libres o muertos

 

treinta mil ángeles

 

vos, yo,

la mismísima noción de identidades,

la putísima legión de hipocresías…

y el pueblo, el hambre, las calles

el jazmín en la ventana

atrás del amor del cuerpo,

en los silencios, pechando al cuervo

sobre la niebla difusa de la quema,

olor a aceite quemado entre las villas,

y el amanecer besando las cortinas,

el jazmín en la ventana

y las cornisas,

treinta mil ángeles vestidos de demonio

que muestran la desnudez del amor simple,

el amor bueno,

el amor…

atrás de la necedad,

por sobre el miedo,

queriendo…

 

lo otro es mentira…

lo otro es la necesidad de hacerse bueno

en un nido de serpientes…

 

vuelvo al día

como un animal herido

que aún no recobra la llama de su herida

pero recuerda el misterio de su sueño…

 

vos y yo,

la misma vida,

el mismo pueblo…

perdido de realidad

entre marañas de asuntos vergonzosos…

 

el lagrimal es marrón,

la piel se eriza en el viento

y el barro nunca es cobarde…

sólo sueña

más allá de la basura de las calles…

 

canta el alba,

un gallo croto rompiéndote el oído,

pero canta…

 

amanecer no es joder con los fantasmas,

es animarse a nacer un nuevo día

con los  dolores abiertos en la cama…

 

te quiero y me huele a lluvia

como la cama vacía que no muere,

como la canción que abraza a la poesía

en su frescura

llena de ratas…

 

 

pan viejo

 

me voy por donde se van los vicios,

el mismo caño plagado de inmundicias

que se ahoga de llover con flores de alcantarilla…

ramas que atoran el alma contra el viento…

las cloacas, eso es todo…

 

el mismo paño de sedas y caricias

que se apiadan del amor cuando es milagro

y se olvidan de querer cuando es desgarro,

y te borran la sonrisa de un mal tajo…

…pero recuerdo…

 

la guerra se va en la lluvia… como hojas…

es sangre limpia que muere entre las zanjas…

y aún te quiero, aunque duela la palabra,

aunque no pueda decir cuanto me duele estar vivo…

 

no es tan dramático amor,

pero es un monstruo

que puede negarte el miedo de estar perdido…

y esa es la tumba que cubre la sonrisa…

la soberbia de querer, y el miedo gris de no ser…

 

en mi raíz no hay perdón pa’l que se vende…

hay, sí, un piadoso recuerdo pa’l que muere

y un amoroso suspiro pa’l que vive…

mas no hay perdón pa’l que entrega su ternura

a la idiotez de la suerte…

 

por eso no hay paso atrás,

sólo por eso…

simple, pan viejo

o una bala entre las sienes…

 

no existe un sueño inocente de querer ganar la vida,

y cada gota de lluvia es una idea

que se le entrampa a los pobres…

 

no hay regreso de la huella que clavó el alma en el barro,

ni penitencia peor que estar despierto

después de una noche larga

que no entrega toda la piel al desgarro…

 

si igual se muere de amor

como de mala conciencia…

 

pero no voy a olvidar la pobre ciencia del miedo

ni a perdonar la torpeza del olvido…

 

porque no hay paso atrás,

solo por eso estoy vivo…

y por las venas,

por las ganas,

porque quiero,

y porque tengo una vida

que no suma

sobre los pasos perdidos…

 

sueñito pobre

(la promesa de un viejo peronista)

 

ramita de luz,

pielcita tierna en la hambruna del desvelo,

mielcita linda en la boca…

 

apenas quise morir una mañana…

después tu amor me enseñó el camino

que no termina en un sol mal hechizado

ni en el remendón dormido entre los cardos…

 

volveremos…

es la promesa de un viejo peronista,

la palabra de tu viejo!…

 

es que en esa cruz comienza el mundo,

donde te atora la sangre antes del parto,

donde se duele estar vivo…

y es hermoso…

como el río que desnuda su simpleza

al pie del barro…

 

te quiero…

pero la vida, sabés… la vida es guerra en las manos

y poesía en la muerte de un hermano…

la misma guerra en la piel y en el silencio…

 

y cómo decirte el nombre de tus padres

sin despechar una lágrima en la herencia,

sin lastimar al silencio…

…piel que espera

esa guerra de la sangre…

 

huele a madrugada el viento por tus alas,

y estás tan linda en la ausencia del olvido

que me dan ganas de echar la historia al tiempo…

pero no pierdo la urgencia de tu vientre

ni el hambre besando el ruego de tu cuna…

 

se desperdicia una luna en una noche cualquiera,

pero la verdad, que odia a la tristeza,

muere en una cama vieja y sin destino,

como una flor en el campo…

 

y la tristeza florece en la ternura…

 

te quiero…

pero la vida, sabés… la vida es guerra en las manos…

 

del amor puedo decirte que te amo,

y de este mundo no hay nada que explicarte…

 

apenas quise vivir como un cualquiera

y eso es todo lo que hago

hasta en la sangre

que no precisa otra estrella que este catre

donde dos almas soñaron tu simpleza…

 

luna abajo

 

desperdicié otro silencio rogando un nombre

y apenas pude decir te quiero…

quizá el otoño se encargue de mis huesos

y el vino se haga alquimista de mis ansias…

pero del barro no quiero más que un beso

para argumentar la historia de mis pasos

en una calle sin viento…

 

luna abajo, en Puente Alsina,

calle Crespo,

cerca del tiempo, del hambre

y de la esquina más bella de la tierra,

donde no hay juicio de amor,

y todas las brujas saben las estrellas,

y la necesidad es un misterio

adormecido en los ojos de una madre…

madrecita,

piedra de agua,

amor sin miedo…

 

entre racimos de sol se purga un cuero

que ya no importa…

pues vivimos luna abajo,

donde el docke canta guerra

y en la Quema nace un grito que subleva

hasta a los pobres olvidos de la siesta,

besando flores y zamarreando a la ruda tras la puerta

para regresar al mundo de los vivos

con un motivo, uno al manos…:

el amoroso desgarro de haber sido montonero…

el impiadoso secreto de haber besado las tumbas,

el indecible tesoro de regalarme a tus manos

creyendo que eran la cuna y el destino

que iba a tragarse mi cuerpo…

 

entonces vuelo…

entonces sigo,

porque no hay cuento que termine en una carta,

ni carta que se haya escrito antes de tiempo…

 

quizá mañana, mi amor,

quizá mañana,

luna abajo, en Puente Alsina,

donde quedaron mis sueños,

donde se quedó mi alma

y me regaló esta vida impresionante

donde no hay juicio de amor,

sino memoria

para ver de qué están hechos nuestros hijos

y por qué no estamos muertos…

 

sobre las veredas viejas

 

no lo podría explicar,

la piel tirando del tiempo como un perro…

la rabia en la misma luz de la mirada

y la desesperación mordiendo el pecho

en una estación repleta de fantasmas,

pero vacía…

 

la vida rompe entre lágrimas, princesa,

y el amanecer no es una alcoba de lujo,

apenas si es un suspiro, y eso es todo,

además de la emoción y del silencio

sobre las calles inmensas del sur largo

que se tragó su canción de alcantarilla

en una lluvia de marzo,

en el ahogo sin luna de un borracho

que perdió el alma y los dientes…

 

el paso duele,

duele la cama partida en dos,

y el paso, partido en dos…

y el cuerpo

tira de la piel callada

como los morros de un pero tiran de la tripa seca

que le cierran la mordida

pa’ no enrabiarle la cuadra a los gorriones

con chusmeríos de feria…

 

y algo me vuelve a llamar de atrás del miedo,

un poema de Centeya, el jazmín de tu vestido,

el olor a tierra seca del verano

sobre las veredas viejas de Pompeya…

el rastro que no perdí desde la cuna a la tumba,

el polvo que no inventé entre mi sangre y tus piernas,

el verso que todavía no derrumba su secreto…

esa caricia

que se desdobla de amor

con la noche y con la usura del destino

que no escribió ni este sueño…

 

poesía sin remedio

 

ladran chancho, señal que estamos volviendo…

 

huele a chaparrón mezquino en el bañado,

como esas almas perdidas que saltan entre las flores,

como esperanzas malditas que sobreviven al muerto…

 

un relámpago abre el fuego en la resaca…:

el vino prometió amor en una mesa

y lastimó al corazón sobre la cama

al dejar una mirada sin respuesta…

 

parece el nombre sagrado de mis hijos,

parece el grito del pecho demorado…

parece lo que padece…

 

ladran bicho, señal que estamos viviendo

y quema el polvo

como un embrujo sin dueño…

porque el perro ladra inquieto en la terraza,

cuidando la obra … y que no nos roben nada…

 

si el hueso de la piedad emputecida del santo

no hace sopa pa’ esta hambruna…

vamos luna!... sigamos comiendo barro en la nostalgia

y saludando a los ángeles del miedo

que no pudieron venderle el cuero al buitre

entre retazos de un cuerpo mal vendido

que se durmió en el dolor de su mal paso…

 

un trago más, vida mía… uno, y otro,

para no darle la sangre a la tristeza…

 

si vuela, que sea libélula en el fuego,

si canta, que sea del viento…

 

si vuela, que sea guerra,

como tu risa rompiendo lo imposible

en la verdad de una idea…

 

si late, que sea niña,

como Cristina, como Eva…

poesía sin remedio

y sin rezongo…

 

sólo la luz de la vida en la mirada,

quebrando al miedo…

 

yunque y alas

 

ni le sacudí la mugre a las solapas

y el tren ya se estaba yendo…

una mirada liviana por la noche

me dejó quieto en la estampa de la luna,

muerta de frío en un charco sin historia,

como unos ojos helados en el tiempo…

 

bendito adiós de los muertos…

la sombra

(que entiende a dios, y habla con gatos y moscas)

sabe leerle las manos al mendigo

y las huellas al extraño…

 

unas ramas de tu pelo, bruja loca,

pueden marear al mismísimo diablo,

pero yo sé cuándo está soplando el viento

para azuzar las brasitas del caldero

donde se queman tus horas…

 

maldita fe que renuncia a su partida

sólo por besar la luz de la desgracia

que la mantiene tan viva…

 

ni me sacudí el hollín de las solapas

cuando ya me estaba yendo…

en la perfecta ilusión de tu mirada

se van mis trenes,

queriendo llegar al alba

con el error en la espalda

y la virtud en el pecho…

 

buitres y trapos

 

ni alfombras mágicas,

ni una rabona del Diego,

ni un guiño bobo del Papa…

esto sigue siendo un sueño de perdidos

que se encuentran entre las vigas del alma…

 

el paño de la pasión,

una bandera clavada en la frontera,

dulces palomas, una escuelita de pueblo,

y un dios tarado tirando de un par de pelos

esperando que sean bueyes…

 

animales, eso somos…

dios me libre de sus manos

(cuánta herencia pa’ ser padre

y en tu ombligo dejar mi nombre callado

y sin olvido,

como la tierra que canta)…

 

otro verano se muere en las basuras del tiempo

y mi carta huele a mugre de la feria,

pero te quiero…

 

…el último remendón en mi camisa

no va a negociar la sangre con el frío…

y ya estoy de nuevo en cueros… y para qué?...

(ni estás viendo dónde cayó la sonrisa)…

 

algunas noches vuelvo a preguntarme el nombre de mis hijos,

y a veces no los recuerdo, pero caigo,

porque son tantas las cruces,

porque son tantos los sueños…

 

…animales…

(cuando cayeron las bombas no me viste,

pa’ qué querés verme ahora?!!!,

ni miraste dónde murió la caricia)…

 

otro amanecer me corta la garganta

y huele a trapos robados en la Quema,

a tu vestido de novia mal guardado, mal robado,

y esas banderas que aguantan la frontera y la tortura…

 

y te quiero…

los buitres rondan la cama, compañera,

no te duermas!!!, no me mates…

 

otro amanecer me importa lo mismo que un par de espejos…:

nada…

lo mismo que un par de besos muere en las tripas,

como la resaca inmunda de pasar un mal verano…

 

de tu vestidito blanco aún tengo flores y danzas…

ni un remedio pa’ achicharrarme la historia en un costado…

 

ya estoy rengo y tengo ganas,

no olvidé que caminar es ir sin miedo

sobre otro paso, queriendo

lo que ya quería antes de mirarte…:

el mismo sueño

que no se debe olvidar ni en la locura,

mucho menos en las cruces del silencio

que conocen el milagro, el viejo sueño

cantando amor en la urgencia de un cencerro

que va cargando las balas…

 

la grasa de la virgen

 

poquito de luz,

apenas un farol viejo y roto, y negro,

una lámpara quemándose en el docke

como si fuera un pañuelo mal doblado

en el bolsillo de un curda,

yo… borracho hasta lagrimear mi mal de zurda,

vos, tu sonrisa perfecta…

como una cuna hamacando la pobreza

de lo que nuca entendimos, pero mata

(esa idiotez de creernos tan hermosos)…

 

nunca perdí la esperanza,

ni el camino de regreso,

ni el mal, ni la billetera,

ni la mala suerte, vieja y obligada…

ni el deseo,

ni la grasa de la virgen de Pomepeya…

aunque, no sé… se me escaparon algunas madrugadas

en ese trance bendito del insomnio…

 

es como barro subido a las pisadas,

es como correr perdido por las calles

que mueren en un zanjón,

llenas de grillos y estrellas,

y olor a mierda…

 

quizá me dormí en las manos de un mal ángel,

quizá aposté el alquiler a tu belleza

y salí perdiendo el nombre entre las patas

como un animal herido,

como un duende degollado por la luna…

 

pobre perro…

 

ya sé que duele,

me quema el lomo…

no hay beso que calme el fuego de una herida…

 

pero te quiero,

aunque tu boca sea lluvia o miel del río…

igual somos los de siempre,

y ahí vivimos…

 

nunca perdí la esperanza,

ni en el rezo que me prometió un camino…

estamos viejos, querida…

 

mis manos saben los golpes del olvido,

como los saben tus mansos…

 

dulce tierra...

 

no hubo pueblos inocentes

ni muertos que estén mal vivos…

todos sabemos la luna en la garganta,

todos podemos gritar,

todos podemos volver,

todos queremos soñar otra mañana,

y, espero, sea distinta

de esta mañana sin guerra…

 

junto al río

 

bruja…

la poca paz de tus ojos me adormece

como mirando la luna al fondo del barrio pobre,

donde moría la lluvia,

donde se ahogaban los negros en el docke

pa’ darle cuero a la historia…

 

entonces vivo,

porque me vivo…

 

no olvido lo que mentí, ni el pan caliente en la boca,

ni tu beso, ni tu vientre…

ni pierdo cuanto toqué en un mal deseo,

ni en uno bueno…

 

y no olvido que estoy vivo porque el traidor pifió al centro,

y le dio a otro, quizá… un mal desgarro…

…o porque dios se hizo el ciego ante un maldito…

 

igual me matan los días cuando la ruda sacude su impaciencia…

no hay sueño que me perdone el mal del pecho…

 

igual me inunda el perfume del suburbio como si fuera tu cuello,

como una rama entregándose a la brisa

sin plan, sin tiempo...

 

una flecha

que clava en el corazón todo el veneno del mundo

con la ternura del alma enamorada…

así te quiero…

comprendo que no te guste…

 

si se mata por amor,

alguien debe remediar tantas ausencias…

alguien, por amor, debe quedarse en la zanja,

plantando sombras donde no hay flores…

 

todas las palomas vuelan, poesía,

todas las palabras cantan, gorrioncito,

y alguien tiene que pagarlo…

 

me das,

te doy,

no hay más que eso en los bolsillos del mundo…

 

por eso amo a las sirenas

que me llevan sin decirme…

sólo cantan…

 

bruja…

la poca paz de tus ojos me adormece

como mirando la luna al fondo del barrio pobre,

donde moría la lluvia

junto al río…

 

 

igual que el tiempo

 

cómo tocarte en las fotos solamente

cuando la vida es tan ancha?…

 

mi pueblo besó tus lágrimas y espera encender tu risa

como una vela en la noche imperdonable,

como una estrella en la frente del guerrero…

 

llevo prisa,

pero no tanto… te espero…

sólo me corre la muerte…

te espero…

 

si el silencio destrabó tu nombre lindo en mis manos

y enredó viejas canciones que ayer pensaba perdidas,

igual que el tiempo…

 

te quiero…

y el silencio,

igual que el tiempo,

se duerme

en una calle vacía…

 

otra mañana será la resistencia en carne viva del alma

y habrá una flor suavizando esa crudeza

como un suspiro en las cruces,

como un beso de pureza irremediable,

amor de tantos perdidos,

amor tantos amados,

amor en bruto, chiquita, amor de perro,

que no olvida dónde se comió la rabia

y le aulló al viento…

 

te quiero…

y el silencio,

igual que el tiempo,

se duerme

en una canción de cuna…

 

llevo prisa,

mas no apuro… te espero…

sólo me empuja la vida…

 

y en una esquina cualquiera está mi cama,

aunque, sabés, no existe cualquier esquina…

 

el entredicho grosero con la vida nos hizo un poco dementes,

y adoro aquella locura…

(nada que deba morir merece el pulso del pecho,

ni nadie en medio del mal merece quedarse solo)…

 

otra mañana será la resistencia en carne viva del alma

y habrá una flor suavizando esa crudeza,

habrá un desgarro sublime en cada lágrima…:

el deseo, la verdad, la luna amando a los viejos,

la impostergable virtud que trae el rocío

sobre las calles desiertas…

 

entonces habrá un cincel

escribiéndome en la piel tu nombre a fuego,

enredado entre la niebla como un rezo milenario,

atragantado en la boca como el hambre de mis hijos,

desnudo como el jazmín bajo la lluvia

y mugriento

como un rebelde en la excusa de sus manos

que quisieron ser del viento…

 

(y el silencio,

igual que el tiempo,

se duerme

buscando la luz que trajo

cada mañana

otro intento)…

 

 

 

la misma guerra

 

de una madrugada gris, o de un manzano

caen los frutos podridos a la tierra

igual que besos cansados de llorarse

sobre la misma vereda que espera que pase el tiempo

mientras las ramas se secan…

 

un florista, un turco vendedor de sábanas,

o un viejo rezando el último rosario…

todos recitan el verso…

un bruto en la soledad, un borracho, un sin razón,

o un acertijo mayor que la mirada…

eso que pasa…

 

y el viento borrando todas las pisadas

como un olvido maldito que vuelve atrás la belleza,

como el horror de la piel ante la paz de la cama

que se queda sin mañana y sin deseo…

 

no quiero hablar entre ciegos,

no es posible mirar de frente a la luz

y no quererla…

mucho menos animal es no quemarse…

y soy más perro que pálido cristiano,

más rebelión que costumbre por tu vientre,

como la sangre…

 

si tus labios dan la flor de mi esperanza,

también deben dar la miel en mi sepulcro

que espera sólo una flor pa’ ser bandera

o el beso de la verdad pa’ hundir su embrujo

en la liviana mentira de otra idea

que no conoce al amor

ni al desahogo del hambre

peleándole el nombre al muerto de los años

que clavó en la muela flaca la desidia

de temerle más al miedo que a los brujos…

 

no quiero hablar entre ciegos,

no es posible mirar de frente a la luz

y no quererla…

 

es mucho más natural sentir tu arrullo

en una luna de guerra

que brilla hermosa y fatal, envuelta en niebla,

sobre la paz del suburbio que suspira

apenas pa’ despertar,

pa’ no morirse entre sueños sin respuesta…

 

de una madrugada gris, o de un manzano

caen los frutos podridos a la tierra

igual que besos cansados de llorarse

 

y enamorados de ser la misma guerra…

 

 

otro olvido

 

habrá aún lugar para el cielo en la mirada?...

 

la confesión de vivir nos deja ciegos

justo cuando más despiertos nos desespera la vida…

y en la oración del amor suda el cansancio,

y en la razón del dolor pega el infierno…

 

y el tiempo rompe las trampas con su incienso

abominable de ser, perdido atrás de la fe,

muerto de sueño…

 

otro olvido

vuelve a la piel de sin pensar

para decir que te quiero…

 

la profecía desnuda de la luna por tu espalda

es la misma que me hizo croto y paria

sobre una calle que añoro

hasta las lágrimas,

que me sale hasta el silencio de las manos

y… no importa,

todo se puede,

pero no todo se quiere…

 

algunas noches

salgo a trampear tu belleza entre las sombras

que quieren borrar tu huella…

 

algunas noches me muero, compañera,

y quiero morir de amor, o de idiotez, o de fuego…

y no hay memoria que me salve del recuerdo

en el olor de los yuyos de la calle…

 

la misma espalda

y la luna resbalando por la lluvia

como una lágrima vieja que no muere…

pero, te juro, mi cielo es un embrujo

que ya no quiere plegarias ni fortuna…

sólo un pájaro en la punta de una rama

y viento para tenerlo…

 

 

 


Juanita

 

sssh… duerme cunita,

rechina viejo el estambre de la capa

en las manos de una nana que contempla

tu hoja de luz, tu boquita de princesa,

esa ramita de ruda entre las patas del perro…

 

amor de entierro, chiquita,

días que duelen adentro…

y no te importe… afuera hay flores del viejo

que te enramó una trampita de jazmines

sobre la cuna que duerme…

 

duerma cunita…

los pájaros hacen flecos de la noche

y una lechuza levanta la locura

con sus alas grandes, blancas…

 

y tus hermanos, los grillos,

tienen una nana buena que contempla

el murmullo de tu boca

y por ahí cantan,

por tu almita,

aunque no sepas…

 

amor de vientre, chiquita,

noches que nacen adentro

de los días…


grasita mía

 

en el catre del desvelo

o en la mañana,

tu mano de alma sin carne que la tenga,

tu confesión de mujer,

tu profecía de amada,

ajada de hambre sin vuelo y de dolor en la cama,

mugrienta de rebeldías imposibles,

y por eso rebeldías impagables…

 

apenas me queda el celo de las horas

queriendo partirme el pecho en dos bandadas

como aguas viejas del río que se abren

en una piedra mal puesta sobre el tiempo

o, tal vez, en un poema…

 

poesía…

almita sucia que anda moqueando en la noche,

olor a flores ahogadas del rocío...

 

el entusiasmo del cuerpo ante la muerte

se vuelve aullido en la vela que se apaga

sobre las cruces sin paz del cementerio,

donde me falta tu cuerpo pa’ estar muerto...

 

dulce naufragio del sueño que se arrima

a la última plegaria del deseo,

y se le anima al olvido con un beso,

como se le anima el vago a la emoción de la luna

por las vías...

con un beso, un rasguño en las mejillas,

una rosa sobre el catre del desvelo,

y una bandera en la almohada...

 

así te quiero,

y las palabras se caen del poema

sin imaginación, sin miedo...

 

en el catre del desvelo

o en la mañana,

tu mano de alma sin carne que la tenga,

tu confesión de mujer,

tu profecía de amada,

vuelve a regalarme un trueno...

 

llueve,

y sólo tengo el perfume de tu rabia

para sentir que es mi vida

y no un consuelo de llamas que se apagan...

que no pueden...


lunas sin patria

 

...y cuando sólo el misterio de una brújula te asombre,

vas a entender este juego de resacas y señuelos

que te marcaron la calle...

 

nada nuevo ha de nacer entre los pobres,

tan solo una nueva vida... si te asombra...

 

entre los puestos podridos del mercado hay carne buena,

habrá que entender el juego y la malicia

para rescatar al dios de la resaca

y escupirle los señuelos a la suerte...

 

cuando el olvido dibuje tus pisadas en la calle

vas a querer inventarte una veleta

que rompa el óxido viejo del desprecio

ante un suspiro del alma...

 

atrás... de nuevo atrás... para volver a entender,

para volver a empezar,

para sostener la urgencia del destino...

 

no entiendo la estupidez que le hace gracia a los buitres...

de nuevo atrás, para volver a empezar,

para volver a querer... de nuevo...

 

y el labial de tu ilusión

dibujó lunas sin patria sobre el río...

 

pobre guerra...

 

amo a mi luna de cal sobre el asfalto maldito de Pompeya

que aún no perdió su vergüenza en el olvido,

ni le regaló la miel a la inclemencia... 

 

amo a la luna que roza a los enfermos,

tanto como a la que enciende a los amantes

y a la que le da otra flecha a los guerreros

que van por vida o por mierda

hasta el misterio...

 

y si tan sólo el misterio te doblega,

es que no hay nada...


el zorro y el colibrí

 

ni un chillido en la cabeza,

sólo el vuelo taciturno de los cuervos para dormirme la carne

mientras la pasión del alma se desliza, suave, tonta, por la sangre,

hasta exacerbar la prisa del deseo…

 

un hombre marcó mis pasos,

alfarero, viejo zorro, compañero…

y una mujer me dio vida,

colibrí, llama, silencio,

que lentamente se hizo insospechado

como tus ojos…

 

después se vive, o se anda por la vida,

mascando hojitas de coca pa’ no perder la saliva,

rozando al pie la locura pa’ no perder la certeza,

y negando, pa’ ir sediento, enloquecido,

como un pájaro que alambra fe a la luna…

 

ni siempre que me hizo falta hombreó la hambruna,

ni siempre que me colmó mojó mis labios…

la necesidad levanta polvaredas

sólo cuando está cansada de saberse

y muerde su propio vientre con un beso sin derrota

que a poco de recordar, recuerda el sueño

que la hizo dolor y nido

en el misterio

del mismo polvo…


bajo ese pañuelo blanco

 

seco… como sin garganta y aún cantando,

o sin demonio en la orilla del silencio

y aún mirando el río,

como biblia sin espalda pa’ sostener al perdido,

pero parado en la ausencia de milagro,

como ilusión sin mañana pa’ reclamar un secreto,

y sin querer más excusas…

 

recuerdo el perdón del tiempo… recuerdo…

ese miedo imperdonable que aborrezco,

el de nacer viudas jóvenes donde se sangran las flores,

el de matar sueños vivos donde se nacen los hijos…

 

recuerdo el perdón del tiempo, lo recuerdo…

ese olvido imperdonable que aborrezco…

 

se duele igual una carta que una ortiga,

llora lo mismo la luna que una vieja,

duerme el hijo de un cualquiera igual que el de otro,

y la sentencia es lo mismo que la suerte

lamiéndole miel al viento entre las tumbas,

o en las enaguas mojadas de la lluvia

que llega a todas las calles…

 

tantos años, tantos besos,

tantas banderas cruzadas en la plaza

besando la frente limpia bajo ese pañuelo blanco…

 

ahora recuerdo,

recuerdo el perdón del tiempo

y no lo quiero…

sigo siendo un animal, un grasa, un negro,

pobrito seso, maldito pobre, plebeyo,

olor a vino barato en la camisa…

y pa’ no oler el dolor es que ando en cueros,

descamisado por vos,

por tantos años de furia y tantos besos

que se quedaron volando en la llovizna…

 

se duele igual en la piel que en la mentira,

porque ambas calan la carne y la desnudan…

 

recuerdo el perdón del tiempo, lo recuerdo…

y no lo quiero…

porque no puedo olvidar, ni quiero olvidar,

ni espero que algo me olvide…

 

cada vez que un niño llore estaré vivo

para secarte las lágrimas…

 

te quiero…

 

seco… como sin garganta y aún cantando,

o sin demonio en la orilla del silencio

y aún mirando el río

desde la luz de tu alma…

 

 


como a los hijos queridos

 

yuyito viejo quemándose en la siesta del verano…

verano seco y mamón para el destino

que se cuelga de la teta de otra rama

que ya no espera más flores… sólo es rama…

y sangra,

como las flores… ni espera…

 

huele a quema de banderas en la cama,

a pasto mojado indiándole un beso al trueno,

embrujándole un recuerdo a las bandadas

que vuelan lejos, y escapan del barrio pobre…

 

huele a tu blusa,

a mañana…

 

un pobre juicio de paz mece la cuna en el patio,

donde nacieron mis hijos, donde murieron mis hijos,

donde treinta mil quisieron ser más vida

y unos fachos infelices piden calma,

donde hombres dieron la guerra…

 

y aún es palo de un árbol viejo que se entrega simple

junto al arrullo mimoso de las horas

que se duermen con la soñolencia mansa del cansancio,

de perros vagos durmiéndose en la puerta,

de patios quietos rompiendo la impaciencia,

de calles largas y quietas,

de mi barrio que no olvido…

o un malvón que no se quiebra,

ni se dobla, no se rompe…

sólo espera que sea hora de ser sangre…

 

viejo y simplón, como el olor del rocío en las veredas,

como la luna en las chapas de la villa,

así te grito, mi reina,

así te llamo,

con el aliento del vino…

 

siempre pobre, siempre hermosa luna, virgen,

siempre buena

en la oración del hambriento...

tu respuesta

es el milagro del pan en la impotencia,

es la sonrisa del niño,

compañera…

 

tengo dos manos que no suman dos promesas

pero se hacen carne en una…

y pa’ qué más revivir que en una guerra?

si no hay más dolor que el vientre, compañera,

aunque uno ande sin talle,

acompañado del hambre en la tristeza…

 

y el silencio… oh!, el silencio,

cosa bella pa’l soldado…

pedazo de cardinal en la memoria

que no pierde el sur del cuerpo entre la roña,

ni lo esconde entre las sábanas ajenas…

 

te quiero

como se quiere a las flores de las tumbas…

así, irremediablemente… entre fronteras…

 

el vino me hace perder algunas señas

y soportar otras balas…

es mentira que mataron a los nuestros…

somos treinta mil besando el polvo quieto

de los que vienen llegando, compañera…

es mentira que mataron a los nuestros…

sólo quisieron matarnos…

 

infelices,

no saben que somos fuego en la mirada

y amor en la soledad de la belleza

que espera verlos volver

como a los hijos queridos

de la tierra…


el buey viejo

 

en mi pequeña verdad,

la pobre herencia de un suelo, un barrio, un sueño,

vale lo que la pasión le vale a un santo…:

la vida… nada…

 

y me arrepiento de tantas idioteces,

de la veleta en la frente,

del olor de los jazmines olvidándome el malvón y el palo amargo,

de los ojos de la lluvia saludándome en la siesta sin retorno…

hasta de creer que amar abre las puertas sin escuchar a los grillos

me arrepiento…

pero la noche es inmensa… y me perdona…

 

poco de bien tiene el alma atrás del fuego,

pero no voy a quemarme antes del alba

esperando a que amanezca…

 

poco de bien tiene el cuero y siempre tira,

por eso amo a los bueyes,

porque se animan al barro y a las leyes

que un par de pelos derrotan…

 

y si al final del amor sólo hay tristeza…

cómo negarle dulzura a esa belleza,

cómo remediar lo manco de mis bueyes?…

 

por eso beso al dolor que me domina

y lo amo como a tus ojos…

porque sólo en la verdad se nace un día

y en la misma libertad se muere a veces,

sólo a veces, si sos libre…

 

no me arrepiento de tanta extravagancia,

ni de tanta soledad sobre mi tumba,

ni de ser tan perro a veces…

 

vos desataste la furia... ahora aguantate la rabia

como un beso que va a mojarte la frente…

 

en el perdón del amor habrá otra historia,

mas yo no busco el perdón

ni la razón de los jueces…

sólo vivo,

como puedo y como quiero, o como sigo

igual que ayer,

que no es lo mismo que andar negando el trauma…

 

tengo las pocas mañanas que me quedan

y las muchas soledades que reclaman

un día más, otra guerra…

 

ni un paso atrás, compañera,

así resisto,

entre almidones de miedo y versos que se hacen tristes

midiendo la realidad de una plegaria

que levantó las traiciones de la cama

y aún es libre de decir te quiero

en esta mediocridad

que envuelve en miel a las balas…


lunita bruja

 

eran chiquitas…

tus manos eran chiquitas

y tu boca una libélula temblando

en la ilusión de la lluvia…

 

pecho… leche…

 

era verano, pero no importaba tanto que lo fuera…

vos jugabas con el agua entre las sedas

de otra mañana,

de una cunita de lluvia, chiquitita,

que se aquietaba en mis manos, que eran negras,

como la negrura dulce del barro que roza el río

esperando a que amanezca…

 

a veces pienso que el viento era mi prosa

y el desierto era el infierno del que hablan

las viejas en el mercado…

no sé, mi amor, no sé cuánto valga el cielo,

sólo me abrazo a tus ojos como al miedo de perderte…

 

y quiero…

 

atrás del viento, mi luz, canta tu historia,

y me planto antes del trueno, hasta que llueva…

lunita bruja… te espero en la ventana,

te quiero en mi alma

y te busco en mi silencio

besando el dulce resquicio de tu madre

que tiene la libertad en tus manitas chiquitas,

como flores que se abren…


el grito crece en la quema

 

se me arrugan en el puño el moco de la mañana y el mal sueño…

cosas de viejo, mi amor… mañas de pobre

que espera que el día alcance a ser un cuento

y que las hadas embrujen la curtiembre,

para que no haya otra guerra…

 

y sin embargo se muere igual que se ama,

se mata igual que se miente…

 

madrecita… dios te salve de mis hijos

y a mí me aleje del sueño que no espera

nada más que la frescura de esta tierra …

 

en una chuza del sol responde mi alma

con un hachazo en las venas…

 

duele el nombre,

pesa saberse gorrión en la mañana,

cuesta levantarle el muerto a las cornisas,

pero es tan dulce saber que estamos vivos…

 

el grito crece en la quema…

estamos vivos

sólo porque lo queremos…


ni un paso atrás (sólo un poema de amor)

 

…igual se llega hasta el día,

aunque no es igual el sueño que la muerte,

ni la suerte es la memoria de la herencia…

 

tan sólo sé que te quiero y algo duele,

sólo sé que por tu luz me vuela el alma

y en una canción sin voz se extiende el grito

sobre el horror del silencio,

donde los grillos levantan polvaredas,

y la carne es más furiosa que los buitres,

donde el amor, por amor, ya no es un juego

sino una bala en la sien,

o una paloma perdida antes del alba,

que va a su simple destino sin reservas…

 

…igual se llega hasta el día, compañera,

pero no quiero llegar a cualquier parte…

 

el espejismo es feroz,

el desengaño es atroz,

y estoy dispuesto a morir por lo que vive…

 

la rebeldía es el hacha que me duerme,

quizá sin cortarme el cuello,

quizá de culo en la nuca

me duerma de un golpe seco…

 

te quiero… y sé que me duele

como el beso de una viuda en las pupilas

queriendo purgar la lluvia con sus lágrimas…

 

y el tiempo,

que es un animal sin manos, ni tristeza,

apenas me apaña el lánguido recuerdo de los ojos

que buscan luna en la niebla…

 

nadie me obliga a volver, amor…

ni el alma, que hermosa canta en su tumba…

 

igual se llega hasta el día, compañera,

y hay que hacer que sea importante esta mañana,

nada más que porque empieza otra mañana

y en eso creyeron tantos…

somos todos

y tan sólo somos algo que despierta

en una calle dormida..

 

otros viven

donde murieron los sueños de una idea…

habrá que verlos vivir como gusanos

para entender que la tierra es algo dulce

que no olvida el pensamiento de sus hijos…

 

aún te quiero

y se me rompen las manos,

como huesos que se secan, como polvo

que vuelve al mundo cantando tu belleza

en una noche de amor

que no olvida quiénes somos,

menos después de haber sido tanta herencia

en un manojo de intentos…


 

ese olor a pasto viejo

 

cunita de miel,

apenas baja en los pies, de palo seco…

el emisario de un cuervo trajo aullidos a tu canto,

pero no… todavía canta el río…

 

beso tus manitas blandas en un manojo de barro que me llueve,

pienso en mis ansias y entiendo el dolor del vientre

como si fueran mis labios los que duelen,

como si fuera a cantarte una nanita

pa’ que el dolor no te invente una mentira

en el hambre de tu gente…

 

muere en mi hocico ese olor a pasto viejo

que trae la lluvia…

es un poema que habla de las vías

y esas hermosa verdades de los trenes

que cruzan la noche a tientas…

 

en tu frente,

cunita de miel y luz, apenas baja en los pies,

leo un poema que explica mis tristezas

como un libro que le da paz a los locos

o la luna conversando con los crotos

debajo de Puente Alsina…

 

el barro es bello, mi niña,

es una carta de amor para tu madre,

es un silencio que abraza tempestades

en una huella…

 

si es tiempo, se va en el viento…

si es beso, queda en el alma y…

no importa,

igual es barro y es bello,

tiene sombras

en la mirada chiquita que regresa

de atrás del viento,

de atrás del tiempo,

a tus manos,

a tus manitas de niebla…


cada vez que ladra el perro

 

ramita seca

sobre la sombra terrible de la noche

que juega a desnudar la luna entre los árboles viejos…

todavía hay poesía buena, humilde,

esa que moquea en el puño de los pibes,

esa que duele en la cama de los pobres,

que suspira ante un ahogo, como el hambre,

como la chuza del viento ante un rezo de los padres,

como el olor de las flores…

 

igual me baila la muerte entre las cejas,

queriendo esconder su sombra como un animal furioso

antes de morderle el cuello a la ternura,

antes de comerle el tiempo a la tristeza

en una noche de lluvia…

 

y estamos solos

queriendo entenderle el verso a los poetas

que ya ni entienden la piel con la cicuta…

 

se vive como se puede, compañera,

se escribe como se vive,

lo otro es mierda…

 

ninguna argucia de amor puede embellecer la herencia,

ni los gorriones se olvidan de sus puertos,

ni la soledad es lágrima en los ojos

sin su nombre…

 

sólo ayuno,

la necesidad ardiente de ser guerra

en una calle vacía…

 

atrás, las vías siguen su aliento secreto

en el silencio profundo del suburbio

que destiñe la niñez en la poesía del pueblo…

 

estoy viejo y… ya… estoy vivo,

como un suspiro terrible,

como un ahogo infinito que te llama

cada vez que ladra el perro…


ángeles y cuervos

 

en los flecos del insomnio,

la orilla sur de la cama,

donde muere lo obvio y nace el tiempo,

donde se duele vivir hasta en la lluvia

y canta un ángel maldito de ginebra

antes de pegar el grito de los cuervos

incendiándose en la quema,

como un sueño…

 

ahí… ahí da lo mismo el cielo que el bañado,

ahí tus manos no corrompen fortalezas

ni mi ambición dilapida soledades…

 

ahí te espero,

donde me duele vivir,

donde te muere lo obvio,

donde un beso vale un pan y una cicatriz un beso,

y tu alma me abre las venas como el deseo esperado,

como el mesías querido, insospechado,

como el olvido zanjado entre mentiras

que nunca se han de olvidar…

 

por eso sangra la herrumbre en las paredes gastadas de Pompeya,

por eso echo al viento mi último suspiro

y vuela hasta remediarme el hambre del suicidio,

porque otra calle desnuda esa impotencia

y la hace un niño trepándose a la luna,

jugando con dios y el otro,

empecinado en vivir al menos otro segundo…

 

(recuerdo la necedad de la tristeza

y me es tan dulce!)...

 

no voy a olvidar tu casa, compañera,

como no olvido mi herencia, ni mis trapos,

ni la pobreza riquísima del alma

en los verdines mugrientos de mi patio,

ni la cara de mi viejo cuando el viento olía a barro…

 

y otro vino viene a endulzar con más guerra el salvajismo

de ser un negro sin voz que toma vino,

aunque se me olvide el gesto por cansancio,

aunque no me asombre el tiempo

ni la obviedad de mi muerte al pie del mismo dolor,

enamorado del mismo olor a tierra

que desparramaba el viento por tu vientre

cuando éramos vos y yo,

ah… y éramos tantos,

y había un pueblo escupiéndole hambre al polvo

y pechándole las balas a una estrella

que nunca supo brillar como la luna,

ni en la misma realidad,

ni en la putísima paz de los olvidos,

ni en los charcos de tu puerta…


entre los males del alma

 

me arrulla tu hambre,

me desvelan las distancias que le clavaron los dientes a la tierra,

me abriga tu rebelión y me hace negro, soldado, guerrillero,

un pobre bebiendo agua del rocío,

un viejo loco de vino y de locura,

besando la inmediatez de tu cintura en la rama…

(pajarito… llueve…

y a quién le importa!)...

 

el destino de esta noche es un tesoro

que no voy a regalarle a las plegarias…

quiero ese cielo morado de tristeza

y por él muero buscando la alegría…

(pajarito… tu sonrisa)…

 

ni las palabras sin piel de los maestros van a negarme la urgencia,

ni la necedad pesada de los huesos pueden robarme del viento…

 

vuelo y recuerdo el candor de tu mirada,

vuelo sobre los silencios viejos de la noche

y sobre las tumbas largas de mis hijos

que hablan atrás, con los grillos en los muros,

hablan de la soledad de las estrellas

y de la belleza inmensa de tus pechos

mientras la vida se escapa de la llama…

y quema

como la leche que quema en tu ternura…

 

la luz me niega, paloma… pajarito…

la luz me oculta la flama de tus ojos…

por eso vago en la sombra, puro aliento,

como un perro que no duerme, que no muere,

como un dolor que aún es vida…

 

la luz me habla tu hambre y suelta truenos…

me saludan las distancias entre el amor y el olvido,

me enciende tu rebelión, y soy plebeyo

como una chispa que nace

entre los males del alma,

sin remedio,

ni precio para la calma…

 
 
 
 

de amor y rabia

 

me preguntás por qué la sonrisa a media asta,

por qué la bandera enferma entre los dientes,

por qué el insomnio…

o la necesidad de no morirme?…:

 

por el amor, mi amor, y por la rabia…

 

somos dos y al fin somos millones…

habrá guerra en las baldosas, compañera,

habrá una canción de savia en las veredas

y estaremos caminando…

 

si no se entiende el dolor, menos se entienden las balas,

ni el olor a pan caliente en una escuela de frontera,

ni el perfume de la sangre en la arruga de la urgencia…

y una cuna

con la canción de los años…

 

si no se entiende el amor, mi amor,

menos la historia…

y, claro… menos la suerte…

 

en los verdines sin luna de mi patio

cae la luna de Pompeya…

ah… te juro que hay una luna en los pobres

y que se come la razia de la suerte

al lado de la verdad, que escupe odio…

(y uno que aún ama, le clava el nudillo al tiempo

pa’ que no olvides, mi amor, pa’ que no olvides,

y pa’ que sueñes de nuevo)…

 

al fin un poema de amor,

si aunque resople su humor de perro flaco

entre las sombras sin paz que hunden el docke

en la piel del Riachuelo,

la vida canta…

poco, feo, malo, inmundo…

pero canta…

 

canta como nuestros muertos…

 

y es que a veces no te veo,

es como un beso en los ojos…

y aún te siento,

raspándome el lagrimal,

linda hasta lastimarle el pecho al fiero,

dulce hasta endulzarme el alma

que me irrita,

que no se achica en la luz, ni tiene miedo,

sólo me irrita su necesidad de gloria…

 

y estoy volviendo a querer besar tus trapos

en una lluvia cualquiera,

en cualquier barro

donde se juegue el honor de los esclavos

por la lealtad sublime a sus reliquias,

que sólo son realidad si valen tanto

como el amor de un linyera…

 

en esta trampa de amor, mi amor, no hay labia

ni infierno que la sostenga con mentiras…

te juro que hay una luna entre los pobres

y que se come la razia de la fiebre

al lado de la idiotez,

que es lo mismo que el olvido,

y no bautiza a sus hijos con un llanto,

sino con la indiferencia…

 

si no se entiende el amor, mi amor,

menos la histeria…

y, claro… menos la muerte…

 

 

 

 

el poema de Manuel

 

poquita estrella…

dos grillos en la terraza

y un mal genio…

 

poquita luna…

…y tu perfume en la cama

quebrando el cuerpo dormido

como el viento rompe ramas con sus pájaros…

 

y el tiempo aúlla detrás,

bendita fe,

bendito amor de los pobres…

 

aún te creo

como le creo a la noche otra mañana

y a mis viejos ese intento,

el infarto y la tristeza,

la revolución besando el drama en una pieza

con el aliento de un niño…

 

duerma patria,

duerma y vuele…

 

es una arruga en las manos este poema,

es un río que se cava en la corteza

del mismo nombre que traigo…

 

en las hermosas canciones de mi pueblo

dejo el alma…

 

vuela…

 

te recuerdo Amanda,

y vuelvo a rezar tu verso,

en una calle cualquiera…

 

vos te llamaste mi piel,

y te dibujaste el miedo de mis ojos

igual que la luz rebelde de mis ojos,

igual que el hambre y la ausencia de mis ojos

en la locura…

 

poquita luna esta luna pa’ nombrarte…

poquita estrella esta silla pa’ sentarte

a ver caer la llovizna…

 

te quiero y me pesa el puño

como si fuera de plomo…

pero sólo arranqué flores del costado del camino

que me pesan como el barro, y…

son tan bellas… como arrancadas del tul de tu vestido,

como cantadas de un himno

rascando sangre y olvido a la paredes,

abrazando la simpleza de una cuna

que sólo tiene dos patas, y una luna…

 

poquita luna

que se aguanta la fiereza de tu vientre

o cualquier gota de lluvia…

 

en una noche infeliz o un dulce ensueño

 

pela el cuero trasnochado con un verso,

besa el alma desmembrada de gritarte,

rompe el miedo y calza faca pa’ clavarte

en una noche infeliz o un dulce ensueño...

 

vida que endulza con babas de la historia

de treinta mil de los nuestros…

padres santos, madres buenas,

sólo soldados y amantes… pueblo amado

que se animó a revivirle el paso al paria

perdido en la inmolación de su belleza…

 

en una muda de ropa tengo mi hambre

y el sudario de ese cuerpo mal llorado

que amaneció sin pasión, por dos centavos,

o dos millones de clavos… da lo mismo,

porque paga igual la muerte que un esclavo

enamorado del miedo a liberarse…

 

si por un beso de miel entrego el alma…

me vale más que lamerle el yute al odio

que paga mierda por vientre…

si tu casa vale más que un falso nido…

si tu boca vale más que mil proverbios…

 

me pela el cuero

la trasnochada brutal de los que dieron

con una luna de pan su último abrazo…

me besa el alma enredada entre lo yuyos

como bicho que a los saltos mira el cielo

lanzando lejos los ojos, resistiendo,

y va perdiendo ese vuelo de gorriones

cayendo al fondo del barrio

pero se suelta gritando, entre alambrados de púas

que no detienen al viento, ni al instinto…

 

el pulso me rompe el miedo y pide, y tira…

calza un amor de locura

dispuesto a dejar la vida en cualquier trampa

o a llamarla desde el pozo de los ciegos,

en una noche infeliz o un dulce ensueño…

 

enroque de sombras

 

me fui quedando sin voz atrás del viento,

quizá el deseo infinito de explicar tu nombre

y la mayor inquietud desde el silencio…

 

lejos, por donde se ablanda el cuero de los ojos,

vuelve caminando un loco sin remedio,

tragándose las palabras mal dormidas en su boca…

y apenas puede decir te quiero…

quién sabe a quién se lo dice!...

ni sé si son sus palabras o las mías,

vueltas de la soledad, sin voz, ni tiempo,

floradas de dulce enroque en la locura

mientras desde el sur más viejo de su cuerpo

cruje un poema de amor

buscando el rastro

de tantos pasos perdidos,

arrancados por la vida de las sombras

y marcados en el yunque, hueso a hueso

como si fueran estrofas del poema

que se me va de la voz,

que se me viene sin dueño

hasta romper tus palabras en mi boca,

como una lágrima seca atrás de un beso…

 

hasta ser libre

 

domingo largo, viejo, oscuro, dulce… largo…

mío hasta la necesidad de andar queriendo

las pocas gotas que quedan en el techo…

humildemente, mi amor, tan de provecho

como oler la lluvia hablándole a tu blusa

en un poema del viento… o en un grito…

 

el alma duele, mi amor, tan imposible…

si dos manos dan el pan y una estrella la mirada,

cuánto más nos hace falta pa’ estar vivos?...

 

tu risa, espada del sol, luna en la tierra,

tu vestidito de novia y mi esperanza,

tu risa y tu rebeldía,

ese perfume de yuyos en la plaza…

ese instante de misterio y…

 

duele el alma…

 

si dos pasos dan mil calles y una emoción rompe en celo,

cuánto más nos hace falta pa’ estar vivos?...

(la ternura de esperar es carta que nunca llega…

y se espera

como a los hijos)…

 

mis manos quieren morirse,

mis labios quieren hablarles,

mis piernas quieren partirse

y el corazón las levanta…

 

tiembla el pulso…

hay una canción de amor que no se entrega

ni se regala a las babas de las viejas

en las novelas que compran la miseria

de pobres novias sin rabia…

 

tiembla el pulso,

me parte el martillo viejo de Girondo,

me ensalza el olor del río en Puente Alsina,

me rompe el pecho la carta de un cualquiera,

quizá desaparecido…

 

lo otro es muy tierno,

pero se parece mucho a la negrura del miedo…

lo otro es comprar virutas de colores

y comerse un muerto…

 

domingo largo, viejo, oscuro, cutre… magro…

mejor morir que creerse la vidita en una pobreza absurda…

por dos centavos tendrás dos pobres besos,

eso es lo que vale el lánguido suspiro

de una noche sin mañana…

 

mejor morir que comerse las miserias del basural de los otros…

 

no soy bueno,

pero tampoco soy lastre…

 

la noche tira pa’lante compañera…

y el miedo es zonzo,

no creas lo que te dicen…

el miedo no tiene agallas,

ni canciones,

ni tripas pa’ darse al tiempo

como un pájaro en el viento

que se arrima a las bisagras de una idea

medio metida en la piel

y medio hambrienta de amor

hasta ser libre…

sin suerte y, por eso, en guerra…

 

cabecita

 

pechito negro,

ungüento triste y caliente para el frío,

amor de pobres y lunas del Riachuelo…

terciopelo…

acariciando las chapas como un ángel renegado

subido a la soledad para cuidarte…

 

igual la vida no cuida,

ni cambia el color del pecho…

 

negrita de olor a yuyo y piel de quema,

ruido de la lluvia mansa en las ventanas,

corazoncito de luz rompiéndole el cuero al miedo,

amor de pobres… simpleza de andar queriendo…

 

las sombras de la estación Antonio Sáenz

tienen esa cosa vieja del recuerdo que no miente,

glorias de pobres, amores tristes,

cara sucia de la luna que se duerme

linda y tristona al costado de la calle,

prendiendo un farol pa’l sueño del que espera…

y es un paño de hambre y ruda calentándonos el pecho,

negro de sobarle hollín a la mirada,

mojado y dulce de lágrimas y lluvia

que van sembrando las horas con nostalgia…

 

pero para el que murió en Pompeya,

pero para el que nació en Pompeya

pero para el cabecita que vivió en Pompeya,

todas las lunas son ojos de linyeras

que pertenecen al mundo del silencio…

 

mirando el último tren que deja un fuego

me voy muriendo,

con un rastro de milagros por las vías

que se terminan allá, donde no hay tiempo,

donde todo vuelve a ser la historia…

 

entre la siembra y la cama

 

se me cruzaron tus ojos por la frente

como dos pájaros dueños del instinto,

como dos estrellas viejas en la tierra,

como dos soldados hijos de la sangre,

como dos brotes de un sueño …

 

en vano pedir clemencia…

se muere por lo que se ama

y por lo mismo se vive, compañera…

si no hay más luz que esa chispa entre dos huesos

pidiendo nacerse al fuego de una idea

millones de años atrás hecha milagro

desde donde escribió el polvo su sentencia…

la misma idea labrada entre desgarros,

que apenas entiende el látigo del alma

y, como el tiempo, se entrega sin historia

a la carísima arruga de las manos

que sabe morir de apoco,

entre la siembra y la cama,

mientras se nacen los frutos…

 

si así te quiero,

si no hay más luz que esa chispa entre dos huesos

golpeados como dos piedras de locura,

o dos maderas frotadas con desgracia

besando lo irremediable

y lastimando el silencio

con cada grito de amor,

con cada carta de amor,

con cada ahogo de pobre patria y viejo

en la salud de la gente…

 

el viento que trae lluvia, aún lleva urgencia…

estoy llamando a los hijos de tu barro

y escribiendo para el hijo de los pobres

este mínimo poema…

 

desde la soledad hasta tu cama,

cada pedazo de piel es una espina

que viene a escribir poemas en tu nombre,

como la chispa que nace de los huesos

o la desesperación de la ternura

queriendo nacerse fuego…

 

Malena nació en Pompeya

 

te escribo a vos…

a vos que ensuciaste mi alma con jazmines…

 

un palo duele en el lomo,

duele y pide…

me sangra en el bies del plomo

como un aljibe cerrado…

 

te digo que manda el alma…

 

un rezo pide en la almohada de los pobres,

pide y mata…

te digo que corta el viento,

y un beso mata en la boca de los lobos…

 

a la hora del silencio no hay perdones,

ni compañías extrañas que expliquen un mal de amores…

sólo se sufre en el pecho,

sólo hay silencio y preguntas renegadas

que no esperan responderse…

 

no hay respuestas que te lleven hasta el alba,

sólo la roña sin paz de los jazmines,

como la magia del tiempo…

 

la misma guerra le pide paz al drama,

y el alma, perra, se arma pa’ quemarse en sueños

como la luna que quema con su urgencia los pastos del terraplén,

como las manos que matan con ternura la esperanza

y la idiotez de un cualquiera

que llega pidiendo agua al cementerio,

como si fuera un desierto

o una aguada imaginaria…

 

te digo que muere y mata…

te quiero tanto…

 

atrás se muere, mi amor, atrás del miedo,

atrás del nombre querido que no entiende

por qué se esconde allí atrás de la palabra…

 

somos tan vagos de luz, tan predecibles,

que un farol nos quema el cuero

como al bicho que revolotea la llama…

 

te quiero tanto…

te juro que muere y mata…

 

espero no ser parte de este circo,

pero veo que no soy más que un esclavo,

una libélula, un sapo,

un borracho lagrimeándole a la copa,

un largo infierno…

 

te extraño

y apenas puedo escribir una poesía

sin humillarme en el vicio de la rima

que no da pan, ni da barro…

 

la necesidad me enlaza a tus caderas

igual que el nombre a la herencia

y la historia al barrio pobre…

 

espero no lastimar mi poca ciencia

con la idiotez del relajo de creerme que soy otro,

solamente porque el tango puso sedas a Malena…

 

Malena nació en Pompeya,

igual que el barro…

 

sigo mordiendo el embrujo de tus labios

como si fuera a morir antes del alba…

que sea…

no quiero ser de otro mundo,

ni tampoco de otro cuerpo…

 

donde nació mi antifaz murió mi orgullo de negro proletario…

si vos encontrás mis ojos,

si me mirás a los ojos,

estoy vivo

y aún mejor

estoy desnudo

y estoy en guerra…

 

a un costado del perdón

 

robaste mis alas?... tenés mis manos,

tomá mis sueños, soltá mis versos…

valen más que el viento entrando por la calle

para fugarse en la penúltima curda,

esa donde todo muere antes de tiempo…

(y en la última se caen los fantasmas,

pensando en la soledad como una amiga,

creyendo en la realidad como una trampa)…

 

ya no me quedan disculpas en los huesos,

aunque quisiera entender y disculparme

ante dios o ante el infierno…

uno habrá de perdonarme la torpeza

de haberle perreado el vuelto a la mentira

con un par de gestos vagos, que se quiebran… que se secan…

uno u otro va a tomarme de la mano…

 

no hay un ángel que se le anime a las balas,

ni un zanjón que guarde cómodas mis tripas…

me duermo mirando el cielo de tus trapos,

tan claros como tus ojos en la plaza,

midiéndole el rastro al pueblo en las palomas

que van tocando las frentes de las madres

siempre esperando esa hora

en la que vuelvan sus hijos…

(ni un error le queda al pulso de mi alma…

algunas cosas se mueren sin sentido

y otras sólo sobreviven sin remedio)…

 

el lazo es flaco, mi amor, tu cinta corta las venas

allí donde aprieta el nudo y parte el juego

de la seda y el cardón,

del bien y el miedo,

donde se ahogan las flores con la lluvia

y los grillos olvidaron el misterio

de una madrugada larga, larga, bella,

que va a dormirse chiquita en una arruga,

como si fuera en tus manos, una cuna

como si fuera en la tierra… la mañana…

 

al fin me entrego,

viejo de guerras calladas hasta el nombre,

triste de labios deshechos en la ausencia,

mínimo de razonar,

mojón del temblor que manda la locura

para saber dónde nace la ternura

y dónde muere el destino…

 

al fin tu mano y mi mano,

como niños

acariciando las tumbas

en el sinsabor de un día mal pagado

y en el sudor de tu sombra, que camina,

como una señorita linda, novia, blanca,

de blanco hasta lagrimear, dueña del tiempo,

levantando las pisadas de los pobres

sobre el olvido del cuerpo

que vacila y tambalea,

pero no cae y no puede,

no puede caer, no cae,

es peronista,

no puede dejar que muera su desgarro

ni permitirle a los años otro olvido…

 

nacimos en una casa sin postigos…

a un costado del perdón,

atrás del tiempo,

mirando crecer las flores…

 

barriletes y lápidas

 

en un devoto

lo mismo que en un ateo,

en una piedra de luz igual que en el barro crudo,

en la inquietud de un murmullo que abre el rezo

o en el silencio profundo de una llaga,

en la mirada de paz como en la desobediencia…

 

la libertad del deseo no es capricho,

ni mal de amores…

soy quien no dejé de amar,

el perfume del jazmín en la vereda,

el desgarro de las madres en la plaza,

el corazón de mis muertos y mis desaparecidos…

apenas un tiento me ata a la distancia

y pertenezco a este pueblo mal querido

que tantas veces cazó su pobre luna entre fuentes

queriendo tocar el cielo…

 

y alguien miente…

la desastrosa imprudencia de quererte

o la inmunda sensatez de quemar alas…

y todavía anda el viento por las calles

enredando barriletes y lápidas desmentidas

que son hermanos de todos,

de tus manos, de mi urgencia,

de los sueños que se tejen…

 

en una rama pelada

igual que en el nombre propio,

en una cuna con miel lo mismo que en una seda marchita,

en la ternura morada de la muerte

o en la ilusión de mentirla,

en la infinita paciencia como en la hambruna de sangre…

 

la dignidad de la piel no es un embrujo que pueda echarse al olvido…

apenas muestro mis armas al destino y me inclino ante la historia,

besando la inmediatez de la memoria que aferró hijos y vientres

en la misma cicatriz que marcó el látigo oscuro del cinismo

sin poder matar la rabia entre los dientes…

 

dios te guarde, corazón, y a mí me envicie de ganas…

nada más gris que la muerte para perderse en el campo,

nada peor que vivir sin tu milagro,

dormido

como la necesidad que se hace aullido sin furia,

como el amor que se olvidó de sus males

y bendijo su histrionismo, el más cobarde,

el de imitar a los sueños que se duermen…

 

donde comerán los hijos

 

un ramito de sol,

dos manos fuertes,

tres monedas pa’ la suerte,

cuatro patas de la mesa,

cinco esquinas en Pompeya,

seis suertes de un solo dado,

siete vidas para un gato…

 

…y aún soy un perro…

y le ladro a la tristeza

nada más que para hablarle de mis sueños…

 

me importa poco el designio de la muerte,

nací pa’ andarle al costado,

como un niño,

como un perrito faldero,

como un enamorado

que no olvida las razones, ni las jaulas…

sólo acurruca su instinto en tus polleras

pa’ no perder el coraje de ser patria,

padre, madre, luna, espada, viejo… calle…

 

te quiero,

miro a través de la sombra

una cuna para amar la magia limpia de un beso…

 

tu cuento, mujer de barro y de estrellas,

mi cuento se hunde en tu vientre como rezos,

como acequias para perdonar la espera…

 

la rebeldía no es cosa de la guerra,

sino pasión de la historia, compañera…

oración de los que creen que es la vida,

pregunta del que no espera a estar perdido

para reclamar su paso en la ternura

igual que en los basurales…

 

nunca olvides

que el fruto crece del duelo de la siembra,

que ningún ilustre pescador fue más que un hombre,

ni ningún guerrero fue más que un poeta…

que los que pueden sonreír tienen la luz de sus muertos

mojándoles las pupilas…

 

por eso no hay rebelión sin manos tibias,

ni recuerdo que se sostenga mintiendo…

somos la mirada gris de María Eva

y la locura del viejo que se queja

porque le duelen los huesos…

 

y te quiero

y la fe me quema…

 

sólo un ramito de sol,

dos manos fuertes y buenas

para tres monedas viejas que lanzamos a la fuente

por cuatro patas para sostener la mesa

donde comerán los hijos

para siempre…

 

 

 

se caen las brujas sobre la seda purísima del viento…

sólo el rocío besando la madrugada, como mojando tu pelo…

sólo ese sueño querida...

sólo ese miedo a morir midiendo el miedo a matar

antes de tiempo…

 

Evo y Eva

 

no hablo en inglés, ni en cipayo,

no escribo la erudición de la ceguera

ni alabo al rey de los tuertos…

la poesía es más simple, compañera,

un beso al amanecer, otro en la siesta

y la memoria del alma en la mirada,

y la pertenencia a un pueblo en la tajada,

y un par de verbos nomás pa’ darle alas a un cuento

que no se escribe en cipayo, ni en inglés,

ni habla de los dioses griegos…

 

negro sucio hasta la médula,

eso soy, y así te quiero,

y así de simple me entrego a la entripada,

negro de pueblo, quemero, peronista,

ni una mentira…

 

quizá te cueste entender por qué uno muere,

quizá… porque por lo mismo vivo…

pero no vas a encontrarme arrepentido en la lluvia

mientras las calles se inundan sin remedio…

 

me duele el lomo y…

qué dulce sentir la lluvia!...

el exquisito latido de las chapas

es el techo de la cuna de mis niños…

 

en el dolor de mis viejos duerme un himno

que es una canción de amor entre mis hijos

y una bandera de guerra entre mis manos…

 

nadie más morirá en vano en esta tierra…

auque sabemos que sí,

que todavía hay excusas para el hambre

y perdón para la muerte…

 

por eso no hablo en inglés,

ni, mucho menos, rezo el verso de un extraño…

 

soy tronco viejo del palo que fue árbol,

quebracho dulce enrabiado de memoria

en la tormenta infinita de esta tierra

que no es paso en un mojón,

sino una patria…

se llama Latinoamérica y es fuego

sobre la ternura blanda de una cama

y sobre la furia vieja de la silencio…

 

la libertad es un gajo de la carne

que pude morir de amor, de piel, de sangre,

más no de entrega…

 

no apruebo la erudición de la ceguera

que parió cosmopolitas…

Borges y demás extraños sin esquinas

más que su ego…

 

mientras un niño del barrio llore su hambre

mi poseía será un dolor del alma encendida

como la luna en la cruz del puente viejo

donde nacieron mis hijos

y mis muertos dieron tela pa’l diluvio…

 

alguna vez será amor…

alguna vez volveremos a mirarnos

con la claridad del trueno…

 

mojando galleta vieja en agua dulce

 

quebrado en la suavidad de esa tristeza infinita,

gritando el amor del alma

gritando en la soledad de esa parada inhumana

que sólo quiere llamarte,

mamando lunas de pan por no morder cardos secos…

 

se me atraganta en la lluvia la palabra

y sólo quiero escribirte una poesía…

pequeña, nada, chiquita,

como la mano que roza a los jazmines…

 

la madrugada es inmensa y suena a chapas calientes

midiendo la paz del cielo pa’ que no caiga con piedras

sobre la cuna del hijo…

sobre la herencia serena…

 

apenas se puede amar y ver qué pasa,

apenas, pa’l pobre, un verso que huele a pan es alimento,

y la luna manda amores sobre los charcos resecos

donde beben las palomas…

 

y hay que estar vivo… para no morir de cuerdo,

con mate y galleta vieja,

o con los sueños,

mojando galleta vieja en agua dulce…

 

a ver si me nace miel tu hambruna inquieta,

esa risita de luz que pide vida…

yo ya estoy yéndome al monte con cansancio,

pero no me mata el resto…

 

a ver si tu lagrimal moja mis calles

y tu carita de amor rompe las trampas

que me quemaron la voz cuando mordía el veneno…

 

me abrasa el alma… te quiero,

y en una chispa se enciende la ternura

como el ardor de la sangre en la locura

de ver que todo se pierde…

estamos rengos,

pero la calle se alarga y hay que abrirse

para encontrar las estrellas…

y estamos vivos…

 

dios… te quiero,

como se quiere a la vida…

así de simple y plebeyo,

dulcemente, peronista,

como se quiere al jazmín

que en un segundo se muere

y vuelve patria

sobre la tierra…

 

el camino del borracho

 

algunas pequeñas luces te señalan,

te clavan sobre la tristeza de la noche

que duerme larga en las vías…

 

el dios se acaba en la suerte

y un par de pasos sostienen la resaca

en el camino torcido del borracho

que siempre vuelve a su casa…

en curda y en carne viva,

pero aún vuelve…

 

no hay tragos por defender…

acá se nace y se muere igual que cualquier vecino,

sólo te digo que algunas pequeñas luces te señalan

y un par de pasos sostienen mi locura…

 

la madrugada es inmensa y huele a lluvia

aunque no llueva,

es como el saco roñoso de un linyera,

es como la soledad que enciende el alma

en la llama de una vela…

 

sin dios te amo,

y el dios se acaba en la suerte,

pero la sangre es guerrera…

 

algunas pequeñas cosas te señalan

como la espada del santo apunta al miedo

y la crudeza del barro se hace vientre

entre los hijos perdidos…

 

el precio es la realidad que paga un pobre,

y no espera,

ni asume su lado flaco en el insomnio,

ni manda duendes al borde de la cama,

donde se viene el abismo…

 

estoy queriendo creer en el destino,

pero me falta flaqueza

y me anda sobrando amor pa’ dar por hecho

lo que me robó un mal día en el camino…

 

por eso vago,

por eso escucho a mis muertos,

porque no van a mentirme,

ni a remediar lo deshecho…

 

algunas pequeñas luces te señalan…

son sólo grillos…

te clavan sobre la tristeza de la noche

que duerme larga en las vías…

 

sólo son luz…

 

dios te salve

y a mí me deje morir por lo que sueño

cada noche, cada día,

en el mismo par de manos que sostengo

cuando te miro a los ojos

y entiendo que ese es mi espejo

sin lágrimas que me ofendan en el miedo

de haberte dado la vida…

 

cuentos de hadas y pobres

 

algunas piedras ensucian las pisadas de los ángeles

y algunos yuyos resecos se le enroscan en las patas a los perros…

así se vive,

entre mentira y verdad, buscando calmar la arritmia

y perdonándole al tiempo la irrespetuosa respuesta del cansancio

que viene a calmar la herida… aunque no tanto…

 

la vejez sin meditar, sabés, la arruga en el párpado que quema,

la soledad de la cama en el viento del verano

y esa bendita sentencia de la sangre…:

serás lo que debas ser… lo otro es miseria…

 

…y así pasamos los años,

engordando la belleza en una muda de piel

que nunca cambia las mañas…

 

igual te quiero,

igual se me escapa el día de los ojos

y la ternura de tu ángel hace más grises mis sueños,

porque, la verdad, me frunce el pecho la luz de tu sonrisa

y me resume la muerte tu distancia,

así como amanecer después de una noche vieja,

oliendo el faldón del hambre en tus enaguas,

como amanecer mojado y sin regreso…

 

noche de historias habladas con misterio,

cuentos de hadas y pobres en la boca,

mojada en dulce,

raspón piadoso del vino…

 

quizá tu mano rompió el tul del miedo,

pero me sobran esquinas escabrosas

para volver a la guerra de un suspiro…

 

chapa y fuego… sólo los techos hermosos de Pompeya

quemándose con la luna que se incendia

o chillando con la lluvia que no olvida…

 

no importa cuántas estrellas fueron tibias,

sino cuántas sombras fieras condenaron

la salud de la verdad a un pobre aullido…

mientras cantaban los grillos

saludando a la esperanza…

 

si apenas llega a tus ojos la comedia de otro llanto,

si ya no puedo llorar, mi amor, ni apenas,

ni dulce y tanto…

 

hundo el hocico en la almohada, y huele a yuyo,

huele a tu pelo, a morir, a piel sin lujo…

quiero creer y son piedras…

 

habrá que seguir volando, compañera,

paloma blanca, lluvia de otoño, princesa…

 

(había una vez un arado y un carruaje,

y no sirvió para arar,

ni para vestir de diosa a la tristeza

que era más bella que el alba

y era cierta

como mis manos)…

 

en dos palabras

 

de viejas lunas y viejas contradicciones

llega el sueño

que me robó la inocencia a palos,

como el beso de la muerte,

o la inrazón de la fuga en plena guerra,

igual que el rubor mojando tus mejillas,

negando la inmediatez de la verdad

en una simple mirada

que le dio el guiño al ladrón y el lazo a Judas,

donde ya no queda un gesto…

 

dios te salve, corazón…

clavame el fardo en el pecho, compañera…

igual no mata… sólo me abre los ojos

al momento de partir mirando el cielo,

buscando aire en la herida del ahogo,

como cualquier animal que pierde el nombre en la yerra…

 

y es sangre…

el nombre es sangre…

la historia escribe su himno entre las venas

y es sangre,

como agua dulce que cae con la lluvia…

 

tal vez no explique una crónica esta carta,

quizá dolió demasiado el mal olvido

y mientras la soledad se come al docke

la ortografía levanta una poesía del barro…

y otro tango oculta el alma

bendiciendo a los artistas…

(avemaría purísima,

tus manos, que no son sol,

son sombras buenas)…

 

somos los que dieron hijos a este sueño

y los que besaron flores en las tumbas…

no te olvides, compañera,

no te olvides

de dónde nace el poema y la llovizna,

ni por qué muere la noche en una curda

que no reconoce el miedo por la muerte

ni se persigna ante el beso de los ángeles…

 

te quiero,

y si hace falta decir, me muero

en dos palabras…

 

 

 

sobre la tumba del miedo

 

es mentira que el dolor se siembre de hambre…

también el amor machuca la corteza de las flores,

como la guerra nos besa los nudillos

antes de pegar más fuerte…

 

quiero creer en la vida, y soy ateo,

pero quiero creer en algo…

quizá el desprecio macabro del silencio en las preguntas,

quizá el precario misterio de la luna en las ventanas,

quizá que decir te quiero es una bala,

un puñetazo en la mesa mal servida

y un beso dulce en la frente de los pobres

que no fuimos los traidores de una historia

mal pagada y mal vendida…

 

la noche pasa, mi niña,

duerma, sueñe…

si sólo por eso vivo…:

porque tus manos son blandas y se entregan

al jazmín como a la fiebre,

mientras los trenes se alejan de Pompeya

y el viento trae el ronquido de la quema

en un suspiro esperado…

 

están mis huesos

despegándose el perdón por la locura,

porque el amor no se miente

ni se perdona al plebeyo que lo ensarta

bajo la hamaca serena de una cuna…

 

el pan es viejo, señora, y tengo sueños

que me recuerdan la hambruna y la simiente

mientras voy perdiendo el pelo y calma el semen,

pero despierta la rabia en el mordisco

de perro viejo, del hombre que ama, de la necesidad,

del perro

que todavía te cuida las cornisas

como si estuviese en obra la mañana,

como si fuera a perderse la vidita

en un silencio

que no tiene ni el misterio de tus ojos

quietos en la ventana,

llorando el viento

como la luna que cae entre los charcos

y espera que un desvelado la levante

sobre la tumba del miedo…

 

 

 

beso y desgarro

 

ahí, donde el trino duele,

donde la llovizna cala hasta los miedos

con esa calma de luna sobre el río…

 

ahí te miro,

porque hablar ya no me sirve…

sólo te miro, te espero…

ahí, donde duele el trino,

y tu sonrisa me tiene entre dos palos

como si fuera a clavarme sin deseos…

 

no soy tanto,

soy más bien un pobre diablo de verbena,

que no puede ser olvido…

 

y ahí, los clavos son truenos

que me despiertan la sangre…

ahí recuerdo hasta la urgencia más vieja de mis venas…

nunca mejor que en tus manos las recuerdo,

mordiendo esa soledad de lagrimear en las cartas,

besando la robustez de pertenecer a un mundo

sin entregas, sin enaguas de misterio,

sin remiendos de conciencia…

 

sólo el alma

y la bendita salud de mis ancestros,

donde vivir y morir no son extremos,

sino una forma de andar entre las flores,

como el amor, como el odio,

que no merecen traiciones, sino tripas

para definirse entre unos y entre todos…

 

tu rebeldía es coraje y tierra pura…

nadie te venga a decir que estás perdida

cuando rompiste la trampa…

aunque te quiebren las ramas,

aunque te arranquen las flores de tu cuerpo

con un despecho sin luz,

con un desmadre de horrores bien pagados,

con la mentira de un templo hecho para las reliquias,

para las penas…

para los presos…

 

en tu carita de nena ayuna mi hambre

queriendo hacerse jazmín, miel, lluvia, carne…

beso y desgarro…

 

para la siembra un poema,

para la guerra mis manos,

para el amor una herencia,

levantada sobre años de carencias,

sobre manos y poemas,

que quisieron ser los dedos y las voces de los huesos

en las canciones de cuna que mueren por darte un hijo,

sobre estrabismos del cuero que vive por acunarte

arrullando el mismo abrigo

que se recostó en tus piernas, como un perro,

y como un perro te cuida,

lamiéndote las heridas, compañera,

recostándose en tus piernas

como el guerrero que duerme sin fantasmas

bajo la paz de sus dioses,

en su cama,

en su tierra…

siempre…


la patria

 

me lleva el río… me lleva…

que me lleve y cuente cuántas alimañas van conmigo…

todas ellas son hermanos del destino,

a lo mejor sólo niños sin permiso

que se escaparon de un charco mal dormido

bajo una lluvia sin tregua…

 

allá en Pompeya, patria negra,

la de la bandera blanca y un paño de luna ciega,

la de morder el barniz que purga tiempo en la cama

mientras los dientes se aguantan el gusto a madera vieja

que sólo tiene un secreto…: haber querido…

 

ni hablar de dulces recuerdos…

apenas bellos momentos, mansos, dulces,

miel de esperas que no alcanza para un sueño,

pero… qué hermosa tristeza!...

 

el amanecer desata a los fantasmas bajo un tul de piel y agua…

un estropajo de esperas y rocío que suavizan la mañana

antes de tiempo,

antes de volver al día…

 

ahí te quiero,

en la ingrata inmediatez de la memoria molida a palos,

como una siembra…

en la cuna de tus hijos y en mi propio nombre,

en el verso de mis viejos

que se durmió una mañana, antes de tiempo,

mientras afuera llovía

o nos meaban…

 

el desencanto es atroz,

pero el deseo es feroz,

me trepa adentro, como mordiendo mis venas,

como gritando en mi cuerpo su acertijo…:

serás lo que debas ser, o estarás muerto…

volveré y seré la piel de todo el pueblo,

y seré el otro…

me lleva el río… me lleva…

y que me lleve…

la aventura de mis huesos tiene un salto,

pero también muchas tumbas que no olvida

y por eso aún son huesos estos huesos…

los pájaros son el otro…


bendiciones

 

dos cueros,

la cruz del sur y un palo seco…

cuasia amarga pa’ los pobres,

apenas un mal dolor contra los bichos del alma…

y tengo piojos que me están comiendo el miedo…

 

te nombro por no olvidar,

por no perder lo que tengo de bendito

en la maldición violenta del olvido

que calla para perder

lo que uno ha sido…

 

y en medio de la verdad se me abre un muerto,

floreando tripas al sol, como si fuera un rosal…

me habla mi viejo…:

bendito sea…

 

te nombro por no olvidar,

y en medio de la razón me irrumpe el cuerpo

con la locura del pulso y la esperanza del pobre…

 

larga, larga,

interminable…

 

padrenuestro y… que sé yo…

muerdo la herrumbre viejísima del barrio

que te soñó madreselva…

 

ni el viento tiene tu voz!!!…

bendito sea el susurro en la arboleda,

maldito sea el desgarro del silencio

que lleva ángeles llorando al cementerio,

como si vivir fuera un regalo…

 

hay una luna que te ama, compañera,

y un jazmín que huele al roce de tu cuello…

pero se abichó sin paz la madrugada

y aún me falta que amanezca pa’ dormirme…

 

dos cueros,

la cruz del sur y un palo seco…

cuasia amarga pa’ los pobres que se entregan

dando la vida en la cama…

 

me parte el tiempo, mi amor,

me arropa el hambre

y estoy despierto…


dulces remedios

 

pues mi cuerpo es una rama, un mueble viejo, pobre leña,

pajarito sin canción en la infinidad de un mundo de palabras

hechas de holguras y ausencias…

 

la simplicidad de un beso me desata…

mentira que un sapo encuentre su dignidad en la magia…

la simplicidad de un beso me desata

para correr como un perro en la demencia

de un amanecer querido…

 

arde en las venas… te quiero,

y la ruta desviada de un arpegio calma mi sangre

en un verso…

dulce ángel que se duerme en la tristeza

de sostenerle la luna a la llovizna

igual que la curda macha a un gil cualquiera…

 

a duras penas me aquieto al ver tus ojos…

pero entonces me detengo y… cuánta luna

para entender tanta tierra!...

 

pues mi cuerpo es leña dura, cama chueca, mesa rota,

pero, te juro, me sostiene el esqueleto

y todavía estoy vivo…

 

la rebeldía no da más piel que el nombre,

pero a la piel que te queda le da viento

como si fuera posible estar naciendo

al lado de la conciencia…

 

arde en las venas… te quiero,

como la necesidad quiere a sus hijos benditos,

como la historia de una mujer, una cualquiera, y un hombre

quiere sus sueños…

 

si me recuesto en tus manos campesinas

será pa’ hundirme tu arado hasta las llagas

esperando a que florezca…

 

todo lo demás es gracia, puro yeso…

sólo cuento con dos manos y dos ojos

para entender la belleza…

 


pan duro y pañuelos blancos

 

¿por dónde fueron tus manos a desnudar la simpleza?...

quisiera saber hablar para decir lo que siento,

quisiera ser un poeta para hablarte…

 

pesa,

la cicatriz en el pecho es una lengua de fuego

y quema, tanto como pesa el alma…

 

la idiotez en la mirada es un amor sin consuelo

y duele, tanto como huele un sueño

enredándose en las flores que se dieron al rocío

y sueñan…

 

hasta mañana, mi amor…

te quiero…

 

por el odio no hay perdón,

ni olvido, ni mal de ojos…

ni penitencia que pague los misterios

de treinta mil almas nuestras y sin dueño

que nos dieron otro día…

 

ni hay un palo que sostenga la distancia

entre la verdad y el miedo a confesarla…

 

decía viva Perón esa bandera,

la misma que arropa a tu hijo con mi cuerpo,

que somos la misma cosa…

 

vos, tu vientre,

mi necesidad de ser por lo que vivo…

jamás podría perderte…

 

¿por dónde fueron tus manos a desnudar la simpleza?...

quisiera saber hablar para decir lo que siento,

en medio de tanta flor y tanta mierda

que se destripa en los cardos…

 

no hay mucho para inventar…

decía viva Perón esa bandera,

y estás con los que callaron

o con los que resistieron sin venderse… y…

 

…una flor es una flor,

no un mal engaño…

salvo que compres cicuta por jazmines

pa’ matar los buenos años…

 

quema ruda la tristeza en el umbral de mi casa,

y en el borde de mi cama sueña vida…

 

hasta mañana, mi amor…

te quiero…

 

nadie se arrima a tu voz,

nadie podría decir lo que nos queda

como tu voz en la siembra…

 

mal del pan duro…

al menos es pan… es tierra…

pan de soldado…:

un amanecer mojando la fiereza

sobre tu cuerpo desnudo…

 

es pan, es tierra…

es lo que tengo de fe para estar vivo

sin regalar mi tristeza al mal olvido

que siempre te ama y te espera…


libres o muertos

 

un día será esa luz que te enceguece,

y quizá nada haya sido en vano…

la luna rompiendo el tul de la ventana

y un grito de rebelión sobre la cuna

donde durmieron los hijos su belleza…

 

libres o muertos…

unidos o atormentados por la savia de nacerse

en la misma confesión del nombre propio

que no han bautizado en vano…

libres o muertos

volveremos…

 

no creo en dioses, ni santos,

pero mis viejos rezaron un rosario

que todavía me quema…

avemaríapurísima y… dios perdone,

yo creo en Juan y en Eva…

en vos y en mí,

una madrecita dueña del milagro

y un pan de hueso…

 

así han de hallarnos los años

antes de encontrar la última palabra,

la última cicatriz,

la única llaga que importa…

 

somos la grasa,

la flor y la inmediatez,

la llama que arde en la vela,

la memoria que abre puertas

y la salud que se queja

hasta levantarse en armas!…

 

esa respuesta,

esa tristeza infernal de haber perdido,

ese amor descomunal de haber querido

más allá de la coherencia y las batallas…

incondicional de fe, de patria, de alma,

de muérdago y de miserias…

somos nido…

 

aún somos fuego

y el cuero me huele a rabia,

porque nos está corriendo la perrera…

pero no van a cazarnos…

somos fuego…

 

mansa dulzura que el tiempo vuelve a palos

sobre mi tumba cercana y mal comida,

donde lloraron mis hijos la impotencia,

mi remendón improbable,

mi destino…

 

y aún somos tierra…

 

si en una carta de amor perdí el olvido

y en la poesía del pueblo entregué el llanto

para que seas mi reina…

 

aún respiro

esas flores de la brisa que zarandeaban los yuyos

esperando que la ruda no emputeciera la siesta…

 

aún suspiro

recordando la canción de tus labios despintados

en la belleza salvaje de la muerte

que se llevó tantos besos,

tantos sueños…

 

y aún conspiro en tu cuerpo soñador

para recordarte tanto en mi deseo,

donde amanecí llorando el mismo rastro

que van gritando tus piernas…


descamisado

 

sólo un problema…: la vida…

 

el histrionismo furioso de la historia

viene mordiéndome el alma con promesas

que apenas saben su rima…

nada más que eso prometen…:

acomodar el dolor en una cama de enfermos,

acurrucar la ilusión en la espera de la muerte…

 

pero yo voy a buscarte,

como voy a la ilusión, voy a la muerte…

a tocarte,

voy a buscarte en el piel de la cordura

en la arruga de la suerte que se entrega

tan pobremente al olvido, derrumbada…

 

todavía estamos vivos, compañera…

dame un guiño

y salgo a cavar trincheras…

 

la libertad es un beso en el espejo

donde se refleja el otro…

a mí me importa nacer,

a mí me importa morir…

por eso pago mis cuentas,

menos a dios que al diablo,

y menos a la idiotez que a la impotencia…

 

te quiero

hasta la misma negrura de la sangre

que es roja como la tierra,

como la lluvia de un mes

que se hace novia

y se recuesta en la sed hasta ser madre…

 

algunas noches me envuelven en su ensueño,

pero una sombra me enseña que la luna

no es un poema de Borges,

ni un tango que roza el río…

es una carta de amor,

la luna, el poema, el grito,

es un dolor en tu vientre

que me duele como un hijo…

 

y canta, espera…

 

canta en la necesidad del cuerpo que te recita,

llora en el perdón del hambre,

y canta… espera…

 

tu nombre no me da un ángel, compañera,

sino rocío,

olor a aceite quemado por las vías,

canción de siembras guerreadas a los buitres,

y amor sin juicio…

 

sólo un problema…: la vida,

que viene haciéndose odiosa entre resacas…

 

alguna vez te pedí que me quisieras,

y sólo te di mis sueños…

te juro que mi palabra no muere…:

estoy desnudo en el pueblo…


nana peroncha

 

hay un demonio en la cuna,

pero hay un beso…

 

mi niña duerme sin muertos en su pecho,

porque es chiquita…

pero hay un viento que arrulla

su sueñito de capullo… y duele,

porque es memoria…

 

la patria duele, mi niña,

pero es tan bella,

aunque a veces se ensombrezca su mirada,

aunque el pan se duela a veces…

 

y es pura tierra,

esa es la calma del miedo

y la casa de tus viejos…

 

nena, chiquita… mielcita que va a llorar

cuando amanezca…

canción del viento que arrulla con los grillos

este dolor en el alma…

 

ni un diablo viejo,

ni pobre diablo sin tripas,

ni un mal verso,

van a llevarte…

es mi promesa de amor,

pero es mi hambre también

que so se olvida

que algunas vez fui chiquito

y tuve miedo…


como cuando éramos niños

 

cuando ya no tengo un sueño para darte,

ni un cuento para contarte que estás viva,

ni un peso para comprarte la sonrisa,

ni una razón más profunda que la muerte…

cuando ya no queda nada, aún tengo mi hambre

para mostrarte mis manos hechas guerra

y el deseo de morir si no soy tierra,

como única razón ante la vida…

 

es tan sencillo vivir,

es tan horrible entregarse por dos pesos…

 

cuado ya no tengo un sueño para darte,

te doy la verdad gritando en carne propia…

como si fuera a ganarle a la impotencia,

o a la miseria infinita de la gente…

 

no te aflijas,

entre tus miedos y vos nadie se entera

que un beso te robó el alma,

pero ya vendiste el alma a los malditos

que van a guerrear la suerte…

 

la realidad es un cuento de idioteces

que no sobreviven lejos de la usura…

la verdad es otra cosa,

es lo imposible,

lo que no muere en la cuna…

 

alguna vez me dirán que estoy perdido,

pero no importa escuchar las malas lenguas…

 

tengo un destino y me lleva hasta la muerte…

es más que vivir muriendo sin camino,

comprando orujo por vino

para perdonarse el miedo a ser tan pobres

como cuando éramos niños…

 


amor

 

el libro del cuerpo,

ése que escribe el aliento en el cansancio,

el pulso rengo del alma que regresa, tartamuda, a un beso,

sin sostener más que el ahogo sublime de dormirse lejos

en una misma canción, en un temblor infinito,

en un grito inolvidable…

y siempre alma que abre el barro,

siempre inculta de razones

como furia en la rompiente,

como seda por tu vientre,

como nanita en la cuna

y viento en el cementerio…

 

escribas sucios me arrancan idioteces

con sus palabras malditas…

(el espejismo es hermoso, pero es nada,

apenas creerse libre)…

 

aún me liberan tus manos tiernamente

cada vez que me desnudo,

y aún me envuelve el desarraigo con desgracia

cada vez que siento el hueco a mi costado,

donde se me duerme el alma

ahogada, casi terrible,

sin sostener más que huesos de la historia

que intentan tener un cuerpo,

acaso vivo… nunca incierto,

acaso triste… nunca olvido,

nunca dueño del descanso,

ni mal bendito,

ni página sin secreto…

 

algunas lágrimas matan la mentira

en el lugar donde cantan los misterios…

 

en el libro de mi cuerpo hay poesía

aunque no pueda volar,

porque no sabe perder,

ni quiere perder lo humano que aún respira,

eso que duele al nacer,

eso que explota al morir,

eso que es vida…


contando estrellas

 

cada gajo del silencio que se muere entre tus labios

es un arriero de mi alma mal dormida…

 

pasan los ojos hermosos de los días y pasan las noches flacas

con sus ojeras de largos terraplenes y guiños de azul resaca

besando lunas de seda que se desnudan ajenas

consintiendo al pobre diablo de mi sombra

que lo madruga un recuerdo y sale a contar estrellas

sobre los charcos serenos de Pompeya,

como si fueran pisadas en la barro…

 

es tierra, mi amor… es huella que no se seca,

es el sueño de mil hijos, de treinta mil hijos nuestros,

es una bandera blanca sobre las madres del pueblo

pidiendo que vuelva al nido la bandada,

que la bandada no sea un mal olvido…

es eso que clava el paso sobre el suelo

y espera que abras las alas…

ni sé por qué es que lo espera…

para volar…?... que así sea… vuelan lindas tus polleras…

y uno le anda de llovizna a la vereda,

cayendo tonto y pesado, sin remedio…

 

cómo explicar el barniz de la mirada?...

es algo tonto y pesado que se te pega a los ojos

como una lágrima…

 

vuelan lindas tus polleras…

pero no queda remedio,

ni quiero tener remiendos…

porque dulce, así te tengo,

y duele… y así te quiero…

 

el amanecer me trae una conciencia que me habla la misma historia…

el temblor en la ventana, el viento,

el olor quieto del barrio que se sacude la curda y la modorra

con ese dejarse ir a otra mañana

que ni en un vago momento se le olvida

cuántos pájaros murieron en su nido,

ni cuántos versos quedaron en silencio…


descamisados y absurdos

 

la oruga vieja trepando por la rama,

como el cansancio quemándose en la arruga

de unas manos blandas, que se abren…

tiran la piel pa’ estirarla hasta el deseo

y regalarse el misterio de la calma,

en medio de una verdad que late guerra,

como la pobre razón la desperdicia

en la penúltima excusa de los miedos,

mientras la locura llama a los gorriones

en las veredas…

 

te quiero

…y me falta un grillo en la ventana

cuando no tengo tu arrullo…

y me anda sobrando un muerto por la cama

cuando despierto desnudo y sin tus alas…

 

el tiempo esconde un rincón para escribirte

como se escribe un poema sin regreso,

como se entrega la vida en un segundo,

como que llama a la muerte en una carta

escondida entre milenios…

 

de mis hermanos perdí algunas palabras,

pero me sobran sus huellas

para la delgadez final de la mirada

sobre una calle cualquiera de mi barrio

que con la luna se acaba…

 

el tranco es crudo,

es un paso hacia el destino,

y ahí estamos, descamisados y absurdos,

enamorados…

o envueltos entre mentiras

que no pagan ni el orgullo de ser pueblo

mientras se venden las casas…

 

te quiero

…y me sobra hambruna en la desgracia,

y me andan faltando balas pa’ pecharlas

como si fuera a matarme esta miseria,

como si fuera olvidar de dónde vengo

cuando quererte es mañana…

 

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