dolor en cada hueso,

o sólo amor en tus manos…

 

corralón de luna

 

jamás me fui de mi historia…

el mojón duro en el pan viejo del tiempo,

como un lunar en tu boca,

precipicio, bruja hermosa,

la Cruz del Sur en los techos de Pompeya,

una libélula… o un triste diablo perdido…

 

calle adentro abrí las manos como fuegos que se abren,

calle atrás dejé el silencio levantando mil tormentas,

o un suspiro… un beso apenas,

y apenas puedo entender el largo orgullo de un sueño

que no se anima a perder, ni a repatriarse…

 

estoy vivo

justamente en el lugar que quiero…

pero no alcanza, porque no importa,

porque estoy vivo

pero no quiero…

 

el último corralón de mi vereda se hizo luna,

y todo el barro fue seda en tu vestido…

 

calle adentro dejé el nombre en cada grieta,

calle atrás  tragué la lluvia…

una libélula… o un grito de amor ahogado

alrededor de un farol que se hizo niebla…

 

te quiero

justamente en el lugar que vivo…

pero no alcanza, porque no importa,

porque hay un sueño

que se hizo niebla

 

como la luna…

 

lluvia de barro

 

carita de luna,

apenas subida el río y brilla

como fogata de sueños para el pobre

que espera dormir los ojos bajo el puente,

creyendo en algo que imaginaron sus manos…

 

tu rastro, mi paso, el viento,

las horas de no decir más que un suspiro,

la solitaria sonrisa de mirar de lejos

pifiándole el beso al alma y la cuchillada al pecho,

un poco lerdo de pulso y de tristeza,

lento para oler las flores…

tu rastro,

y el viento hablando bajito con tu blusa

mientras el beso se escapa

y se desclava del pecho otro susurro…

 

y el tiempo, carita de luna dulce en la ventana,

el tiempo me deja lluvia en la mirada

callando un dolor de ahogo que se embarra en cada gesto…

 

y aún voy al río

a soñar entre los fierros del puente un farol tibio

que apenas sacude un fleco de la sombra

como si fuera tu aliento…


piel del rocío

 

y paso a paso, la noche abre otra jaula…

algunas ramas volteadas por la lluvia,

algunas esquinas quietas en la sombra

con revoltijos ajenos y olor a historias quemadas…

 

el viejo rumor sin paz del callerío mojado,

un poco piel del rocío, otro poco la desgracia,

lo demás puro murmullo de poesía

que va arrastrando los pies entre los charcos

como pibita jugando con el tiempo…

 

la boca dulce, ya ves… besos sin patria

que desatan lagrimitas al nombrarte

antes que arrastrar la trompa a contraviento

para no gritar tu nombre…

 

azul de noches sin ángeles, ni espalda…

por atrás de la estación tiembla la luna

como un malvón solitario que le creció a las distancias

(ni una flor en cada hueso podría darme el dulzor de tu sonrisa)…

 

la boca dulce, ya ves… piel del rocío,

quizá el desgarro mojado de tu aliento

mientras la luna se escapa barrio adentro,

lejos, lejos… por donde sólo se escucha un tren de carga

que no llega y no se va,

que nunca pasa,

como el silencio de un loco que nos mira,

como los grillos perdidos en el patio,

como el olor de la tierra entre las flores

o tu boca abriendo un beso y otra jaula…


abriendo sombras

 

ponías tus ojos como pájaros de fuego en una rama caliente,

se me hacían colibríes sin retorno cuando inundaban las flores,

luego lunas sin permiso abriendo el cielo, abriendo el río,

dulces esclavos de tu alma, guerreros en el umbral de tu alma,

largos pasillos besados por los rocíos hasta el silencio de un sueño…

 

tenías… me daba miedo morir antes de quemar mis manos…

podría volver a creer, pero me quedaron lejos las palabras blandas

y la ternura que guarda otra poesía me quedó tan vieja y triste en silencio

como la resignación inmunda de los años sobre los huesos de un muerto

imaginando volver, creer, ser libre… tenías lo que vivía en mis palmas…

 

entre mis cartas no hay más que olor a lluvia y recuerdos temblorosos,

mi retrato es una cara entre la mugre de una calle abandonada

por donde queda un sonido solitario de aleteos y fantasmas,

cuervos buscando la carne de los años entre sábanas deshechas

y ropas de un buen amor que fue más bueno que yo, pero fue todo…

 

quisiera otro amanecer, pero me quedaron lejos las mañanas…

podría volver a creer, aunque… por qué?... si todavía no tengo lo que creo,

una parada de pájaros de fuego revoloteando los días que vivimos,

la luna del cielo al río, abriendo sobras, de las pupilas al viento,

y esta bendita ración de madrugadas que alcanza para estar vivo…


la bruja y los perros

 

…y aquel olor a manzanas?... y esta sonrisa callada?...

de dónde viene tu aroma, compañera?...

mi calle duerme en la rústica colmena del suburbio,

ni un suspiro, ni un demonio, ni un remolcador de sueños,

sólo yuyos, sólo estrellas, y ropas en las terrazas…

y tus pasos…

 

con su ajuar de inmediatez cae una hoja volando,

mariposa…

una bruja acepta el duelo de los perros

y mi corazón les ladra con la rabia y el embrujo,

con la pasión del deseo, compañera, mariposa,

y las reliquias más simples para morder cada verso…

 

cada pedazo del mi alma se hizo carne por tu cuerpo…

…y aquel viento de jazmines?... y esta caricia que avanza?...

de dónde vienen tus manos, compañera?...

mi camino es el ritual de cada noche en Pompeya,

ni un padrenuestro, ni un pobre diablo de feria,

mariposita rezada por los labios,

ni un cencerro para espantar a la parca,

sólo los perros y yo,

bajo el embrujo sereno de la luna

que trae miel a la sombra

por donde busco tus pasos…


la luz de un día cualquiera

 

casi murió entre tus manos mi coherencia,

como destino acabado en un colchón de palabras

que nunca llenaron libros, ni resistieron el paso de las horas…

de pura idiotez nomás casi se me rompe el alma

arrinconada de frío en el silencio y…

…y entonces vos,

el calor de una mirada indescifrable sobre años de ignorancia,

pura locura, querida, que arranca el pecho de cuajo

y vuelve un niño a cualquiera, moqueando, llorando apenas

bajo el vestido sedoso de la luna

que se arrima a las persianas con su deliciosa rama,

partiendo el hambre a suspiros detrás de un vidrio empañado,

matando la soledad con una pasión inculta, como un grito,

que va soñando la luz de un día cualquiera en tus ojos…

 

cuánto viento!... cuánta ausencia!... cuánto cielo!...

me sobran techo en las calles y murmullos en las sobras,

el barrio me quedó adentro de un fantasma que contenía una vida

y las mañanas son nada más que tiempo,

cosas lejanas que ocurren en un lugar que no tengo,

olores largos volviendo a despertarme y…

…y entonces vos… pura locura, querida,

la poesía en el barro de la lluvia

y un beso en el albañal de la tristeza,

llorando apenas, moqueando como botija,

muriendo adentro de un cuento que contenía un destino

perdido en la inmensidad

sobre una cama de niebla…


las canciones y el silencio

 

los ojos quietos, las casas bajas,

la calle dulce y jazmín de madrugada,

las puertas viejas y rústicas, calladas

y apenas puertas que no desmienten historias…

 

no es Buenos Aires, sólo es algo que recuerdo,

no sé de dónde ni cuándo… quizá del alma,

quizá de las manos blandas de mis viejos

o de mirarte con sueños… los ojos sobre las vías

(quizá un embrujo)…

 

no añoro al muerto en mi carne

ni al empedrado ruidoso…

siento grillos,

y la campana que entraba con el viento,

las canciones y el silencio,

la serenidad mojando las veredas

y los puestos del mercado,

tu sonrisa y tu vestido de novia,

el pueblo entero en la fe de tu sonrisa,

mi plebe urgente agarrada a tu vestido,

y las canciones, y el silencio,

y la garúa en las chapas,

y el deseo

de no desmentir un sueño ni un desgarro,

las ganas de no morir

y la piel de amarlo todo,

en una simple caricia sin retorno…

 

a veces vuelvo a sentirlo,

a veces vuelvo a creerlo…

el desmembrado misterio de mis manos

guarda todavía un rastro de temblores

que dibujaron mis palmas cuando niño

y quemaron los caminos cuando hombre…

 

a veces vuelvo a tocarte,

a veces creo sentirlo…

como un capullo de amor,

o flor de pan que se abre,

dulce y jazmín en las manos

y en el pecho como un río

de ternuras y de hambre…

pueblo mío, luna grande,

y amor mío…


quemero

 

el cielo en el remendón tu mirada,

y en la comisura blanda de tus labios un poema…

muertos mis bueyes, sólo el corazón tira del carro,

aunque no importe llegar, aunque no haya por qué,

aunque no haiga… igual se entiende… sabés?...

somos la rabia… y lo entendés

en cada pared pintada con banderas,

en cada vuelta del jueves con pañuelos en la plaza,

en cada entrega…

y aunque las manos estrujen un silencio que trasluce el alma,

aunque no pueda volver a hilar dos frases estremecidas de sueño,

soy lo que puedo y me encanta lo que puedo,

tengo un pueblo y una cama…

 

igual se muere… tarde o temprano,

hospital, calle o pensión… mejor temprano que viejo,

mejor tarde que obligado y mejor amor que enfermo…

mejor de piel que de arrugas despreciadas…

 

ni un instante de dormir vale lo que vale hundirse en la neblina,

ni un mundo de realidad me vale un hilo de luz en tu sonrisa…

 

atrás me vuelvo a encontrar con mis fantasmas,

atrás del tiempo, atrás del hambre, atrás de lo que no importa…

 

una muda de razón me enseña un ramo de viento en tu vestido,

y la poca claridad de la memoria ensancha el tajo en el pecho…

 

caigo y quiero, vivo y quiero, salto y quiero…

hay quien vuela…

yo apenas salto y me arrastro por mis huellas,

porque en mis huellas hay pasos de los viejos

y esperanzas de los hijos…

 

igual se muere, ya sé,

de pobre o paria… mejor de pobre…

 

nací en un pueblo que mira su horizonte,

prefiero volverme ciego antes que estar desmadrado,

prefiero dejar de ser, antes que ser un cualquiera…

 

nací en la Quema,

creí en tus manos,

lo demás no me interesa…

 
 

 

el grito lejano de la quema

 

no perdono el desamor, ni la conquista viajera,

no olvido que fuimos niños,

que somos pueblo, poetas,

burros de carga, canciones,

aprendices de algo más, gorriones,

calles… secretos…

 

el remendón de mi piel ya es cuero crudo

y la tela de tu mano es pura seda

aunque hayan pasado flores como cardos,

aunque lo crudo se duela como llaga

y el mismo pobrerío azul rompiera en lágrimas…

 

tanto… tanto y amar,

casi tanto como el precio de ser libres,

un poco rengos de luz y el resto haciendo fogatas

para levantar la luna sobre los techos del barrio

como si llevara un globo,

como si el viento soplara y llevara un globo…

 

y escucho el grito lejano de la quema

soplándole letra al viento…

 

así te quiero

y así, sin darme cuenta,

aún espero que el alma le gane al odio

y que la complicidad sea entre amantes,

no entre cuervos…

 

acaso mi último abrigo sea mi único intento,

tu desnudez de paloma,

la lealtad de tu fuego

cubriéndome la renguera y levantando a la luna

en el mismo cardinal donde imaginé la suerte,

alguna esquina del sur,

levantando tu pollera con un verso

o un suspiro

que se atreva a ser quimera y a los mil sueños de un paria

subido, como la flor, sobre los yuyos,

y entre los yuyos queriendo…

 

 

 

 

del amor y de la lluvia

 

los brazos de una lluvia larga, negra,

desnudaron el olvido calle adentro,

por donde los fondos huelen a tinturas,

a vino aguado y a sebo…

dejaron hilos de luna en las ventanas

aquellos brazos de lluvia,

cartas sin dueño, hijos sin nombre,

palomas deshaciéndose en el barro…

 

es un tango, o nada más es un sueño?,

el pobre sueño de un puente tambaleando,

el grito ahogado de un viejo entre las vías

esperando que algo pase…

la muerte, un rezo o la piel,

Gardel silbando bajito,

o más simplemente: un tren sin hora

cortando el barrio en la piel

y la muerte en un candor sin rezos,

como mirando una flor,

como mirado a la luna desde el suelo,

como pasando…

 

sólo un brillo, uno apenas, un embrujo,

quizá un farol sumergido en la neblina

o el espejo que una puta revoleó al doblar la esquina,

o la intención de mirarte, aunque…

no importa…

 

es un tango, pero también un mal sueño,

como robarles las botas a los muertos…:

una aventura perdida…

 

el cielo no va a palear otro horizonte,

se clava en seco por donde los fondos duermen,

y aún se respira…

sólo un brillo, uno apenas, y ese embrujo

que devuelve la ternura a cualquier paria,

el perfume de la historia y una flor en la garganta

que puede hablar del amor y de la lluvia…


entre la ternura y vos

 

hablo de vos,

escucho el lento silencio picoteando las persianas,

veo a la luna mojarse y deshacerse entre sedas y miradas,

pierdo, discretamente, la paz de la coherencia

y vuelvo a dormir desnudo, arrinconado en la sombra,

solo… un montón de ropa usada,

como un poema olvidado,

como un loco…

 

ese juego entre la ternura y vos tiene sus trampas,

las reconozco y las piso, porque… cosas de hombre…

la vida es más que vivir y estar a salvo,

quizá el embrujo de un sueño sea el milagro de amarlo

y no la absurda verdad que mata al sueño…

 

igual me sobran excusas,

la madrugada en los techos, la llovizna en los desagües,

la rebelión de una arruga entre las sábanas,

tu cuerpo y… canta un gallo, o ladra un perro,

o llora un bebé en la cúpula del viento

trayendo agua a mis manos y a mis ojos

como una lluvia bendita que no calla…

 

y hablo de vos, pero… cosas…

se vive todo

o se sobrevive en medio de unas ruinas…

la vida es más que entender por qué uno muere,

mucho más que eso,

es arrimarse al instante de perderlo todo

y aún querer conquistarlo…

 

hablo de vos y no importa lo que callo…

menos aún quién me escucha…

 

calles atrás la madrugada era buena,

tibia desde la tibieza y simple desde la frescura,

aún lagrimeando en los techos y en las bocas de tormenta…

era un manojo mojado, perfumado, tierno…

 

y ese juego entre la ternura y vos tiene sus flores

además de muchas trampas,

pero es el filo del beso, así se simple y gentil, querida,

así de bueno,

apenas y tanto el precio de no matar lo soñado,

por no morir sin un sueño capaz de llevarse el mundo

o de quedarse en tus manos…


los ojos de María Eva

 

un turbión de confesiones sin gritar pintó las puertas,

la belleza de la luna, como una monja escondida, rompió el velo,

Pompeya, la cicatriz en la cara del amor, tu olor a tierra

y un verso para querer, y un rezo para los muertos, y la noche

jugando como una niña entre barriales y estrellas, despertando…

 

mis ojos por esa luz!... quiero ese rincón caliente de la esquina

donde un ángel prepoteó a los mil demonios de mi alma

con una sola sonrisa y el perfume de la lluvia…

quién mató a quién nunca supe y no me importa,

pero sé de dónde vengo y por qué beso la tierra…:

tu olor, la luna,

la cicatriz en la cara, el lado flaco en la cama,

el paso duro en el barro…

 

no es sólo afán, me persigno…

llevo a mis demonios puestos y un ángel ciego en la espalda,

las respuestas de mi infancia, el vino rojo en la mesa,

pan de pobres, cuentos largos,

los ojos de María Eva y las pintadas del pueblo

justo ahí, donde hacen falta esperanzas,

en lo vivo,

en lo que duele de amor y habla de curda y poeta,

en lo que arrastra la fe como un carro de chatarras,

donde hace falta creer,

donde vivir hace falta…


para cantarle al silencio

 

donde las manos florecen,

donde el silencio es un canto…

quizá no importe explicar por qué,

pero ese perdón me abraza,

me devuelve a la ilusión de un verso

que apenas sabe escribirse en la ternura…

 

sin razonar el amor, ni subestimar las llagas,

el hueso herido, palo mediocre que chilla y pide,

suena como una bisagra desmontándose en la noche,

cuerpo viejo que se quiebra de distancias,

medio oxidado de tiempo y medio roto de penas,

pero canta donde el silencio es la muerte

y entre las manos florece como un manojo de sueños…

 

una historia y quizá todas…

termino sin empezar y espero al viento…

tal vez me lleve a tus manos como flores

o a tu voz como un aliento callado

que aún conserva un suspiro,

al menos uno,

y un poema entre los labios

para cantarle al silencio…

 

 

 

durazno

 

un beso viejo en unos labios pequeños,

un viento blando de pan entre unas ramas peladas,

un olor dulce y dulzón con la llovizna y la ausencia…

te quiero…

 

duele en las manos y pesa como un charco de tristezas,

y sin embrago es tan suave… dulce y dulzón como un beso

que va secando mi boca con la niñez de un silencio

eterno entre noche y sol, quieto en el cielo,

la luna…

 

y aunque no puedo callarlo es canto mudo,

y aunque me rompe la fe es otro paso

y otro, y otro, y uno más, siempre queriendo

como la verdad dormida en el perdón de su rastro,

o el encanto desmedido de un gorrión cuando amanece,

mientras me raja la boca en un desgarro

soltando un látigo sucio de palabras

que sólo escriben un verso

de un olor dulce y dulzón

con la locura y la herencia…

 

 

 

 

por si creyera posible

 

lo poco que hubo en mis manos,

ese sueño de malón sirviéndose a la luna,

ese ladrido de amor junto a las flores,

tu voz…

un polvo de miel cayendo,

una banqueta de paja y un rosario

(por si creyera posible andar creyendo)…

y el silencio…:

amigo de la verdad, dueño del hambre,

pulso del paso sencillo de las horas… el silencio,

entendiéndose en las manos

como un paria en cuatro esquinas,

lo poco, lo todo que hay que entender,

apenas lo que habla adentro…

 

si soy marrón, no soy sombra sino luna,

si soy amor, no soy llanto sino lluvia,

si soy tierra no soy miedo…

 

cada noche es un temblor que quiebra el alma,

un grito que estalla en medio de la almohada,

la muerte frente al espejo…

y en esas cosas, mi bien, en esas cuitas,

deslabio el eco al decir lo que te nombra,

el despreciable altruismo de otra copa,

el impensado amorío con la ausencia,

el inhóspito aserrín del cuerpo hecho piltrafa…

aunque se sigue… sí, porque siempre hay otro día,

porque no voy a olvidarme…

 

si soy rabia, no soy un descamisado cualquiera,

si soy amor, no soy furia sino canto…

 

los pobres no somos olvido…

sueño

que mañana soy el mismo que hoy no muere

(por si creyeras posible andar queriendo)…

 
 
 

verano

 

rumor de hojas golpeando las persianas,

una bisagra rompiéndose en la noche…

duele… y todavía no llueve,

apenas se huele a tierra la caricia

y el cielo parece hundirse en lo más negro del río…

pero hay flores,

florcitas de yuyo hediondo, como faros,

como estrellas para el náufrago o el loco,

el pobre infeliz que duerme en un rincón del andén,

triste, borracho, viejo del alma, perdido…

 

algunas flores de yuyo y vos…

lo otro es la luna

sosteniendo un mundo azul con su belleza,

es decir, la luna y vos, y alunas florcitas simples,

olor sereno que asoma al barrio y vuela

como la necesidad de amar que vuela,

y es dulce,

como el olor de la tierra…

 

me trae el siglo

con un pedazo de historia a cada instante…

duele en mis manos la última veleta de Pompeya,

cerca de aquel corralón y de un bar viejo

que sólo junta cenizas en sus mesas…

 

y si esto es todo?... no sé, tampoco importa saberlo…

se tiene lo que se quiere, y yo quiero ser mi sueño,

no cualquier mojón del precio de mi alma,

si mi alma no se mide ni se paga…

apenas vuela…

 

en una carta de amor dejé mis huesos,

con florcitas de rocío y manzanillas silvestres…

ojalá la leas vos, ojalá sepas

que una flor de yuyo y vos, tan sólo eso, y la luna

 

pueden decirlo mejor que cualquier poeta…

 

 

el amor en los tiempos de la idiotez

 

entre tus manos chiquitas

(hojitas de barro miel, gotas de lluvia),

todavía sueño el beso de la vida,

rosario de alas mojadas, cara de luna, suspiro,

collar de sueños que le hunde el pecho a los cuervos,

ramita buena, dolor de mi alma, ternura…

 

la piel se aferra a un amor como gorrión a su rama,

la herencia canta en el vuelo que no duerme,

y yo, despierto, muerdo la tierra llorada de tu vientre

recordándome ilusión, besando a mi hijo en tu savia,

gritando por patria o muerte un solo grito,

con treinta mil en la piel, balas más o glorias menos,

esperando la partida de mis bueyes

hacia lugares más ciertos, aunque duros,

donde la razón no importa más que el odio,

pero me animo… llevo tu fuerza…

 

ni el insistente murmullo del zorzal va a desvelarme,

ni el pequeñísimo arrullo de la muerte va a dormirme…

 

entre tus manos de flor

(hojitas de lluvia y luz, vestido de hadas),

todavía me susurra un sueño el alma,

quizá queriendo creer que ya amanece,

quizá olvidando decir hasta mañana,

pero recordando el miedo de los cuervos

que atacan con necedad el dulce olor de una llaga

donde el amor se aferró a la piel morada

que abrió en tus manos un sueño…

 

de horas largas

 

rompiste los vidrios de una historia horrible,

abriste ventanas a una calle clara,

guardaste la lluvia en tu mirada dulce

y acariciaste a la muerte con tu amor…

sin juegos,

pero también sin ventajas,

sin aforismos de feria y sin olvido…

 

la rebeldía fue el mismo sol cayéndote en la espalda

y la pasión esa luna que fue ablandando tu pecho

hasta hacerlo un río manso, un beso simple…

 

(y una muda de tristezas en las manos

como gorriones pesados, aunque libres,

te enseñó a tocar al viento)…

 

y acariciaste a la vida con ese amor de horas largas,

de callecita dormida bajo un terraplén callado,

de noche helada, de cama vieja, de olor a invierno,

que te desnudó en el duelo de mis brazos

como un dolor infinito…

 

y aún hoy escucho ese viento por mi calle,

el rugido de la ausencia,

el traqueteo del alma,

el pulso torpe del hambre queriendo tocar las flores

por donde besé tus pasos,

por donde rocé tu cuerpo

mientras los perros, los locos y la lluvia

andan tristemente dulces…

 

y aún escucho tu llanto…

 

dormido

 

un guiño

y a despertar…

 

la mañana empuja al tiempo

y el verano huele a flores en tu espalda

mientras me quema el silencio…

(me arrullaba tu sonrisa,

me desgarraba mil años de incoherencia)…

 

pero un guiño

y despertar…

 

tengo un poema en la mesa

y gusto a viejo en la boca…

no era momento de andar soltando el sueño,

pero lo que muere al día renace tierno a la noche…

quizá me alcance, que eso me valga,

el pedacito de luz que abre la luna,

la telaraña de paz que teje el alma

como flores por tu espalda

o nanitas pa’l infierno

que mide lo que mide el cielo,

apenas esto,

un guiño de realidad

y tu sonrisa…

 

flores de agosto

 

el oficio rancio de la noche

larga en el filo del tiempo,

pero breve y lúcida en las ganas…

 

tu levísima intención de fe rompió el pañuelo,

perdí unas lágrimas dulces donde se me iba el cuero…

sobra en mis manos la ausencia…

 

y atrás del miedo me viene hablando un clavel

que nunca será crisálida, ni rosa,

mucho menos luna vieja en los canteros…

sólo un clavel arrugado en la memoria,

morado y triste… bellísimo… tu rastro…

olor a flores de agosto…

 

el viento escapa a mis manos,

tu hermosísima noción de luz besó mis párpados negros

y el viento escapa desnudo de esta jaula,

como un pájaro de barro se hace lluvia

y nunca vuelve…

 

tengo un sueño,

pero quizá ni me importa…

apenas escucho el canto de la lluvia

y vuelo

entre pisadas de barro y lunas viejas

como un pájaro sin cielo…

 

sin poemas

 

recorro el laberinto de mis manos,

unas cartas sin quemar, unos recuerdos callados,

cosas pobres…

 

el endiablado segundo de mirar puro a tus ojos

y hacerme tiempo…

cosas del alma, cosas de pobre,

el alivio como última razón de un sueño,

el olvido como muerte de la fe… sin fe y sin alma…

 

al fin, dos manos no son más que un par de hojas,

y dos cuerpos no son más que un puente erguido

sobre la ferocidad de dos orillas…

 

vuelvo al miedo y pido cartas,

la última apuesta me sobra en el silencio

y me anda faltando un beso pa’ jurarla…

 

no importa…

recorro la inmediatez para extinguirla

y en la inmensidad descubro tu mirada…

apenas eso,

vos, desnuda de palabras y serena,

yo, sereno de decir y sin poemas…

 

queda un mundo,

y ya no sé si me importa…

la última apuesta tiembla en su secreto

y pide un ramo de voz, y pide un grito

aleteando entre las flores, como un rezo

que se atreve a lo imposible…

 

sobre el encanto y la sombra

 

y apenas gritaba un grillo,

pero la noche rompía las persianas a destiempo…

donde lloraba una flor se abría un verso

y donde moría el alma andaba un sueño

mojando el pasto…

 

olía a lluvia,

a barrio, a malvón, a cosa simple…

me dolía el corazón y…

andaba un beso

imaginando un rumor entre las vías mojadas,

llorando el miedo a un mojón en Puente Alsina,

robando un tango al silencio…

 

(nadie robó lo que Manzi a las estrellas)…

 

así amanece en Pompeya,

medio tristón, medio largo, medio roto…

igual se vive,

entre lo roto y lo triste crecen flores,

malvón, jazmín o crepúsculo, no importa…

 

algo me muerde la espalda, y no es el tiempo,

quizá los dientes del tiempo, pero… algo

como el olor de la miel,

como la piel del amor,

como la luna,

viene a levantar un tango entre los yuyos…

llovizna mansa, mi bien, tu dulce aroma…

y huele a gloria…

(el oxígeno llenándome las manos

como un manojo de piel,

tu dulce cuerpo, paloma)…

 

me lleva el viento,

y apenas gritaba un grillo

en tu pollera…

allí me duermo,

enredado en la poesía de tu rosa,

que es yuyo, lunar o lágrima,

lloviendo

sobre el encanto y la sombra…

 

 

 

amor

 

sobre la vieja caricia de los años, el rumor del viento,

suspiros rodeando el vuelto de la historia con armonía perfecta,

imperdonable coherencia del destino que no supone otra llaga,

permiso, sin remediar, de hilar palomas en la negrura del cielo…

 

desprecio de la niñez que asume el miedo del viejo en su partida…

tus ojos grandes y buenos, mi adoración sin fronteras, la sentencia

cubriendo con desmesura el breve instinto del hambre

que se arrimó a la mirada con un hueso y huele a sangre,

y duele adentro…

 

tus ojos de fuego, el látigo de un susurro,

la poesía postrada a los antojos del tiempo

y sólo un cuerpo que muere…

 

quizá el desgarro que puso la emoción como un insulto en la carne

pueda recordar el gesto del deseo que fue temblor en las manos…

hoy duele adentro del alma, hoy quema la piel sencilla, hoy grita

como el silencio infinito que supone una canción sobre una cuna adorada,

besando como un rasguño el terciopelo tersísimo del sueño

que amé al dormirnos…

 

el viento arrecia, querida,

sobre la vieja caricia de los años que depuso…

la última rebeldía de mis entrañas malditas fue morirse

con tu aliento entre mis labios,

llamando, como un lamento querido, en la imposible sutura de tu boca,

a aquellos rastros de miel, a aquel misterio del aire,

ese encanto de la poesía imperfecta

que derramó su niñez sobre los pasos marcados

como si fuera la voz de lo infinito,

la caricia de los años,

 

tus ojos buenos…

 

 

un pozo de piel

 

cuando la verdad desmonta su jornada

y la realidad divisa una verdad sin huella,

todos los pasos se rompen en la misma pobre tierra,

un pozo de piel y amor, un dolor como de muerte,

la hambruna misma del alma que se resiste a morir

mirando crecer las flores y los yuyos más salvajes,

pero está sola entre tumbas, esperando…

 

yo siempre… siempre te quise…

 

tantos dejaron su sangre en estas calles sin dueño,

para darles sueño y sangre a tantos!...

son margaritas, son pastos,

son un chistido en la esquina,

son lo que el recuerdo besa con belleza

(pa’ qué entregarle este hueso a los olvidos?...

es mejor irse en silencio, compañera,

antes de quedarnos mudos)…

 

aún me duele en las manos el deseo,

es una campana cruda que ensordece a los destinos,

es no entender por qué se rompe lo dulce…

aún me duele en las manos el deseo,

pero ya aprendí a perder y ser el mismo,

lo aprendí teniendo apenas lo que tengo…

 

cuando los ojos se olvidan la vergüenza y miran menos

nace una mentira horrible,

la del sueño que se compra, compañera…

 

y siempre… siempre te quise, pero… tanto…

tanto que aún tiemblo de miedo y de ternura

como el beso de una puta,

como la lluvia en las manos,

como una estrella en la frente,

como cuando veo a la luna en la ventana

quemado amor con leña húmeda…


la historia de un parpadeo

 

la espátula de la luna entre las hojas

quebrando el sueño que duerme en la ignorancia,

como si fuera tan simple andar queriendo,

robarle olores al viento o esperar a que amanezca

y que nada haya cambiado,

que el día guarde en sus cántaros mojados

la historia de un parpadeo,

o más delicado aún… un beso…

 

milagro grueso y salvaje,

el raro mundo del alma que se sube al tiempo

para mirar los dobleces de una hora,

para tocar los relieves de la duda inquieta,

para escuchar el sonido de un suspiro

al rozar tu pecho,

al caer sin forma,

al irse…

 

y luego el hambre,

milagro grueso y divino de estar vivo

con el hocico en la tierra

olfateando el dulce rastro de un misterio

que parece pájaro en la noche,

o más delicado aún… tu sombra…

 

y apenas esto… el silencio

para desgarrarle un grito a la distancia

que es una loba en la carne

y aúlla sin paz,

sin sueño…

 


jugando a dormir la noche

 

no pediste ser mañana,

ni acuarela en las palomas de mis manos,

ni domingos bajo el sauce recordando,

ni medianera del sol para mis ojos…

sólo una camino y un mismo par de huellas…

 

mi canción de luna llena era ese vientre

confesando la verdad y la poesía

como una carta de amor o un tallo tierno

que nunca pidió ser flor, pero aún espera…

 

la vida trae de más lo que no importa,

lo que no duele, lo que no canta…

quizá estuvimos de pie, mirando el cielo

tantas noches como cuentos nos contaron,

tantas veces como tantas noches viejas

se durmieron en los techos de Pompeya

esperando la oración de los gorriones

y la miel de los rocíos que suturan

la fe cuarteada, la piel dolida,

el amor que quema surcos en la espalda…

 

tu canción de luna dulce es este llanto

que entibia la soledad de mi mirada

y moja al pueblo que veo cuando miro,

cuando pienso, cuando callo, cuando quiero,

mientras se embarra en mis manos tu acuarela

como el beso de la lluvia y las palomas

jugando a dormir la noche en una huella…


en la negrura de la noche

 

…y mi boca tenía luna,

pero era apenas el fuego de un poema,

la serenata incendiaria de un silencio

quemando la confesión de un beso oscuro

que hundía su aire en la tierra de un suspiro…

 

y tenía lazo y desgarro,

mi boca tenía el grito de los muertos

y el miedo de los perdidos… el abrazo…

 

los pobres no son olvido y no lo tengo…

en cada calle hay una mujer volviendo,

en cada esquina hay un hombre regresando…

 

muerdo el espanto florido de mi sangre

al enfrentar la impotencia del ayuno

entre los hijos del hambre y la ternura,

entre las manos gastadas y el embrujo

de una caricia de azúcar y de lágrimas…

 

te quiero…

la generosa sentencia del destino

que se desmaya de amor y de locura,

viene temblando, pidiendo nada en su lecho,

sólo latiendo y rondando la negrura

con la armadura de un sueño,

la luz difusa del alma en el misterio

que embarra la piel y asume otra imprudencia,

sin lucidez, sin canción, sin hermosura,

sólo latiendo y queriendo hundir la sangre en la tierra

en la boca de un suspiro,

en la emoción de un poema

tuyo… por vos, es decir… un rezo

que cabe en la soledad de mi mirada

como el eco de tu nombre en un verso sin alivio,

sin lucidez, sin canción…

sólo una burla del tiempo…

 

y mi boca tenía luna,

pero era apenas tu aliento en la negrura

de la noche más amarga de mi sueño…


flor del alma

 

cristales viejos del mismo sol desnudo,

ojitos de arrope y lluvia desmentida entre las flores,

gotitas de agua endulzadas por el tiempo…

 

pierdo un dolor en tu frente, subo al viento,

vuelvo a creer en los pájaros …

 

me pierdo un dolor dormido entre las venas

y vuelvo a creer en algo…

un dios de arrullos,

un beso blando de hierba y gusto a uva…:

tu boca,

sólo el vino más sabroso…

 

la rebeldía de mi alma es puro grito,

como un cachorro corriendo a las carretas

que termina mimoseándose en tus faltas

y enroscándose en tus piernas como un niño…

 

pero me cambia la flor,

me hace pensar en las cosas de la vida…

y entonces el cuero pesa

y la historia es un hallazgo de pobreríos descalzos

y preguntas

que apuntan al corazón…

 

y entonces grito,

y mi alma es puro látigo del miedo…

pero me cambia la flor

y esas guagüitas rompiendo tus enaguas

como palomas del barro del camino,

bordeando el lado más tierno de los pasos,

el de treparse a la flor

para ser viento y abrigo…


una canción y tus ojos

 

…y el dulce pueblo de amor de un beso triste en la almohada

cerró mis ojos pensando en… no sé, el tiempo…

olor a viento del río y piel mojada,

eso que me desespera cuando me acerco a tu cuello

y siento calles, historias, los tambores de la Quema,

el sol rasgándome el cuerpo en sombras largas,

las cigarras habladoras de secretos infinitos…

una canción y tus ojos…

 

algo duele y no es mi cara en el espejo, sino atrás,

lo que no encuentra mi cara en el espejo…

un sueño manso,

sueñito de andar queriendo sin reparo,

perreándole fe al amor

y olor a río, a piel mojada,

como si fuera llevándome al silencio

donde se quedó un dolor llorando,

atrás, lo que no encuentra palabra, ni silencio,

lo que desgarra y revive con belleza,

quizá la absurda belleza sin consuelo

que va agrietando unos labios en la almohada,

cantando, quizá lo poco, quizá lo absurdo de un sueño…

 

sueñito de andar pa’ atrás en la desgracia,

murmullo de andar soltando otro poema

sobre los pueblos vencidos del deseo…


quemando madera

 

tan simple como madera en el fuego o cardos duros,

como cariño invisible o piel del frío,

la recóndita belleza del silencio alrededor de tus ojos,

lo imposible de olvidar sin darle olvido a la vida…

 

de un lado y otro del pecho zumba el viento

corriendo muertos y bichos, abrazando sombras,

rezando una soledad que sólo arrulla los nudos de las manos,

con esa voz melodiosa de dormir quieto en la historia…

 

y muerde el tiempo, rabioso de horas sin fe,

humilde de haber secado las razones hasta el hueso,

quemando madera vieja, oliendo a beso en las flores

igual que el rocío lánguido del sueño que muerde de madrugada…

 

y llama el miedo, crujiendo los pies sin luz, calle tras calle,

mientras la dulce emoción de haber tocado tu boca

arropa el sucio destino de mi aliento agrio

como tierna criatura del perdón que nunca entiende la muerte…

 

atrás recuerdo que no hay atrás en la ausencia,

que esa moneda no paga otro camino, pero tampoco una herencia,

que la infinita cordura de la suerte no tiene un gramo de ingenio

y que ante el salto hay un dios que no te empuja

y una verdad que no vuela…

 

trago el último suspiro y me lo guardo…

quizá conserve el sabor de la locura y la arrogancia de amarte,

quizá me alcance para adormecer los callos de la sangre

y perdonarme esta urgencia…

 

nada que no haya nacido con el hambre puede tener gusto a tierra,

ni merece tal milagro, ni muchos menos rendirse a la amargura…

tan simple como vivir, o como yuyo en las piedras,

el amor carga sus flechas con savias y con venenos,

dulcísima rendición que abre la carne y florece,

desgarrando hasta al olvido con la imprudencia de un sueño…


piel de tormentas

(A Don Alfredo Zitarrosa)

 

el poema con barro de un uruguayo viejo

me trajo viento del río y lluvias dulces…

hermano largo y querido, compañero,

labio con rosas y gubias desarmando cuentos,

sucuchos de la pasión que nunca olvida a sus hijos…

 

el beso de la verdad paga la historia en un gesto,

ablanda el ruido del tiempo entre las manos,

endulza el rastro de sombras por la calle…

y canta, como la luna en la cruz de la ventana,

como la lluvia en la tierra, canta…

 

si vuelvo al río, si vuelvo!...

 

de un pasto al otro hay demencias increíbles,

piel de tormentas, milonga, olor a ruda,

patios de estrellas que desnudan mil plegarias,

versos y gritos que sostienen los misterios

que no arrastra un buey de carga…

sólo el viento,

que trae río y caricias,

y otras guerras

que nos soplaron palomas en el pecho

o nos besaron la frente como a hermanos…

viejo lindo, compañero…

una palabra de amor podría fallarme,

por eso busco tu voz… por eso…

 

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