el niño del espejo

 

 

el niño del espejo

 

pedazos de mi primeras palabras se hicieron viento…

allí anda el niño que nunca pude cuidar,

el amor que me rompió el corazón

y la última palabra de mis días…

(quién sabe cuándo)…

 

el horóscopo plagado de simpleza

y lo simple de hacer vida cada día en una mesa,

pan, mirada, arrullo, beso, vino, cuna…

 

poquito para matar y tanto para vivir,

la fe del cuerpo entendido barro,

la piel del alma aterrada de hambre

y la necesidad humana de ser tierra…

 

pedazos de mis primeras palabras se hicieron viento,

por eso escribo, por eso canto,

y por eso, entre pedazos, soy esto

que nunca pudo curar al niño que vio llorar

frente al espejo…


tristeza

 

una sonrisa en la noche es un misterio,

como un fantasma escondido entre las flores,

como un loco que se escapa…

 

aunque no sirva, aunque no alcance…

el amor no es por servir,

ni me alcanza estar a salvo…

 

el frío cae en el patio… apenas llueve

y pareciera enlutarse cada hoja

con una lágrima vieja…

 

una sonrisa en la noche es un misterio

que no se puede entender…

ni quiero entender tu rastro,

me basta sentir el viento…

 

apenas llueve

y parece que es el río que sostiene

a las sirenas dulcísimas del muelle

con ese arrullo

que sólo dice tu nombre…


farolito de lunas

 

tu frasco de luz tenía una estrella nacida de tu pecho,

el mío una luciérnaga inquieta golpeándose contre el vidrio…

sólo un farol balanceándose en las rústicas veredas,

soportando la esperanza de otro cielo más allá…

(yo tenía una estrella en mis manos

y vos un corralón de chispazos

para creer en el mundo)…

 

tal vez llueva para siempre,

pero no me moja igual una lluvia que tus lágrimas…

me quedo con un frasco de veneno en el bolsillo

y un farolito de lunas en el alma,

sin saber lo que me espera, ni como llega mañana,

o si me importa llegar a alguna parte…

 

todas las lunas, los soles, las estrellas y los bichos de la noche

me tiemblan en los bolsillos del alma…

y hay una vela quemándose en la puerta de la historia,

iluminando finito el otro día,

pa’ ver si viene salud o viene sombra

a besar mi almohada…

 


dos pájaros

 

…y una caricia hace más suave el silencio,

pero un viento frío lo repliega en aguijones…

a lo lejos dulces aguijones,

desgarradoras curtiembres de un latido,

aunque haya otro después, otro latido

menos curtido,

y se vuelva pretencioso de palabras…

 

quizá por eso la vida habla en los ojos,

donde el corazón sostiene la mirada desde el pecho,

donde una caricia es mano

y un viento sólo un hachazo de la suerte,

donde no hacen falta espaldas ni bisagras

para cerrar una puerta,

ni es preciso un grito de hambre para abrirla…

 

es tan sólo recordarse en el silencio,

con la vida estrangulada en la garganta

y en los ojos dos pájaros que regresan…


entre diamantes y yuyos

 

sensiblería de barrio…: un pimpollo entre los yuyos…

 

mientras el barro atraganta las esquinas

estoy queriendo entender por qué se muere,

por qué se vive…

por una historia, por un misterio,

por lo que valga vivir o irse a la muerte,

como el espasmo florido de la sangre atorada en las basuras,

o un grito lleno de furia,

el que se atora en las venas cuando la sangre se seca,

cuando un diamante en las manos es más bueno

que un pimpollo entre los yuyos…

 

ahí me planto… no voy… que mande otro,

prefiero el barro, el hollín, morir borracho,

antes que sobrevivir besando espinas

como si fueran palomas…

 

la cicatriz sabe el miedo de olvidarse del cuchillo,

pero más sabe el horror de andar creyendo otras cosas

que no se tienen adentro…

 

soy mis manos… y que me valga lo sido,

tanto por lo que seré…

soy mis fronteras,

la delicada parodia de este asunto de polleras

y el horroroso final de mismo cuento

entre diamantes y yuyos…

 

de mis huesos puedo ofrecer el color de mi sentencia,

el desenfreno animal de mis pedazos,

el acervo peronista y el faldón poeta,

la inmadurez de estar vivo entre animales

que sostienen sus pedazos…

 

si en dos versos se desnudan mis palabras,

no preciso más que eso para el rezo de las noches,

y ni creer me hace falta…

 

sensiblería de barrio… un pimpollo entre los yuyos…

mientras el barro y la historia meten hojas

en las bocas de tormenta…


respuestas ciegas

 

algunas cosas no entiendo,

o muchas… quizá todas…

el desenfado de un grillo viendo que viene tormenta,

el despilfarro de un muerto en una copa de vino,

el obituario de un sueño antes que el alba golpee…

 

el amor que se resigna,

el dolor que no sostiene…

 

y las manos también…

las manos quietas a los costados del cuerpo,

sin hacer nada y, por eso, sin respuestas,

mientras la carta más baja se juega por el pellejo

y la más pobre es un verso escrito por los que pierden…

 

tanto amé, tanto creí,

tanto quise entre mis manos,

tanto que ahora me pesan sin vestigios,

desnudas de leche y pan, escriben versos

entre unas hojas resecas,

pitando fe en un cigarro de humos memoriosos

que nunca van a ocultar tu sombra en el espejo…

 

algunas cosas no entiendo,

o todas…

creer que algo me hizo bueno

y pretender ser mejor que lo que he dado…


ciegas respuestas

 

un remiendo en la neblina…

farol viejo que se quiebra de ginebras,

vidrio molido en los ojos y…

 

te quiero…

la noche arrastra mis pasos a otra parte,

mi casa, pero otra parte,

algo desierto

que desemboca en un tango que suspira

y se amontona en un charco sin remedio,

raspándose la ilusión en las paredes,

besando un collar de estrellas sin rosarios ni estampitas…

 

otro paso y se llega al día,

otro más y… qué me importa!...

espero volver al hueco de esta esquina

con tu perfume a jazmín y yuyo bueno

enredando en el olor de la ginebra

un suspiro que me saque de la noche

y me lleve a respirar de nuevo el día…


bajo la cruz que hace el puente con el río

 

…¿se acordará Pompeya de mis pasos

cuando la piensan gorriones?,

cuando llueve?...

 

sé que no valen lo mismo un pan y un rezo,

y que la gloria no da lo que te da un beso de hambre,

y que una gota de sangre pesa más que un mar de plomo…

 

lo sé, y lejos como estoy de aquel jardín,

y sin embrago

el cielo cuelga en los pasos y en la espalda

como si el aire chorreara alma hasta el barro

y las pisadas se hundieran en la historia…

 

cuándo te piensan gorriones en el viento

veo tus ojos y espero que me griten

un pedazo de mi nombre…

 

sé que no vuelan igual la piel y el tiempo,

y que no dicen lo mismo el pan y el verso,

y que el tiempo es menos cruel que el cuero herido…

 

sin embargo vuelvo al barrio y me persigno

bajo la cruz que hace el puente con el río,

y ni un poema me falta, y ni uno sobra,

y ni uno alcanza

para explicar que te quiero

en cada lluvia,

en cada pedazo sordo de mi nombre,

en cada rincón callado de mis manos,

en cada gorrión que sopla el viento…


un niño, un hombre, un viejo

 

dos manos, una piel, dos ojos, sueños…

el vuelto de la verdad pesa en lo bajo,

entre las piernas, muriéndose de ausencias,

entre los pasos, riéndose del miedo,

entre la espalda y la tierra, como el viento…

 

un niño canta,

o llora…

lo sublime es tan delgado que estremece

y no sostiene otro juicio que la vida…

un niño canta,

o llora…

 

si la razón es un beso sin remedio

que se suicida al besar, porque no vuela

y se sangra como un pájaro entre espinas,

cuanto más quiere, más duele,

y no entiende que volar es otra cosa…

 

si el amor es un silbido en la ventana

que se revive al llamar, y suelta el miedo

como una espátula dura que lo suelta

arrimando la ilusión a la garganta,

y es grito, porque cantar es un grito que se amansa…

 

lo demás es recordar por qué se vive,

lo demás es no olvidar por qué se muere…

 

un niño canta en el filo de mis venas

y, como las venas, sangra hasta dormirse

en una gota de amor

que no se seca…


el sur y el tango

 

Pompeya, Malvinas, labio,

hamaca, persiana, obrero,

la nuca, la piel, las manos,

Barracas, verso y… Homero…

el sur y el tango…

la primavera, el invierno…

 

de a ratos estoy despierto

y a veces tengo en los ojos

el cielo tibio y la tierra de mis pasos

con este lápiz de pobres y de niños

que dibujaron la idea de una estrella…

 

allá lejana en los montes,

una estrella…

allá nublada en la cruz de alguna iglesia,

una estrella…

acá mojada en los ojos de un cualquiera

como los sueños de un niño,

como la hambruna de un pobre,

o en mis manos...

una estrella…

 

lo poco que no intenté se me hizo esquirla,

y tantas cosas, amor… y tantas calles oscuras…

 

lo poco que te robé se me hizo huella,

cicatriz que marca el precio de estar vivo

justo al momento de irme…

 

en este cuento ladran los perros,

cantan los grillos

y la llovizna nos moja…

allá lejana en las vías, una estrella

le mimosea a la luna un tango dulce

que abre las grietas del barrio

con un verso

que lleva el viento…


roja y alma

 

tu cara atrás de la brisa,

un paño suave que vuela y es bandera,

tus ojos y una verdad que atraganta,

acodando la ilusión en los estrados del tiempo,

pensándose con los pájaros, el aire,

como una bandera inmensamente dulce

que danza atrás de la brisa… tu cara

enseñándome la fe de mil destinos

en una sola mirada,

mil mañanas en una sola esperanza

y la vida en un latido, uno solo,

despintándose en tu boca de agua y flores,

boquitas de fruta y fuego en un pañuelo

que es mi bandera de guerra,

roja y alma,

recolectando mi sueño, verso a verso,

con los pájaros y el aire…


cuento del viento

 

ese destino liviano de la noche en tu vestido,

la seda de algún recuerdo de volar en tu vestido

como si fueran los pájaros saltando en la llovizna

o un amor indescifrable,

un cuento que cuenta el viento

para el amor de mis manos,

para lo indescifrable de estar vivo…

 

ese misterio…

 

y no saber cómo hacer para callarte en mi boca

después de un beso,

más aún después de un llanto…

ni cómo, ni para qué callar el alma…

 

volver los pasos de siempre

por las mismas calles lánguidas de siempre,

oler el mismo rincón de abracadabras

bajo las mismas estrellas,

correr el cuero mojado en las cornisas

que me llevaron al cielo,

palpar la luna en tu pecho

como si pudiera asirme a la ternura

con tanto cuerpo, con tanto miedo,

con tanta herencia…

 

todo lo que me abre el rumbo es un deseo,

ese misterio…

y para qué querer saber lo que me falta,

si falta tanto!...

 

la rebeldía no es por cómo, ni por cuándo,

sino tus ojos

clavados en la verdad que no renuncia

ni se desluce en la herrumbre de la historia…

 

soy lo que queda de mí en este cuento

que cuenta el viento…


bajo el rocío liviano de la noche

 

barros, penumbra al fondo, zaguán sin nombre,

un camino que deshice con los ojos antes de haberlo vivido…

ahí entregué los ojos y la vida a un sueño manso,

sueñito que la razón nunca sostuvo, ni en lágrimas…

pues que valga esta oración por la locura

que me sostiene la suerte de estar vivo,

de haber llorado,

y el olor de esos barriales y estas llagas

que florecen como una luna en los charcos

crecidos entre mis manos…

 

descalzo en el terraplén se juega la vida un perro,

en patas, perreando el tiempo y sin tiempo,

cachorrito sin piedad mordiendo flores y seda,

enroscándose en los trapos de tu ropa

y olfateándole la excusa a la neblina

que traquetea las vías sin destino

como otro tango sin gloria que te canta

la gloria de haber tocado el viento suave

en un gesto del deseo…

 

ahí he vivido,

ahí he amado,

con el hocico en las manos hurgando yuyos

que nunca son para siempre,

el lomo curtido a látigo de invierno

y la vidita mojada de dulzura

bajo el rocío liviano de la noche

que nunca pasa y coagula en la mirada

a un perro viejo,

a un muerto frente a un espejo

o a un santo frente a un espejo,

a un paria, un ciruja, un nadie bajo la luna

que no es más que un simple espejo

y me miente su belleza irresponsable…

 

así me duermo…

la realidad es un gajo inobjetable

de esta corteza

y la razón sigue soltándole el bulto a la mirada…

pero te bebo, pero enloquezco despacio,

como el aire que me trae otra mañana

en la ternura del tiempo,

en la aventura de asirme a las respuestas

que van buscando preguntas más posibles

para beber de las manos flores buenas

que aún no comprendo…


canción de silencios

 

sencillo, sencillito…

un susurro en las ventanas,

un chasquido en las veredas,

un chillido en las bisagras

y el silencio…

 

olor a fruta y a pan,

perdón de flores mojándose en la sombra,

calor de voces y besos en la espalda

sobrándole a la razón una sonrisa

solamente por quedarse con la piel y la locura

entre los mismos recuerdos…

 

la última luz, la única luz:

tu mirada…

y la madrugada entrando por las costillas del viento,

esos tinglados callados de mi barrio

que quedan como conciertos inmensos de la historia…

 

la última fe, una palabra volando por mi frente

como paloma de sueños,

como poema de llanto…

la única fe, tu palabra

revoloteando en la misa de mi carne atea

que sólo tiembla de tierra

porque sólo cree en pájaros y lluvias

revoloteando en las manos

como pequeños latidos

o estrofas de un poema atado

a una canción de silencios, de miradas,

criatura de ilusión, pero… salvaje,

animal que abre los ojos en la noche

y quiere, y mata, y muere,

mientras el tiempo y la vida lo seducen

para beber la mirada como agua

y el silencio como un canto de sirenas

que llega al alma

sencillito, muy sencillo,

flaquito de andar cantándole a una estrella

con un suspiro…


corralón de lunas

 

y si fuera mentira el grito en el aire

o el descubrimiento de tus ojos buenos,

la verdad callada entre los verdines,

el dolor del cuerpo cruzando las vías,

la estación vacía,

la humedad, el miedo…

 

si fuera mentira dormirme en tu pecho,

o la pobre sombra de un farol sin luna

sobre la vereda larga de mi casa,

sobre la memoria dulce de mi vida,

sobre tu secreto de calle escondida

en el nacimiento de mis libertades

y mis confesiones…

 

si fueras mentira,

si yo fuera un muerto

o un loco perdido…

 

si estuviera muerto,

si estuviera vivo en un pueblo ciego,

si estuviera ciego en un mar de gente

como el optimista que pisa los charcos

pensando que es agua,

que no duele el alma,

que el tren y las vías levantan mil sueños,

recogen pañuelos en el pobrerío

como mariposas,

como simples besos

o blancas banderas de paz y de olvido…

 

si fuera mentira todo lo que somos,

no habría una calle, ni fruta en los puestos,

ni olor en la ropa…

tu lunar de seda sería una piedra

y mi mano un cardo seco que la rasga,

no habría silencio entre dos miradas,

ni entender el vuelo de un gorrión manchado

de lluvia y desvelo

sobre el chaperío final de los barrios,

donde el viento canta,

donde el cielo mancha,

donde duele el cuerpo…

 

y si fuera mentira el grito en el aire

o el descubrimiento de tus ojos buenos,

ya estaría viejo

como mi sentencia de peón de un vicio

que escupe la sangre

sobre la mentira

y se duerme loco, en tu pecho, quieto,

corralón de lunas,

verdad sin remedio…


como si me fueran flores

 

un lápiz rojo viboreando en las solapas

o en la cornisas mojadas del suburbio…

amanece y la ciudad es un recuerdo de los pájaros,

bordeando la soledad de las casitas más bajas,

lejos del puerto ya, y en otra esquina,

donde todavía se oye el río, pero lejos,

donde aún las casas son bajas…

 

pierdo el tiempo en un manojo de lágrimas contra el puño…

moqueando el beso querido me anda el tiempo;

como un botija sin luna, o como un perro sin dueño,

me anda el tiempo oliendo el alma,

el hambre y la decepción,

la consistencia, la piel, las comisuras,

como si me fueran flores las palabras que me duelen

o rocíos el sudor de hundirle la fe a los sueños…

 

pierdo el tiempo lastimándome las manos con hilachas

que me valen más que sedas o algodones,

y se sienten tan hermosas como púas que desgarran

la desgracia del olvido, la astucia de la mentira,

la arruga de la ceguera…

 

muerdo un rastro y creo que vuelo

por donde vuelan mis ojos… allá, lejos,

en Pompeya, en los andamios, sin cielo,

o en tu cama, lejos, viento,

pero tan cerca, en las yemas de los dedos, salpicando

donde las vías recortan el vestido de la niebla,

donde se escucha la noche andar descalza, y la lluvia…

y la lluvia es una hamaca,

como una niña sin miedo que se alza

para besarme la frente sin respuestas,

sólo el milagro florido de ser agua…

 

igual se muere como se vive queriendo…

igual, como lo pobre y precoz, la flor se rompe,

pero no importa, se vive…

 

(el rastro que al fin mordí es un yuyo tierno

y se me quiebra en la boca)…


canción de cuna de la mujer que lloraba

 

…y fue nomás que el invierno besó el pasto,

que andaba mordiendo el pasto un bicho ciego,

que se le encendía en el lomo alguna estrella

y que la noche pasaba sin olvidos, ni recuerdos…

 

sólo el olor del rocío sobre el pasto

que la niebla sacudía en los faroles…

y faroles lloraban con la brisa

que lagrimeaba en mis ojos…

 

shhh… es la brisa,

me vale un beso, una lágrima, un arrullo,

como una canción de cuna hablando poco,

poquito, apenas rozándose en los labios

de esa mujer que cantaba y…

 

…y yo moría,

y la veía llorar sobre su niño

como el rocío en los pastos,

tan de nadie, miel del cielo, amor tan puro,

que de sentirse nomás tiemblan los suelos…

y hasta quise hacerme suyo,

su susurro, su silencio, su racimo,

con una estrella en el lomo

bicho ciego,

y desnudo

como alma buena…


como el silencio del alma enamorada

 

voy por el barro hasta mi casa de siempre,

la calle que no mojé en la borrachera,

la esquina que no maté con una bala,

el rastro que no ensucié con la tristeza…

 

voy, pero vuelvo y no sé, la piel me agarra,

como se te agarra el viento de los ojos,

como la luna se agarra de la frente…

 

vuelvo…

pero voy y encuentro la distancia

en un poema dormido,

en una carta sin dueña,

en una viuda sin muerto

y en el hijo que quizá vuelva algún día

hasta encontrarme en mi casa y en mi barro,

que no tuvieron consignas para hacerse,

sólo quisieron…

(y atrás tu mano exigiendo una respuesta

que sólo supe gritar

como el silencio del alma enamorada

mirando el río)…

 

otro cielo llenará mil oraciones y mil versos,

pero me basta con uno para el rezo,

y ni quisiera mil dioses para el miedo

de explicar lo inexplicable y tan humano

de ser lo que mi hambre pudo…

 

en las palabras hay chistidos de poemas,

como en la noche los grillos o mil poemas,

pero un sólo sueño abraza la sonrisa…

 

voy, pero vuelo y no sé,

quizá en tu mano se me quedó la respuesta…


de hace mil sueños

 

dormías…

el terraplén asedado por tu espalda

como un camino de charcos y llovizna;

la madrugada muriéndose en adioses sin bandera,

en medianeras demasiado bajas y… dormías

como la necesidad de ser se duerme a veces,

como el invierno en las ramas y en los pájaros,

sosteniéndose del tiempo apenas,

de una bandada que se desnuda a lo lejos

o de las hojas que vuelan lentamente hasta ser huella…

 

y entonces mi alma cantaba

o se dejaba morir en un arrullo sereno,

durmiéndose como un niño en la ternura y el miedo,

como la necesidad de ser se duerme a veces

en una simple mirada

que cae despacio,

que quiere…

 

un paso más

y las huellas se me vuelan con el viento,

y la sombra se me ahueca con la lluvia

hasta dormirse

en un lugar sin regreso…

la memoria,

quizá el rastro de un silencio

que pronunciaba tu nombre…


poesía

 

y se viene con astucia el tiempo,

picado de chaparrones que no entienden

una hora más de sueños y desvelo,

como una niebla mojada en la vereda

y un paso más luego de otro, simplemente,

sin esperar mil torturas, ni mil gotas,

ni viejas confabulaciones áridas del pecho…

 

me voy pitando y silbando,

espantando a los fantasmas,

como un tango,

pero es mi vida…

y se oye lejos la mañana,

más lejos aún que mi casa y que tus ojos…

 

es un oficio sin páginas mi libro,

sólo hojas brutas que el viento suelta del árbol

y la madrugada encuentra… poesía…

luego la lluvia las lleva como versos sin olvido

a dormirse entre las bocas de tormenta,

cantando algo que no saben,

esperando a que los pájaros lo canten…

 

quizá otro día, quizá en tus manos,

lejos, aún más lejos de este rezo

que se atora por las zanjas,

como hojas brutas que se cayeron del árbol

y los pájaros no vieron…


con olor a pan del alma

 

dos manos fuertes, dos flores sabias,

hombre y mujer, leña y savia, luna y tierra…

poco sabe del amor aquel que olvida las grietas de sus manos,

poco sabe de ser patria aquel que escupe en su suelo…

miro a mis buenos amigos y me perdono la muerte,

miro mi cara en tus ojos y me adivino el destino,

miro a mi pueblo y me quiero tan real como su canto…

 

hay derrotas pedigüeñas del olvido

y hay batallas que no piden más que amor para gritarlas…

no hay mejor grito que el sueño de los pobres

y las risitas de un niño… seguir concientes,

amores de huesos fuertes y sangre sabia,

amores de hombre y mujer, de pueblo y pueblo,

de luna y tierra… amores…

 

en un rincón de mi abrazo tu ilusión tiembla conmigo

como aquella tenuidad de olores buenos

con que el rocío salpica los jardines…

(y todavía hay jardines en mi barrio)…

 

quiero ese poco de luz que abre el deseo,

con eso basta para ser libre y mirarte

sabiendo que un paso quema y no voy a detenerme,

que quiero ese corazón que late adentro

de las batallas que exigen más memoria,

sin esperar la razón para ser bueno,

ni la invención infeliz de una respuesta

que no contiene respuestas…

 

así vivo,

ya aprendí cómo se pierde

y también cómo se ama…

amores de hombre y mujer, de pueblo y pueblo,

amores de andar queriendo algo más que un esqueleto,

amores de andar desnudo y con la vida en las manos,

flores sabias, confesiones

y vigas cruzando el pecho

para sostener la mágica blandura de un deseo

con olor a pan del alma…


pan de miel

 

algunos perros comen pan con miel de lluvia,

aunque seguramente es agua sucia y pan de pobre, pan viejo…

no sé…

habrá que ver el amor con que se despierta un sueño,

o la necesidad de un sueño, o su necedad sublime…

(querer que brille una estrella cuando nada más hay hambre)…

 

aúlla o canta la noche?...

no hay dios que explique estas cosas,

ni padre, hijo o espíritu que alarguen la mirada

sobre los mundos perdidos,

ni alma hay que entienda al mundo y lo resista…

 

hoy no pienso…

me persigno ante la espátula de un miedo

que echó cal sobre las llagas y las calles…

 

algunas promesas viajan más allá del viento mismo

y se encuentran en la tibia claridad de un tiempo largo

que no vive de promesas…

(otros juramos el vino de las venas por un segundo de vida

que merezca la resaca y el silencio de un suspiro sin remedio)…

 

espero…

busco la serenidad de tu palabra entre millones de risas,

clavo la provocación florida de un deseo en un manojo de tierra,

lanzo la contrariedad de mi sentencia

sobre la dulce finitud de mi esperma,

y espero morder el blando pan de miel por el que ayuné hasta ahora,

mirando el cielo caerse en las veredas

como una mueca de hojas y cansancio…

 

la historia levantará tu palabra con mi nombre

en una noche cualquiera,

para nadie… sólo viento, sólo lluvia, vos y yo,

y unas hojas desnudándote el cansancio

junto a mi puerta…


llegando agosto

 

racimos dulces se mojan en el patio,

estrellas que caen del cielo al charco,

perlas de hollines y lágrimas en un mar de hule,

o más simple…: la llovizna…

 

quizá lo hayas olvidado, a veces pasa,

a veces cuelgo el cansancio como un harapo de un clavo

y también olvido el beso del invierno,

y ese olor a cascaritas de naranja en el brasero…

igual se queda en las manos,

en la piel, en las paredes, en el desayuno frío,

en la fe recalentada a pobre chispa de intentos

que acaban donde se escribe otra historia…

 

en una mano el amor,

en la otra el juicio sucio de la muerte,

y en la piel, y en las paredes, y en el patio

todavía la llovizna

como el embrujo de un sueño que no sabe perdonar la astucia

y revuelve en los cajones de la historia

esa hambruna de canciones en el alma

que muerde el alma por dentro…

 

a veces pasa,

a veces maldigo al viento esperando ver gorriones

y olvido también mis miedos…

pero en la necesidad no escupo al cielo

ni a la tierra que bendice nuestros pasos…

 

racimos dulces se mojan en el patio

que ya parece una zanja de misterios,

y murmuran como corrientes de un río

atravesando fronteras tan precarias

como el dolor, y el rencor, y la tristeza,

atadas a un mismo racimo dulce

que muere con la llovizna…


queriendo abrazar tu vuelo

 

un niño duerme en la tela de tus piernas,

en el regazo feliz de tu vestido floreado,

en el olor de la madre que lo duerme…

 

un niño duerme y sos luna

que recuesta entre sus ropas tantos sueños

de pescadores perdidos y sirenas encantadas,

de brujas cortando al viento con sus risas,

de perros cortando esquinas con aullidos…

 

mis manos por esa tela,

mi vida por esos ojos mojados,

mis yuyos por esas flores queridas…

 

tan pobrecita sentencia la de mirarte de lejos,

tan contundente la gloria de mirarte…

 

un niño duerme entre cuencos, en tu pecho,

en el cielito caliente de tu blusa,

en el origen de todos los misterios…

 

un niño duerme y sos ave

y yo un manojo de piel que lleva el aire

queriendo abrazar tu vuelo…


por eso cantó Gardel

 

los fondos, el olor a tierra húmeda, tu espalda…

impreciso abecedario de un idioma ciego

y una perla con tu ombligo, que se dice al beso,

se dice como se siente, y como se siente se anda…

 

vuelvo al río,

después de mil días perdidos entre andamios oxidados,

entre rumores de infierno y las sentencias posibles,

vuelvo al río… y veo tus ojos…

 

por eso cantó Gardel,

porque sabía morirse y darse vida

en un simple parpadeo de guirnaldas

que alumbran como un farol en la esquina,

o como una vela, una, solita, en la mesa,

mejor que mil lunas diáfanas de inventos…

mejor que morir…: la vida…

 

en mis andrajos florece esa tristeza bonita

de andar queriendo…

 

por eso escribo…

 

de pobre nomás que empujo mi razón contra tus faldas,

pa’ ver si entiende la suerte de un cualquiera

que se persigna de pobre nomás, queriendo…

 

y a quién le sirve?,

sólo tus manos podrían entenderlo…

 

quizá me escuches cantar con la llovizna

o gemir con las bisagras añosas que se parten

cada vez que el viento mueve las persianas

como el milagro barato de ser tiempo…

 

quizá me escuches soñar junto a tu cuello,

como si hablara de un poema que fue escrito

por los gorriones que saltan en las ramas

buscando la realidad de una mañana

que queda lejos…


lo que vuela

 

siempre…

y digo siempre…

 

del lagrimal al ardor de las estrellas

hay tantas lágrimas como estrellas en el cielo…

 

dejame ir, poesía, estrella, niña,

rasgame el labio en un soplo de tibieza

que entienda el miedo del frío en las ventanas

y la insaciable rebeldía del deseo

que te canta, primavera…

 

y digo siempre,

y siempre…

 

de la poesía al espanto,

a la razón y al espanto que te cruzan el camino

como una brisa maldita, a veces sabia, a veces triste,

hay tantos versos como razones las hay para callarlos…

 

mentí en tu mano esa fe de amores libres,

yo no podía alcanzar lo que volaba adelante,

y el hambre era más que un sueño… era querer alcanzarte…

 

y dije siempre, y lo digo…

 

del poco oficio aprendiz y laburante que traje

todavía me quedan mañas de poeta…

pero no sirven… no alcanzan…

apenas te vi brillar, mi pobre letra clavó su alma al silencio,

creyendo en mundos más blandos que mis ojos,

sólo tus ojos…

pero del lagrimal a las estrellas hay más que eso,

más que viento, más que ensueño…

 

quizá es muy pronto morir por un desguace,

aunque… qué importa?...

anduve lejos, pensando

que es sólo viento el camino que me resta,

sólo ensueño el aparejo que me alza

sobre la tierra maldita y las aguas estancadas

como veneno…

 

la vida, que abrió sus brazos como un ave

me quedó atrás del amor,

y no la entiendo…

 

siempre,

y digo siempre en las manos,

y respiro,

me persigno ante la fe que no pudimos

y clavo el alma al silencio…

tan sólo música, lluvia, llanto, viento…

 

de la poesía al espanto hay un recuerdo

que abre la tierra en las manos

que tuvieron tanta tierra…

 

dejame ir, primavera,

florcita, luna, paloma, poesía,

dejame ver lo que vuela…


queriendo el sueño

 

viejo, como domingo de ramos en Pompeya,

como zapato agujereado o flores del cementerio,

así de viejo el olor de la llovizna que nunca tocó tu cuello…

 

ni se me viene a la piel morir de viejo,

ni a las manos aferrar la mala suerte…

me quedo escuchando un tren que se va lejos,

perdonando a los perdidos que no llegaron a tiempo

y a las estaciones lánguidas, añosas, amarillas, viejas

como la escarcha en la boca del que se olvidó su nombre…

 

a veces me río de dios… ya sé… no importa…

a veces abrazo al niño de mi sangre y rezo,

ya sé… no importa…

 

el delicado consuelo de otro día

no alcanza para esperar un mejor sueño…

 

a veces miro a los pájaros volar sin darse cuenta

entre paredes y rejas,

de las ramas a los cables de alumbrado,

de tus manos a la historia de otro viento…

y no me alcanza,

apenas los veo volar y creo que es cierto

tener un sueño, una cama, una ventana, un silencio…

y aunque no me fuera tanto, ni me es poco,

tengo el consuelo de no esperar la mañana,

porque no hay tiempo de más,

porque es ahora

ese silencio que salta entre las ramas que crujen

como el latido que cruje entre los huesos…

 

ni se me viene a morir la piel de vieja,

ni en los pellejos del hambre se me va el amarte…

me espera el día, brillante como una perla,

y como gota de lluvia, y como daga sin vaina…

como tus ojos y abrirme el pecho en tus ojos

mirando pájaros, oyendo trenes,

queriendo el sueño…


como la simple mirada de una niña

 

marrón de la calle, y gris de la niebla,

y negro de la noche…

marrón de la calle gris que se hace negra

internándose en la noche tibia de los barrios…

(quién sabe cómo o por qué huele a jazmines mi barrio

aunque esté lejos!)...

 

zaguán de enero a diciembre, como las vías,

así es Pompeya…

una casa vieja, un beso dulce, un vaso grande,

un tren cansado…

 

caen las hojas, vuelan las hojas,

luego florecen las ramas

y las hojas se le olvidan a los pasos,

pero no sé… siempre me crujen las suelas,

aunque ande en patas…

es el hambre de la vida,

es el deseo de verte,

es que estoy vivo y te veo en cada paso

que cruje junto a las hojas, volviendo…

 

los gorriones me recuerdan que hay un mundo…

a veces tengo recuerdo de esas cosas

y vuelvo al puente, a mirar cómo se duerme la luna,

a rezar como una vieja que le duele el alma

arrodillándome inmóvil junto al río,

pidiendo… no voy a decir qué pido,

sólo es un rezo viendo dormirse la luna,

cosas que a veces recuerdo…

 

si en el mismo lagrimal me duelen la piel y el viento,

y en el cardinal azul me sangra el cielo su lluvia,

si antes de morir de frío, muero de ganas,

si en la noción del amor entiendo al tiempo…

si un gajo de todo el viento es un suspiro,

y trago tierra al nombrar mi pobre intento de vida…

si estoy sediento de más,

si estoy despierto a las tres de la mañana,

si escribo cartas,

si amo tus manos,

si aún no me rindo…

 

toda las contradicciones de estar yéndome

me traen a mis pasos…

el acertijo es veloz como la simple mirada de una niña…:

es esto, es todo o nada…


jugando con los escarabajos

 

cuántas realidades compran un deseo?...

alguna quizá recuerde su locura simple,

la de ser libre…

como el niño que se revuelca en el barro,

sin importarle la ropa,

el barro mismo,

o si hay decencia en jugar con los escarabajos…

 

qué importa!...

media vida se me fue pensando el paso,

la otra mitad queriendo ser como un bicho…

 

la tierra dulce del alma entrampa sueños

que sólo se ven llorando, o cuando llueve,

o riéndose del mundo…

 

así de extraño y sencillo es desudarse,

creerse simple, recordarse en la locura de ser libre,

quizá la única cordura para endulzarse la tierra…

 

te doy mi fe como un cuento de pescadores hambrientos,

me das tu fe como un canto de sirenas…

casi estoy volviendo a verte… y amanece,

casi que quiero creer que canta el viento

para que tire las redes y me lleves

a dormirme…

 

si entrampo mi soledad entre tus labios de uva

y sos la lluvia,

quizá puedas explicarme cómo un beso

puede endulzar hasta hacerse carne y llaga

en la pequeña sonrisa de tu gesto…

 

así de manso y profundo es desnudarse,

sólo una mueca mojando la esperanza

con el perfume de un beso…


ciegos y lluvias

 

bendita luz que me quema los ojos…

quizá aprenda a razonar con más memoria que miedo,

con más amor que desprecio…

 

las calles se hacen estrechas, pero largas,

cada vez más largas e insensatas

(te acordás de aquellos sueños?)…

 

no entiendo el olor que trae el viento enroscándose en mis piernas

(venía de tu vestido y ahora me enreda los pasos)…

ni entiendo el pregón sin paz de la llovizna

(venía de lagrimear y ahora me lava losa ojos

como un beso de la suerte que trae el viento

con ese olor a jazmines) y…

 

desgarra el alma haber perdido…

pero sigo y creo en algo que se huele;

esa palabra de pan que anda en los barrios,

ese dolor de gritar… y el pueblo abierto en la voz

como el silbido del viejo,

como la voz del Polaco,

como la flor que sostiene tu vestido

y ese silencio de pasos embarrados

que levantan las esquinas…

 

canta un ángel,

pisa un bandoneón los techos de mi casa,

huele a gloria… y…

 

desgarra el alma en tu mano

pidiendo un suspiro más, un tango más,

otro poema

para cantarle a la vida la verdad guardada,

la que se sabe y se guarda contra el pecho,

como un grito del amor,

como el pecho abierto a darse entero

en una sola palabra…

 

bendita luz que me quemó los ojos…

una sonrisa en el viento me hizo ciego

y sabio,

pero sabio nada más que de mi hambruna,

caminando con la piel por las cornisas,

tocando, sin paz, la lluvia…


lo que no calma

 

el olvido trae oscura la mirada…

apenas sueña,

apenas canta…

trae vieja la garganta,

como pajarraco agudo que se queja,

como dolor insondable que desgarra…

 

de mi ignorancia aprendí

que el mal recuerdo es aún peor que el olvido…

por eso busco en el cielo a los gorriones,

y entre las ramas peladas del invierno los busco,

por eso,

porque siempre me hacen falta…

 

éramos dos y millones en dos manos,

éramos lo que no supe contar,

lo que no calma…

por eso busco el secreto que se escondió entre las flores,

ese poema callado que retumba en la distancia,

por eso,

porque siempre me hacen falta los gorriones,

porque nací entre los barrios del sur pobre,

donde florecen secretos y se llora todavía…

 

ni el melancólico juicio que me enlaza a las paredes

conoce la realidad del melancólico amor que me desnuda…

…y el olvido trae oscura la mirada,

tanto que me hundo en la noche y soy un paria

solamente para verte en un poema…

 

por eso alambro la voz con dos suspiros filosos,

porque sobran las palabras

y por eso

siempre me hacen falta los gorriones,

porque nací entre los barrios del sur pobre

que me escribe en cada verso su nostalgia…


morir en un suspiro

 

…y así me fui,

medio queriendo ignorar que me importaba,

caminando con los pies en la vereda

y los ojos, y el olfato, y el resto de los sentidos en el viento…

 

le puse a un tango tu nombre,

pero me fui medio sordo,

casi queriendo ignorar lo que pensaba,

caminando con el miedo en la mirada

y una parada de putas en el pecho,

donde sangraba la vida… y para qué?...

la lluvia rompe las jaulas y los nidos,

y entonces, gorrión o buitre, esperma o limbo…

todo se resume a un mínimo anagrama de locura,

o a un fraude de la coherencia,

o a un suspiro aterrador

que vuelve todo mentira o todo cierto…

 

y ahí los rumbos,

Pompeya, la quema, el río,

el tren llegando despacio hasta quedarse en la niebla,

y el miserable descuido de los dioses en una reja cualquiera,

allá en mi barrio,

o en cualquier lugar que exista esta tristeza

de ponerle nombre a un tango

y morir en un suspiro

que recuerda todo

y todo se lo lleva

más allá de la verdad y la mentira,

como aquel rezo que sólo se resume

a un fraude de la coherencia

o a un mínimo de locura

junto a una reja cualquiera…


poema en el recuerdo

 

con tu canción, con tu sonrisa,

y esperando, compañera, un claro empujón del cuero

para irme de las trampas o quedarme en la creencia…

y el barro fuerte de sentirme vida

con una lluvia, con un muerto en mil memorias

y treinta mil flores vivas en el alma,

y esta historia de zaguanes con fantasmas

que se te pegan mojados a la ropa,

como una lluvia, como un silencio…

 

si a punto de responder todo por nada

aún trago aliento

y me digo que está bien,

que más lo debo a mi piel que a las respuestas,

aunque la pregunta vague sin sentido

en un pedazo de pan como en un beso,

en un hijo tan igual como las manos,

o en el olor de la flor

como en las glosas de un muerto que me murmura al oído

y me explica tu sonrisa, me señala tu canción,

me parte el pecho besándolo en un grito

que es un pedazo de pan para el hambriento…

 

allí te canto,

como si fuera lo mismo estar cantándole al pueblo,

como si el amor mojara mis pupilas

al mirarte hermosa y mía, compañera,

en medio de tanta urgencia

que me detiene los pasos contra el viento,

y cuanto más arde el alma, más me quedo

observando la inocencia del camino

que no supuso de mí más que un deseo

hecho viento entre las flores

y poema en el recuerdo…


cada risa, cada llanto

(la voz de Eva)

 

aún lo digo,

aún hoy puedo decirlo,

como un gemido que rompe las palabras,

como un mordisco en la fe,

un arañazo en la piel caliente…

y duele…

y tiembla…

 

el amor florece historias y racimos,

siembra en las manos un rastro y un destino,

planta en el pecho un murmullo y un silencio…

 

siempre escucho aquellas voces…

me estalló la realidad en la garganta

y solté el grito…

tras un susurro y tus ojos

solté el grito,

un perro aullando en una terraza vieja,

un tipo hablándole a un dios que fue su hermano,

un pobre infeliz graznando con los pájaros,

un sueñito reclamándole hambre al alma…

 

hay tantas cosas,

y a veces puedo entender,

pero después no recuerdo quién las dice,

un tipo, un perro,

un susurro, el viento, vos…

la voz de Eva…

 

algo reduce mi memoria a un verso

donde estás vos y canta toda mi gente

aquella canción que… ya sabés,

la de las bellas batallas,

la de los brazos en alto y banderas en la plaza,

la de una vida de sueños desenredando las trampas…

y estas banderas, y estos brazos que se enlazan

como un tejido de historias,

como un racimo de niños que recuerdan

cada risa y cada llanto…

 

un susurro es luego, el viento

y los pájaros llevándose ese canto,

el tuyo, el mío, el de todos

hasta ese grito de amor

que me estalló en la garganta…


destino de luz

 

otra flor, amiga mía, que se nos viene abriendo en pleno invierno,

quizá la paciencia es larga y manso el cuero pa’ dormir la espera…

 

yuyito tierno en las manos, esa suavidad que asusta hasta a las fieras

y calma la rebeldía con la ternura de un beso postergado,

que no olvida la verdad de hablarle al miedo,

ni en la revelación de hacerse beso en la llaga más profunda…

 

por vos dirá alguna flor toda su poesía en pleno infierno,

por vos, amiga mía, compañera,

habré nombrado mi patria en esta cama de fuego

y renombrado mil veces en el arrullo del río…

 

cantan los pájaros hoy… ayer los cuervos gritaron en tu techo,

cantan los pájaros hoy y estoy volviendo a creer en tantas cosas…

 

si por una vez mi amor tuvo un destino de luz ante tus ojos,

si por una vez mis muertos me miraron sin tristeza

y repitieron el nombre de tus hijos como una brisa en el campo…

 

ay… cuánta tierra pa’ crecerte entre mis venas…

esta flor, amiga mía, tiene el sueño de tantos que la quisimos…


la canción más larga

 

…se oye una canción tan dulce,

una brisa entre las ramas recordándonos las horas…

y es una canción tan clara,

una lija contra el tiempo redondeando las esquinas…

y es como mirar al cielo en plena noche estrellada

luego de haber sonreído y de haber acariciado,

luego de haber lagrimeado ante el río de unos ojos dulces, claros,

como la lluvia, como la canción del viento…

 

si alguna vez te abre el pecho la distancia,

o si te moja con miel la madrugada durmiéndose en tus manos,

sabrás que era una canción que no se canta diciendo,

sino callando en el mágico suspiro que revoca tantas muertes,

que abraza tantos racimos de razón como de savia,

y hasta la misma locura que embellece con delirio puede cantarla…

 

pero si alguna mañana,

sobre las venas resecas del adiós, cae un suspiro,

verás que se llena de hojas la vereda

y que en mínimo quiebre asoma un paso

igual que otro, acaso el mismo,

sabiendo que no hay alivio en la tristeza,

ni menos aún virtud en el olvido…

 

todo es un juego de flores y resacas,

la santa rita golpeando las ventanas

y el vino a medio tomar sobre la mesa…

…y es una canción tan clara,

se oye como emoción y se hace larga

como si fuera a perderse por la calle

hasta el final de las horas

aunque llegue la mañana…


una flor por mil dolores

 

un remiendo en el zaguán,

como la luna en un charco,

pero no… tan sólo un paso dormido

en una casa sin nombre, ni milagro…

 

la vida…

algo que cabe en los sueños de cualquiera

y en las costumbres de todos…

 

el dios de algunos

ya ni contempla la lluvia que dibuja la cabeza de los pobres…

me trae el viento a tocarte en las paredes

y me enoja,

pero una sonrisa basta para sentir que me lleva y me desnuda…

me trae el viento a tocarte en las paredes y en las cosas,

manos con cal y humedad que algún perfume suaviza,

la mismísima verdad que nos canta y nos despierta

entre lágrimas y risas… y apenas el mismo gesto,

como una marca en la cara, o la luna sobre un charco,

o el fino jirón de un beso desprendiéndose del alma

apenas…

 

si así de simple es la historia de uno y tantos,

morder palabras, tragar saliva, tocar la tierra,

mirar los hijos crecer, bobear un rato mirándote a los ojos

enredado en el poema, consentido, enamorado…

querer que sea posible…

 

si así el destino levanta polvaredas

que se deshacen mirándose al espejo

o recordando el camino que nos trajo

hasta este instante,

cuando florece una flor por mil dolores

que no pudieron vencernos…


para no olvidar un llanto

 

vos, que recorriste el desierto de mi espalda quieta

y sin dormirte soñaste… y eran hojas siempre tiernas,

y eran tus manos

en el faldón donde mueren mis fantasmas,

soltando las colgaduras de mis miedos,

como trapos que no pesan,

como trampas que se rompen

ante el mínimo chasquido de un deseo…

 

otro día ardió de luz sobre los techos olvidados de mi barrio

(casi no recuerdo cuándo fue que el mundo se me cerró en Pompeya),

y vos, con la gubia de un dolor indescriptible

levantaste las heridas, la herrumbre, la podredumbre, la pena

de un acertijo gastado y predecible

que nunca tuvo misterio más que un alma perdida bajo los techos…

 

y allí, de piel nomás, tuve un sueño,

y un vuelo, que sin dormir me contaste,

como un viento que le cuenta a los gorriones

lo que pasa del otro lado del río…

 

y allí, desnudo y de piel nomás, guardé tu nombre

en el rincón más profundo de mi pecho,

y suena como campana que llama en cada latido

desde la misma emoción donde murieron todos mis fantasmas,

aunque algún resto de vicios y costumbres los reclame todavía

con la imposible inocencia del ahogado que hundió la cara en el agua

para no olvidar un llanto…


un sol perdido en agosto

 

tan delicado aullido…

debió ser viento y espera,

música con gusto a tierra,

debió ser beso…

la rebeldía de un yuyo en las baldosas

que respira con la lluvia

y permanece después de la tormenta

erguido, guardando un grillo,

o un sol perdido en agosto,

o una estrella que se cansó de estar lejos…

 

huele a libertad tu ramo,

ese perfume que trae murmullos

de flores simples,

y el canto de la ilusión,

el amor entre los pobres,

la claridad de una idea,

la realidad del deseo…

 

y tan delicado aullido…

 

debió ser viento nomás,

quién sabe,

el rechinar de las ramas,

o un dios rengo puchereándole el milagro

al paso inquieto de un hombre

que se fue silbando un tango en otra esquina…

 

debió ser música, o beso, o grillo,

quién sabe…

 

en mi camisa se aguó la luna,

y se me quedó en la piel mojada

una maraña de historias que no callan,

que se escriben en la piel con cada lluvia

y permanecen cantando aún después de la tormenta,

guardando el bello sonido de las cosas

que compartieron un sueño…

 

debí saberlo…

sobre tus pechos se aguó la luna

y corrí descamisado por la calle

con gusto a tierra y a beso,

con espera…

 

huele a libertad tu ramo,

ese perfume que trae murmullos

de flores simples

y tan delicado aullido…

 

debió ser viento…


en el río y en las piedras

 

bolsitas de alcanfor en los bolsillos,

pa’ que las brujas no cuenten las monedas;

así decían las viejas, pero…

 

lo que no se come el tiempo lo estropea la humedad,

o el mal olvido

que arrastra un tendal de deudas sin sentido,

que valen las tres o cuatro monedas en el alma,

al pie de un sueño, más de tripa que de luz,

más de barro que de argucia el sueño…

y es lo que queda…

 

una perla en el cajón,

un perfume entre la ropa de siempre,

un gran recuerdo…

delgadez de la razón, tan frágil pensar… te quiero,

parecido a la locura, pero un sueño

más de río que de piedra,

más de pasión que de hallazgo, la ternura…

 

el dulce amor de las manos que se hunden en la tierra

y reconocen su forma,

las raíces de un dolor, la gloria de una intención,

la línea larga y confusa de la vida

bailando en gitanerías y callos de andar trepando

como un tallo por los muros,

como el viento por las calles,

o un suspiro por la noche…

 

…y nunca muere la historia,

aunque hay de los que olvidaron quiénes fueron,

y de los que ni recuerdan que estuvieron

alguna vez en el río y en las piedras

para encontrar una perla

que dejaron olvidada entre la ropa de siempre

como a un perfume barato

que, sin embrago, todavía huele a vida

y tiene un precio que no se puede pagar con otra vida,

porque no tiene remedio, ni final,

ni otro sueño que un destino…


los años vivos

 

mil vicios

y un padrenuestro colgado en la garganta…

quién pronuncia una verdad que no haya gritado a medias ya su rostro?...

en cada arruga sonríe un niño viejo

y en cada lloriqueo chiquito de unos ojitos chiquitos

habla un alma que no sabe por qué llora, por qué ríe…

sólo espera,

sonriéndole a la luz, porque le quema los párpados,

lagrimeando sin razón de madrugada

apenas porque hace frío…

 

tan frágil duele la vida,

tan sencilla y tan profunda es su alegría…

 

en tus manos de aserrín y seda escribí un sueño,

eran mil años de mi vida, y mil vicios de mi instinto,

y los lugares que nunca habría dejado,

esas pequeñas costumbres de querer tocar el viento

sólo acariciando pájaros en pleno vuelo…

 

una palabra, un poema… era una carta,

el recordatorio azul de una promesa

y el trazo gris, memorioso, de los años vivos,

y todo lo que hizo falta…

 

como si no fueran pan, muerdo esas manos, hambriento,

todavía preguntándoles el cuento del deseo,

como si el hambre no fuera una mirada del alma…

y es que a veces no comprendo lo que se vive en la calle,

yuyo bueno, palo amargo, fe de erratas, libres, ciencias…

(toda la complejidad muere al hacerse mirada,

como la soledad inmensa de una gota muere al caer al río…

y somos esto, estos que somos, gotas que trae la lluvia… agua)…

 

no es tan errado morir por la inconciencia,

peor es vivir creyéndose inocente

sin haber dado la mano,

sin haber pedido un beso,

sin haber quebrado el tronco, hueso a hueso,

por la gloriosa inconciencia de ser barro…


el viento atrás

 

tus ríos delgados y hondos,

tus venas y tus señales de vida…

esa flor joven que es la claridad del pensamiento,

ese olor que trae la tierra y es el amor más profundo…

 

pocas veces manqué el pecho por seguirle el tranco a un sueño,

pocas… y son demasiadas, pero justas,

porque…: cómo no volar si el viento lleva un pañuelo

hecho bandera, soltando un grito de guerra,

una bandada liviana de temblores gruesos

que rasga la rebeldía con caricias sin sentencia,

y prende al alma ese fuego…

y el viento lleva a volar las pocas cosas de un hombre,

aire, cuero, nudo, alma, ríos, venas…

 

en el adiós no hay motivos, sólo hay tiempo,

y no hay tiempo que sostenga tal hazaña con holgura…

cada paso puede ser una mortaja florida

y cada huella un pedazo de zancada rota

que igualmente abre camino…

 

vamos tierra!... no me deje,

no me quede ni un centímetro de sangre sin urgencia,

no se me vaya la vida en dar milagro al olvido…

muchas veces manqué el paso para ver de dónde vengo,

muchas… y aún siguen siendo tan pocas, pero justas,

porque…: cómo no besar la tierra que me trajo

si el viento atrás alza flores de la lluvia

con esos olores dulces que entibian el pensamiento,

con el amor más fecundo,

que es el que marca y se queda entre las cosas de un hombre...:

humo, espalda, nido, fe, locura, estrella,

vino y pan nuestro… cosas que traba el destino en la garganta

antes de decir un nombre…


la piel del sauce

 

alguna vez no creí en la piel de un sauce,

pero me puse a llorar bajo sus ramas

hasta entender la sonrisa de una hamaca

que se colgaba del viento…

 

allí te vi, aunque no…

de cielo a tierra mis manos recordaban

la piel del sauce…

(era un sueño?)

 

la voz de un cuervo atrapado en la tormenta,

alguna vez me fue ajena… cuánto orgullo!,

que ni sirve para ver caer la lluvia

o saber diferenciar lluvia de miedo…

 

allí te vi, con la niebla, con la lluvia,

mordiendo harapos del hambre y flores tiernas

(o era un delirio?)

 

la fe de un loco gritándole a las sombras

es lo poco que me traigo…

gastada como hojarasca del sauce,

tristona como la lluvia,

y, como un cuervo, arañazo sin remedio…

(si busco en la soledad,

no hay más que estrellas iluminando la calle…

sueño o delirio, no sé,

allí te vi y eras vida)…

 

la luz de un niño perdido en la tristeza

mata lo ciego del hambre en la mirada,

que a veces roza la luz con tanta pena

y otras veces besa oscura la soberbia de haber visto

lo que cualquier pobre diablo vio sin trabas…

clase media, cruz de lata, escuela, mesa y domingo,

amor de madre, olor a fruta, remendón en el cuaderno,

luna… mi luna,

y vos…

 

otra mañana desguaza los silencios

con su belleza de pájaro sin jaula,

y todo vuelve a empezar,

pero no quiero soltarme de la hamaca…

(de cielo a tierra mis manos vuelven alas

la piel de un sauce llorón

que besa el suelo

y lleva el tiempo en las ramas)…


vestido blanco y con flores

 

como mil almas lloronas por el barrio viejo,

despidiendo a otro finado y santiguándose inquietas…

un chistido apenas largo que me va rompiendo el sueño,

busca el calor de las manos para entibiarse la historia…

 

bisagras que abren las puertas, como un tango abriendo el pecho…

vestido blanco y con flores, una niña,

la niebla sobre la vías, una diosa,

caminando en la ternura y el misterio

tan simple, como desnuda en la cama,

como mujer en el tiempo…

 

y el pueblo gritando el rezo de sus hechuras plebeyas

en un murmullo de ramas temblorosas

que arrullan al pobrerío…

…y huele a río…

 

te acordás?... esas veredas,

el pasto húmedo, los charcos, los jazmines,

y tu pelo… cosas que no imaginé

y que no fueron sino cómplices de mi alma

para llorarlas mil veces y mil veces más tenerlas

en cada provocación de la memoria

y en cada ramo de vida…

 

el pasto húmedo, la lluvia,

olor a río, tu pelo…

 

y esa luna

caminando por las vías como ciruja de estrellas

para lustrarle su paso a los durmientes…

entre la niebla, una diosa,

vestido blanco y con flores, una niña,

levantando la ternura y el misterio

en cada flor trasnochada

en cada trazo de historia…

 

y apenas puedo a creerte entre mis manos,

como si la realidad fuera un suspiro,

como si fuera en la carne un beso largo

que me va rompiendo el sueño…


como cuando no dejé de ser la lluvia

 

retrato en el albañal…

la geometría más noble de mis ojos

pifia entre ayunos y razias su simpleza,

quizá la única nobleza que me queda,

la del espejo,

la de asomarme a la mancha de la historia,

donde la complicidad con el destino es una marca en la cara…

 

abre un sueño y vuelan pájaros… mi calle…

 

nací en un mundo de lunas y curtiembres,

de costureras audaces y malvones,

donde la complicidad con el destino no vale un gesto…

 

te quiero

y en mi bolsillo hay quimeras sin respuesta,

y grillos chillando así, como monedas sin vuelto…

 

en una mano la fe,

en la otra el alma, o el precio de tenerla,

entre malvones y lunas, zurciendo el cuero a pedradas,

a cascotazos de lluvia y padrenuestros

que no concilian el cuerpo con la sangre…

y a quién le importa!...

vale un beso lo mismo que una patada?...

 

sin embargo lo creí, y lo quise…

vos, en el amor de la vida y en el dolor del silencio,

y en el cuerpo, en la distancia, en la sonrisa,

y en las ganas de llorar hasta ser lluvia de nuevo,

como cuando no dejé de ser la lluvia…

 

mi lánguida deserción me impide abrazar el viento…

abre un sueño y vuelan pájaros… mi calle quedó en silencio,

oliendo la dulce brisa de las noches que remataron su glosa en dos poemas…

valen lo que vale un beso o una bala,

lo mismo que andar desnudo por los pasillos el Borda,

o en la calle de mi infancia,

o en este invierno…

 

te quiero…

y en mis ojos no hay más peso que la sombra

de una flor en la ventana…


en sus manos temblorosas

 

dormidos, y una música en los toldos…

una música liviana fregando un sueño sin tiempo

sobre la piel lastimada,

refregando en las mañanas las manchas de hambre y de vida

sobre la piel lagrimeada con el trazo de los pájaros

y el viento,

como quien lava la ropa en una tabla alisada,

buscando el misterio simple de ese pañuelo mojado

o de esa camisa clara que nunca pierde las manchas de una herida,

ni el roce de una caricia…

 

así dormidos, y la noche en las persianas,

como un beso que sutura horas de insomnio, callando,

lastimando a la verdad con la realidad de un grito,

y la marcha de los pobres que cantan a vena abierta,

y la ternura implacable de sentir tibias las manos

de un hijo,

aunque estén quietas, temblando,

temblorosas pero quietas, como un pájaro en la rama,

como el viento en la mirada de la historia,

tocando el alma…

 

y de nuevo oler la lluvia,

juntar los pétalos blandos de las flores que cayeron,

mirar tus ojos, mirar el cielo,

abrir las venas, cantarle al pueblo,

dejar que el cuerpo se suelte como un pájaro en el viento,

todavía tembloroso y todavía quieto, un hijo,

como cuando nos amamos

y un piano besa los toldos con esa música larga

y la noche raspa inquieta todas las puertas del barrio

acomodando a sus niños entre sus manos calladas y callosas,

temblorosas…

 

un suspiro

y de nuevo oler la lluvia entre tu pelo,

y de nuevo a levantar otra mañana

de la carne y de la tierra,

sabiendo que eso es el tiempo

y que la vida es un ramo de jazmines en la mesa,

una carta entre mil folios,

mover los pies por la calle,

una marcha hasta la plaza,

y el diario apenas leído…

y las ganas,

las mismas ganas de siempre al ver tus ojos,

al ver el cielo,

como el viento en la mirada de la historia,

tocando el alma…


desenredando libélulas

 

a veces voy por los fondos de la calle,

hablando nada, con nadie…

no le escapo a la ocasión, ni a las ventanas,

mucho menos a la fe o a la cordura,

sino a esa piel de mal gusto que se postra en los carteles,

celebrándose a sí misma entre faroles de fragua

como si a la medianera le faltara estrellas

o en la luz de la estación no hubiera magia…

 

pago el vino, muerdo el tiempo,

te descubro en lo más bello de haber tenido unos ojos

y en la infinita tersura de la noche

que no duerme,

que se vuela con los sueños,

sin esperar a que el filo de una estrella

supere la medianera del alma…

 

salto y vuelo,

o me revuelco en la tierra,

y eso es todo…

el pan y el vino, tus manos,

bendito salto…

 

y así soy, bicho parco, cuero y nudo

que no se ablanda en la baba de un ungüento,

ni en bendiciones mandadas para ungirse el precio…

sólo las manos, sólo el aliento,

una llovizna acostándose en las vías,

desenredando libélulas del poste y de los yuyos

como si al tocarlas fueran de la vida,

como si la lluvia fuera a desentramparlas del yugo

de no encontrar otra luna…

 

y así te amo,

borracho de miel y niebla, soy quemero,

marrón hasta dar los huesos a este puerto,

borroso y melancólico de tango,

desmadrado ante la muerte y desesperado de hambre…

sangre y labio como un hijo de este pueblo

que dio su amor más fecundo en cada espera,

y aún espera otro empujón sobre la hamaca,

otra canción en la cuna,

otra parada de luna

para destrabar libélulas del viento…

 

y aunque me quemen los ojos esos fuegos

que son la luz de tus ojos

y me queman,

salto y vuelo,

o me incendio en la pueblada…

dulce amor, bendito amor, terrible lluvia

que se recuesta en las calles hasta el fondo

y me regresa en silencio tu murmullo

para cantarme al oído…


un viejo tango de amores infinitos

 

hubieses visto las fábricas calladas

y las palancas sin sebo del olvido…

(todos recuerdan el pulso contenido,

el latido repetido entre las calles)…

 

viento oxidado en los pómulos de un ángel…

y atrás el caserío desnudo de los barrios

peleando una luna al humo que la esconde,

cantándole lo que se tiene a esa luna…:

un viejo tango de amores infinitos

que se enroscan en el viento como cintas por el pelo,

con flores para decorar los clavos…

 

huelo el río…

nazco y muero…

(la madrugada es un lánguido suspiro

que conserva su secreto al darse entero)…

 

alguien enciende una vela y rezo…

no sé por qué, ni por quién,

ni siquiera creo en dioses que me escuchen

(serán tus ojos)…

 

hubieses visto esa luna

derramándose serena por las cumbres de una noche larga,

que no sostiene su piel, pero su piel la sostiene

mágica sobre los techos

como el sueño de los pobres, de los niños,

y de muchas otras gentes…

aunque no todas… no creas,

sabrás que es una utopía,

que se muere más de enfermo que de viejo,

y también de eso se vive,

de hacerlo bello…

 

mi destino es poca cosa para el tiempo,

y está bien,

pero igual quiero servirme a tu misterio

como el loco que se tiró del barranco,

pensando que era volar,

porque así vuelo…


voces que suben al viento

 

el rito de una realidad caliente en las veredas…

lunas que arrastran la tela de un vestido usado, frágil,

que se te rompe en las manos

como la garúa que baja de los árboles más dulces…

miel del cielo,

pero son pasos que estrujan un suspiro incontrolable,

voces que suben al viento como el canto de la historia…

 

allá te quiero,

en lo que no tiene forma ni puede ser otra cosa…

 

un viejo dijo “no hay patria que no te queme los pies,

ni sol que ayude a suavizar tanta tormenta en el alma”…

…pocas veces me escuché en tanto silencio,

la sobriedad del amor entre las plazas calladas,

el griterío del pueblo en el dolor de las manos,

tu mirada en las baldosas iluminadas de lluvia,

la certeza de la vida por las venas y… las ganas…

 

y un susurro atrás del viento,

el murmullo de la historia es el canto de los años,

ese grito inconsolable de los sueños

que parece irrespetuoso con el miedo y con la propia impotencia,

y que le quita importancia a las heridas,

pero florece al decir te quiero

y sangra al mirar a un niño…

 

puedo hacerlo, dije,

y me arranqué los ojos de la oscuridad del llanto…

sin embargo, la claridad era el agua y no un sol seco,

el latido era la luna, no la soledad del puente,

el fuego estaba en la piel, no en los harapos lustrosos de una idea…

 

y así te quiero,

en lo que no tiene cuerpo para elegir otra tierra,

en lo que amasa una idea con las manos en el fuego…


hasta mis pasos

 

vengo de las paredes gastadas que le dan vida a mi barrio,

gajo húmedo de lluvia, cada esquina, cada puerta, cada sombra,

y el irremediable aroma en las solapas de los jazmines mojados…

 

un patio y la confesión de madre viuda y padre obrero,

una ventana, una cuna, el patio… violines en las bisagras,

palomas en las veletas, locos saltando en las ramas…

 

vengo de las calles anchas de Pompeya, pueblo simple,

y las mejillas raspadas de arrastrarme contra el viento,

de no entender a la luna, aunque… bonita, endiablada…

miel que alumbra las veredas, farolito en Puente Alsina,

una sirena de barro en Sáenz cayendo al río,

y atrás la historia, un deseo, una y más de varias muertes,

donde los huesos se agarran a la espalda como uñas,

las vías desnudas, llamando, la estación de madrugada…

(de allí es que vengo)…

 

quizá en un puesto de flores me hayan embrujado el alma,

como lo hicieron tus manos y tus ojos ahora mismo…

pero allí es de donde vengo y de vos vuelvo a venirme,

y estoy niño en la ignorancia cuando me besa mi abuelo,

y estoy viejo en la distancia cuando me llaman mis hijos…

 

…y algo vibra en cada palmo de mi cuerpo renacido

cuando respiro jazmines y rocío, aunque esté lejos...

algo así como el perfume que se cae de tu cuello

hasta mis manos mojadas,

hasta mis pasos, volviendo…


 

 

…fue cuando rugió feroz la sudestada,

se incendió el cielo en tus ojos que retenían gorriones,

y el amanecer, marrón, como penachos soltándose del pueblo,

perdió las fojas de un viento que se desarmó en las calles…

 

era la hora y la piel…

fue destrabar las arrugas con las manos,

desmenuzado el silencio en cada gota, en cada suspiro inquieto…

la prepotencia del tiempo desnudando de un soplido el hambre,

la contundencia del alma atravesando premura y desenfreno,

la rebelión de la sangre, la fe de un amor plebeyo,

los gorriones de tus ojos…

 

…fue cuando rugió feroz la sudestada

y se incendió todo el cielo…


bandadas

 

como una bala en la sien,

el grito helado de un buitre en la ventana

gastando el rumor del viento…

 

huele a olvido,

pero es un dolor de huesos oxidados

que buscan matar la hambruna de la muerte

con el suicidio del hambre…

 

ahí me pierdo, ahí me apunto la daga…

espero llegar a casa y recordar por qué vivo,

por qué hay pan en mi mesa,

por qué dos copas de vino…

 

la memoria me doblega hasta nombrarte de nuevo

en cada sombra sentida que se escapó de mis manos…

sólo pájaros, querida,

tan solo y tan lo de siempre, compañera,

un abismo por llorar hasta reírnos,

un desgarro atrás del cuerpo, como alas,

y la confesión del alma que se escribe

entre las pocas palabras de un poema

que se murmura en el viento

y sigue,

más que una bala en la sien,

sigue volando

y abre bandadas…


boca de lirios

 

sonido largo,

el sublime terciopelo de tu voz,

la luz serena de tu alma…

 

largo silencio…

la piel que roba un maizal

quebrando de lleno al sol

con su misterio de lluvia…

 

amor desnudo…

tu mano sobre mi frente,

tu alivio sobre mi olvido

y la memoria volando…

 

hermoso sueño,

el del pájaro en la flor,

el de la gota en la rama,

el de tus manos…

 

si aguanto la sudestada

me abro en un beso…

y si me ahogo, no importa,

que me persigne la flor,

que me bendiga el dolor,

que me carcoma la fe los huesos…

 

tengo un día,

y un solo día de sol…

el resto es vida

aprovechando un atajo sin lugares

que no sirven de camino,

ni de resto…

 

hermoso sueño

el de la teta en el niño,

el del pájaro en la flor,

el de la lluvia

destiñéndose en los lirios…


de humo y azúcar

 

estoy en cueros,

robándome la ternura de la lluvia

y la canción del silencio…

 

en una siesta muy pobre dejé el poncho,

abrí las alas, fui lejos,

ogro, viejo, niño, amor, dolor, caricia…

fui negro hasta la blancura de no serlo,

y ciruja por las vías

hasta encontrar una casa…

 

me habla el hambre,

tengo sueños…

 

en una lágrima de humo y azúcar pierdo el tiempo

para ganarle un embrujo a la tristeza

que brilla como la luna…


sueñito

 

sobre tu mano de pan, una plegaria plebeya…:

(puedan mis ojos mirar aquella luna)…

 

el labio que se cortó como una flor de la rama,

cae y sangra, madrecita, cae,

como pétalo en la tierra,

y aunque regresa al origen mientras canta,

duele y canta mientras besa…

 

flor chiquita,

el capullo de un amor que abraza el viento

y no deja de ser niño, aunque sea viejo,

y no deja de morir, aunque sea vida…

 

en una canción de cuna duerme el sueño

de todo lo que quisimos…

sangre y tierra,

miel de la vida en un beso de alma y barro…

como si fuera cantor, o pájaro,

como si fuera…

 

duerme un sueño,

canta un niño,

rompe un carro los caminos de la espera…

 

de la más simple emoción

surge el milagro

de todo lo que tuvimos…

 


del viento que habló mi pueblo

 

niña de allá…

del barrio viejo,

del pecho dulce,

del vientre hablando a la lluvia,

del poema largo y sin tiempo…

 

niña de mi soledad,

de un manojo de malvones,

de un olor que nunca muere,

de un dolor que ya es un brazo,

un par de manos, un beso…

 

niña del viento que habló mi pueblo

cuando le hablaba a la lluvia…

la del temblor en la piel, la lluvia fresca,

la del racimo en la voz, tu piel, mi niña,

que habló mi pueblo

mientras contaba la historia…

 

(una madeja de luna

y tu cabello enredándose de estrellas

como yuyos enredándose de grillos)…

 

niña de acá,

y de allá lejos,

de esos años que no vi,

de esas calles que besé…

y llegué tarde…

 

del vientre hablando a la lluvia

cayó un verso

que me explicó otro poema

con ramitas de malvón

y con rocío,

y con desgarro de ser,

y con la fe descarriada de los libres…

otro poema

que huele a tierra

y hunde en el barro su herencia…

 

pajarito

que se hace lluvia en el viento…


 

 

si para besar tus pies sólo hubo miel en mi boca,

el agua dulce de un río sin mortajas hizo pájaros mis besos,

el recuerdo de una fe, por tantos años perdida, les dio alas,

y la razón de otro paso fue el camino que humanizó esa locura…

 

de labios, de soledades inmensas, de regresar a los sueños,

la razón de comprender, la locura de sentir, el perfume del rocío…

ni el viento trabó en mi puerta tanta urgencia como esas flores de invierno,

ni la mañana, ni el miedo, ni la noche, vieron caminos tan largos…

 

me enluta la realidad a veces… cierto… duelen las manos quemadas,

duele el hijo que no fue, y el entrevero de un alma a contraviento,

y la ceguera del cuero en la neblina… duele y calla…

 

…un vicio me queda darle a la tristeza para templarle el aullido…

uno solo, y no me alcanza… no voy a darle mi sangre…

eso es algo que me guardo para el día de pagar mi herencia al mundo…

 

sin embargo me habla el pan,

voy con hambre a la nostalgia y se me seca la piel de miel de yuyos;

vuelco una gota en la mesa, raspo el vino de los ojos, quiero…

todavía voy descalzo con la mirada en la lluvia, comprendiendo,

y esos pájaros me llevan los instintos por el tiempo, destrabando,

como si fuera verdad haber sabido que siempre habrá otra mañana…


pequeños mundos

 

mundos pequeños…

me subo al viento de un salto,

me caigo al pie de la hamaca,

me canta un grillo,

me inclino a verlo en el pasto…

 

vuela…

tan liviano y tan de nadie,

sin sentido y sin olvido,

vuela

como el recuerdo de haber sido tan niño

mendigando otra ilusión

que ni se piensa,

sólo se estruja en las manos embarradas

como el salario de un pobre,

como una rosa robada entre las rejas,

o el último aliento dulce

que uno se guarda…

 

mundos sin ruido,

los paisajes del silencio…

y esa musiquita vieja que derrama

toda su carnalidad

en una lágrima…

 

y vuela,

como el olor de las frutas,

vuela

como un misterio

que nunca acaba…


madre niña

 

y por qué tanto?,

y por qué todo lo poco si no es tanto?,

si no alanza para zarandear la ruda,

si la única verdad está en los ojos,

si llueve y duelen los huesos?...

 

en un cajón de recuerdos hay un juego

que nunca pude jugar… el del olvido…

en una cinta amarilla hay un anhelo

que nunca pude querer… el de los otros…

en un deseo callado hay un poema

que sólo puedo gritar cuando me matan…

 

y por qué tanto?...

 

quizá el espejo te aburra, hijo, nieto;

quizá la esperanza te ate, padre, abuelo;

quizá el amor te sonroje, madre niña,

entre canciones de cuna y pechos blandos,

entre racimos de leche y lluvias largas,

como al devoto de un dios que nunca habla…

sólo se lo cree escuchar

entre las voces del pueblo…

 

entonces quiero…

tu mano, tu devoción y tu racimo de uvas,

el legendario escozor de tus dolencias

y la ternura infinita de tus sueños…

 

salgo a pie

por caminar a algún lado,

y por caminar me salgo de mi herencia

hasta encontrar las raíces en tus manos…

 

salgo, siento… entonces quiero…

la rebeldía del alma está en su esencia,

cuando decide partir para encontrarse,

cuando decide volver para ser tierra…

 

es un vuelo, y es quererte…

enredar la soledad en un manojo de viento,

desenredar de la verdad en una huella…

 

vivo, muero… entonces quiero,

y ni me queda razón para elegirlo

o duda para no hacerlo…


no importa cuándo

 

tanta belleza atorada en el desvelo…

y de repente explota… llueve…

 

a veces la necedad es un tesoro,

como lo dijo un hermano…:

la necedad de vivir sin tener precio,

la necedad de asumir al enemigo,

la de creer lo que se cree…

 

siento y canto…

el perfume del rocío,

la voz del pueblo,

lo que canto y siento…

el ayuno de tu boca hablando amores,

el descargo de tu fe gritando vida,

el oxígeno que incendia mil perdones

inexplicables…

 

y el tiempo,

como hermano de la piel que va en camino,

cuenta la historia…

 

hoy quiero hablarme de tu alma,

mojarme de tu agua,

ser tierra

como fueron tus pisadas…

 

algunas noches te vi besar la luna

y dejé volar el alma…

tanta belleza atorada en el desvelo…

y de repente explota… llueve…

 

a veces la realidad es un tesoro,

sólo a veces… pocas veces,

hoy, no importa cuándo…

siempre…


otro tango

 

hermosa luz, terrible sueño, mañana…

una hoja cae el agua y se enreda con su vuelo,

una piedra sólo se hunde y no se extraña…

 

mil bendiciones por cosas tan humanas,

mil olvidos por la sombra de un recuerdo

que quiere lo que no alcanza…

 

palo amargo, pelo oscuro, margaritas…

cualquier embrujo hace pobre a la pobreza,

pero… y la vida?...

 

otro lado siempre le queda a la historia,

otro pedazo de sábana arrugada,

otro destino que explica y justifica el cansancio

de haber querido ser tierra…

 

una medallita gris quema mi pecho,

y yo nunca creí en santos… pero… importa?...

si en un ramo de jazmines tengo el vuelo,

y la piedra en una lágrima…

 

misterio, terrible sueño, mañana,

hermoso invento del hambre que nos cría

como hijos del mismo intento…

 

sobre la página azul dejé otro tango,

que no sabe, que no entiende, que no rima,

pero se enreda en su vuelo…


de simple luna y pobre pueblo

 

tus manos niñas

como balsas de hojas tiernas en un mar de llanto…

 

…el viento

y el cielo de un gorrión de pobre pueblo,

de luna simple y lluvia,

en el desvelo de un alma desesperada y sin tiempo,

que intenta dormir en casa,

y es gorrión pobre del pueblo que mira al cielo,

esperando…

 

abajo el charco,

los pies calientes quemando huellas frías

y el rápido invento del día que se lleva las nostalgias,

pero… pero…

 

muero detrás del color,

detrás de todas las flores que perfumaron al barrio,

midiendo el dolor al ritmo del silencio,

mordiendo el amor adentro de la historia

de simple luna y pobre pueblo… y la lluvia

inmortalizando un sueño por tu pelo

que derrama, gota a gota, la dulzura,

pero… pero…

 

muero detrás de esa flor,

sombreando un verso en carbón

sobre una carta maldita

que busca el tibio candor de tus manos niñas

jugando a callar la ausencia…


el arduo empeño del buey

 

…Pompeya y más allá el misterio,

el pliegue sordo de un tango a media pierna,

haciendo rengo al recuerdo y viejo al mundo…

 

una liga vale más que el cuero crudo de un sueño,

y una mariposa vuela lo que puede,

mientras la vida sostiene otro milagro

tartamudeando un amor como quien se muerde el alma…

 

el triste prejuicio de ámbar por silicio,

el arduo empeño del buey contra los hilos del viento…

cuánta tierra!...

y cuánto vale una piedra?...

el colibrí besa al tiempo como la lluvia a los techos,

y tus ojos son diamantes, o son seda, o humo…

(y cuánto vale esa piedra?)...

 

en el pequeño siseo de mi ahogo te hablo

cosas que no dicen nada… sólo un miedo,

o una revolución,

o una balada borracha de impotencia…

te hablo desde el ahogo maldito de morirme,

o desde la bendición de haber tragado el veneno

con el mismo amor de vomitar la pureza…

 

nada explica lo que somos,

nada importa tanto como una simple mirada

para entender quiénes somos…

 

en mi noche, el misterio es el asombro de otro día,

el pliegue sordo de un tango a media pierna,

haciendo rengo al recuerdo y viejo al mundo…

 

estoy viejo, pero sólo en el olvido de mis manos…

otros pájaros darán más vida a las horas que me lleven

donde no hay tiempo…


inútil

 

quizá no sirva la confesión que se queja de su juicio,

quizá no importe entender después de haber exigido un sueño…

a cambio de qué?... si el silencio pierde todos sus motivos

en una súplica sorda que sólo espera cumplir con su deseo,

nunca su piel, su destino, su sentencia… sólo su anhelo…

 

quizá no sirva una confesión que grita y que no entiende,

quizá no importe juzgar o no el milagro de haber tenido otro día…

pues, cómo tener lo que nunca se ha perdido entre las manos?,

cómo entender lo que siempre fue clavándose en la médula?…

a cambio de qué?... si todo tiene el fuego y las cenizas…

 

en la caricia de ayer perdí un olvido

que se llevó mi recuerdo a los caminos

de los que ya no hay regreso…

 

 

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